Para los que se fueron, se van o se quedan


Foto de Bárbara Muñoz Porqué
«Tal vez la felicidad sea esto: no sentir que debes estar en otro lado, haciendo otra cosa, siendo alguien más». 
Isaac Asimov

Una cosa es argumentar, otra descalificar, denigrar, dañar al otro con el fin de imponer nuestra visión del mundo, nuestra idea de las cosas. Yo mismo he sido sardónico frente a ciertos comentarios o manifestaciones de los que se han ido del país, por las causas que fuere. Pero hay una respuesta que desde diversas instancias se ha dado contra los que han tenido digamos mala suerte en la aventura de cambiar de aires e intentar por las causas y las razones que sea mejorar su situación personal, familiar. Esa respuesta es la de usar su fracaso y pretender convertirlo en norma general, como si invariablemente ocurriera con todos los migrantes. No es así. Muchos se han ido y están muy bien, otros, dicen, mal, pero la verdad no me consta. La verdad la verdad, no me consta a ciencia cierta ni lo uno ni lo otro, pero lo que no quiero aceptar y por eso escribo esto, es que se use el falso argumento de la desgracia para intentar decir que debemos quedarnos y resistir la guerra económica.

Aclaro que no estoy pensando irme y menos irme demasiado. Como lo he dicho en otros momentos, todo lo que he hecho tiene sentido y contexto en y para mi país. Me debo a mis estudiantes y estoy trabajando por su futuro. Además, quiero trabajar en la construcción de la patria para mis hijos y me he convencido de que la patria no es lo que recibo sino lo que doy, es decir, patria es lo que hago y lo que hacemos, lo que hicieron y harán todos y todas, por este país.

Aclarado esto, paso a decir que viajar (en algunos) es una necesidad intrínseca y podemos decir ontológica. Tengo amigos y amigas entrañables que desde que pudieron, volaron. A mi, que me interesa leer, siempre he dicho que si tengo la oportunidad de viajar lo haría a países de habla castellana y que mi destino turístico ideal son las librerías. Fue lo que hice cuando pude ir a Cuba, a México, a Bolivia y al Chaco argentino. En este último lugar, por cierto, hay una librería que es diez veces más grande que cualquier papelería –que no librería- de esta ciudad, con todo y ser Maracaibo acaso 10 veces más grande.

Viajar pues, es una necesidad que algunos cultivan hondamente. Cuando joven, muchos amigos y amigas viajaron con apenas unos pocos recursos y nadie armaba un alboroto por los arraigos y desarraigos. Hoy, sin embargo, hay toda una campaña que convierte los viajes en un tema (político y) espinoso.

No me gusta hablar del tema, por eso mismo, pero no soporto que se quiera decir que los que se han ido la están pasando pésimo y con eso, contra argumentar que debemos quedarnos a aguantar como dicen la pela. Comentarios de ese tenor vienen acompañados de otros como que, parientes de altos funcionarios están también afuera y, por lo tanto, es mentira o de los dientes para afuera lo de la resistencia y tal.

Como los argumentos son falaces se dicen y repiten disparates. La gente está en su derecho de hacer con sus vidas lo que les plazca y la suerte o la desgracia es parte de los avatares de la vida cotidiana. Valor hay que tener para salir y asentarse en otro país, en otras circunstancias, y creo que quienes mejor lo logran son los que lo hacen con humildad y respeto, con el sentido del riesgo y la aventura despiertos. De lo contrario, muchos serán los tropiezos.

Esta realidad humana no borra sin embargo las operaciones sicológicas, políticas y terroristas. Es lo que algunos no ven o no quieren ver. En mi caso, las veo y así interpreto la campaña que generó una suerte de moda de la migración que ha hecho que muchos hayan salido del país cometiendo acciones que sin duda afectan su futuro no sólo inmediato sino a largo plazo, por ejemplo, aquellos que adujeron persecución política y/o vendieron todo lo que tenían acá en un acto desesperado sin desesperación –porque en verdad nadie los perseguía-, en un alarde de romper amarras y quemar naves que bien pudiera haber ameritado al menos un poco más de paciencia. 
Como la vida es cambiante, debemos evitar acciones drásticas, sobre todo, si se es joven y la vida se abre.

Pero es aquí, en este sector, precisamente, donde se ha ensañado la propaganda: en los jóvenes profesionales que se vieron de pronto sin futuro en medio de una guerra a la que no se sintieron convocados ni tienen deseo de participar. No fue suficiente con decir que la educación que recibieron fue en muchos casos gratuita, que las especializaciones, maestrías y doctorados fueron prácticamente gratuitos si se las compara con los precios internacionales. Y no fue suficiente porque nuestra educación aún sigue desvinculada del aparato económico real que mueve al país, porque los profesionales no egresan en el marco concreto de unas relaciones de producción alternas al capitalismo depredador. Salvo excepciones, la mayoría de los que se gradúan no consiguen trabajo en el área de formación y muchos, no consiguen ninguno.

Por eso los diversos planes que desde el gobierno bolivariano se han impulsado para el trabajo de los jóvenes y no tan jóvenes, desde el Vuelvan Caras hasta el Chamba Juvenil, los cuales contemplan la Formación para el Trabajo, pero incluso en el más reciente, se trata de una formación extrauniversitaria. Es decir, sigue la Universidad por un lado y el trabajo por otro. Creo sin embargo que podemos estar más o menos cerca de solucionar ese desfase, pero es asunto para otro cuento.

El de este, es que no podemos seguir usando como argumento la desgracia de los que se han ido, para pretender alarmar o advertir a los que se quedan pero sienten que el país se (les) convirtió/lo convirtieron en una cárcel y un infierno. Yo diría en este caso: no han visto nada.


Ahora bien, ese no es el punto. El asunto es que todos están en su derecho de irse o permanecer. Y el Estado y el Gobierno deben enfrentar la guerra económica con políticas que atiendan a las necesidades de los profesionales que quieren y necesitan permanecer aunque hayan sudo pulverizados sus salarios, y de los estudiantes y futuros y muy próximos egresados. En este caso, no puede la Universidad seguir alejada como lo está de la dimensión Trabajo, pues no se trata de una chamba sino de la transformación estructural de las relaciones de producción.

Por otro lado, hay que echar al estercolero de las infamias esa de aterrorizar con el infierno tan temido de la miseria afuera, en otro país. De haber casos, como seguro los hay, ojalá reciban apoyo de familiares y amigos e incluso del Estado a través de sus embajadas, pero no pueden convertirse en ventanas al oprobio.

Irse no es el problema ni quedarse una virtud. Ser y estar son condiciones particulares y de contexto. Ya es lamentable que lo natural que es el viaje y la migración, estén tachadas y manchadas por uno u otro bando y que muchos se abstengan o “desaparezcan” por miedo al escarnio.

Los esfuerzos que hoy los chavistas y muchísimos no chavistas hacemos es por evitar que nos sigan desmantelando el país. No sólo es un asunto de cables o infraestructura, es también la juventud afectada por los vientos de la demolición. Nos perturbaron pues, el natural movimiento de los flujos humanos, el recibir y el dar que se respira en y con el mundo y sus maravillas.

Tenemos, tienen todos y todas, derecho a la diversidad. El horror es pretender que el mundo tiene la exacta dimensión de mis miedos. Luchar es compartir el horizonte y cada quien y entre todos, nos debemos un país para ir y volver. Como las mareas.

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