Los prescindibles

De Ana Cristina Bracho



Los imprescindibles consiguen un lugar importante en la historia. Son de ellos las fotografías, las menciones y las placas. Sus nombres son tomados de sus mundanas vidas y puestos allí, en dorado sobre rojo o sobre mármol, después que meticulosamente se les quitó todo lo que tuvieron de ordinarios. Son los padres de la historia, los fundadores de una época, los maestros de un movimiento. Los grandes.
Sin embargo, nadie en solitario se hace imprescindible. Se convierten en ello sobre anónimos empujes, sobre trabajo en gris, sobre miles de otros, que sólo salen en la foto grupal, masiva, demostrativa.
Los prescindibles sufren de una falta de rostro y nombre. Por ello, desaparecen pronto. Nadie conoce claramente sus motivaciones porque nada ganan individualmente. Ganan como las gotas de lluvia o los granos de arena, como parte de un todo del que forman parte.
Pierden, curiosamente, individualmente. De ello se encargan, con esmero, los imprescindibles, que se apropian trabajos ajenos y hacen individual el esfuerzo de los otros, del todo. Al que llaman muchachos, pueblo o masa. Puede que el nombre dependa del contexto pero la acción es la misma: empequeñecer, relativizar, difuminar, desaparecer.
De pronto, algunos días parece que la historia es de los prescindibles, presentes en todos los tiempos, sin los que no hay gestas ni progreso. De aquellos que cuando tocó hicieron la guerra o la paz. Los que vivieron su vida aguantando mermas o ligeros bienestares, nunca suficientes para ser la Gloria o permitirles permanecer en la memoria.
Es a aquellos prescindibles del pueblo de Caracas un 19 de abril y a los de hoy, en medio de tantas cosas, a quienes recuerdo porque son la verdadera historia que nadie cuenta.

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