Los numerólogos, profetas de lo que jamás ocurrirá ni ocurrió ayer ni hoy




Los “análisis” de los numerólogos postelectorales dan risa. Los hay poco serios y serísimos, pero los peores son los que tienen las propias barbas de dios en las manos. Regularmente saben mucho, muchísimo. Dan ladilla. 

Básicamente, proceden sacando conjeturas de los números actuales comparándolos con cifras anteriores que, por supuesto ocurrieron en otro contexto, en otras circunstancias. Extrapolan sin consideración ni conmiseración los datos de ahora con los de atrás y se remontan incluso a décadas (que con todo lo que –nos- ha pasado en estos cincos años ya casi parecen antediluvianas). Comparar los números del chavismo de hoy con los del Revocatorio contra Chávez, como leí por ahí, no sé si sea simple manipulación o imbecilidad. 


Pero aparte de estos analistas políticos tan versados en números están los escuálidos que hoy dicen que perdieron ayer una gran oportunidad porque un sector de ellos mismos mandó a abstenerse. Y pretenden –he aquí la genialidad- hacer creer que los números de Maduro hubieran permanecido exactamente igual si ellos no mandan a abstenerse y sus imaginarios electores hubieran sí, salido a votar.


Como se ve, la misma irracionalidad tanto pa’lante como pa’trás. Es lógico que si ellos no hubieran hecho la campaña que hicieron y hubieran mandado a votar y no hubieran hablado tantas pistoladas del CNE otros hubieran sido sus números, pero también otros los de Maduro, otra la campaña y otra la movilización. ¿O es que creen que la campaña de abstención no repercutió en los números del chavismo? Por ejemplo, ¿cuánto chavista se abstuvo porque para qué si igual íbamos a ganar? 


Los números de ayer, lo que dicen, es que la abstención afectó a todos los actores. Una abstención multiforme y multivariada, interesante en términos sociopolíticos, pero que, como todos los números electorales, no habla sólo de y para un bando. Pero, sobre todo, no se pueden comparar con otros ni con futuros números, porque las circunstancias serán y han sido siempre otras.


No es que rechace los análisis cuantitativos porque sí, me mofo es del procedimiento infantil de agarrar una cifra de hoy con su contexto social y económico, para afirmar que un movimiento político como el chavismo no es el mismo de ayer cuando los números eran otros y otras las circunstancias. ¡Dígame cuando comparan -con un pie en el estribo y otro en la talanquera- a Maduro con Chávez y la capacidad de movilización de uno u otro! Pues claro que no es lo mismo y claro que los números son otros, pero los y lo de hoy se explica en el contexto de hoy, y los y lo de ayer se aclara en su contexto. Pretender que los números de ayer son el chavismo –y esto(s) no- supone que hay una esencialidad imperturbada por los vientos de la historia y que sólo puede ser comprendida y observada desde una atalaya con la mirada inconmovible (más bien inmóvil) de los illuminati. 


El chavismo de hoy, expresado en los millones que salimos a votar, lo hicimos contra viento y marea. Contra una guerra económica mordiéndonos las entrañas y con la esperanza en Maduro y su gobierno de que hará justicia y de que, juntos, construiremos una economía próspera, pero sobre todo sana. Los que salimos a votar lo hicimos como nunca antes en la historia de Venezuela. 

No sé si se entienda esto último que voy a decir: en el 89 salimos arrechos a saquear. Los tiempos han cambiado y hoy salimos por las buenas a votar. Como decimos en el barrio: no me hagan arrechar.


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