tomar una copa y reír
en todo igual al cielo
y sus brindis de licor fino sobre mi cabeza.
en que la feria
por mi corazón queda trasformada
pura, despojada de los malos sabores
y los asuntos del desprecio.
parecido al ganador de las mañanas
o al pájaro que roba la última estrella.
Esta es mi suerte
y así quedan mis dados,
mis cartas entre los paños amos del azar.
desde muy lejos.
Hecho por su amor,
a ella debo el fulgor de mi boca
y el baño que en mis labios se brinda
cuando la belleza me posee.
conviértanse en el lirio inmortal.
huidos de las mieles del juego.
¿En qué parte, diseminados
siembran los años de compañía
y lloran, por nostalgia,
las pequeñas glorias pasadas?
el cielo se hace espeso
y andan lentas las naves.
y el único rocío de los besos.
precioso amor ido,
o venidero
o de nunca jamás.
y mi frente sea un día coronada por la rosa blanca
quedará en los aires un íntimo y purificado placer.
estará el aroma vivo
y la alegría bordará la tierra.
me llamo el viajero,
el que no alcanza a ser la flor trinitaria.
no menos que las espumas
o los peces ocultos.
pero mi presencia le da créditos.
Y, constantes,
las altas montañas derriban la luz,
y los caballos juegan sobre el oro
bajo el último sol.
qué aire tan diferente respiramos hoy,
en tu boda.
¿No hubo lágrimas?
¿No se manchó el traje de alba
ni hubo lluvia mientras se dormía?
ahora, frente a la llanura,
cuando acontece el descenso de ciertas aves?
y dada a la meditación.
Pronto, al árbol que miro cerca de la noche
aparecerán densas riberas
brillantes hacia el cielo.
y comparo al paso de los vientos
veo que debo ser algo triste.
y arranco de mí la alegría
como a la más bella flor de mi cuerpo.
las gentes muertas
y los hechos desaparecidos
brindo a los ocultos
los desconocidos pájaros del rodeo próximo,
diciéndome que no retornaré más nunca.
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