La
cotidianidad hecha gesto, metáfora de la violencia, de las
dificultades, de los roces que en esta ciudad de sol abrasante y
abrasivo se dan. Maracaibo,
de Nai Ramírez es una apuesta sensible y dura de la ciudad que hoy
nos acoge y rechaza como a
cuerpos extraños. Poco a poco fuerzas conocidas y desconocidas se
han cebado sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra piel, en nuestro
interior al
mismo tiempo que lo ha hecho sobre el cuerpo, la piel y el interior
de la ciudad. Maracaibo hoy somos todos y todos somos de alguna
manera la Maracaibo
de Nai, joven intérprete
y dramaturga que
ha logrado en estas circunstancias juntar con
rigor y disciplina un
equipo de artistas con diversos perfiles para componer una obra que
nos recrea y regresa a una escala de pánico contenido las horas que
vivimos en
este
día a día entrecortado,
interrumpido, lleno de movimientos y ruidos saturados
que
nos convocan y dislocan. Está(ba)mos en el Centro, a un costado de
la hermosa iglesia azul y su piedra de ojo al desnudo. Y alrededor,
curiosos, amigos, vecinos, niños (,)
todos.
Y allí, en escena, jóvenes vivos, hermosos, enérgicos, entregados
a una danza feroz y tierna, dándonos a conocer lo que hoy somos en
la alta concentración de fuerzas
en que ha devenido vivir aquí, quedarse aquí. Y al final, la
metáfora del agua, escasa y pura, que nos devuelve una frescura
atormentada. Gracias muchachos, duele dulcemente saber que necesitamos esa
belleza
para saber que estamos y seguimos juntos y que sólo amando
sobreviviremos. La muerte no pasará.

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