Leer a Lydda Franco Farías, en X

 


Por

José Javier León

 

"trino umbroso que no escapa

a las servidumbres de la soledad"

L. F. F.

 

¿Es necesario decir que la poesía no se lee como la prosa? Tal vez sí, sobre todo porque lo normal a la hora de tomar un texto, cualquier texto, es comenzar a leer desde el principio, en todo caso desde lo que se asume convencionalmente como el principio. Y el caso es que la poesía, o mejor, el poema, no (siempre) tiene principio y, por principio, carece de final. Además suele estar reñido con los signos de puntuación tanto como amistado con los puntos cardinales, con el infinito y la rosa de los vientos.

Lydda Franco Farías (Sierra de Coro, 1943 - Maracaibo, 2004) facilita un poco las cosas porque sus poemas comienzan en minúscula y no terminan con un punto. Antes y después, arriba y abajo, en el libro, en la página, sólo aparece el blanco inmenso de la hoja.

El caso es -parece ser- comunicar formalmente que el poema viene de la noche, del infinito, del silencio, y que su destino es la noche, el infinito y el silencio. Que aparece de pronto e irrumpe y que, tras un breve aleteo, volverá a callar, a desaparecer.

Y así, uno tras otro.

Ahora bien, sabido es que la lectura en internet ofrece inicios y finales imposibles. La navegación carece de límites, salvo los que imponen la energía que alimenta el dispositivo o el cambio material del soporte de lectura. De modo que el poema tendría en la página digital sin bordes un asiento tan real como fugaz, tan ahí como un ya-no-está.

Por otro lado, el poema no se aviene del todo con la página. Mallarmé entre otros, lo intuyó y buscó salir de sus ergástulas. El problema era darle una materialidad a algo que pugnaba por inmaterializarse, por des-realizarse, por desaparecer.

Que el poema es básicamente voz, o mejor, silencio devenido en palabras, y por eso su natural es huir de la página. Imposible, claro está.

El asunto que nos trae hasta aquí es que en una red social como X, donde suceden tantas cosas, el poema en fuga ha encontrado un lugar. Y los poemas de Lydda, una cárcel melódica, de barrotes franqueables, de límites insospechados.

Estamos ante un ejercicio de lectura "anfibia" (física/digital), trasladando la categoría desarrollada por Miguel Antonio Guevara, la cual "permite recoger las narrativas transmediáticas"; y "en el berenjenal de cosas que hay en la red", en donde no encontrarás solo texto sino muchos significantes para leer, "encontrarás en la pantalla, en el timeline de las redes, (...) no solo texto sino imagen".

El ejercicio lo está llevando a cabo una periodista lectora de poesía, Morelis Gonzalo Vega. Docente de La Universidad del Zulia y por años amiga personal de Lydda.

Ya habrá tiempo y lugar para la biografía. Ocupémonos aquí de la aventura de leer a Lydda en una plataforma que por supuesto no conoció, y que brinda a sus poemas un delicioso y lúdico/lúcido vértigo.

La cuenta que publica sus poemas es @LyddaFrancoF (https://x.com/LyddaFrancoF) y lo hace desde 2015. En las publicaciones, los poemas por lo general son acompañados de imágenes que dialogan, que se integran a las imágenes, expandiendo las metáforas, como círculos concéntricos de una piedra al caer en un estanque.

Antes de mostrarles un poco cómo funcionan las publicaciones y lo que aportan a la lectura de poesía, necesito recordar a un profesor, a un lector crítico de literatura, Enrique Arenas Capiello. Lo conocí personalmente y mucho hablamos en talleres y en clase en la Escuela de Letras de LUZ, de una suerte de método -así nos lo enseñó- que ponía a prueba a los poemas.

Decía que podíamos leer un verso en una página y ponerlo de seguidas a sonar con otro en otra página, en otro libro. Y si estábamos frente a un poeta o a una poeta, los versos se conectarían a través de esos vasos comunicantes lezamianos que le dan a la materia poética aplomada la ingravidez de la golondrina.

Pues bien, Enrique, amigo entrañable de Lydda, acaso se hubiera extrañado/divertido con esta forma de leer poesía, en un campo minado y hostil como el de X. La apuesta de Morelis Gonzalo es tranquilamente atrevida, se deja ir y avanza a contracorriente, en la humildad sin aspavientos que ofrece gajos de misterio a la inmensa minoría.

Hoy, cuando escribo estas líneas, a comienzos del lluvioso mes de junio de 2022, un tuit fijado desde julio de 2021, encabeza las publicaciones más o menos diarias:

esta casa conoce mis manías

mi habito de leer a medianoche

mis malas costumbres

y peores mañas

esta casa me conoce al caletre

esta casa es el oráculo

 

Tal vez sea obvio que la casa acá es esta y aquella, la propia y la extrañada, la habitada por la extrañeza. Lydda, con quien me reí de viva voz en su casa en San Jacinto, logró trasvasar la biografía y la escritura poética, las penurias de la cotidianidad y la revelación, y en el registro indócil fijó el oro insomne de los días.

Ese poema que cito, da la pauta de la casi totalidad de las publicaciones de la cuenta citada, las cuales van más allá de 5.000... mas no es mi propósito documentar la cuenta como tal -la que pueden visitar y disfrutar-, sino mostrar la potencia de las operaciones textuales que (se) suscita(n) y de cómo se ofrecen como una alternativa válida y sorprendente para leer poesía y en este caso en particular, para leer a Lydda.

sin más reservas

que el desleído paisaje de la infancia

sin más aprendizaje

que andar de un lado a otro

sorteando laberintos

pero no

no consideran


Por supuesto, el recurso gráfico complementa o dialoga con los versos, con su emanación o resonancias. Hay una búsqueda en las imágenes, un ojo avizor (más bien un visor) que logra que la evocación se encuentre con las líneas y compongan una figura que se ofrezca total e instantánea a la fugacidad del tuit.

Morelis, lectora/editora monta los textos -muchas veces sólo fragmentos- con imágenes repito, evocadoras que comparten misterio y soledad, silencio y nostalgia.

no consideran

la muerte está en cada gragea que tengo que ingerir

a fin de estirar la podredumbre y solazarme

con la lluvia y el embrión


De paso habría que decir que las imágenes (des/conocidas) se encuentran sometidas a la voracidad del anonimato, a menos que la autoría se imponga por tradición y costumbre. Sin embargo, muchas son las que pertenecen al universo en red, esperando que tal vez alguien se apiade y las retorne -náufragas- a la playa del nombre de(l) autor.

De todos modos, esas necesidades o angustias se corresponden con el universo literal de los libros de papel. Algo que estas textualidades no se plantean y pienso que, muy al contrario están dispuestas a desafiar hasta sus últimas consecuencias. En este caso:

La obra literaria se transforma en texto, es decir, en un tejido forjado a partir de la escritura del autor y de la lectura activa de los lectores, que hacen conexiones de sentido sin tener en cuenta la primera intención de significado. Con ello se perfila la idea de que una obra altera su significado a través del tiempo y el texto cobra protagonismo. (Parejo, 2004: 5)

 

Tal vez el horizonte sea la completa tachadura de los nombres propios para que se imponga lo que los y las perseguidoras del infinito han ansiado: el texto total, que es uno y es todo.

de superficie a dédalo

espejeante trayectoria

trasiego de llegar primero

 

 

Sin embargo, algunos textos son todo el poema porque nacieron breves, no obstante muchos son fragmentos, recortes, visajes. A fin de cuentas, la materialidad, incluso si se trata de esta que ofrece la red, no puede sino donar (la) fragmentaridad.

Son un resabio de la cultura libresca el principio y el fin consolidados, de modo que el fragmento siempre será un desafío, una forma de representación del pensamiento que se busca.

una vida se aplaza y se desplaza

mínima sustancia

                                                cerrazón

En el juego espejeante de las correspondencias que los fragmentos despliegan, los textos se responden y se brindan mutuamente sentido. La operación no deja de ser interesante e incesante:

en la antesala queda

inocente decorado de una belleza inmóvil

en la intimidad de este aposento

la que perdió el dominio de su cauce

 

El tuit o trino deviene inocente decorado y, el poema, belleza inmóvil. En el (en)tramado queda Lydda, sin poder ejercer dominio sobre esta miríada de textos/lecturas/ojos que llegan a la red sometidos a la veleidad de un algoritmo que visibiliza lo que renta y monetiza. No es el caso de la poesía.

En medio de la nada evanescente, tú que me lees, no te pierdas la posibilidad de leer/escuchar la salmodia de Lydda Franco Farías, que re-vela, ilumina y ensombrece:

quién raíz de esparto

quién desvío

ustorio

El poema en la red, va a la raíz y es desvío y foco de luz, concentración de fuego con fines bélicos. El poema en red rasga las vestiduras, se desprende de lo suntuario:

 

en el delirio del conspirador que despide rayos sagrados

en la errancia de los que quedan sin recurso de amparo

 

La poesía roe (rumia) en la red una inocente conspiración. Son sus rayos sagrados, errátiles, una fuente que en el desamparo, va a la busca del ojo sensible, del corazón.

 

ésta es amantes (dice Lydda, dice Morelis)

la tensada vibración

 

la abundante carestía del monólogo

 

trino umbroso que no escapa

a las servidumbres de la soledad

 

Es la cuenta Lydda Franco Farías (@LyddaFrancoF) un espacio ideal, muy a tono con estos tiempos de crepitaciones y estallidos, para conocer los poemas de la poeta falconiana nacida en la serranía de San Luis, que tomándote de la mano en el eterno gesto de Whitman, te dice: "ya puedes descubrirme y patinar en el aire rígido".

 

Es pues, el momento de ir a su encuentro... la poeta ha dicho y te dice:

 

mis latidos bajan cautelosamente

para que no sepas que voy que siempre voy

 

ardo junto a ti

reparo en el caracol furtivo

tengo preguntas y hongos

Y a mi que la leo con palpitaciones, juntando versos de distintas partes para demostrar con hechos los asertos, con la emoción de quien siempre la descubre retozando, me dice, nos dice:

yo sé que estás desordenando todo

que a lo mejor existes sin explicación

yo aquí recojo guijarros y aguardo

 

Vaya esta lectura y presentación de una rara avis que trina en una red muy dada a las disputas y el enfrentamiento, para que la busquen y se sometan de mutuo agrado a ese tremedal que es leer a Lydda Franco Farías, de la mano de Morelis Gonzalo.

la gruta es que estaremos juntos (-te dice, nos dicen)

escarbando un poco los misterios

sufriendo el tiempo y sus peldaños

la copa del aislamiento

el mutismo de todos

 

No es mucho, es cierto, pero se parece a la vida y a su nada.

 

Referencias

 

  • Guevara, M. A., & del Conocimiento, C. D. A. D. CUADERNO HIPERTEXTUAL, APUNTES Y EXPERIENCIAS DE UNA LECTURA/ESCRITURA ANFIBIA.
  • Parejo, R. P. (2004). La crisis de la autoría: desde la muerte del autor de Barthes al renacimiento de anonimia en Internet. Espéculo: Revista de Estudios Literarios, 26.

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2 Comentarios

  1. Felicitación a Morelis Gonzalo Vega por esa iniciativa de difusión poética. Lidda Franco de la Sierra de san Luis lo merece con creces. Me pregunto que bello pensamiento habría salido de la boca-pluma de Lidda ante esa plataforma que la conoce. Salud a los heuristicos de su poesía.

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    1. Gracias y gracias dobles a Javier. Que escribió este hermoso e iluminador artículo.

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