Consejos para sumergirse en el agua. De Anthony Alvarado

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Preliminar
Estos pulmones parsimoniosos,
llenos de telas rotas, hendijas muertas,
no caben ya entre paréntesis,
ni hay certidumbres en cuanto a su forma.
A. Alvarado

El inmenso trabajo de socialización miserable que se emprende día a día desde el canto unísono de las instituciones, las universidades, el mercado, el trabajo, los medios de comunicación, la iglesia y el
Estado, pareciera no dar señas de agotamiento. Todo lo contrario, la “normalidad” con la que estos agentes operan incesantemente sobre el individuo ha hecho pensar que en esta vida no hay otra cosa importante fuera del marco de la economía, la producción y la existencia alienada. Receta impuesta que desea borrar todo indicio de alternativa posible. Una civilización que por años ha sabido simular la vida dentro de un continuo deterioro de las relaciones e intercambios sociales que no caben ya entre paréntesis. Entonces, frente a este sálvese quien pueda, frente a esta visión unidimensional del hombre, como afirmara Marcuse, ¿cuál será la importancia de la poesía?, ¿qué relevancia se le
sigue confiriendo? Si bien no creo que la poesía contenga en ella un valor útil o pragmático (cuantificable o no políticamente) creo que como sustancia de libertad ella permite la encarnación y el conocimiento de una nueva relación con el mundo. Una relación inalienable, ajena a los estándares mercantiles y racionales capaz de establecer una extensa comprensión sensible de la realidad. Realidad potencializada por el carácter heterogéneo, natural de cada individuo. Por tanto, el acto
poético se reconocerá siempre por su reivindicación libertaria y su compromiso con el mensaje interior. “Hambre de realidad” y no de entretenimiento, medallas, concursos o puestos en turno. Identificable cuando el despliegue de un imaginario de libertad florece como un deseo de transformación de los mecanismos opresores, el acto poético es un estado de espíritu inherente en cada ser humano el cual se opone a la tan vanagloriada imagen oficial de la realidad.

En el juego, en la fiesta, en la revuelta, en el amor, en la utopía, en el humor, en el descubrimiento, en la amistad, en el dolor, en la insurrección o en la escritura, la poesía mediante sus distintos lenguajes y vehículos «es conciencia de la separación y tentativa por reunir lo que fue separado»[1]. Es en este sentido que percibo al poemario de Anthony Alvarado. Presentado en dos partes, Consejos para sumergirse en el agua, deja en evidencia solar la vacuidad que termina lo que se construye. Sondeo de un cuerpo purulento, mutilado por la furia de los bulevares y la espesura de la angustia. Una escritura dotada de una fuerte dosis de humor negro que comienza en las trampas de La Vía Pública y que finaliza en el nado zigzagueante de un cuerpo desmembrado, lanzado como péndulo al fin del océano. Un salto ahogado al fondo de sí, a eso que fue borrado, al cráneo que ya no tiene rostro, a los párpados que sostienen la máscara, al poro que atraviesa el muro.

No conozco personalmente a Anthony Alvarado. Desafortunadamente no hemos tenido aún la oportunidad de estrechar siquiera la mano, sin embargo, saludo desde el norte sus preocupaciones.

Enrique Lechuga
Montreal, 2009

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