Año viejo

Por
Ana Felicia Núñez
anafeli81@gmail.com

Para nadie es un secreto que en los últimos años en Venezuela hemos vivido en un carrusel de emociones que poco a poco comienza a pasar factura en nuestras vidas y basta con oír las historias de amigos, familiares, conocidos y no tan conocidos para llegar a esa conclusión.

El año pasado hice conciencia de ello atendiendo a la similitud de los síntomas entre varios, muchos, testimonios que referían en ese momento sobre lo que creíamos era un fuerte virus: dolor de cabeza inusual (en mi caso de un solo lado, en la sien), zumbidos y dolor en los oídos, calambres, taquicardias, desvanecimientos, náuseas... Hoy, después de hacer algunas conjeturas creo que más que un virus se trata(ba) de una manifestación psicológica que da cuenta de cómo estamos procesando nuestra cotidianidad, trastocada para cada quien desde sus especificidades, pero trastocada.

Esta reflexión va por ahí, advirtiendo que nuestros miedos y ansiedades tienen muchas caras y maneras de manifestarse, estemos atentos para (re)conocerlos a tiempo y poder convertirlos en materia maleable a favor de nuestros deseos, planes, sueños.

En mi caso, el último semestre del 2018 quedé prácticamente inhabilitada en lo laboral y el 2019 tocó tomarlo de sabático, luego de 18 años ininterrumpidos de trabajo y estudios, para asimilar los cambios y afrontarlos.

Ha sido sin duda un año duro, incómodo, doblemente difícil para quienes habitamos esta luminosa ciudad de altas y húmedas temperaturas. Ha sido un año de aprendizajes y fortalezas que despertó nuestro más sincero accionar solidario entre vecinos, amigos y familiares. Atrás quedaron reconcomios políticos, el año ameritó que prevaleciera el "ser humano" y aprendimos a ponernos en el lugar del otro. La convivencia fue literalmente vital para mantenernos a flote. El refugio no estuvo solo en lo material sino y sobre todo en la compañía.

Fue un año para conocer de incertidumbres y precariedades, de agotamiento, para tomar decisiones coaccionados por las circunstancias, para reinventar nuestras prioridades.

Estoy segura que quienes vivimos en el Zulia, y en especial en Maracaibo, llegamos a fin de año distintos, transformados y mirando al 2020 más fuertes y valientes que nunca.

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