De Alfredo
Toro Hardy. Villegas Editores,
Colombia, 2007. Pp. 447
Sucede con frecuencia
que los libros que leemos rastrillan los acontecimientos recientes como a
contrapelo, colocándose en los intersticios de la actualidad para ampliarlos y darles
sentido en perspectiva histórica. Este libro de Toro Hardy tiene la cualidad como
las ondas en un estanque que en círculos concéntricos se amplían hasta cubrir
su totalidad, de plantarse en este presente en el cual las potencias viejas y
nuevas se debaten por la hegemonía mientras el imperio hace alarde anacrónico
de poder.
Comienza obviamente,
definiendo hegemonía e imperio. De la primera afirma que se da cuando los otros
reconocen la preeminencia; el imperio, cuando la potencia posee la capacidad de
ejercer la coerción. Ambas nociones suponen control, pero el hegemónico es
invisible, y el imperial, mera manifestación de fuerza (cada vez más bruta, por
cierto).
Se puede ser
hegemónico sin llegar a la coerción ostensible, es cuando la potencia tiene una
hegemonía incontestable; pero, ser imperio y perder la hegemonía es un signo de
decadencia y de desplazamiento del poder. Es lo que hoy sucede con EEUU, la
potencia que tomó la batuta después de la II Guerra Mundial, recibiéndola del
desvaído imperio inglés.
Para Toro Hardy la
hegemonía de EEUU provenía de una compleja estructura de instituciones
internacionales que le permitían actuar e incidir directamente en los asuntos
de cualquier lugar del globo no obstante de manera indirecta y velada. Es
decir, dichas instituciones, al actuar con la objetividad y neutralidad que
debían acompañar los intereses que aseguraban defender, por ejemplo la paz en
el mundo, en verdad actuaban atendiendo a los intereses de EEUU. Esto, que
antes pasaba más o menos desapercibido para el grueso de la opinión pública,
hoy ha quedado al desnudo y el mundo contempla como los organismos
internacionales son vulgares instrumentos de la «diplomacia» o el lobby de las empresas y trasnacionales
del imperio.
Al decir de Toro Hardy
esa arquitectura fue desbaratada por el gobierno de Bush Jr., actuando de
manera unilateral y grosera, sobrepasando todas las barreras y controles que
habían sostenido el poder hegemónico norteamericano. De ahí, la caída en
barrena y su descrédito mundial.
La debacle de la
hegemonía norteamericana es lo que ha acentuado la coerción imperial, la cual
sin el atenuante de lo hegemónico se traduce en guerra sin más. A ello se debe
agregar en compleja dialéctica, un nuevo bucle en la relación
imperio-hegemonía, pues la fuerza sin el prestigio de la hegemonía torna
inútiles los más sofisticados ejércitos. De nada valen si las operaciones militares,
siempre terribles en especial para los más inocentes, carecen del prestigio que
confieren la justicia y la libertad, y se convierten en meros asesinatos en
masa por viles intereses económicos a la vista del más desinformado.
De ahí que en las más
recientes intervenciones imperialistas, por ejemplo la actuación del sionismo
apoyado por EEUU, a pesar de ser el israelí una
potencia nuclear recibió una humillante victoria no sólo militar sino política
de parte de un ejército y un pueblo preparado para resistir con dignidad en la
Franja de Gaza.
La tragedia imperial
es contar con un poderoso ejército, que además consume el grueso de sus
presupuestos, pero con el que no puede ni ganar terreno militarmente ni imponer
su hegemonía, su dominio simbólico. Vale decir, estamos ante un imperio
guerrerista como única y última opción, pero sin posibilidad de ganar
plenamente una guerra más.
Por el libro de Toro
Hardy entendemos que la pérdida de la hegemonía norteamericana y de su imperio,
significa la debacle del sistema económico (calvinista, luterano, anglosajón)
que impulsaron primero Inglaterra, fundamentalmente, luego EEUU. Dicho modelo
se inscribió en el metabolismo mundial lo que duró el que el Asia milenaria
incorporara en su mapa geopolítico la América no anglosajona. Es decir, del
imperio otomano y de la Ruta de la Seda, sobrevinieron cinco siglos de
hegemonía e imperio europeo y en el último siglo norteamericano, que hoy vemos
ceder ante el empuje y la emergencia de la Eurasia, archi-origen de todas las
civilizaciones que en el mundo han sido.
A EEUU se le ofrecen
dos opciones: participar con Europa en el rediseño de un mundo donde China,
India y Rusia ofrecen una inmensa fuerza productiva o bien, enfrentar este
nacimiento ofreciendo un poder militar declinante, una hegemonía en ruinas y un
prestigio deshecho.
Hoy asistimos al
momento en que Europa debe optar por aliarse con Eurasia para sobrevivir y
encontrar su destino respondiendo a su pasado más remoto, o cuadrarse con EEUU,
nación sin pasado y sin futuro, y acompañarlo en su caída inevitable.
Vivimos sin duda
momentos interesantes. El libro de Alfredo Toro Hardy nos ofrece las categorías
y en especial, una bitácora para comprender el rumbo incierto de lo que está
por venir, de lo que ya está aquí.
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