Reflexiones para entrar a la Universidad Bolivariana de Venezuela

por joseleon71 @ martes, 11. abr, 2006 – 11:26:20 am
(Esta es la fecha cuando lo publiqué en un blog (josejavierleon.blog.com.es) que lamentablemente ya no pude abrir desde aquí, en Venezuela; creo, o sospecho que en otros países aí pueden usar la plataforma. He ido recuperando por caché algunos textos, y éste me pareció que valía la pena re-publicarlo. Ahí se los dejo...)

Cuando fui llamado a participar en el proyecto universitario bolivariano acudí como solicitado por un viejo sueño: por la imagen de una educación integral, distinta, verdadera, enclavada en el centro de los grandes debates, temas y conflictos que albergan y sacuden el corazón de los hombres. (¿Cómo lo sabía de algún modo antes de leer el Documento Rector, antes de visitarla por primera vez? ¿cómo es que ese documento expone al tiempo que descifra?, intentaré contestar a ello en las líneas que siguen).

Cuando fui estudiante de la Universidad del Zulia, que es como decir de cualquier universidad venezolana, sentí que la única manera de ser, vale decir, de llegar al ser, era no ser lo que se me exigía que fuera. Me explico: yo sentía que necesitaba estudiar y formarme para otra universidad, y de hecho, al momento de estudiar y debatir en clase y sobre todo en los pasillos, lo hacía a sabiendas de que existía otra universidad donde lo que decía sí tenía sentido. Este sentimiento, compartido además con un grupo de amigos, se extendía e implicaba lo que llamábamos entonces "imaginar un país". Decíamos entonces que, para construir un país, preciso era imaginarlo, luego eran noches y noches discutiendo, por ejemplo, la creación de una escuela de artes y oficios donde se pudiera desarrollar y articular la visión mancomunada de un país, distinto, al que de una manera ya respondían nuestros saberes y deseos, nuestros sueños. Al proyecto que "creció" en nuestra imaginación sobre todo durante buena parte de la década de los noventa, se sumaron profesores (sin que lo supieran) que habían sabido colocarse al margen de la academia, y optado por los libros y la aventura, por el cuerpo, por la pasión. Por otra parte, estudiar del modo que lo hacíamos en la Universidad, era ya colocarse al margen, deslizarse a una zona donde confluían el rigor con la indisciplina, lo puntual con la impuntualidad, lo pertinente con la absoluta impertinencia.

Ahora bien, este espíritu renovador ha soplado y sopla en todas las universidades del mundo, pero dudo sobremanera que exista un Estado que haga de la Universidad imaginada la Universidad real, o mejor, que su proyecto de educación superior convierta (y que tal conversión sea una política de Estado) el margen y la periferia en lo central.

Cuando acudo al llamado de la UBV lo hago reflexionando sobre lo siguiente: en mi horizonte de expectativas se encuentra la posibilidad de llegar a ser profesor de una cátedra (Corrientes literarias del siglo XX) en la escuela de letras de LUZ. Además, durante mucho tiempo alimenté la imagen de "profesor de literatura", distinto, apasionado por la lectura y los libros, incómodo, pero en definitiva "dentro del sistema", o conviviendo en fricción con los elementos que han hecho de la docencia adocenamiento, de la investigación citofagia, de la extensión ludus extracátedra.

Mas he aquí que el llamado de la UBV me pone cara a cara con una exigencia inédita y que de algún modo reafirma algo esencial que aprendí de los profesores que, en medio de las condiciones más adversas, son otra cosa: que el amor por el conocimiento, que la pasión y el fervor, estaban antes y por sobre todas las cosas; que lo académico, que lo formal, que lo demás no era desdeñable pero que más importante era vivir y la vida. Esa enseñanza siempre la relacioné con la palabra del evangelio cuando dice: buscad el reino de Dios, que lo demás vendrá por añadidura. Resultaba difícil pero altamente satisfactorio, vivir de esa manera, fiel a una exigencia del espíritu. Y quería, pues, dar clases (de corrientes literarias, de Faulkner y Hemingway, del Ulises y El Aullido) pero tratando de encontrar la pasión que llevara a los alumnos no sólo a los libros de la cátedra sino a todos los libros. De modo que en buena parte de esas clases debía cumplir con el objetivo invisible y sentimental de enseñar a amar la lectura, pues sólo si ella existe es posible enseñar corrientes literarias. Ahora bien, ocurre que la UBV pone el énfasis en lo que era "invisible", es decir, coloca en el centro lo que era marginal o periférico. Pone a disposición de sus profesores y alumnos la posibilidad de ir al tuétano o la médula: enseñar la pasión por la lectura (en mi caso), pues ella sola y solamente ella, abre las puertas al conocimiento, a la aventura. Adviértase que la universidad tradicional, desapegada del libro como elemento lúdico, es la cuna histórica de una gran contradicción: la escritura como universo aislado y aislante. Este fantasma del libro aparece cada vez que nos colocamos de cara a la naturaleza, de cara al cuerpo y a los sentimientos. Si pensamos en la libertad difícilmente pensamos en un libro, a menos que seamos evangélicos o recurramos al lugar común del libro que libera la imaginación o que surte de conocimientos. Sabemos que tales estampas no han calado y que los lectores no abundan. Personalmente creo que nada aleja más de los libros que los supuestos y los malos entendidos. Y personalmente creo que, leyendo, conozco mejor, con otros ojos, el mar, el viento, la naturaleza; que en definitiva me conozco mejor a mi mismo. Pero esto ocurre, según parece, porque el libro no es un elemento exótico en mi paisaje, y sobre todo, porque es un participante más, tan activo como la sociedad en la que me muevo, del debate y ajetreo de todos los días. El libro, tal como lo experimento, sea cual sea, tiene la cualidad de estar siempre en el centro de los hechos; pero esto sucede porque experimento el día en las márgenes del sentido, en la excepción, en el "repique de la parálisis" para usar la resonadora imagen de nuestra poeta Lydda Franco.

Digo todo esto, porque no es un tema marginal o secundario el del libro en la Universidad, sobre todo cuando pesa "La Ciudad Letrada" de Ángel Rama. Y no es marginal porque en este debate confluyen buena parte de lo que somos y de lo que hemos sido y contribuyó a nuestra formación: es más, mi experiencia me advierte que el libro es marginal en la universidad tradicional, toda vez que nunca abandona su condición de "objeto de culto". Recuerdo que la biblioteca de un poeta, cedida en donación a la Facultad de Humanidades, se abrió sólo para ser consultada "por los especialistas". El libro, esta cultura letrada del libro, trae consigo la edad media. La UBV es pues, la posibilidad de colocar el libro en todos los tiempos, y sobre todo, "desespecializarlo", vale decir, hacerlo descender del trono de los imperativos categóricos y de la razón pura. Ni escribir ni leer son actividades sobrenaturales, antes bien, operaciones de la naturaleza, propias de la especie. Desde las manos que quedaron grabadas en las cuevas de Altamira, pasando por las palabras de Sócrates y los signos que Jesús dibujó en la arena y que el viento borró, pasando por la sintaxis de la libertad de Simón Rodríguez y el vértigo de Vicente Huidobro… hasta nuestros días, el libro, la lectura y la posibilidad de un nuevo orden de cosas exige que lo periférico se torne central; que lo marginal y lo excepcional, se conviertan en práctica cotidiana; donde el día aborte la rutina y permita el nacimiento de lo desconocido. Colocar en el centro lo raro, lo difícil, lo adverso, lo subversivo; hacer del descarrilamiento el camino real, supone desmontar el elemento primordial del proyecto globalizador, y quebrar el diálogo cristalizado centro-periferia, bellas artes-cultura popular, este-oeste, norte-sur, civilización versus barbarie, etc.

Globalizar, en cambio, o mejor, irradiar al mundo una experiencia de vida y encuentro del hombre con el trabajo, la libertad y la dignidad es parte del proyecto bolivariano. Y en definitiva, a vivir sistemáticamente en el asombro me invita la Universidad Bolivariana de Venezuela.

Publicar un comentario

0 Comentarios