Desde una crítica a
la comunicación mediática
Texto para la I Jornadas de
Discusión de la Planificación de Unidades Curriculares realizada el 10, 17
y 31 de octubre de 2014 en el PFG Comunicación Social - Eje Geopolítico Cacique
Mara
Por
José Javier León
I
Los estudios sobre la comunicación pueden ser abordados desde dos
perspectivas: considerando un enfoque antropológico o bien, uno massmediático. La
antropología permitiría estudiar las relaciones, las redes y los intercambios
intersubjetivos, y daría perfecta cuenta de la comunicación hecha en las
comunidades y con fines comunitarios. La comunicación desde los medios, se
ocuparía básicamente de la producción y el consumo de «productos»
comunicacionales.
La diferencia es de suma importancia porque la comunicación de base
antropológica refiere a la comunicación como bien común, mientras que la de
base mediática concibe la producción de comunicación como actividad lucrativa.
Obviamente, si queremos que las comunidades se comuniquen en función de
satisfacer mancomunadamente sus problemas, difícilmente se puede apelar a la
comunicación mediática-empresarial, que no tiene ni de cerca ese objetivo entre
sus metas.
Del mismo modo, dos o más personas deberán recurrir a mecanismos de
comunicación antropológica para el alcance de objetivos concretos que afecten
su vida cotidiana, profesional, comunitaria, etc.
Está claro entonces que la comunicación de base antropológica es la
producida por, en y desde las comunidades mientras que la comunicación de base mediática
será la producida por las empresas. Para las comunidades, la comunicación tiene
como finalidad la construcción de la vida comunitaria, para las empresas, la
acumulación de capital.
Valga apuntar en este momento que los estudios, la investigación y todo
el desarrollo académico en las universidades tanto públicas como privadas sobre
«comunicación» versan casi exclusivamente sobre la producción y el consumo
mediáticos. Mientras que la comunicación en su vertiente antropológica es tan
sólo una rama de la antropología; no de la comunicología.
En ese sentido, considero que la comunicación de base antropológica debe
ser objetivo central en la comunicación social vista desde la Universidad
Bolivariana de Venezuela.
II
Si la mediática tiene como objeto la producción de comunicación-mercancía
obviamente esta no dejará de funcionar como tal, y por lo tanto, quedará
sometida a los efectos de la oferta y la demanda. Como sabemos, a mayor oferta decrece
la demanda por consiguiente el precio de la mercancía tiende a bajar. Al
contrario, cuando la oferta es poca y la demanda aumenta, el precio de las
mercancías aumenta, lo que conduce «naturalmente» (dentro de la naturaleza
mórbida del capital) a la generación de mecanismos de escasez inducida
acompañadas de sobre-estimulación de la demanda (vía publicidad o «guerra
sucia», acaparamiento, propaganda de guerra dirigida a manipular al consumidor)
que conducirá a distorsiones en el consumo y aumentos especulativos de los
precios de las mercancías.
Lo interesante de todo ello y que abona a las consideraciones sobre la
comunicación es que el esquema de producción de la «noticia», si se quiere la mercancía
por antonomasia de la comunicación mediática, funciona perfectamente bajo el esquema
descrito: poca oferta y mucha demanda, aumento del precio de la
noticia-mercancía.
Bajo este esquema se desliza el discurso de la exclusividad, de la
primicia, del llamado en el argot periodístico venezolano el «tubazo». Y por
supuesto, ello acompañado de prácticas como las ejercidas por los paparazzi o
las filtraciones hoy tan comunes cuando los sistemas de seguridad informáticos
hacen aguas, y que condimentan cada tanto la siempre enrarecida atmósfera
noticiosa. De aquí nacen también las nociones de fuentes privilegiadas de
acceso a la información y la fauna y flora de «expertos» y especialistas en la
«materia». La compra-venta de información es hoy y acaso lo ha sido siempre un
área de complejas y peligrosas relaciones. Como lo decía Héctor Mujica «el
mundo de los negocios, como el de la publicidad y las public relations,
el de los lobbies y chantajes, el de las comisiones y los ocultamientos
de ambas partes, para seguir operando el mismo gang impunemente, es el gran
mundo del hampa de nuestro tiempo».
III
Si la mercancía-noticia debe cumplir con su objetivo que es el de
servir a la acumulación de capital, pues resulta obvio que la verdad que debía contener
o trasmitir queda relegada a un segundo plano y, como sabemos, se puede incluso
prescindir olímpicamente de ese anacrónico y si se quiere romántico requerimiento.
De más está una afirmación de cajón: si la verdad atenta contra los intereses
de los dueños de los medios o de alguno de sus patrocinantes o inversores
publicitarios, la «verdad» no circulará en sus páginas y posiblemente –porque
entre bomberos no se pisan la manguera- en el de ninguno de la «competencia».
Dicho esto, podemos efectivamente afirmar que la noticia queda
relativizada a los efectos del juego de la oferta y la demanda. Lo cual puede
sonar de cerca a la frase de uso harto común: La verdad es relativa. A
lo que respondemos que sí, sólo que nunca se dice que su relatividad responde a
intereses económicos y/o políticos externos, que median su forma y contenido.
Con la famosa frase «la verdad es relativa», pretendidamente filosófica
se escamotea la base material de dicha relatividad: la intervención de
intereses particulares y privados. «La verdad es relativa» insisten, porque no
hay una sola visión. Sin embargo, la noticia producida por los medios responde perfectamente
a los intereses unívocos y unilaterales de los (dueños de) medios, de modo que la
verdad-publicada re-produce su verdad, es decir la que les conviene y
cuadra. Por esa razón, cuando la verdad, por el peso irrefragable de la
realidad se impone, torciendo, contradiciendo o develando los intereses de la
oligarquía plutocrática, los medios callan.
IV
Dos aspectos acompañan la naturaleza de la noticia-mercancía: su
anti-humanismo y (necesariamente) su anti-ética. Lo primero es una deducción
lógica: si de lo que se trata es de acumular capital, la noticia no persigue
primordialmente ningún fin humano. «El mercado –dice Félix Ovejero- no sirve
para determinados propósitos que tienen prioridad ética –y casi lógica: sin
vida no hay sociedad posible-».
Lo segundo es consecuencia de su anti-humanismo pues, la ética es
asunto humano estrictamente, es decir, la ética es consubstancial a lo humano porque
afirma su condición y naturaleza. La ética además, es una elevación
quintaesenciada de la vida.
En efecto, el ser humano lo es cuando opta éticamente por la salvación
de la especie. Por eso, todo cuanto la afirme es ético y, en consecuencia, humano.
Esta reflexión nos lleva al siguiente planteamiento: en los medios de
comunicación donde priman intereses económicos y por lo tanto queda relegada la
vida a un segundo plano, si no es que termina desplazada completamente por la acción
de omnívoros intereses empresariales, la ética queda suspendida.
Dicha suspensión afecta sin duda el ejercicio profesional del
«comunicador» que debe responder a esta suspensión suspendiéndola a su vez,
dado que su voz no es propiamente la suya sino la de los (dueños de los)
medios. De hecho y por ello mismo, la redacción periodística suele ser
calificada de impersonal y «objetiva», pasando por imparciales contenidos que
están controlados y filtrados en beneficio de intereses externos. Ello reafirma
que el discurso de la «objetividad» escamotea la carga de intereses privados y
particulares que se valen de los medios para promover el estado de cosas que
favorece su omnipresencia en el mercado. Por cierto, la condición de
objetividad de la noticia viene dada por un factor que pasa desapercibido: la
construcción del instante despojado de tiempo humano. La noticia tiende a
instalarse en un tiempo abstracto, artificial, casi aséptico, (aparentemente)
no intervenido por el redactor que obligado a proceder con un estilo puntilloso
y seco, manualesco, esculpe los hechos en una nada aérea e impersonal. Esta
narración contrasta con la opinión, la crónica e incluso con el reportaje,
géneros que exigen del periodista un manejo del tiempo más apegado a procesos.
La noticia y lo efímero van de la mano, creando atmósferas de realidad evanescente,
principal sustento de la desmemoria. Y como se sabe, la desmemoria es un
objetivo político-estratégico del proyecto de sociedad capitalista.
Es probable que el periodista viva enfrentado constantemente a un
dilema ético o bien, se entregue sin contradicción a su actividad periodística
sin conflicto. En efecto, se experimenta una contradicción cuando hacemos o
decimos algo que contraviene las orientaciones de la ética. La contradicción es
un batallar interno entre lo que debemos hacer y lo que somos obligados a
hacer. La ética resuelve la contradicción llevándonos a hacer lo que
corresponde y su apego indefectible a la vida nos acarreará consecuencias que
sin duda, se recibirán con la tranquilidad moral de haber hecho lo correcto. Si
acaso sucediera el despido (o en el peor de los casos la muerte), la persona
que ha perdido el trabajo (o la vida) ha ganado en estima y respeto para sí y
para la sociedad que reconocerá y enaltecerá su gesto.
«El ideal de todo buen periodista, decía Héctor Mujica en la ya lejana
década de los ’60, es del servir y no ser instrumento. El de ayudar al prójimo
y no simplemente a la forja de una gran industria. El de expresar no sólo lo
contingente del suceso, sino su repercusión, su proyección y dirección. Este
tipo de periodista, empero, constituye todavía exigua minoría aún en Europa». En
otro pasaje del mismo libro refiere que un reportero «Ante la obcecación de sus
jefes, temerosos de la competencia (…) llegó a la conclusión de que trabajaba
con vampiros. Al editor lo único que le interesaba era la sangre. Su principal
afán es el lucro. Su filosofía es la del lucro. Puesto entre la espada y la
pared, entre sus ideas y sus necesidades profesionales, el reportero acaba por
sucumbir antes el propietario».
Podemos concluir al respecto, que la ética es una excepción y una
rareza en el universo del ejercicio de la comunicación empresarial, no obstante,
si se quiere paradójicamente, leyes y códigos pontifican en torno al ejercicio
ético de la profesión. Nada más lejos, porque como ya hemos visto, la base
material de la producción de noticias-mercancía es el lucro, la acumulación de
capital, la cual tiene leyes y principios que contemplan la supeditación de lo
humano a los mecanismos anti-éticos del lucro. «Para el que el que solo atiende
al beneficio carece de sentido la búsqueda de reparaciones, siempre incierta y,
por lo general, más costosa que la hipotética ganancia. Es un ser sin memoria
afectiva. Ni siquiera puede «elegir» la dignidad. Puede simular la «dignidad»
para asegurarse una buena posición en la negociación».
Creo que no hace falta imaginar algo peor que un «comunicador» sin
«memoria afectiva», capaz de simular «dignidad» para asegurar una negociación… Lamentablemente,
es lo que abunda.
V
Es por ello que la des-humanización y la anti-ética de la comunicación
mediática han de contrastar con la comunicación humana y ética de las
comunidades. La misma debe ser construida necesariamente por todos y no podrán
prevalecer intereses ajenos ni externos, extraños a la vida.
Así llegamos a una definición de verdad anti-filosófica (más
exactamente, opuesta a la «filosofía burguesa» que tanto se esmera en explicar
el ser y la nada): La verdad humana es la verdad construida por todos,
dialógicamente.
Y decimos «verdad humana» porque también se ha dicho que la verdad no
existe o que sólo la conoce Dios. Pero si abandonamos en Dios la
responsabilidad de la verdad, entonces le daremos cabida irremediablemente a
las «religiones» (a lo diversos dogmas y fundamentalismos religiosos, pero
también políticos, económicos, etc.) que manipulan los hechos para sustentar
sus «iglesias» (particulares y privadas) con fieles y correligionarios que puesto
que creen sin pensar han dejado en suspenso la crítica y la razón. Pero, para
salvar la crítica y la razón debemos poner en suspenso la fe en Dios o como
refiere Franz Hinkelammert, partir de una teología del etsi deus non daretur
(como si Dios no existiera), principio de la racionalidad moderna, clave para «un
discernimiento desde una ética del sujeto».
Pues, si la verdad sólo la conoce Dios quien, como afirma la conseja
popular todo lo ve desde todos los lados, la única forma de ver humanamente
hablando desde todos los lados es que todos participemos y, comunitariamente,
desde nuestras capacidades, juntar visiones y armonizarlas en una mirada
plural. He ahí el reto de los medios comunitarios.
VI
La responsabilidad entonces de la verdad recae en nosotros, en nuestro
hacer y práctica de vida cotidiana. Y no hay manera de llegar a la verdad si no
por la vía del diálogo, es
decir, por la construcción común y comunitaria, colectiva y dialógica de la
realidad, lo que implica la no imposición de verdades particulares, privadas o
exclusivas, sino la comprensión de verdades públicas, consensuadas y plurales.
Es el diálogo propuesto por Paulo Freire «construido con las voces de todas las
personas, la igualdad que incluye el derecho a la diferencia». No
debemos olvidar que «La condición de funcionamiento del mercado es la
explotación de la desigualdad», de
donde resulta que el diálogo es imposible donde prive la búsqueda de beneficios
del capitalismo.
Finalmente se puede afirmar que, tanto como la base material de la
noticia mediática es la acumulación de capital vía la producción de
noticias-mercancías, la base material de la comunicación comunitaria es la
re-producción de la vida a través del diálogo.
VII
En ese sentido, los medios comunitarios serán las herramientas que
hagan posible la construcción del diálogo, hecho con la participación efectiva
de todos, fundada en el respeto y en la igualdad.
Condición esencial para que el diálogo exista es que no haya
desequilibrios ni imposiciones despóticas. El respeto pasa entonces por la
creación de mecanismos que corrijan las desigualdades, exactamente como ocurre
con las leyes que, cuando son justas, compensan y equilibran, corrigen las
desigualdades.
Los medios comunitarios son pues, los medios con los cuales poder
construir efectivamente la comunicación popular y comunitaria, la cual supone (la)
vida en común.
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