En 'La utilidad de lo
inútil', el escritor y académico italiano expone cuál es el rol de la
literatura, la filosofía y la cultura en un mundo arrodillado ante el
utilitarismo. Hablamos con él al respecto.
Autora: SUSANA RICO
Nuccio Ordine es un
apasionado por la educación, la literatura y el arte. Es profesor de Literatura
italiana en la Universidad de Calabria, miembro de honor de la Academia de
Ciencias de Rusia, miembro de la Fundación Alexander von Humboldt y del Centro
de Estudios Renacentistas de la universidad de Harvard. Su más reciente libro, La
utilidad de lo inútil, traducido a más de 20 idiomas y editado en Colombia
por el Grupo Editorial Penta, se compone de ensayos en los que el autor critica
las condiciones e imposiciones de la sociedad actual, y reflexiona sobre la
triste pérdida de los saberes “inútiles”: los culturales. Ordine propone
rescatar de los clásicos lo que nos sirva para la vida de hoy, y para oponernos
a las tendencias totalizantes que de cuando en cuando nos enceguecen.
Los jóvenes (al menos
cierto sector de las nuevas generaciones) están rompiendo el paradigma de una
vida convencional y están buscando modos de vida más simples. ¿A qué cree que
se debe ese fenómeno?
Yo no soy tan
optimista porque considero que los jóvenes hoy en día están muy condicionados
por una sociedad utilitarista, como lo es la nuestra. Como profesor
universitario, he
comprobado más de una vez que la sociedad hace creer a los jóvenes que el único
objetivo de la universidad es obtener un título para ganar dinero, aun cuando
ese sea un concepto totalmente equivocado. Para que ellos comprendan que el
objetivo de la universidad va más allá, siempre les leo “Ítaca”, del poeta
griego Konstantino Kavafis, que es una reescritura moderna del mito de Ulises.
Kavafis dice a sus lectores lo que yo digo a mis alumnos: lo importante no es
llegar a Ítaca sino la experiencia que vamos a vivir durante el viaje. Eso es
lo que quiero que comprendan. Más allá del dinero o los lujos, lo que en
realidad importa es la riqueza intelectual y la experiencia que se adquiere con
el tiempo. A la universidad se va para ser mejores seres humanos, hombres y
mujeres libres que se enriquecen con el conocimiento. Sin embargo, no
veo en realidad que los jóvenes se acerquen desinteresadamente al arte, a la
poesía, a la cultura.
¿Habrá un punto de
quiebre entre la supremacía del utilitarismo sobre la educación y la cultura?
En este contexto es muy difícil pensar en un cambio, porque
las universidades, las escuelas, se han transformado en empresas. Y la
universidad, por ejemplo, parece tener la tarea de vender diplomas. Noto con
suma tristeza y preocupación que se ha perdido la antigua idea de la
universidad como institución capaz de formar ciudadanos cultos, mujeres y
hombres que sean capaces de pensar de manera autónoma y crítica. Hoy en día
parecería que la escuela y la universidad estuvieran apoyando cada vez más la
demanda de la sociedad utilitarista. Por ejemplo, actualmente en Italia se está
discutiendo la importancia de usar smartphones en clase para promover el
estudio entre los estudiantes. Para mí, eso es una estupidez enorme porque
muchos estudios demuestran que los estudiantes son adictos a los celulares y a
internet. Como consecuencia de esto, los jóvenes ya no tienen el sentido de la
concentración y sobre todo, del silencio. Además, me parece realmente grave que
los gobiernos quieran invertir más en tecnología que en capital humano ¿Cómo
podemos pensar en el futuro sin buenos profesores? El acercamiento a la cultura
y la educación solo depende de buenos docentes, apasionados por transmitir
conocimiento.
En el libro hay una
anécdota de David Foster Wallace en la que se cuenta el viaje de peces jóvenes
y viejos en una corriente de agua. ¿Hacen falta peces que naden contra la
corriente, o la corriente los está arrastrando a todos?
Como el anciano pez
que saluda a los peces jóvenes y les dice “cómo está el agua”, los profesores
también pueden ser esos peces que pueden explicarles a las nuevas generaciones
que las cosas más simples y sencillas de la vida son las más importantes. Las
páginas de los libros de literatura sirven para destruir ese falso mito de la
sociedad de consumo, que valora al hombre según la cantidad de dinero que
tiene. Sin embargo, la felicidad en realidad no tiene nada que ver con el
dinero, tiene que ver con esos grandes valores de la vida que
desafortunadamente ya no vemos porque somos como esos pequeños peces de David
Foster Wallace que viven en el agua pero no saben qué es el agua. Nosotros
vivimos en la cultura pero no sabemos qué es la cultura. La tarea sería -o es-
educar a los jóvenes en ese valor.
Su libro Clásicos
para la vida. Una pequeña biblioteca ideal será presentado en nuestro país
en noviembre. ¿Retomar la lectura de los clásicos es una forma de resistencia?
Sí, los clásicos pueden ser un antídoto contra la lógica y
la dictadura del utilitarismo. Los clásicos no se leen para aprobar un examen,
ni por una calificación: se leen porque nos enseñan a vivir. Por ejemplo, un
texto griego del filósofo Plutarco explica la noción de identidad a través del
mito del barco de Teseo. ¿Por qué? Porque después de dejar el barco en la
orilla, sin importar cuántas veces cambió la madera, su estructura siguió
siendo la misma. Si se traslada el mito a nuestros días, podría decirse que
cada pueblo siempre ha tenido contacto con otras formas y culturas, así como en
el barco las nuevas piezas de madera sustituían las anteriores. La literatura
clásica sirve para que los jóvenes entiendan el presente, los cambios y el
porvenir, simplemente hay que leerla e interpretarla.
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