La Biblioteca


Por Orlando Villalobos

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El domingo perdimos la Biblioteca Pública del Estado. Se cumple inexorablemente la premisa de que si una mariposa aletea por allá lejos, aquí también tiene repercusiones. Desde hace cinco años la Biblioteca cambió y se convirtió en espacio privilegiado para las palabras, ideas y utopías. De la mano de Yolanda Delgado levantó vuelo. Su dirección hizo posible que emergieran las pasiones y discursos emergentes, y que esa magia que viene de nuestras raíces y tradiciones se expresara. Antes la Biblioteca permanecía al margen del ruido de la gente. El país se movió desde 1998, pero en este recinto esos ecos no aparecían. No llegaban los nuevos libros, ni las canciones irreverentes, ni los discursos insumisos. No se leían las noticias de la patria grande. Desde hace poco, al fin, el cambio pasó por la Biblioteca, y entonces se hizo pública, del estado, zuliana y maracaibera. Muchos que antes no teníamos allí cabida nos encontramos en sus pasillos. Allí estuvimos en foros, debates, presentaciones de libros, recitales, lecturas y talleres literarios. Allí organizamos dos conversatorios con el profesor Rafael Ahumada, de la Universidad Nacional Autónoma de México, con asistencia entusiasta; presenté una mañana el libro Reinventar la comunicación, hicimos conversatorios sobre comunicación y cultura, con la participación de estudiantes universitarios que nunca habían conocido la Biblioteca. Asistimos al encuentro con las letras y palabras de autores diversos. Cada Día del Periodista hubo un acto para repensar el ejercicio de ese mundo. La última vez que estuve allí fui invitado a un taller literario con gente de los consejos comunales que realizan un curso sobre crónica y relatos comunitarios. Terminé escuchando leyendas y saberes que siguen de boca en boca, en manos de la oralidad que todavía no encuentra registro en el saber académico. Todo eso vale la pena decirlo ahora que en el Zulia el giro político se inclina hacia las posiciones conservadoras y retrógradas, y la Biblioteca queda en manos de quienes antes no habían permitido que los libros de las editoriales bolivarianas allí llegarán; prefieren el cine gringo al cine latinoamericano; reniegan de las canciones y de la música popular venezolana; se rinden ante los autores europeístas y del american way life y sienten vergüenza étnica por lo propio que viene del barrio y de nuestras etnias. Discriminan libros y obras artísticas. Es tiempo de revisiones y de re-lanzar proyectos. Nos toca hacerlo por el colectivo pero también por nosotros mismos. Dice el poeta John Berger que si por un lado vivimos tiempos oscuros, por otro no podemos olvidar de que otras épocas también fueron oscuras, y no por eso se extinguieron las luces. Volveremos por todos los caminos.

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