La (im)posibilidad de la ética


Nos parece –pero se trata con toda evidencia de un contra-sentido- que debemos ser éticos, por ejemplo, en nuestro ejercicio profesional; pero serlo es excepcional, casi una excentricidad. Se actúa éticamente cuando se desafía la lógica del mercado, somos humanos cuando por un momento excepcional nos negamos a no ser no-humanos, que es el modo cotidiano de vivir al que nos ha condenado el capitalismo.

Pero ¿por qué parece que comparo éxito con ética, siendo que el primero es la meta de los que han entregado cuerpo y alma al mercado, al capitalismo, y sobre el segundo acabo de decir lo contrario? El punto en común es que ambos son excepciones, y, como momentos de visibilidad espectacular -dada precisamente su rareza-, se ofrecen al mundo como “ejemplos”. Ahora bien, para tener éxito preciso un desarrollo tal de la individualidad que desequilibre mi entorno social y me coloque en una posición cimera, impermeable (al menos ilusoriamente refractaria –más exitoso mientras más lo parezca-) a los accidentes de la vida cotidiana. Al contrario, para ser éticos, necesito ser de nuevo, con una humildad desconocida, un simple y llano ser humano. Se dirá que no es así, que es todo lo contrario, que quien actúa éticamente descuella, y es entonces cuando evidenciamos el problema. La ética es sin más la condición humana. Mas he aquí que el modo de vida que hemos construido nos imposibilita para ser eso, humanos sencillamente, amén de que nos pone a contemplar extasiados -desde la irresolución pasiva, desde un limbo a-político, desde las butacas de la “distracción”, como si de una extrañeza se tratara- lo que es propio de los seres humanos.

Nos pide el éxito, la individualidad opima; (al tiempo que en las antípodas) nos exige la ética, eso si renunciamos a la carrera que conduce al “éxito” y nos comportamos como seres humanos.

En el marco de estas ideas pienso en los debates sobre el ejercicio ético de las profesiones, realmente bizantinismos siempre que no se discuta lo esencial, esto es, que la ética es imposible en condiciones capitalistas de producción. El capitalismo es un sistema que nos irresponsabiliza en el sentido de que nos deja libres de todo (realmente nos “despoja”), fundamentalmente de lo necesario y suficiente para vivir. Como dice Holloway (2000) “La separación de las personas de la trama so­cial del hacer las constituye corno individuos libres, libres no sólo en el doble sentido indicado por Marx, a saber, libres de las ata­duras personales y libres del acceso a los medios de superviven­cia, sino también libres de la responsabilidad con respecto a la co­munidad y libres en el sentido de una participación significativa en el hacer colectivo”. Estamos obligados a trabajar (y trabajar en condiciones de explotación, esto es –entre otras cosas- sin construcción colectiva del espacio-tiempo, controlado como está por las fuerzas del capital) para comer. Irresponzabilizados, dejados de nosotros mismos, sin poder cuidar-nos, sin producir (salvo riqueza para los ricos), la ética es una entelequia. Somos éticos cuando nuestras vidas están en nuestras manos, cuando somos responsables. He ahí por qué nos atraen los seres que actúan éticamente: reivindican nuestra condición humana; nuestras vidas quedan en sus manos (manos humanas, se entiende); por una vez alguien se hizo responsable y dio la vida (se sacrificó) por nos-otros. Fue Dios y no Jesús, por cierto, quien no salvó. No dependía de Dios (eso abstracto y ajeno) la salvación, como es imposible (la ética, por tanto) en las manos “invisibles” del mercado.

Si la ética está más allá de la condición humana, si nos es inalcanzable, entonces no tiene sentido hablar de ella (desde la academia y la filosofía ¡claro! se puede seguir hablando de ética, pero ya sabemos que se trata estrictamente de especulaciones). La ética es un encuentro con nuestra condición, la que sólo se manifiesta plenamente cuando renunciamos a toda sujeción externa (al capitalismo, por ejemplo) y nos sostenemos con nuestras propias fuerzas a nosotros mismos. "Somos nosotros los que creamos la sociedad, no dios, no el capital, no el destino: por lo tanto nosotros podemos cam­biarla" (Holloway).

Se dirá que sí se puede ser éticos en el ejercicio de las profesiones configuradas por la relaciones de capital, pero ello es posible sólo porque -y cuando- la actuación ética desafía la lógica capitalista de la profesión. En otras palabras, para ser un médico ético, se necesita eludir el ejercicio capitalista de la medicina (atender a un paciente sin necesidad de que éste “pague” por la salud), lo cual pone al médico en una situación “trágica”. Lo mismo pasaría, por ejemplo, con un periodista. Para ser un periodista ético debe eludir el ejercicio capitalista del periodismo, que lo sujeta a los intereses privados de los medios de producción (digamos, a los empresarios de los medios, que han hecho de las “noticias” y de la “información” mercancías sometidas al “juego” de la oferta y la demanda). Para ser éticos es necesario escapar, huir del sistema capitalista de producción; la ética es un desafío absoluto, una fuga, y, en (y para) el capitalismo, el sujeto emancipado queda en situación trágica.

Dice Grüner (2002) que “La tragedia es el lugar donde el “yo” social –enfrentado a la inconcebible maldad de los dioses- se quiebra, y ya no sabe quién es” (305). Pues bien, la tragedia de la que hablo es la que se da ciertamente a partir de una ruptura, pero no del yo social, sino del yo a-social que rompe con las relaciones de producción que lo desubjetivizaban y, reencontrado, re-torna a la “sociedad” sabiendo quién es.

No está de más advertir que percibimos la actuación ética desde nuestra esclavitud, desde nuestra sub-humanidad. Vemos con orgullo, con esperanza, al sujeto ético cuando nos demuestra pese a todo, que es posible ser humanos, renunciar heroicamente a las relaciones de capital, y ofrendar la vida a las cosas humanas.

Después de esto, cuando se nos pida ética, pidamos ir al fondo de la cuestión: destruir el capitalismo. No se puede hablar de libertad sin las condiciones materiales para el ejercicio de la misma, esto es, sin construcción colectiva de nuestro tiempo y espacio, de nuestras condiciones materiales y concretas de realidad; no se puede ser libres en el capitalismo; por lo tanto, la ética en el marco de relaciones capitalistas de producción es una excepción, y en la más optimista de las lecturas, una esperanza. De lo que se trata entonces es de construir una realidad que nos permita vivir como seres humanos, tomar en nuestras manos el tiempo y el espacio, re-producir, en fin, la vida; de modo que no sea una excepción la ética, sino cotidianidad; no una extrañeza, sino la condición propia de nuestra especie.

Todos los tratados de ética se estrellarían contra la naturaleza, contra la naturalidad de un vivir como seres humanos, dignamente.



Referencias

- Eduardo Grüner (2002) El fin de las pequeñas historia. Paidós. Buenos Aires

- John Holloway (2000) Cambiar el mundo sin tomar el poder.Vadell Hermanos. Caracas


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http://comunicacionubvmisionsucre.blogspot.com/

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