Las colas, el mal menor


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Vamos al grano: el cierre de la frontera no está dirigido en un primer plano a controlar el contrabando. El cierre es tan solo un primer paso para contrarrestar la invasión mercenaria que desde hace años tiene a la frontera por Colombia (Estado paramilitar, base de operaciones del Imperio y de Israel) como cabeza de playa. Siendo este el principal problema, los otros, los concomitantes, entre ellos el bachaqueo y el contrabando, son pese al desangre y a las sumas multimillonarias, males menores.

Tal vez suene tremendista esto que digo, pero creo que se debe a lo cerca que suele gritarnos la bocina de los medios de comunicación (en su mayoría, medios de confusión). Estos funcionan más o menos como nuestra percepción y nuestra memoria: recordamos con alguna precisión lo más reciente; atendemos a los signos más evidentes, pero nos cuesta ver más allá, profundizar, remontarnos en el tiempo y en la distancia. 

Esta falencia es aprovechada por los que están detrás, vale decir, los poderes fácticos, para poner en pantalla los “problemas” a los que nos quieren amarrar, de los que nos quieren convencer y de los que quieren que hablemos sin parar. Por eso es que hablamos de bachaqueo y contrabando cuando el problema de verdad, es la invasión mercenaria que tiene años cocinándose y que ya estaba –por los signos que arroja el mundo convulso- a punto de caramelo.

Se ha dicho con insistencia que Colombia es el Israel de América. Y es cierto: es el instrumento del imperialismo y el sionismo para importar a Sur y Centro América el “mismo conflicto” que hoy destroza Oriente Medio, parte de Asia y África. En el plan de caos global, la pieza en Oriente es Israel. En América es Colombia. 

Y lo que está haciendo Israel con la Otán y EEUU en Asia y África es desmembrar Estados sembrando el terrorismo: en Irak, en Libia, en Siria. Pues eso es lo que Colombia pretende sembrar en Venezuela, país objetivo de EEUU, el Sionismo y la Otán (en ese orden, si todavía persiste la doctrina del "patio trasero"), claro está por sus reservas petroleras pero especialmente por ser un ejemplo terrible contra los intereses del Imperio, de ahí por cierto que seamos una amenaza “inusual y extraordinaria” a la seguridad -imperial- de EEUU.

Dicho esto, el cierre de la frontera y la presencia masiva y contundente de nuestros efectivos militares, además del llamado nacional e internacional de alarma y atención, es un primer muro contra la invasión paramilitar-mercenaria. El otro lo constituyen las OLP. Y antes, el patrullaje inteligente, pues el control territorial por parte del Estado es lo único que puede hacer frente a los ataques difusos del paramilitarismo cohonestado con las bandas locales. 

Hay que recordar que antecedió a las guarimbas el inicio truncado del mayor plan de seguridad que implementaba el naciente gobierno de Maduro. Si se quiere, la guarimba fue una respuesta masiva y terrorista contra aquel y sus efectos positivos se retrasaron y obviaron debido a la necesidad de hacer frente a una violencia desatada por más de seis meses. 

Evidentemente, sólo ahora se ha podido avanzar en los planes de seguridad, sobre todo porque la derecha no tiene ni calle ni fuerza para contrarrestar con más violencia distractora y desestabilizadora. Les quedan los medios y la vocería internacional para decir que las OLP o los cierre de fronteras, no funcionan, contradiciendo flagrantemente lo que las encuestas –y el clamor popular- afirman. 

Ahora bien, el reto es hoy y siempre lo ha sido, vencer a los medios. Ello pasa por quitarles –hoy- el único miserable argumento electoral: las colas. 

Estas son un subproducto de la violencia fronteriza. El ataque contra nuestra moneda está dirigido a socavar nuestra economía, históricamente dependiente de la renta petrolera, hoy redirigida al grueso de la población y no a los bolsillos hambrientos de la oligarquía. En las colas participan diversos actores: los bachaqueros, los comercios, las autoridades. Un círculo de complicidad estimulado por astronómicas ganancias prácticamente impunes. Un negocio más seguro y por tanto mucho más rentable que robar o traficar droga.

Pero insisto, este problema es menudo y doméstico, frente al que de verdad estamos haciendo frente. Mirémonos en el doloroso espejo de Siria y tal vez entenderemos su verdadera dimensión. Y no nos han llevado a ese estercolero precisamente por Maduro, por su liderazgo, por su inteligencia, prudencia y sabiduría. De lo contrario la “pelea de perros”, expresión que por cierto el Presidente usaba a menudo, ya estuviera instalada en nuestra sociedad rindiendo barbarie y mortecina al Imperio. 

Por ser menor, pero ser el mediático, el problema de las colas debe ser atendido y resuelto. Evitar el contrabando y las ventas callejeras puede ayudar, además de extender y hacer efectivos los controles y en especial mejorar la distribución de los productos esenciales. El tiempo apremia pero mucho hemos aprendido. 

Las ganas de producir, el impulso y la variedad de los emprendimientos, han tenido en la actual guerra económica acicate. De verdad nos hacía falta un despertar revolucionario del sueño y la modorra del rentismo. El juego es peligroso pero necesitábamos un sacudón. Necesitábamos criticar y desprendernos de los supermercados, de la “cesta básica” de la Polar, mirar con mayor atención los mercados municipales, las alternativas, los mercados comunales, los mercados de corotos, ¡hasta el trueque! Necesitábamos y hemos tenido un sabio revolcón, pero nos falta –creo- atar cabos y tomar mayor conciencia. 

Un primer cabo, por donde comencé. Lo que se trama contra nosotros es la destrucción de la sociedad venezolana, sembrando en las grandes ciudades el terror. Que el Estado devenga fallido y Venezuela –no sólo la revolución- deje de existir. El otro cabo, es la necesidad de reinventar nuestras formas de vida: la producción, el intercambio y el consumo, desde los alimentos y las medicinas hasta la energía. Los elementos están dados para esta revolución cultural y los signos de su desarrollo variado y multiforme son evidentes (en la vida cotidiana y real, no en los medios, claro está). El otro cabo: ganar las elecciones. Comprender que la organización y la maquinaria electoral deben remontar y vencer la guerra mediática que siembra pesimismo y desgano en la población.

Ganar la Asamblea es pues, el paso más firme que debemos dar en la construcción de la paz. Estoy seguro que venceremos, pero cuando veamos las colas, la complicidad, la conchupancia, la carcajada de los bachaqueros, debemos hacer un esfuerzo por atravesar el muladar y ver el rostro real del terrorismo, el de la Geopolítica del Caos, velado y agazapado. Tal un buitre.
 

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