Las UPA, experiencias que vinculan Saber y Trabajo





José Javier León
Maracaibo, República Bolivariana de Venezuela
IBERCIENCIA. Comunidad de Educadores para la Cultura Científica
[Publicado en IBERDIVULGA]

La creación de Unidades de Producción Audiovisual (UPA) es un proyecto que venimos desarrollando en la Universidad Bolivariana de Venezuela que, bajo el paradigma robinsoniano “Saber y Trabajo” articula estrategias y contenidos curriculares en el área de la comunicación social, buscando formar como emprendedores a los estudiantes y futuros profesionales. 

Tengo por la educación los mejores conceptos, pues estoy convencido de que el ser humano lo es en la medida en que desarrolla saberes que le permiten sobrevivir. No otra es la ingente tarea de los humanos hoy: sobrevivir. Quizá parezca extraño este planteamiento, pero no debe ser fácil, mirando bien las cosas, sortear los obstáculos locales, nacionales, regionales, internacionales, que parecen impedirnos un desarrollo pleno, alcanzar una humanidad íntegra y digna.

Lo digo, además, porque existen poderosos intereses para que una franca minoría de la humanidad tenga acceso privilegiado a las riquezas del mundo, frente a inmensas mayorías deprimidas y depauperadas. La educación, sin lugar a dudas, es acaso uno de los recursos que se torna escaso en un mundo tan desigual.

Por otro lado, la educación sin la dimensión trabajo está incompleta y no tiene sentido, como decía Samuel Robinson, seudónimo que usó el maestro Simón Rodríguez en sus correrías por Europa, "Educar es Acostumbrar al Hombre al Trabajo para hacer Hombres Útiles a la Sociedad". No obstante, se extendió una forma de educación que desconoce o parece olvidar esta relación, como si en verdad el conocimiento fuera una suerte de materia acumulable y que tendría sentido sólo así, amonedado como mercancía.

Creo entonces, que el conocimiento es vital, necesario para el desarrollo de la humanidad, y que está indefectiblemente ligado al trabajo, a la transformación de la realidad en función de satisfacer necesidades concretas. 

Lamentablemente se extendió un tipo de educación que partió en pedazos el conocimiento; así cada profesional ejecuta una parte del trabajo y sus productos sólo alcanzan la unidad en la sumatoria o la integración, pero a despecho del conocimiento que puede tener ese sujeto de la realidad en su totalidad. En efecto, sabemos de algo, pero no (lo suficiente y necesario) de todo; nos especializamos, pero dejamos de entender los complejos procesos que hacen parte de la realidad. 

Estas reflexiones acompañan íntimamente la construcción del Proyecto UPA, el cual con un grupo de estudiantes de comunicación social venimos desarrollando, con el propósito de que, al graduarse, puedan ejercer de manera autónoma el oficio de comunicadores sociales. La particularidad de este proyecto es que visualizamos la UPA al interior de una escuela, para que de este modo acompañe de manera transversal a los niños y niñas, maestros y maestras, en un proceso complejizado por la interacción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

El Programa de Formación en Comunicación Social tiene estipulado durar cuatro años; de lo que se trata es que en el transcurso los estudiantes reciban una capacitación que les permita la creación de un emprendimiento productivo, en otras palabras, de una empresa que preste servicios en la producción de contenidos audiovisuales con la participación de la comunidad educativa, y, especialmente, con arraigo territorial, es decir, con conciencia de la escuela y de su entorno, de la región y el país. 

Producir comunicación es hoy una de las actividades más importantes y decisivas. En ese sentido, la UPA es un esfuerzo por aprender a hacer comunicación (educomunicación) con la participación de niños, estudiantes y profesionales de la educación, partiendo de la premisa: la comunicación necesaria es, la que necesitamos hacer para transformar la realidad. 

Entendemos desde el proyecto, que: “El despliegue de los recursos digitales configura un nuevo ecosistema del aprendizaje que integra lo oral, lo impreso y lo digital; la enseñanza, la colaboración y la experimentación; el aula, el hogar y la comunidad. No son herramientas complementarias, sino un entorno nuevo, inesquivable y que debe ser dominado por alumnos y profesores.”[1]

Pero, pese a esta realidad que emerge y puede sobrepasarnos, somos testigos de que “La formación docente en el uso de los recursos digitales es inadecuada. Insignificante en la universidad, errática en el trabajo, sesgada hacia la informática de usuario en detrimento de la competencia pedagógica digital y sin vinculación a proyectos colaborativos.” En tal sentido, creemos que una unidad como la UPA, transversal a la escuela y de alguna manera integrada por los niños, maestros y en extenso por la comunidad de madres y padres, por la comunidad toda, puede desde las bases iniciar un proceso de interacción con tecnologías tan determinantes de la realidad hoy día. Como todos sabemos: “Con la digitalización vivimos un cambio social equiparable al que, en su día, con la imprenta, supuso el arranque decisivo de la institución escolar, pero más veloz”. Aunque compartimos la paradoja de que “es más fácil crear una institución de la nada que transformarla con toda su pesada inercia, por lo que entramos en una larga travesía experimentación, incertidumbre y resistencias.”

El Proyecto busca vencer esta inercia, y los estudiantes y la comunidad educativa están llamados a construir una relación inédita que esperamos será fructífera. 

Queremos (anhelo) que la escuela, por el bien de la especie humana, no sea “sobrepasada por la sociedad” y que la enseñanza no sea desbordada por la tecnología, pues ello, ciertamente “amenaza con una creciente irrelevancia” la institución escolar. “Nativos o no, los alumnos viven en la escuela como expatriados de su medio habitual.” Aunque queremos sembrar, como dije arriba, en las bases mismas de la escuela una unidad que genere contenidos en comunicación e información, lo hago (lo hacemos) pensando en el diálogo, en la creación y el sueño entre iguales, en la memoria popular y comunitaria, en la necesidad que tenemos de pensar y pensarnos, sin dejarnos llevar ni ser aplastados por la corriente y el peso de tecnologías que per se no están hechas –como en su momento la escritura o la imprenta- para deshumanizar, sino para que seamos mejores seres humanos.

“Construir desde la diversidad y la diferencia –afirmamos con Daniel Prieto Castillo (1999:58)[2]- significa para la práctica de la comunicación educativa una capacidad de reconocimiento del otro, de escucha y de interacción que no se improvisa ni se recibe como caída del cielo. Estamos ante una tarea de construcción de uno mismo como comunicador educativo”.

La UPA es pues, un reto, un proyecto, un horizonte compartido.






[1] http://www.aidep.edu.uy/lectura/iberciencia.pdf [Todas las citas que siguen hacen referencia a este texto]
[2] “En torno a principios de la comunicación educativa”, en Comunicación Comunitaria, La Crujía Ediciones, Tucumán, Argentina, 1999

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