Qué viva Carlos Lanz en Todas las Manos a la Siembra

Esta semana la educación bolivariana sufrió una terrible perdida. La muerte de Carlos Lanz nos consternó y demostró de una manera retorcida, inhumana, como suelen operar las fuerzas de la maldad, que el proyecto de destrucción sistemática de los referentes, de los máximos ejemplos de coherencia, de lealtad a las ideas, sigue su curso implacable. Anderson, Serra, Otaiza, Lanz, han caído por los mismos factores, se trata de una violencia que destruye núcleos sensibles de resistencia, de inquebrantable posición frente al imperialismo. Sin dobleces, ni fisuras.
 

Lo que han hecho con sus cuerpos, la saña, la brutalidad, está dirigida a desmoralizar, a socavar las bases. Y en este caso en particular, los movimientos campesinos que de buena fe, solidarios y esperanzados en dar con vida con el maestro revolucionario de tantas luchas, de tantos proyectos y sueños, que se sumaron al Comité de Búsqueda, se han visto trastornados por la evidencia de la participación del entorno más íntimo del camarada Carlos, infestado por el maldito virus del dinero. 

Es sí, terrible, pero de eso se trata, de ir a esas coyunturas en las que lo personal, lo familiar, lo más cercano, es lo carcomido, lo podrido. Para decir entonces, que no hay remedio, que qué queda si el entorno familiar era eso, y, como ya dicen algunos, preguntándose ¿es que acaso no lo sabía? 

Esa pregunta cabe porque la cercanía es obvia, pero lo que no sabremos ya, es el drama personal. 

Como lo que sintió Jesús con Judas, con Pedro que lo negó tres veces, con Tomás que necesitó introducir el dedo en el agujero de la mano crucificada del cuerpo resucitado. 

Hago esta comparación para que veamos hasta dónde deben llegar estas operaciones para poder vencer los protocolos de seguridad de personas como Lanz, que entregó su vida al estudio de la guerra de cuarta generación y la guerra híbrida. 

Y murió, como Chávez, víctima de esos elementos de la violencia internacional, diseminados en nuestra sociedad, que apuntan a los corazones, al nervio, a los cerebros, de la revolución, para que nos quedemos sin referentes.

Vendrá por supuesto el intento de la muerte moral, el asesinato de su memoria y su ejemplo. Nos toca comprender lo incompresible: que parte de su familia haya participado en su desaparición. Pues bien, nos toca hacerlo aparecer, siempre, en los métodos de educación popular y en todas las manos que siembran la patria. 




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