Agregar leyenda |
En 2018 habían en este parque unos habitantes muy especiales: 72 especies vegetales –dividive, cují, coco dorados, diferentes tipos de palmas, chaguaramo, mangle, y otros-; 49 tipos de aves –colibrí, cristofué, alcaraván, entre ellas- y otras 25 especies de fauna silvestre y acuática –tuqueque, iguana, machorro, babilla, gallito azul-.
En la Vereda bastante se ha hecho y todavía falta mucho, pero en este momento es el parque principal de Maracaibo, un atractivo inmenso, una oportunidad para respirar aires de ciudadanía.
En una ciudad como Maracaibo, trópico vivo, “la tierra del sol amada”, urgen más parques y plazas. Lo anoto y pienso siempre en Curitiba, una ciudad brasileña que visité en 2009, única por sus parques y jardines, que la saca de la lista de las ciudades caóticas y anómicas que conocemos.
Es hora de que se mire –la Gobernación, la Alcaldía, la comunidad de LUZ, las organizaciones sociales y la ciudadanía- hacia el campo universitario de la Universidad del Zulia (LUZ), otro parque en potencia, un parque de hecho… pero abandonado.
En la ciudad universitaria de LUZ hay un territorio suficiente, (¿unas 300 hectáreas?) que están allí como un espacio desaprovechado, con su vida silvestre de fauna y flora, y con personas que la transitan ocasionalmente, cuando entran y salen de su lugar de trabajo.
LUZ entre 1958 y 1968, quien en una de sus primeras iniciativas, en 1958, propuso el proyecto de un campo universitario para Maracaibo. En ese momento, se incluía el terreno que ocupaba el aeropuerto Grano de Oro. Un decreto del 17 de enero de 1958, de la Junta de Gobierno que había sustituido la dictadura, fue el antecedente que sirvió de sustento para la aprobación de la iniciativa.
Borjas Romero fue nombrado rector por una decisión ejecutiva y aprovechando esa legitimidad, y su liderazgo, avanzó con esta idea. Un visitante extranjero o no maracaibero, que venga a LUZ, se sorprenderá de ese espacio ubicado en el centro de la ciudad, tan grande, desocupado y descuidado. De las 500 hectáreas aproximadas que se concedieron en un primer momento quedan menos, como consecuencia de invasiones improvisadas. El ojo y el interés privado lo tienen en la mira. En una ocasión avanzó con lo que llamaron Ciudad Colorama, que luego fue detenido por orden judicial y allí está paralizado.
Lo contrario es ese mundo de la sobrevivencia, de la anomia que muchas veces suelta sus amarras y pretende arrastrarlo todo. La anomia que se instala en sitios claves por ser lugares de confluencia, como sucede en el Mercado Las Pulgas, y como ocurría hasta hace poco en la Curva de Molina, del oeste maracaibero, en donde la acción desatada por mafias, la complicidad y el desdén burocrático, daba lugar a un cóctel explosivo que desintegraba el tejido social. Ahora la historia empieza a cambiar en la Curva con la construcción de nuevos mercados, plazas y centros comunitarios. Otra ciudad, pues.
Las ciudades hablan, con sus silencios y sus gestos. Esa verdad se hace visible en Maracaibo, un pueblo rebelde, que desde su nombre muestra su ancestralidad y su vocación transformadora. Hay que tener un oído y un tacto muy sensible para escuchar y entender una ciudad, como la que vivimos, gozamos y padecemos, que no se resigna, ni se conforma.
0 Comentarios