Propuesta hecha en 2010 que pudiera
ser reconsiderada para la construcción de la Comunicación Comunitaria Libre y Alternativa
La creación de una institución
popular que pudiera llamarse Centro Comunitario de Información y Comunicación
(en adelante CCIC) sería un espacio técnico-político para la elaboración de una
estrategia comunicacional a escala comunitaria o comunal, donde se procese y
produzca comunicación e información de y para la comunidad y en extenso, para
la comuna. Un espacio para las ideas, para el diseño de proyectos, para la
producción de estrategias y acuerdos. Para la producción de política. Como tal,
sería un espacio para el debate y la construcción colectiva, para el cultivo de
sensibilidades, éticas y estéticas, que exploren registros narrativos, visuales,
escritos y orales, que hagan posible la información, el entretenimiento y la
educación verdaderamente alternativas.
El CCIC se ofrece como un
proyecto para constituir y apoyar efectivamente a los Comités de Medios
Alternativos Comunitarios [1].
En ese sentido, elabora la política comunicacional de la comunidad, lo que
conlleva entre otras cosas mantener informada a la colectividad de lo que
acontece a nivel local, regional, nacional e internacional. Puede además
debatir continuamente los temas y agendas informativas, en reuniones que
siempre deben ser abiertas y periódicas, las cuales deben pasar a integrar las
discusiones de los Comités de Usuarios, institución que por cierto, no hemos
sabido valorar e impulsar[2].
Las actividades del CCIC deben ser ampliamente divulgadas.
Su tarea principal debe ser la
de producir (los) medios de comunicación necesarios para mantener a la
comunidad informada y, estrictamente, comunicada, esto es, re-ligada a un
proyecto de desarrollo comunitario que haga efectiva y real su participación
democrática en la transformación de la realidad. En palabras de Porto- Gonçalvez,
pudiéramos decir que en los CCIC:
“La reciprocidad y la
autonomía se hacen allí presentes, bajo relaciones que combinan lo que es
familiar/individual y lo colectivo y/o comunitario y que muestran, en su propia
base, la necesidad del diálogo, en el sentido fuerte de la palabra, hasta
porque muchas de sus normas consuetudinarias tienen que ser agenciadas en la
presencia del otro para entrar en vigencia (…) Al final, son normas que están
inscritas en sus cuerpos y no escritas. Implican, así, protagonistas que se
encuentran de cuerpo presente para escuchar la palabra del otro” (Porto-Gonçalvez,
2009: 178-179)
Como queda visto, esta
humanización de la comunicación es una veta a ser explorada. Los medios
comunitarios (y el CCIC debe trabajar/investigar en esa dirección) hacen
posible ese “cuerpo presente”, cuerpo comunitario donde están inscritas y no
escritas las normas, los límites, la política.
El CCIC debe dirigir sus
esfuerzos organizativos hacia la construcción de UPAs (Unidades de Producción
Audiovisual) y de una PEC (Plataforma Editorial Comunitaria), proyectos que
permitirían, por un lado, hacer llegar de manera más efectiva la información y
comunicación que la comunidad necesita, y por otro, generar espacios de trabajo
remunerado (en especial, para los egresados de la UBV), no -necesariamente-
vinculado a la producción de comunicación capitalista. Una variante interesante
de las UPA es la que permitiría la creación de dichas Unidades en Hospitales,
Escuelas, Iglesias, Empresas, etc., con la participación profesional
(técnica-ética-estética) de los estudiantes y egresados de la UBV. Sin duda que tales
unidades de producción contribuirían al fortalecimiento de la creación de
subjetividad que el proyecto socialista bolivariano necesita para lograr la
transformación de la realidad.
El CCIC debe gestionar los
mecanismos de divulgación de mensajes, información y comunicación, que las
actuales tecnologías permiten. Internet, televisión por cable, producción de
contenidos digitales, creación de radios con coberturas locales, por hablar
sólo de medios electrónicos.
El CCIC será un espacio para
el ejercicio teórico-práctico que ha sido sistematizado en el método INVEDECOR
(Investigación – Educación – Comunicación – Organización). Ahora bien,
investigar en Proyecto nos exige ajustar –como enseña Fals Borda- las
herramientas analíticas “a las necesidades reales de las bases y no a las de
los investigadores”. Para resolver la articulación concepto – realidad, esto
es, las nociones teóricas que tenemos por ejemplo sobre comunicación
alternativa, redes, o proyecto socioproductivo, la respuesta más adecuada, dice
el sociólogo colombiano, es la que ofrece el “método dialéctico”:
“a) propiciando un intercambio
entre conceptos conocidos, o preconceptos, y los hechos (o sus percepciones)
con observaciones adecuadas en el medio social; b) siguiendo con la acción a
nivel de base para constatar en la realidad del medio lo que se quería
conceptualizar; c) retornando a reflexionar sobre este conjunto experimental
para deducir conceptos más adecuados u obtener mejores luces sobre viejos
conceptos o teorías que así se adaptaron al contexto real; y d) volviendo a
comenzar el ciclo de investigación para culminarlo en la acción.”
Este método incide
naturalmente en la llamada “malla curricular”, y más específicamente, en los
contenidos de las Unidades Curriculares (UC). Lo que conocemos hasta hoy es que
los contenidos pre-existen, justamente porque en el mejor de los casos no
responden sino indirectamente a la realidad, conformando lo que hemos llamado
la “educación abstracta”. La educación concreta actúa sobre los contenidos, de
modo que los roles históricamente estáticos de profesores (dueños del
conocimiento) y estudiantes (vacíos de conocimientos)[3], son
sustituidos por otras variantes más dinámicas, en la que profesores,
estudiantes y comunidades avanzan hacia figuras unitarias, contradictorias, de
mutuas correspondencias, de intercambio y diálogo.
Tanto como los sujetos no
preexisten, asimismo el conocimiento que los conforma; el conocimiento no es ni
está constituido, es constituyente, se hace y des-hace en nosotros, en la
comunidad, en las múltiples relaciones que establecemos, que nos
ins-cons/tituyen.
Se debe insistir en que la
agenda comunicacional de los CCIC debe ocuparse estratégicamente de la
soberanía alimentaria, la economía autogestionaria y socialista, del desarrollo
comunitario. En otras palabras, deberá ceñirse a las actividades que concurren
y dan forma al Plan de Desarrollo Comunitario (PDC). Desde allí, pueden y deben
ser vistos los demás temas de la agenda comunicacional e informativa. Ello como
respuesta a la tendencia teórico práctica que hace énfasis en la producción
inmaterial propia de la
Sociedad de la
Información, preocupada más en la producción de softwares que
en la producción de medicinas y alimentos (grosero e irracional desequilibrio
que se compensa con la fabricación de enormes arsenales nucleares, bases militares,
intervenciones y descaradas inherencias, para mantener a raya cualquier intento
desestabilizador del estatus quo), como parte de la estrategia colonial de
conservar nuestra economía (y por ende el “desarrollo” agro-alimentario)
dependiente y subordinada a la industrialización controlada por los –así
llamados- países del primer mundo.
Debemos pues, partir de la
producción de alimentos, bienes y servicios locales, comunitarios y
mancomunados, para lo cual obviamente se necesita información y comunicación
libre, autónoma, soberana. Esta es la comunicación que necesitamos producir.
Las relaciones de totalidad (holísticas) que esta agenda tiene con la
actualidad política, económica, social, cultural, etc., de nuestro país, los
países del Alba y el mundo, saltan a la vista.
Por lo demás, tenemos un reto:
la producción de subjetividad. A propósito, cito a Porto-Gonçalves:
“El desarrollo reciente de los
medios de comunicación de masas, sobre todo, de los sistemas de trasmisión a
distancia como la televisión y la radio, cada vez más capturados por las
empresas, institución clave del homo economicus, ubica una cuestión que, por su
magnitud, adquiere una importancia política central: el modo de
producción/satisfacción de las necesidades, central en cualquier cultura, pasa
cada vez más, a quedar bajo el control de instituciones regidas por una lógica
económica, ahora universal no sólo en tanto lógica sino imponiéndose en todo el
mundo por el control político de los medios de comunicación. Pasamos a vivir
bajo la égida de aquello que Félix Guatarri llamó “fabricación capitalista de
la subjetividad”, donde la producción/satisfacción de necesidades pasa a ser
instrumentalizada” (Porto-Gonçalvez: 2009: 248-249)
Subvertir el orden de cosas constituido
por el metabolismo capitalista pasa por la producción socialista de
subjetividad, lo que acontece en el marco de una economía solidaria, autónoma y
comunitaria. Vale aquí citar el “Enfoque” que al Modelo Productivo Socialista
se le da en el PPSN (2007: 21):
“La producción en la búsqueda
de lograr trabajo con significado se orientará hacia la eliminación de la
división social del trabajo, de su estructura jerárquica actual y a la
eliminación de la disyuntiva entre satisfacción de necesidad y producción de
riqueza. El modelo productivo responderá primordialmente a las necesidades
humanas y estará menos subordinada a la reproducción del capital. La creación
de riqueza se destinará a satisfacer las necesidades básicas de toda la
población de manera sustentable y en consonancia con las propias exigencias de
la naturaleza en cada lugar específico. El Estado conservará el control total
de las actividades productivas que sean de valor estratégico para el desarrollo
del país y el desarrollo multilateral y de las necesidades y capacidades
productivas del individuo social. Esto conlleva identificar cuál modo de
propiedad de los medios de producción está mayormente al servicio de los
ciudadanos y quienes la tendrán bajo su pertenencia para así construir una
producción conscientemente controlada por los productores asociados al servicio
de sus fines.”
Un poco más adelante, entre
los puntos donde se señala la dirección a seguir, el PPSN señala que se debe:
•
Cohesionar las fuerzas sociales en productores
asociados, haciéndoles responsables de prácticas productivas y administrativas
autogestionadas; y
•
Sustituir la concentración y centralización de
la toma de decisiones por una genuina autonomía descentralizada que alcance
hasta las comunidades locales” (Idem: 21)
En este contexto, hablamos con
Porto-Gonçalves (2009: 182-183), de una economía para la emancipación, que
implica:
•
La lucha por la apropiación de las condiciones
materiales de producción: agua, gas, energía, biodiversidad, tierra.
•
La creación de las condiciones para su propia
reproducción simbólica (escuelas, universidades libres, radios comunitarias,
etc.)
En las dos dimensiones
propuestas por el geógrafo brasileño podemos distinguir claramente la relación
UBV–Proyecto–Comunidades, y en especial, la estrecha relación con la producción
de comunicación e información. Es en este sentido que el CCI tiene la tarea
fundamental de constituirse en escuela comunitaria de medios, en espacio para
el aprendizaje y la investigación de lo comunicacional, pero sobre todo, no en
un espacio (sólo) para hablar sobre (que es siempre un colocar fuera de) sino
un espacio para hacer comunicación, (o como nos gusta decirlo) para aprender
haciendo.
Porto-Gonçalves (2009: 261) habla,
citando al físico y filósofo Gaston Bachelard, de imaginación formal e
imaginación material. La formal se correspondería con la educación abstracta
mencionada arriba pues es la que está “centrada en el observar, en la visión,
con la cual abarcamos la realidad desde lejos y la representamos en coordenadas
matemático-cartesianas”. La otra, de acuerdo con lo dicho sobre la educación
concreta, vincula razón y cuerpo, “el contacto, la fricción cuya tensión nos
hace pensar el cuerpo a partir de sus contactos con otros cuerpos”. Y remata el
geógrafo: “No es hablar sobre. Es estar con.”
0 Comentarios