José Javier León
joseleon1971@gmail.com
Tuiter: @joseleon71_
La
estrategia de los "precios acordados" está condenada al
fracaso. Porque la estructura capaz de hacer morder el polvo a los
distribuidores y a los grandes productores y mucho en menor medida a
los comerciantes, "víctimas" gozosas que le hacen el juego
a los especuladores en la misma cadena especulativa, no está creada,
y no lo está por algunas razones -históricas- que paso a mencionar
resumidamente y hasta donde alcanzo a entender y explicar-me.
Una
causa deriva de nuestra enfermedad más conocida: el rentismo. Desde
que el petróleo nos permitió vivir de la renta, aunque la mayoría
malvivió (de lo contrario no hubieran existido el 27 de Febrero ni
la pobreza acumulada en casi un 80%) la producción en el país fue
desestimulada. Era más fácil y más barato importar que producir.
Con esta actividad parasitaria se construyeron ingentes fortunas, al
tiempo que la producción fundamentalmente ensambladora, crecía sin
riesgos, porque los baches y las inversiones las cubrían los fondos,
más bien el barril (petrolero) sin fondo del Estado. No hubo nunca
una real articulación agro-industrial, la materia prima se importaba
y aquí se procesaba y empaquetaba para ir por canales monopólicos y
en alianza y conchupancia con el Estado a los mercados y
supermercados, generados a propósito por los mismos que se sentaban
a dirigir la política económica del país y los aparatos de
legitimación social, los medios de comunicación.
Cuando
Chávez llega irremediablemente al gobierno, después de que adecos y
copeyanos lo intentaron todo para evitarlo, se quisieron sentar para
compartir con él las mieles del poder, pero el barinés resabiado no
les cargó el chuco y a partir de ahí se la juraron a él y a la
revolución bolivariana. Por eso el golpe de Estado y toda la
desestabilización. Chávez contracorriente intentó construir una
estructura de producción, distribución y venta que venciera 100
años de rentismo y al menos 50 por no decir más de monopolio
estricto de esas actividades por parte de la burguesía tradicional.
Pero la cultura rentista no se vence sin una poderosa cultura
anti-rentista que debía existir en todos los niveles y en especial
en el educativo y, claro está, en el productivo y, específicamente,
en el ministerial, gerencial o directivo.
Es
decir, no podían existir de la nada y sólo porque Chávez lo
quisiera, gerentes antirentistas, o incluso ministros, máxime si
estaban dadas todas las condiciones para que significara casi una
tontería no aprovechar la entrada de dólares a la nación como tal
vez nunca en la historia, a partir del rescate de los precios del
petróleo. Con ese chorro de dinero Chávez intentó, repito,
construir una plataforma de producción y distribución y sus
alianzas con Irán y Bielorrusia, entre otras, estaban dirigidas a
ese fin, pero con una renta tan descomunal era imposible que surgiera
una conciencia y una praxis antirrentista. Chávez lo podía prever
acaso por ser campesino y estudiado, pero el entorno universitario,
gerencial, técnico e ingenieril, que llega a los ministerios y
centros de dirección y toma de decisiones, que lo acompañó, no
necesariamente podía compartir no su sueño sino la práctica o
cultura, de modo que frente a la opción de apoyar alguna empresa
nacional frente a una transnacional con mejores precios relativos en
función de un dólar para colmo preferencial, era de cajón que se
optara por importar, además del "negocio" que suponen los
regalos y coimas derivados de las ventajas de tener o establecer
"relaciones" con el Estado.
Para
nadie es un secreto que en los medios de comunicación abundaban los
dimes y diretes ideológicos, pero aguas abajo se dan los acuerdos y
conciertos amistosos y familiares. ¿Es de extrañar que cualquier
delincuente sea presentado de cara a los medios y a la opinión
pública, pero no los peces gordos que caen en desgracia pero no
hasta el punto de que se vea su rozagante rostro - caso más
reciente: el dueño de una gasolinera clandestina-?
Este
tejido "clientelar-amiguista-familia" hace impensable que
salgan a flote las relaciones que pueden afectar la imagen
revolucionaria de la revolución, como también que se pueda
desarrollar una industria nacional soberana y autónoma pues este
tipo de estructuras -heredadas de la colonia- se ceba con privilegios
y prestigios que necesitan del dinero para brillar y nada más lejos
esto que las necesidades del pueblo. Una industria soberana se debe
al soberano, vale decir, al pueblo, y no brilla por el dinero sino
por el trabajo y el sacrificio.
En los
medios se plantea un combate/debate ideológico, pero en el terreno
de la realidad, las alianzas de apellidos y familias, de capitales y
compadrazgos, mantienen el desarrollo de sus actividades sin
contradicciones aunque en franca oposición a los aspectos
ideológicos de las políticas económicas del Estado. Es natural que
se opongan porque cohabitar en el Estado brinda una ventaja que no
tienen los que emprenden con su propia fuerza y recursos. ¿Se han
dado cuenta de que cuando los bancos o las grandes empresas quiebran
son "rescatadas" por el dinero público?
Se
oponen además porque una producción verdaderamente soberana y
nacional los desbancaría de su estatus de poder y dominación. O
sea, si pierden el control monopólico de la producción,
distribución y venta, si este circuito se democratiza, digámoslo
así, perderían los privilegios y la capacidad de presionar al
Estado -donde a fin de cuentas se firman y "permisan" los
contratos y convenios- para mantener su status quo. Es propio de
estos sistemas de privilegios que se busque para dirigir el gobierno
a un "gerente" o a un "empresario", bajo la
embaucadora opinión de que como es rico no robará. Ejemplos
abundan, unos muy patéticos. Cuando no son empresarios, son simple
títeres, a merced de los caprichos de la casta empresarial que
controla toda la economía.
En
Venezuela esa casta está prácticamente intacta. Con la "crisis"
se han desplazado (y "elevado") algunos apellidos y
familias. Ya no hay un chorro de dólares o este se ha visto
dramáticamente reducido, sin embargo lo que hay, se ha utilizado
bajo el mismo esquema: importar hasta donde la cobija alcance.
Mientras,
los productores nacionales se enfrentan a un Estado que se debate
entre la realidad y la ideología, aunque por la misma crisis, la
realidad lo está obligando a comulgar con lo ideológico. Me
explico: estamos hoy -con el agua al cuello-, cuando la renta
petrolera se ha reducido a nada, más cerca de la producción
nacional que nunca antes. Es ahora cuando el sueño de Chávez
-campesino y telúrico- toca más clara y crudamente la realidad, es
hoy cuando los productores primarios -y en especial los campesinos y
pescadores, artesanos e innvovadores- saltan a un primer plano y
cuando más urgen estrategias de protección y acompañamiento.
Por
eso, la estrategia de los precios acordados y sobre todo "justos"
está condenada al fracaso pues supondría que la casta empresarial
entrega al gobierno su capacidad de presionar para mantener su
esquema de poder basado en la extorsión y el chantaje. Va a fracasar
porque la estructura de producción nacional está vinculada al
rentismo y de aquí no se saldrá hasta que todas las fuerzas
productivas lo rechacen y lo desincorporen de sus esquemas de
producción. Va a fracasar porque la casta empresarial tiene todas
las de ganar y están en un plan de desestabilización que sólo
procura sumar más elementos para que estalle una crisis social de
dimensiones incontroladas. Va a fracasar porque se trata de un
círculo vicioso: con la especulación, la casta empresarial absorbe
el dinero que el Estado con conciencia social tiene que poner a
circular a como dé lugar. La casta empresarial está entregada en
cuerpo y alma a los EEUU y a su ideología racista y supremacista. Y
su doctrina, como lo estamos viendo con la pandemia, permite que el
pueblo muera sin importar el número de víctimas. Los muertos no
cuentan, es más, como lo formuló el ministro chileno de la salud,
se cuentan como cifras positivas al referirse a los fallecidos como
"recuperados".
De modo
que no cederán y en cambio, arreciarán el chantaje. El gobierno
bolivariano puede ver esto como una encrucijada o como una gran
oportunidad: desatar las fuerzas de la producción nacional o correr
la arruga, quien sabe hasta cuándo, aunque la verdad creo que el
tiempo se agota. Y es en la tensión que se produce de la certeza y
la convicción de que ese corrimiento ya no es más posible, donde
estamos precisamente hoy.
Por
otro lado, para la revolución bolivariana lo mejor que puede pasar
es que la estrategia falle, es decir que se sigan acumulando
contradicciones, porque sólo así las fuerzas de la producción
nacional pueden ser liberadas, muy a pesar de las fuerzas retrógradas
que intentan detenerlas. Chávez, previsor, instrumentó una serie de
mecanismos legales para crear novedosos emprendimientos, no tanto por
el objeto económico, como por las estructuras o formas de
organización. Esto, para bypassear las ergástulas del Estado
anclado en códigos de comercio verdaderamente pétreos, que les
sirven -porque fueron creados para ellos- sólo a los ricos. Esas
empresas comunitarias, comunales, familiares, están llamadas a tomar
la batuta en un proceso de producción del pueblo y para el pueblo
que haga real la consigna de que sólo el pueblo salva al pueblo.
Quedamos
entonces que para que esto se de, de manera definitiva e
irreversible, la estrategia de acuerdos de precios entre castas
empresariales y gobierno, tiene necesariamente que fracasar, con todo
el dolor y sufrimiento que esto supone, aunque no más que el que
provoca el neoliberalismo, pues sería un penoso pero esperanzador
proceso de transición hacia formas de economía liberadora, y no la
cárcel definitiva de la pobreza sin remisión que produce el
capitalismo.
Aboguemos
pues porque la estrategia de los precios acordados fracase, y
asistamos al bochornoso espectáculo de ministros pactando con la
casta empresarial acuerdos que a esta le favorezcan y amenace con
quitarles momentáneamente el placer que le da especular y hacer
sufrir al pueblo con la esperanza de que provoque un estallido social
que conduzcan a un Golpe de Estado que como bien saben -estos y
aquellos- deja por fuera al ministro y pone en la cúpula al
empresario que hoy se regodea y refocila. Esto explica porqué las
listas de precios acordados salen con una o dos semanas de rezago con
respecto al precio del dólar especulativo, pues sólo buscan
"contentar" a la casta empresarial para que acompañe por
favorcito una estrategia de "control" que en verdad es, por
un lado, un salvavidas para ese sector ministerial que medra en el
rentismo; y por otro, una distracción, mientras el Estado
bolivariano y social se las arregla y busca mecanismos compensatorios
in extremis para no dejar morir al pueblo.
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