Por
Leonardo Boff - 

 
 

 
La Navidad tiene siempre su idilio. No puede haber tristeza cuando nace la vida, especialmente cuando viene al mundo el puer aeternus,
 el Niño Divino, Jesús. Hay ángeles que cantan, la estrella de Belén que
 brilla, los pastores que velan por la noche su rebaño. Pero allí están 
principalmente María, el buen José y el Niño acostado en un pesebre, 
“porque no había sitio para ellos en la posada”. Y he aquí que 
aparecieron, también venidos de Oriente, unos sabios, llamados magos, 
que abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra, símbolos 
misteriosos. Pero había también un rey malo, Herodes, cruelísimo hasta 
el punto de ejecutar a toda su familia. Oyó que había nacido en la 
ciudad de David, Belén, un niño que sería el Salvador. Temiendo perder 
el trono, mandó matar en Belén y sus alrededores a todos los niños 
menores de dos años. Los textos sagrados conservan un lamento de los más
 lacerantes de todo el Nuevo Testamento: ”En Ramá se oyó una voz, muchos
 llantos y muchos gemidos. Es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere 
ser consolada, porque ya no existen" (Mateo 2,18).
 
 La
 Navidad de este año nos trae a la mente a los Herodes actuales que 
están diezmando a nuestros niños y jóvenes. Entre 2007-2019, 57 niños y 
jóvenes menores de 14 años murieron en Brasil por balas perdidas en 
acciones policiales. Sólo en este año de 2019, en Rio de Janeiro, 
perdieron la vida 6 niños y 19 adolescentes en acciones policiales, 
informa la Plataforma Fuego Cruzado. En la región metropolitana de Rio 
ha habido 6.058 tiroteos con armas de fuego, con 2.301 personas 
baleadas, de las cuales 1.213 fueron muertas, y 1.088 gravemente 
heridas. El caso más clamoroso fue el de la niña de 8 años, Agatha 
Félix, muerta por un disparo de fusil en la espalda cuando se encontraba
 dentro de una furgoneta kombi yendo para casa con su madre. Sus nombres
 merecen ser mencionados. Con pocos años más, tuvieron el mismo destino 
de los muertos por Herodes: Jenifer Gomes,11 años; Kauan Peixoto, 12 
años; Kauã Rozário, 11 años; Kauê dos Santos, 12 años; Agatha Félix, 8 
años; Ketellen Gomes, 5 años. El gobernador de Rio de Janeiro, con su 
policía feroz, está siendo acusado de crímenes contra la humanidad, pues
 manda atacar a las comunidades con helicópteros y drones, aterrorizando
 a la población. El alcalde Marcelo Crivella confesó que en las 436 
escuelas instaladas en las comunidades, debido a los operativos 
policiales, los niños perdieron 7000 horas de aula. 
 Junto
 con la madre de Agatha Félix, Vanessa Francisco Sales, que llevaba en 
el entierro la muñeca de su hijita, se hacen oír las mismas voces que 
las de la Raquel bíblica: las madres del Morro do Alemão, de 
Jacarezinho, de la Chatuba de Mesquita, de la Vila Moretti de Bangu, del
 Complejo de Chapadão, de Duque de Caxias, de Vila Cruzeiro en el 
Complexo de Penha, de Maricá. Escuchemos sus lamentos: 
 “Se
 oyen muchas voces, muchos llantos y muchos gemidos. Las madres lloran a
 sus hijos queridos, muertos por balas perdidas; no quieren consolarse, 
porque han perdido a sus niños para siempre. Piden una respuesta que no 
viene de ninguna parte. Entre lágrimas y muchas lamentaciones suplican: 
paren de matar a nuestros niños. Paren, por el amor de Dios. Queremos a 
nuestros hijos vivos. Queremos justicia".
 Este
 es el contexto de esta Navidad de 2019, agravado por una política 
oficial que usa los medios perversos de la mentira, de las fake news,
 de mucha rabia y odio visceral. Jesús nació pobre y vivió pobre toda su
 vida. Y surge un presidente que tiene frecuentemente a Jesús en sus 
labios, pero no en su corazón, porque difunde ofensas a homoafectivos, a
 negros, a indígenas, a quilombolas (afros habitantes de los quilombos) y
 a mujeres. 
 Dice 
abiertamente que no le gustan los pobres, es decir, no le gustan 
aquellos de los cuales Jesús dijo: “bienaventurados los pobres” y los 
llamó “mis hermanos y hermanas menores”, y que en el ocaso de la vida 
serán nuestros jueces (Mateo 25,40). Que no le gusten los pobres 
significa que no quiere gobernar para la mayoría de los brasileros, que 
son pobres, y hasta miserables, para los cuales debería gobernar 
primeramente y cuidarlos. 
 A
 pesar de todo eso, hay que celebrar la Navidad. Está oscuro, pero 
festejamos la humanidad y la jovialidad de nuestro Dios. Él se hizo niño
 indefenso. Qué felicidad saber que seremos juzgados por un niño que 
sólo quiere jugar, recibir y dar cariño. 
 Que
 la Navidad nos conceda un poco de aquella luz que viene de la Estrella 
que llenó de alegría a los pastores de los campos de Belén y que orientó
 a los sabios-magos hacia la gruta. "Su luz ilumina a todas las personas
 que vienen a este mundo” (Jn 1,9), a ti y a mí, a todos, no sólo a los 
bautizados". Feliz Navidad.       
 
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