Tengo una planta que de tan elegante parece japonesa


Por estos días una amiga me pidió "poemas que hablen de los objetos" para armar -me dijo- "un pequeño dossier en PDF sobre poética de los objetos para revisar y compartir en un curso llamado Debates sobre arte y diseño que dicto".
Les pasé estos dos, no sé si sirven pero cuando leí su mensaje sólo pensé en ellos casi de manera obsesiva :)

Cena para dos
                               Jim Sagel

Sola, preparé dos platos para la cena.
Los dos filetes de pescado pudiera haber pensado comer
pero el par de papas asadas no.
Una era tuya--desde el principio era tuya
y se quedó en la mesa
ese terrón luminoso de luna
papa tuya que con ansias pasó la noche esperando
la caricia de tu quijada
el arrobamiento de tu lengua--
papa que quería empaparse
con la saliva enloquecedora de tu boca.
Allí se quedó en el plato mi corazón arrancado
papa solitaria y vulnerable.

Tomado de: : http://www.gmu.edu/org/hcr/texts/1996/virgin.htm

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Berta Vega

Tengo una planta que de tan elegante parece japonesa. No se trata de esa elegancia atribuible al exterior de la planta, no. Se trata más bien de esa condición interior en donde la forma y el contenido (vieja discusión: será la esencia del…, pero no puede ser eso. Si eso es así, a mí que me registren). Decía algo así como que la forma expresa la interioridad de la planta. Se levanta delgada y escueta; unas pocas hojas ordenan su verticalidad y un valor extremo la hace parecerse (sólo parecerse) al perejil. La verticalidad la despoja de la multiplicidad de contactos: uno sólo desde la raíz la alza indetenible, en su lentitud, desde la tierra y el matero. El tronco, limpio, casi dobla la mitad del matero. Y después, sólo después, empiezan a sucederse algunas ramas en cuyo extremo estallan las hojas. Pero el ramaje, así descrito, no se extiende como loco de un lado a otro, no; el ramaje, dulce y tierno, se adhiere al tronco como si no quisiera perder la esencia de la verticalidad. Tronco y ramaje, en esa parte de la planta, son un solo destino, una invitación a la altura. Casi arrogante, como si la diferencia entre el tronco saliendo de la tierra y el ramaje plegándose al mismo fuera la construcción de una propuesta de lo bello, pero de lo bello sin ser ostentoso, exuberante; sin que lo bello lo tropiece o lo invada a uno. Sino como si lo bello fuera estar ahí, en ese ahí para ser visto.
Tengo una planta que, de tan bella, es.


Berta Vega. La tristeza no es sigilo. El perro y la rana. 2008. Pág. 22

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