Mi padre y la Misión Ribas

 Noviembre, 2005

Mi padre invierte unos diez minutos en llegar al colegio donde estudia; a mí me tomaba quince llegar al liceo, que está unas cuatro o cinco cuadras más lejos. El camino es el mismo en gran parte del trayecto, sólo al final se bifurca, como un tronco que se abre en dos ramas. Lo recorrí innumerables veces hace más de quince años; mi padre lo hace hoy. Muchas cosas han cambiado. El hecho de que mi padre recorra hoy ese camino con un objetivo similar al mío, cuando nada en su vida lo indicaba y todo parecía decir que terminaría trabajando en la casa, vendiendo refrescos, cepillados, dulces, como ocurre desde que yo estaba en primaria y porque perdió y nunca recuperó el trabajo estable que lo trajo hace más de treinta años a esta ciudad.

El hecho, decía, de que haga ese recorrido a la escuela es, por decir lo menos, un cambio de rutina radical y sobre todo inimaginable. Quiero decir que en ninguna proyección del futuro existía la imagen de nuestro padre "estudiando" de nuevo. Entre lo que es su hoy su cotidianidad y la vida que había llevado hasta hace apenas un par de meses existe la distancia del cielo a la tierra.

¿Cómo explicar que la Misión Ribas ha introducido en la vida familiar lo verdaderamente insospechable? Yo recuerdo a mi padre enseñándome cuando niño los rudimentos de la matemática, pero desconocía por completo su letra corrida, su caligrafía. No podía saber que el interés por los libros y el estudio tenían en él un referente directo. No era que no leyera, de hecho en mi casa siempre existió una modesta biblioteca, pero lo que se dice leer con un plan de estudios, de manera sistemática y con objetivos ulteriores, sólo lo hicimos en esa casa sus hijos, mis hermanos.

Ahora lo hace mi padre, que redescubre y desempolva para nosotros no sólo el interés sino una creciente necesidad. La necesidad, por ejemplo, de una buena biblioteca y de las ventajas que ofrecen las nuevas comunicaciones (hace poco me advirtió -para mi vergüenza- que no le quedaba tiempo suficiente para un "bibliotecazo", debido a que también asiste a la Misión "Vuelvan Caras").

Mi padre, prácticamente de la noche a la mañana es otro, distinto al que conocí. Pero lo que digo es inexacto, porque mi padre en rigor volvió a ser lo que era, vale decir, se ha encontrado con la posibilidad de volver a ser lo que las circunstancias adversas impidieron que fuera.

El ímpetu, la fortaleza, el ánimo, lo mueven a realizar un esfuerzo inédito para él y para nosotros. Y lo mejor de todo es que no he visto que se trate de una carrera contra el tiempo. Porque no es recuperar el tiempo perdido, se trata más bien de darle un vuelco a la vida, como decir, darle un vuelco al pasado. No es, pues, una carrera contra el tiempo, porque de ser así finalmente ganaría el desánimo, el cansancio, dado que nada podemos contra el tiempo. No se trata de una carrera sino de un cambio de dirección; como el nacer de nuevo que enseñaba Jesús a Nicodemo.

Por otra parte, no es nuevo que algunas personas asuman este cambio de dirección en sus vidas, conozco cineastas, escritores, egresados universitarios que decidieron serlo cuando todo parecía señalar que comenzaba el fin. Pero no conocíamos que el renacimiento fuera asumido como una "política de Estado", no exclusivamente como una aventura individual.

Al cuarto de mi padre, convertido en estudio, llegan sus nietos, que definitivamente crecerán con la visión de un abuelo que "hace lo mismo que ellos", es decir, un abuelo que hace tareas, un abuelo que va al colegio. Estoy completamente seguro de que sus nietos verán el mundo muy distinto a como lo vemos nosotros, acostumbrados a la competencia y a la exclusión; ellos, sus nietos, contemplan en el paisaje doméstico la inclusión, la igualdad, la democracia.



Este texto originalmente fue publicado en un blog que de pronto fue sacado del aire... http://josejavierleon.blog.com.es/2005/11/28/mi_padre_y_la_misiasn_ribas~345411/

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