Las muñecas de trapo, por Nancy Cavallaro


 
A Francisca.

Mi mamá me dijo que las muñecas de trapo tienen vida, que la muñequera es una especie de instrumento que les da la forma que ellas desean, que en una especie de conexión espiritual entre ambas se escoge la tela, los colores, el bordado, el nombre. También me dijo que a las muñecas, como a la gente, hay que aceptarlas con sus defectos y reconocer sus gracias y que, como a los niños, hay que premiarlas y admirarlas pero también establecer la disciplina porque son muy traviesas y les gusta la calle.
 
A las muñecas, antes de nacer, les gusta ser soñadas. Por eso se nos presentan en el pensamiento antes de que hagamos la primera puntada, pero como todo sueño a veces la imagen se nos nubla y cuando vemos la muñeca terminada resulta una sorpresa y una maravilla, así que debemos presentarnos y conocernos.
 
Entendí todo lo que me contó mi mamá cuando hice mi primera muñeca. También entendí que las muñequeras son seres especiales, tienen el corazón hecho de trapos de colores, la mirada sensible ante el juego y unos dedos expertísimos, con los que manejan la aguja como si fuera una extensión de los mismos. Y también porque en su práctica reviven la historia de todas las generaciones de madres que fabricaron muñecas para sus hijos e hijas, de niñas que buscaron consuelo en la elaboración de una figurita humana que las acompañaran, de abuelas que, como sabias maestras, ofrendaron su hacer para que sus nietas heredaran una práctica sublime.
 
Las muñequeras resisten el paso y el peso de la historia y con cada puntada la vivifican y la recrean. Una tarde de encuentro, nuestra querida muñequera Mirtha Colina nos enseñó a confeccionar las muñecas Abayomi mientras nos relataba su origen. La historia es tan triste como hermosas las muñecas. Al hacerlas, no sólo le dábamos el aliento de vida, sino que caminábamos sobre la historia de las mujeres negras esclavizadas que en barcos negreros las llevaban hasta Brasil. Con cada nudo que hacíamos, repetíamos una bendición y un símbolo de esperanza de cinco siglos de "encuentro precioso" y de libertad. 
 
Así ocurre cuando las muñequeras se juntan, hacen magia, reviven la historia, resisten y recrean. Las madres muñequeras de este país se han dado a la tarea de formar a nuevas generaciones y hoy las muñecas de trapo ocupan el lugar que les corresponde como manifestación cultural y artística, aunque lo que verdaderamente importa es que sigan ocupando el corazón de la niña, del niño que con ternura la abrazan y encuentran en ellas el amor de las manos que la confeccionó.
 
Que no muera la muñeca de trapo ni la historia que la trajo hasta aquí.
En la imagen, mi primera Abayomi. Hoy, parte del mundo de juego de Silvia.
 
 

 
Tomado de su Facebook

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