La
Integración Socioeducativa a partir de un libro de Marlene Yadira Córdova
Un aporte a
la discusión sobre el saber y el trabajo
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José
Javier León
PFG. Comunicación Social
Diciembre 2017
“Entonces, ¿cuál es
la moraleja? que la única manera que la Universidad pueda efectivamente
convertirse en un centro transformador de la realidad es vincularse a través
del trabajo con la sociedad, conocerla y transformarla.” Mario Sanoja (Antropólogo)
“La realización del
ser humano primeramente se ejercita a través de la producción, es trabajando
como el hombre transforma la naturaleza, modifica el espacio ecológico donde
desarrolla su vida.” Leonardo Atencio (Profesor de la Universidad Rómulo
Gallegos)
“Hoy por hoy la universidad va a la retaguardia, está
rezagada frente a la realidad social, ha perdido su papel de vanguardia
intelectual y de pensamiento; entonces, rápidamente se tiene que repensar estas
dificultades y sincerar el conocimiento universitario, las materias
universitarias, los contenidos universitarios con la auténtica realidad de la
sociedad latinoamericana y no con realidades que no existen en nuestro
continente, en nuestro país y que no existirán en mucho tiempo. Hay que
resolver este desencuentro, porque hay mucho dinero público que se pone en
juego y hay mucha frustración que resulta de ello. Usted tendrá miles de
estudiantes que salen de distintas profesiones, pero sólo 10% o 5% va a ejercer
su profesión, el restante 80% tendrá que dedicarse a otro tipo de actividades
laborales que nada tienen que ver con su formación profesional.” Álvaro García Linera. (Vicepresidente de Bolivia)
Hay un tema pendiente y recurrente:
la relación Universidad-Sociedad. Quien se preocupa por la universidad y tiene
alguna sensibilidad social, termina diciendo de una u otra manera que hay una
desconexión entre los dos términos. Esa separación por lo visto es histórica e
invariablemente incomprensible. En otras palabras, ¿cómo es que, viendo el
problema desde lejos, se tenga la impresión de estar en cuanto a la solución en
el mismo lugar de su planteamiento?
El libro de la profesora Marlene
Yadira Córdova, Integración
Socioeducativa como Eje Estratégico para la transformación universitaria
(CNU-OPSU, 2012) viene a retomar el tema, a dar luces y a poner la cuestión al
borde de un planteamiento resolutivo. Lo hace pensando el tema desde la Universidad
Bolivariana de Venezuela, por lo que en particular nos toca sensiblemente, pues
apela a una estructura en la que las dos variables se encuentran de manera
idónea para alcanzar una solución integral si se quiere definitiva.
La intuición nace de la
organización de la UBV y de su compromiso fundacional de contribuir a la
transformación fortaleciendo “la capacidad de relación entre estudiantes,
docentes y comunidades” (p. 11). Acompañando, dice la autora, “a los pueblos
desde la raíz de la vida, desde el espacio geohistórico que se dignifica por la
acción concreta en los proyectos socioeducativos colectivos, propuestos por y
para el pueblo en comunidad” (pp. 16-17).
Es como si dijéramos que la UBV
nació con el firme propósito de reparar la separación entre la Universidad y la
Sociedad, pero con todo y ese objetivo central, afirma Córdova “no existe un
modelo que sirva de fundamento e integre toda la actividad que desarrolla la
UBV en términos de integración socioeducativa” (p. 14). Por eso, la necesidad
de su investigación y el nacimiento de este libro.
Desde mi experiencia como docente
de la Unidad Básica Integradora Proyecto en el Programa de Formación de Grado
Comunicación Social, he ido apuntalando un criterio que pudiera ayudar a concretar
ese modelo al cual la investigación de la Doctora Córdova le ofrece fundamentos
básicos epistémicos y metodológicos. Y he pensado, ya para entrar en materia,
que la solución al dilema está en pensar y definir la categoría “trabajo”.
“…los estudiantes –hay que decirlo, aunque parezca
obvio- no serán siempre estudiantes, egresarán y deberán enfrentarse al reto de
sustentar sus vidas y familias”
En efecto, mucho se ha pensado la
relación Universidad – Sociedad a través de los Proyectos Académicos
Comunitarios (PAC), pero hay un eslabón que se olvida o desatiende y es que los
estudiantes –hay que decirlo, aunque parezca obvio- no serán siempre
estudiantes, egresarán y deberán enfrentarse al reto de sustentar sus vidas y
familias, de modo que se hace imperativo pensar que el PAC contribuya de manera
decisiva a fundar en las comunidades emprendimientos productivos que solucionen
de manera integral la necesidad de un trabajo liberador para nuestros
egresados.
La opinión de Sergio Alvarado estudiante
de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, recogida en el libro
Colección por la Transformación
Universitaria[2],
compilación hecha por Luis Bonilla, ilustra parte del escenario actual: “ahorita
uno dice ‘voy a buscar trabajo ¿Dónde? en una institución pública’, eso genera
un impacto dentro de la condición socioeconómica del país y se traduce en toda
la organización social y superestructural que así llamamos, que es el tema de la
universidad y la lógica de la universidad” (p. 42).
El estudiante de la Universidad
de Carabobo, Jeison Rondón en el mismo libro, es más específico: “El estudiante
no es alguien que va a quedarse toda la vida en una cátedra; es alguien que se prepara
para el trabajo, ya sea físico o intelectual. Y por eso debe asumirse desde ya
esa conciencia de clase que es un trabajador en el proceso de formación
calificada, calificada por el poder popular que está viendo resueltos sus
problemas con la ayuda de la ciencia y tecnología que implementan los
compañeros.” (p. 245)
Romper la lógica propia de la
dependencia y el rentismo petrolero llama a crear un tejido productivo muy
distinto al que conocemos y la Universidad Bolivariana de Venezuela como joven institución
puede aportar un rediseño en las formas de trabajar, producir y transformar la
realidad, que la situaría como pionera de la Venezuela socialista del Siglo XXI.
Estoy convencido de que nuestra estructura y organización así lo permiten.
La UBV puede asumir plenamente,
como dice Víctor Álvarez, el cumplimiento de “los artículos 3 y 5 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, [que] plantean la
garantía de la educación y el trabajo como bases para alcanzar el ejercicio de
la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz,
la promoción de la prosperidad y el bienestar del pueblo” (Bonilla, p. 53).
Con Freire, Córdova “plantea la
transformación radical educativa como concreción de una cultura alternativa,
que exprese una transformación del sistema económico, político y social” (p.
57) y aunque existan muchas definiciones de transformación hay una que seguro
conoce bien la investigadora y que se refleja en el Decreto 6217 publicado en GACETA
OFICIAL DE LA REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA No 39.723, de fecha Jueves
28 de Julio de 2011, en el que el MPPEU planteó la constitución del COMITÉ
PARA EL DESARROLLO DEL COMPONENTE DE INNOVACION SOCIOPRODUCTIVO DE LA EDUCACION
UNIVERSITARIA, “caracterizando su marco ideológico y delineando sus
funciones. En tal sentido, está planteado viabilizar una propuesta
socio-productiva de nuevo tipo, inscrita en el marco de la actual transición
socialista”.
En dicha resolución leemos que
“Las instituciones de educación universitaria deben contribuir al desarrollo del
protagonismo socioproductivo”. Además, es enfático cuando afirma que “La
transformación universitaria pasa por el
estímulo y apoyo al desarrollo del sistema socioproductivo de las y los
estudiantes, de modo progresivo y diferencial, así como de la multiplicación del número de proyectos productivos
universitarios”.
Este concepto de transformación universitaria
(TU) considera entonces dos elementos: 1) el protagonismo socioproductivo y 2) estímulo
y apoyo al desarrollo del sistema socioproductivo de las y los estudiantes, y la
multiplicación del número de proyectos productivos universitarios. Si se
contrastan estos principios con las propuestas e ideas sobre la transformación
que regularmente se manejan, la distancia salta a la vista. Ejemplo de ello, vale
la pena leer el libro
Colección por la
Transformación Universitaria (2011)
,
compilado por Luis Bonilla. En el mismo el concepto de TU apela a los
argumentos que son lugar común: que las universidades deben ser más que fábrica
de profesionales, que tienen que democratizar el conocimiento, que se debe
buscar la excelencia, que se deben democratizar sus estructuras, que hay que
abatir los muros, etc. Diríamos que abundan los
qués pero escasean los
cómos.
El Decreto mencionado, sin
embargo, nos llama a poner los pies sobre la tierra y exhorta a las
universidades no sólo a filosofar sino a buscar transformar el mundo apelando a
la práctica, al hacer, al “inventar” robinsoniano, como método probatorio de las
verdades teóricas.
“Tenemos que procurar que el egresado universitario
salga a crear esas nuevas empresas que son expresión de esas nuevas formas de
propiedad social, porque de lo contrario seguiremos con una estructura del
trabajo como la que tenemos ahora, que es uno de los elementos que termina
atizando y acentuando las expresiones inflacionarias”
La intervención de Víctor Álvarez
recogida en el libro de Bonilla, toca de manera directa –aunque no lo aluda- el
contenido del concepto de Transformación Universitaria que se delinea en el
Decreto arriba citado. En su intervención leemos una relación inmediata entre
transformación universitaria y transformación de la economía, lo cual pasa –según
sus palabras- por crear una cultura del emprendimiento “a través del impulso de
nuevos proyectos productivos que respondan a las aspiraciones de los
trabajadores y la comunidad, cuya finalidad sea la prosperidad social, el fin
de la pobreza y la miseria, la preservación de la naturaleza, elevación del
nivel de vida y, por supuesto, la autorrealización de las amplias mayorías, el
desarrollo humano integral” (p. 50).
Desde mi perspectiva, en esa
intervención de Álvarez se pone al estudiante en un primer plano, cuando dice: “Tenemos
un sistema de educación universitaria que gradúa gente que una vez que tiene el
diploma sale a buscar trabajo, es decir, el mapa mental que gobierna al
egresado y a la propia universidad es la formación de empleado, mas no de
emprendedores y entonces tenemos que con esta atrofia en el aparato productivo
son muy pocas las empresas que pueden generar puestos de trabajo estables y
bien remunerados para la gente” (p. 48). Más adelante, lo reafirma: “Tenemos
que procurar que el egresado universitario salga a crear esas nuevas empresas
que son expresión de esas nuevas formas de propiedad social, porque de lo
contrario seguiremos con una estructura del trabajo como la que tenemos ahora,
que es uno de los elementos que termina atizando y acentuando las expresiones
inflacionarias” (p. 54).
Propone Álvarez, transformar
desde las universidades la economía rentista y para ello piensa una
“articulación de la universidad con el desarrollo local [como un] un objetivo
básico de la universidad productiva, de allí la importancia y el papel del
emprendedor universitario en la identificación de las vocaciones y las necesidades
de la comunidad, la organización y desarrollo de las potencialidades económicas
y productivas, así como el abordaje inteligente y la resolución eficaz de las
tensiones y conflictos que se generan en el periodo de transición de una lógica
que podía estar muy centrada en el individualismo y en el afán de lucro
personal hacia otra lógica basada en la solidaridad y el interés colectivo” (p.
50).
La idea es que transformar la
universidad pasa por transformar la economía y en ese proceso juegan un papel
preponderante los estudiantes, quienes de acuerdo a ese modelo de universidad
deben ser formados como emprendedores: “El estímulo de ese espíritu emprendedor
del egresado universitario debe estar dirigido a confrontar la lógica
explotadora y depredadora del capital” (p. 50).
Pero una pregunta salta a la
vista: ¿cómo formar el espíritu emprendedor si no es precisamente en el
pre-grado? A lo que siguen las preguntas: ¿qué es el espíritu emprendedor y
cómo se forma? Para dejar de pasearnos en el aire debemos crear las condiciones
materiales y concretas para crear emprendimientos y emprendedores, en función
de ello los PFG es decir, los Programas de Formación de Grado deben incorporar
los componentes socio-académicos, epistémicos y metodológicos que conlleven la
cultura del emprendimiento. Definitivamente debemos formar a nuestros
estudiantes en la gestión socialista de proyectos productivos.
Para finalizar este aparte citaré
en extenso a Víctor Álvarez:
“Esta
orientación permitirá formar a los emprendedores socialistas en función de
resolver problemas concretos de la comunidad, inventando e innovando soluciones
originales acordes con las características concretas de la comunidad, en lugar
de rebuscar y pretender extrapolar o aplicar mecánicamente recetarios extraídos
de libros escritos para sociedades capitalistas o para entornos con problemas y
desafíos muy diferentes a los que tenemos nosotros y a los que tiene esta
transición de una economía capitalista a una economía socialista.
Es así como
la nueva universidad contribuirá a la transformación de la economía capitalista
a un nuevo modelo productivo socialista, que haga posible la apropiación y
reapropiación colectiva de la riqueza producida por el conjunto de la sociedad,
la cual está llamada a participar de forma activa y protagónica en la
transformación de esas viejas relaciones de explotación y exclusión para
desarrollar otras nuevas relaciones de inclusión sobre la base de los
principios antes planteados.” (pp.50-51)
Si comparamos estas líneas del
año 2011 con la Resolución Nº 1282 -del
mismo año, por cierto- “mediante la cual se crea, en el Marco de la
transformación socioproductiva del país un Comité para el Desarrollo del
Componente de Innovación Socioproductiva de la Educación Universitaria”, encontraremos
más de una coincidencia, en efecto citemos uno de sus considerandos:
Las
instituciones de educación universitaria deben contribuir al desarrollo del
protagonismo socioproductivo y del potencial creativo para acompañar el
desarrollo humano integral del Poder Popular, en la construcción de una nueva
sociedad democrática, basada en la ética del trabajo y en la participación
activa y protagónica del pueblo trabajador en los procesos de transformación
social, a través de sus proyectos de vida colectiva entrelazados con los planes
de desarrollo local, regional y nacional
Por su parte, Córdova en su libro
busca diseñar un modelo de Integración Socioeducativa (ISE) que conjugue
Universidad-Comunidad-Estado avanzando juntos hasta construir “una totalidad
comprometida con la formación-investigación-acción-participación-transformadora
en el sentido del proyecto de nación” (p. 100). Con palabras sencillas, en un
marco global que refiere al compromiso de las universidades con la sociedad, Carlos
Zambrano, profesor de la Universidad de Carabobo, afirma:
Habría que
repensarse cómo es que se hace un proceso de formación. Estamos actuando en una
instancia de trabajo, en el centro de investigación en el cual me muevo,
tratando de ensamblar los procesos de investigación con las necesidades
sociales. Estamos en los barrios y en las cooperativas, en las empresas
recuperadas, en las empresas privadas, en las empresas públicas, en las
instancias gubernamentales, formando docentes, haciendo cosas para ver qué
ocurre con la variación de la visión de formación; entonces, la gente aprende
desde el mismo proceso de detección de las necesidades, no desde lo que el
libro dice. (Bonilla, p. 190)
El modelo de Córdova busca precisamente,
“crear condiciones para que (…) sea eslabón fundamental para el trabajo por
prioridades de acuerdo a las realidades locales, regionales, enmarcadas en los
procesos nacionales” (p. 175). En efecto, “La UBV debe asumir el compromiso con
las comunidades; a partir de ello se define y aplica mecanismos que le den al
PAC el contenido específico de esa localidad. Al mismo tiempo, atendiendo a la
necesidad de pertinencia, al carácter geohistórico de cada espacio de acción, debe
asumir en lo operativo, mecanismos que permitan fluidez y armonía con las
necesidades específicas de cada región. Ello permitirá desarrollar el modelo con
criterios de pertinencia, flexibilidad, coherencia” (p. 175).
No obstante, en el libro aparece escasas
veces un vínculo entre la ISE -a través de los Proyectos Comunitarios- y la
dimensión trabajo. En algunos momentos parece estar implícito, como cuando
afirma que se deben involucrar “estudiantes, comunidades e instituciones del
Estado, desde una posición democrática activa en la transformación de la realidad, en función de potenciar el
protagonismo de los actores sociales implicados en su gestión para su configuración
como sujetos históricos” (p. 176)
O en la página siguiente cuando
dice que debe “Fortalecer el encuentro y diálogo de saberes en función del desarrollo endógeno y la capacidad
socioproductiva, regional y local” (p. 177). Más claro es cuando en la página
181 de la edición leída, afirma que la educación universitaria debe crear “Condiciones para el encuentro y diálogo de
saberes en función del desarrollo endógeno y la capacidad socioproductiva
regional y local”.
En otro momento, aunque el
concepto de trabajo siga implícito, se puede observar el objetivo estratégico
de la integración socioeducativa cuando plantea la “incorporación planificada a la producción local y nacional, trabajo
direccionado con las instituciones del Estado” (p. 180).
Destaco la condición implícita
del concepto trabajo porque creo que es preciso nombrarlo como tal para poder
pensarlo específicamente. No debe quedar supuesto, sugerido o darse por
entendido porque precisamente desde la Coordinación de Integración
Socioeducativa deben crearse las condiciones para, como dice Córdova, “enlazar
los objetivos puntuales de cada Proyecto Académico Comunitario (PAC) con los
objetivos estratégicos del Proyecto Nacional Simón Bolívar” (p. 184) hoy Plan
de La Patria, y eso sólo se puede lograr si se actúa de manera consciente y
planificada en el diseño y organización de las formas de trabajar.
Debemos
convencernos de que el trabajo es el elemento que puede establecer verdaderas,
reales y concretas “conexiones entre la teoría y la práctica y entre el saber y
el hacer” (p. 185) “La solución a nivel general, dice Jeison Rondón, (…) es la unión
del estudio y del trabajo, porque la unión de la teoría y la practica en la
resolución de los problemas nacionales va a acercar al estudiante al pueblo
trabajador y, sin duda, permitirá esa ansiada meta de los movimientos universitarios,
que es el control popular sobre las universidades; eso se puede lograr pero
solo si la universidad se vuelca a resolver problemas concretos de la dinámica
nacional” (Bonilla, 244-245).
“Debemos convencernos de que el trabajo es el elemento
que puede establecer verdaderas, reales y concretas “conexiones entre la teoría
y la práctica y entre el saber y el hacer”
También lo dice con claridad
Vicente Moronta, estudiante de la Universidad de las Artes: “la territorialización
de la educación universitaria significa la unión del estudio y el trabajo, es
la superación de esa separación (…) entre el trabajo intelectual y el trabajo
manual, entre la teoría y la práctica, es decir, la territorialización para
nosotros es la universidad en la calle, la universidad ha tumbado sus murallas,
ya no es un recinto, es la fábrica, es la unión del estudio con el trabajo” (Bonilla,
pp. 62-63). “Esta universidad –dice Freddy Moncada- se centraría en la
formación de seres humanos, en valores para participar integralmente en la vida
de la comunidad, incluyendo sus formas de trabajo y de tratamiento de las
necesidades y problemas inherentes a ella.” (p. 170)
Debemos insistir en que nuestros
estudiantes necesitan trabajar (hacer y sostener sus familias, algunos incluso ya
tienen niños) culminada su formación, y deben hacerlo no en el marco de la
economía capitalista víctimas de su depredador “mercado laboral” sino en el campo
socioproductivo de la revolución bolivariana, diseñado desde abajo y desde las
bases a través de la “conformación de redes científico-técnicas y humanísticas
en función de las realidades locales” (p. 181).
Pero, para que los estudiantes y
futuros egresados puedan trabajar y recibir el ingreso económico que las leyes estipulan
debe diseñarse un Proyecto Académico Comunitario basado en estudios de
factibilidad económica, social y política que garanticen el desarrollo de la
experiencia productiva de manera que sea posible el desarrollo endógeno, local
y comunal que el socialismo y el país potencia necesita.
“Tenemos que romper –dice
Leonardo Atencio- con [el] esquema academicista y empezar a trabajar con proyectos
factibles, productivos, y esto que digo es una utopía delirante, pero si no
empezamos expresando nuestros sueños no vamos a llegar a ningún lado” (Bonilla,
p. 211-212).
La pregunta entonces es la
siguiente: ¿reciben nuestros estudiantes formación en viabilidad y
sustentabilidad económica de proyectos? ¿No nos ha parecido siempre que los PAC
tienen una función meramente académica? ¿Se plantea acaso que los proyectos
académicos trasciendan la formación profesional y tengan incidencia e impacto
real en el tejido social y económico de las comunidades y más allá?
Para que el PAC se convierta en
una plataforma para el desarrollo profesional de los egresados se precisa
formación y capacitación en emprendimiento productivo, para ello la ISE deberá incluir
los mecanismos y estrategias que faciliten la formación en diversas áreas desde
la administración de empresas hasta las distintas fases del proceso productivo,
específicamente, en talleres y prácticas profesionales por áreas tanto
generales como de especialización, que incluyan la sustentabilidad y viabilidad
técnica, tecnológica y económica de los proyectos; finalmente, se deberá incluir
la creación y administración de un Fondo para el Financiamiento de Proyectos
Productivos que aporte lo que se conoce como “capital semilla”, el impulso
inicial para las experiencias productivas.
En el esquema que sugiero hago
una apretada síntesis de los planteamientos que hizo Córdova con unos aportes
suministrados por la práctica y la reflexión como docente de la Unidad
Proyecto, preocupado por el futuro laboral –hasta ahora y tradicionalmente
incierto- de nuestros egresados. En tal sentido, considero que la ISE debe tener
al menos cuatro momentos:
1) el Estudio y Comprensión del Plan de la Patria
que les permita a los grupos de proyecto (estudiantes, profesores, comunidad
organizada y poder popular) definir y emprender un proyecto cuyo Objetivo
General esté enmarcado en los Objetivos Estratégicos del Plan de la Patria.
Este proyecto debe tener como meta convertirse en un Proyecto Socioproductivo en
la figura, por ejemplo, de Empresa Socialista Comunal Directa, por lo cual
resulta imperativo que se cumpla;
2) la incorporación en el PFG de Unidades
Curriculares que contribuyan a la formación en economía productiva y
organización para los emprendimientos productivos, todo ello en el marco
de;
3) un plan de formación que involucre a todo el
Eje Territorial en Economía Productiva a través de Cursos, Talleres, Diplomados,
Maestrías y Doctorados.
Finalmente, para que los proyectos
ganen en el mediano y largo plazo viabilidad, se requiere;
4) la instrumentación de un Fondo Regional para
el Financiamiento de Proyectos Productivos y la creación de escenarios para
el establecimiento de relaciones interinstitucionales como por ejemplo una Feria Productiva que ayude a
visibilizar los proyectos y promover sus objetivos y alcances territoriales.
Para concluir, todos sabemos que
venimos de una formación que desvinculó a la Universidad de lo productivo. El
esfuerzo que nos toca es el de unir las cosas [el Saber y el Trabajo], de modo
que cuando pensamos en cómo producir debemos materialmente hablando ver cómo es
que podemos organizarnos para la producción.
“…para que los estudiantes y futuros egresados puedan
trabajar y recibir el ingreso económico que las leyes estipulan debe diseñarse
un Proyecto Académico Comunitario basado en estudios de factibilidad económica,
social y política que garanticen el desarrollo de la experiencia productiva de
manera que sea posible el desarrollo endógeno, local y comunal que el
socialismo y el país potencia necesita”.
Como docentes tenemos una
responsabilidad, porque los estudiantes tienen derecho al trabajo digno y
liberador. ¿Cuál entonces ha de ser la estrategia para conducir a los
estudiantes en esa dirección? Se trata de ver cómo en el marco legal estatuido
están incluidos nuestros estudiantes y nuestra responsabilidad como docentes.
Debemos proponer, y como docentes
y estudiantes pensar, cómo generamos unidades socio-productivas en las que
participen nuestros estudiantes y las comunidades. Ellos tienen varios
elementos a favor: territorialidad, juventud, esperanza, tienen el capital social
y cultural que aportan la Universidad, las relaciones, las organizaciones;
faltan los enlaces que permitan fortalecer todas esas dimensiones.
Propongo estudiar cómo es que se
organizan las unidades de propiedad directa comunal, y cómo es que pudieran
participar en su organización nuestros estudiantes. Cuando hablamos de pueblo y
poder comunal no hablamos de algo ajeno o externo, hablamos de nosotros, de
nuestra militancia y la de nuestros estudiantes.
Un punto a resaltar es que el
financiamiento para los proyectos, si están en el marco del sistema comunal y
la territorialidad, lo construye participativamente el pueblo organizado, y eso
es muy importante a la hora de la viabilidad, factibilidad y sostenibilidad de
los proyectos:
El Plan de Inversión Comunal Participativo es un ejercicio de
democracia participativa y protagónica mediante el cual las comunidades,
organizadas en consejos comunales, frentes y movimientos sociales, las
comunas, y todas las formas de Organización de Base del Poder Popular (OBPP), reflexionan
sobre sus necesidades y analizan sus potencialidades a nivel parroquial y
municipal, las priorizan, las convierten en proyectos viables,
planifican su ejecución y elaboran un Plan de Inversión con un presupuesto
determinado que es presentado ante el Consejo Federal de Gobierno, y es
ejecutado por ellas mismas, con el apoyo de los gobiernos locales y los entes
del Ejecutivo Nacional.
Aquí encontramos aspectos
metodológicos a los que hay que ponerle músculo y nervio, pero sin duda está
dada la ruta. Hay que aportarle la subjetividad
a lo que está planteado, en ese sentido considero que los estudiantes hacen
parte de comunidades y los proyectos deben reflexionar sobre las
necesidades y analizar potencialidades, nacer pues, del diagnóstico. Nuestras
carreras o Programas de Formación están llamadas a construir con los
estudiantes instrumentos de análisis, de diagnósticos, de esas realidades y
potencialidades, precisamente porque estamos convocados a la producción
soberana.
Desde los PFG se deben estudiar los
fundamentos de La Gestión Socioproductiva, la cual se define “como un
proceso económico, político y social que se desarrolla en la comunidad, el
cual permite hacer de manera efectiva la participación popular en el desarrollo
de los procesos productivos, que se desenvuelven en un espacio determinado
teniendo como objetivo fundamental la creación de nuevas relaciones
sociales de producción, bajo los principios del trabajo liberador,
solidaridad, control social, eficacia, eficiencia y autogestión. De igual
manera es la encargada de impulsar la conformación de las Organizaciones
Socioproductivas contribuyendo así a la construcción de un nuevo modelo
económico socialista fundamentado en la economía comunal, en donde se
desarrollen nuevas fuerzas productivas, como alternativa al modelo
capitalista salvaje y que permita convertir la nación en un país potencia en lo
económico para así poder alcanzar los objetivos históricos del Plan de la
Patria 2013- 2019.”
Como se ve, esto responde a un
modelo de país, que no debe atender a circunstancias actuales o a una
coyuntura. Resulta estratégico que revisemos instrumentos y acatemos una
racionalidad que está a la mano y que tenemos que conciliar en función de
intereses docentes, estudiantiles y comunitarios.
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