Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, el esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra. Pero en la dulce Economía política ha reinado siempre el idilio.
Carlos Marx, Cap. XXIV de El Capital
«Un sistema
concebido en principio para remediar las necesidades de la humanidad ha sido
desplazado, sin cambiar de nombre, por otro dirigido fundamentalmente a
garantizar los beneficios de las grandes empresas»
Eduardo Álvarez Puga, Abajo la democracia, Ediciones B.
Barcelona, España, 2006, p. 349
Marx se afanó en demostrar que la tal economía burguesa no
era sino economicismo verdaderamente anti-económico es decir, antisocial, pero
la raza de los economistas logró imponer que la economía era una cosa y la
política otra, y que ambas no se podían mezclar so pena de incurrir en
desastres… económicos. Si el desastre es social, vale, no importa.
Para colmo, una tradición economicista típicamente althusseriana
sacó de circulación el capítulo XXIV de El
Capital dedicado a develar el origen anti-económico del capital, por
considerarlo incluso un error, un absceso en el cristalizado sistema filosófico
marxista para horror del propio Marx.
Creció pues como un hongo la economía burguesa que existe y
se cultiva sólo para ocultar la verdad, lo que verdaderamente ocurre, en
especial el absurdo de seguir llamando economía a las que no son sino
operaciones de guerra encubierta o desembozada para imponer el grosero e
injustificable dominio de unos pocos sobre la gran mayoría. Porque no hay
manera racional o simplemente humana, de justificar la explotación, la miseria,
el hambre, si no «legitimando» la ideológica supremacía de unos pocos sobre la
inmensa mayoría. Con otras palabras: no hay manera racional y humana de
justificar el racismo. Pero eso es, precisamente, lo que hace la economía
burguesa y la política que la secunda. Encubren, decía, las diversas formas de
guerra, de violencia, de expropiación, de enajenación, que sientan las bases
para que una minoría poderosa –sólo porque puede matar impunemente- se imponga
sobre una mayoría explotada que, sólo unida, puede evitar que la maten.
Dicho esto, no entiendo cómo es que hoy, a la luz (más bien a
la oscuridad) de lo que sucede en el mundo pueda haber personas que crean que
hablan de economía sin considerar por ejemplo, que el poder del dólar proviene
de la diseminación de más de mil bases militares en el globo; tanto así que
hoy, ciertos análisis previenen sobre la posibilidad de un ataque nuclear a
Rusia por parte de EEUU para tratar de salvar el valor de su moneda. ¿Cómo
hablar de economía cuando se invade un país para robar sus reservas en oro y todo
su petróleo, o cuando se siembra en los países células terroristas
(mercenarios) que hagan inviable el Estado y así queden sus riquezas a merced
de otros mercenarios vale decir las trasnacionales? ¿Cómo seguir hablando de
economía cuando un país como EEUU tiene una deuda impagable mayor que la de
todos los países juntos sólo que en una moneda que cuenta con el puro respaldo
de una máquina Xerox?
Esto y miles de ejemplos más que sería fatigoso e innecesario
recordar vuelven absurdo hablar de economía, claro está desde la perspectiva
del capitalismo que no es, como muchos suponen, en especial los dichos economistas,
un régimen económico. «La economía –muy al contrario- es la actividad que tiene
como función, en una sociedad particular o en el universo- asegurar al conjunto
de los seres humanos, las bases materiales de su vida física y cultural»
(Houtart, 2001, p. 123).
¿Hay algo más lejos que el capitalismo de esa definición?
No sería necesario decir más si no estuviera tan metida en la
cabeza la idea de que el capitalismo es un sistema económico y la democracia
representativa, su expresión política. En Venezuela hemos avanzado en la
demolición de esas nociones pero casos como el reciente de Giordani y
conversaciones sostenidas en diversos escenarios me confirman que todavía falta
un mundo por hacer. La verdad, creo, ahí está buena parte del meollo.
Hay gente que cree que la macroeconomía existe, pese a Libia,
pese a Siria, pese a Irak, pese a la balcanización, pese a Vietnam, pese a la
chorrera de golpes de Estado en América Latina… y un largo y extenuante etcétera.
Pese a las sanciones, bloqueos, pese a las dictaduras –con saldo de represión,
desahucios y suicidios- que impone el FMI.
¿Falta más? Sí. Porque dicho esto, de inmediato se cree que
la economía es una cosa y la política otra. Y no le bastó a Giordani vivir y
escuchar como privilegiadamente le tocó a Chávez ¡qué desperdicio!, para salir
del ministerio dando un sonoro portazo pataleando como un niño al que le han
quitado el juguete. ¡Qué sinvergüenza! Para dárselo por cierto, a Ricardo
Menéndez, quien junto a Chávez se desgañitó para que comprendiéramos en el 2007
durante la campaña por la Reforma, que perdimos por un pelo… la Nueva Geometría
del Poder…
Pero bueno, el punto es que con todo y tener al lado a Chávez
el ministro del sombrerito para ir a pescar no entendió que el Arañero
desbarató la supuesta macroeconomía imponiendo por encima de las relaciones económicas
la política. A punta de palabra y relaciones, torció los planes del
neoliberalismo. Desbancó a la clase «política» que iba a heredar la venta de
PDVSA, negocio para el que fueron adoctrinados nuestros Chicagos Boys
tropicales; rescató del foso a la OPEP, descarriló el tren del ALCA, sembró el
mundo con la idea que hoy se hace realidad del poder multicéntrico y pluripolar,
levantó, dignificó y descubrió el rostro de los pueblos del Sur, impulsó
cambios electorales radicales, y, todo eso, haciendo un uso magistral de la
palabra, es decir, de la política.
Con recetas macroeconómicas son imposibles el ALBA y PETROCARIBE,
la Misión Milagro o Barrio Adentro. Con las recetas de los economistas es
imposible entregar millones de libros escolares y computadoras. No hay recetas
macroeconómicas que sostengan MERCAL. Y sin embargo, el pobre macroeconomista
Giordani, veía seguro con asombro que hasta los índices macroeconómicos, con
los que se mide en todo el mundo la desigualdad y la explotación, mejoraban en
Venezuela, pero al revés… en beneficio de los pobres, aumentaba la igualdad y
se reducía la explotación.
Por supuesto, al aumentar la igualdad se acrecen el racismo y
el fascismo. Y al reducirse la explotación, aumenta la inflación (vía
especulación: la forma que ha encontrado el odio de clase de los comerciantes
–desclasados- para atacar al pueblo consumidor). Todo ello, en el marco de la
guerra encubierta (o desembozada) de la clase «política» que debió heredar el
poder y que por culpa ‘e Chávez se quedó con las ganas… y la arrechera.
Esa clase por supuesto no venía sola, se hacía acompañar de
una caterva de «profesionales» formados para vivir parasitariamente de la renta
petrolera en sus claustros universitarios, mientras las migajas de la mesa de
las trasnacionales caían en los bolsillos de la oligarquía… Las llamadas
tradicionales o autónomas están pues llenas de economistas, politólogos, juristas,
historiadores, sociólogos, administradores, encargados de sostener las
ficciones del capital como si en verdad se tratara de economía, política, derecho,
historia, sociología, administración… A esa raza de intelectuales pertenecen
muchos que por estos días hablan mucho… y cuyos frutos están apareciendo sobre
todo desde que a Maduro –por una causa sobrevenida- le tocó el turno al bate.
Yo soy del parecer de que con Maduro la revolución se ha
radicalizado y por eso, las contradicciones son cada vez mayores.
No está de más recordar que sin la crisis del capitalismo
mundial no se explica la situación en Venezuela, es decir, sin Ucrania, Siria,
Irán o Irak, no se entiende el ataque global contra Venezuela y su revolución.
El capitalismo – es decir, la minoría o el 1% que controla las trasnacionales-
necesita seguir acumulando –en dólares- y no encuentra cómo… He ahí la raíz de
su desespero.
Estoy convencido de que la oligarquía y la burguesía parásita
no cejarán en su intento de apoderarse anti-económicamente de la renta
petrolera (para entregarla claro está a sus «amigos del exterior»), y para eso
harán lo que sea, incluida –por qué no- la destrucción de la infraestructura
económica del país, aunque raquítica, incipiente e inmadura, e históricamente
dependiente del Estado. El punto central es la conquista del petróleo. Lo demás
importa un rábano.
Ese análisis político debería dejar sin piso cualquier
análisis macro-económico. No entender eso, o pretender soslayarlo, es por decir
lo menos, sospechoso.
¿Cómo evitar que los EEUU creen un Estado fallido y logren
disponer de zonas protegidas por mercenarios exactamente donde se encuentren
las reservas petroleras –entre otros recursos- los cuales tienen harto rato localizados?
¿Acaso no sabían lo que se encontraba en la Faja, que ellos llamaron Bituminosa
para que no quisiéramos defender porque para qué dar la vida por barro más
barato que carbón?) A las zonas controladas por ejércitos invasores, las
acompañarán islas de confort («zonas verdes») las llaman, donde la clase
«acomodada» seguirá viviendo en una burbuja a-política, consumiendo las
noticias del mundo y los productos de la Polar y la Procter & Gamble más
Zara y Bershka
y sus colecciones de Otoño e Invierno. ¿Y los pobres, esa escoria (Burelli, dixit), esas ratas?, ¡qué se jodan!
La respuesta, queridos economistas, no es macroeconómica: es
política. La forma de evitar ese escenario es impidiendo a toda costa la guerra
civil, a la que nos han querido llevar desde hace ya catorce. La guerra civil
supone –obvio- enfrentar a venezolanos contra venezolanos y para eso han
sembrado de odio la psique colectiva. Han diseminado el racismo, la
discriminación, la xenofobia. Las cotas de ese veneno no han desbordado la
capacidad de amor y solidaridad del pueblo venezolano, de las cuales estamos
dando muestras desde diciembre de 2002, desde el Paro empresarial y el Sabotaje
Petrolero.
Ese mismo clima lo han intentado construir de manera masiva y
brutal con las santamarías arriba (repitiendo con evidente sorna y satisfacción:
«No hay»), con especulación, contrabando, acaparamiento. Quieren que nos
desesperemos y creamos que por la vía de la violencia se pueden solucionar los
«problemas». El pueblo sin embargo, no cayó en la espiral de la violencia
generada por los ricos. El pueblo, sabio, aguantó la andanada. Los crímenes
aislados los siguen juntando y los magnifican. Bandas de sicarios siembran el
terror y desaparecen. Repito, harán lo que sea para arrastrarnos a escenarios
de violencia descontrolada.
Decían que Chávez nos contenía. Ahora sin Chávez, ¿quién nos
contiene? La conciencia, la paciencia pero sobre todo, la confianza en el
gobierno. Los despechados como Giordani, demasiado viejos para que los manden
(sin humildad y sin sabiduría… ¿vieron que las canas no significan nada?),
deciden retirarse no sin antes contribuir a la campaña generalizada de
descrédito contra el gobierno, exactamente como un niño malcriado. ¡Da pena
ajena!
Nos contienen las ganas de paz y de seguir construyendo la Patria
con trabajo y amor. Además, constatamos en la cotidianidad no sólo las
dificultades -¡cómo ocultarlas-, sino lo que millones hacen-hacemos para preservar,
fortalecer y acrecentar el Legado de Chávez. Entendemos que ahí, a ras de
calle, los derechos fundamentales están siendo garantizados, que hay –lo más
importante- voluntad política para garantizarlos, y que sólo un gobierno
popular –es decir, nuestro- puede garantizarlos, que hay un despliegue nacional
de voluntades hechas salud, comida, educación, vivienda, organización… Todo ciertamente,
soportado en una renta petrolera distribuida con criterios ahora sí económicos,
es decir, políticos, y no macro-económicos, capitalistas. A la inversión social
y al Gobierno de Calle, el macroeconomista Giordani –desde su olímpica oficina- la llama dispendio, improvisación, caos, desastre. Al poder
popular, vacío de poder.
Al presidente Maduro le ha tocado ser pragmático y ha
ejercido el gobierno sometido a fuertes presiones, externas e internas. No ha
sido fácil, ya nos lo advirtió Chávez aquel 8D-2012. Pero cuando leo «testimonios»
como el de Giordani con el que el iluso pretendía pasar a la historia, me
convenzo más de que la revolución cuando avanza muele y atrás va dejando el
bagazo.
No pasarás a la historia Giordani por lo que hiciste en el
gobierno bolivariano. Muy al contrario, por lo que hiciste justo al salir, al
tirar la puerta y modular a tu modo la frase «Maduro no es Chávez» por la que
se han ido conociendo progresivamente los salta-talanquera, y por darle pábulo
al clima mediático de la oposición para intentar hacernos daño, pasarás al
olvido. Te convertirás en polvo cósmico, sentencia que Chávez prodigó para todo
aquel que quebrado y de forma egoísta pretende salvar su pellejo dándole la
espalda al pueblo; sales pues, despedido por la fuerza centrífuga que imprime
la revolución a los cuerpos sociales.
Chávez vivirá por siempre Giordani, y para tu reconcomio,
Nicolás [νικη (niké) =
victoria y λαος (laos) = pueblo, la Victoria del Pueblo] Maduro seguirá arrollando tus derruidos
paradigmas macroeconómicos dignos de la chivera neoliberal.
Con tu pedigrí revolucionario, que sacaste a orear in
extremis, coge tus bártulos y adiós.
6 Comentarios
mas nada
ResponderEliminarMi muy respetado camarada, te confieso que soy un tanto dislexico, ¿Me puedes explicar quién fue el que se robó .los 23.000.000.000 de dólares de CADIVI? , ¿ACASO FUE EL IMPERIALISMO? . Por favor, explícame eso, no hallo algo lógico y creible que decir en las reuniones de la célula Kim IL SUNG del glorioso P.C.V, respecto a esa insidiosa pregunta que me hacen en el microbus, carritos por puestos,en las colas en PDVAL,, Mercal y Supermercados privados. Orientame querido camarada, tu sapiencia te hace ver cosas inescrutables al ojo de nosotros , tus camaradas silvestres. ¿Qué le digo a mi preguntona hija de 14 años, cuando me pregunta por la "fulana" lista de los "chanchulléricos" que se robaron la "bicoca" de 23 mil millones de dólares de CADIVI? Tengo un vecino que tiene un hijo "pagando cana" por haberse robado un celular de 4.000 Bs,(Yo diría, merecidamente "pagando cana")Dicho vecino es militante de la Célula KIM IL SUNG, Siempre "me tapa la jeta" con la siguiente frase: "... yo estoy de acuerdo con la pena que le dió el juez a mi hijo,pero yo no soy matemático., lo que se robó el galfárro de mi hijo, si multiplicais 4.000, que es el costo del celular, y lo multiplicais por la velocidad de la luz al cuadrado, no te dá un valor cercano a lo que se robaron en CADIVI Y.....¡¡¡¡ NO HAY NINGÚN PRESO !!!!! ¿VOS CREIS QUE ESTO ES JUSTICIA? " Mi camarada José Javier León ¡¡¡¡Qué le digo a éste camarada!!!!
ResponderEliminarComo eres "un tanto" disléxico y no hago milagros, como no lees la prensa ni lees, y seguro sólo escuchas lamentos y quejas de los vecinos que te rodean, que deben sufrir de dislexia también (y tampoco deben leer), sólo te repito: "Estoy convencido de que la oligarquía y la burguesía parásita no cejarán en su intento de apoderarse anti-económicamente de la renta petrolera (para entregarla claro está a sus «amigos del exterior»), y para eso harán lo que sea, incluida –por qué no- la destrucción de la infraestructura económica del país, aunque raquítica, incipiente e inmadura, e históricamente dependiente del Estado. El punto central es la conquista del petróleo. Lo demás importa un rábano."
EliminarAhora resulta que Giordani estaba haciendo las cosas mal.
ResponderEliminarY por qué lo dicen ahora?
En fin, no vale la pena hacer mas comentarios porque sigue repitiéndose la historia de siempre.
"...la revolución cuando avanza muele y atrás va dejando el bagazo..."
EliminarEl drama es poder recuperar la vocación para debatir los modelos de sociedad, política y economía..y no la batalla de quitar nombres para imponer otras. Esa deuda es de todos con todos.
EliminarAlejandro Ochoa