En segundo lugar, reúne
la unidad política, territorial, cultural y lingüística que heredó de su pasado
de colonia de la corona portuguesa. Este dato es esencial para poder entender
el Brasil actual.
Los portugueses llegaron
y asentaron su dominio. Los primeros que llegaron fueron Vasco de Gama, el 7 de
julio de 1497 y Pedro Alvarez Cabral, el 9 de marzo de 1500 (Zweig, 1999). Al
principio Portugal apenas se interesa por el nuevo territorio. “El Brasil, su
nombre, no penetra en el pueblo (portugués), no ocupa su fantasía. Los
geógrafos alemanes e italianos registran en sus mapas la línea de la costa con
el nombre de Brasil o Terra dos papagaios, a la buena de Dios, pero la Tierra de Santa Cruz, ese
país verde, vacío, no tiene nada que pudiera ejercer un atractivo sobre los
marineros o los aventureros” (Zweig, 1999: 33)
El proceso de conquista
fue lento. Las nuevas tierras no ofrecían, en apariencia, ninguna ventaja por
la cual desvelarse. “Ningún hombre de nobleza o posición, de fortuna y
cultura, demuestra, pues, la menor inclinación para embarcarse con rumbo a
aquellas playas solitarias, de modo que los que en los primeros años habitan el
Brasil apenas si son algo más que unos cuantos marineros náufragos, unos
cuantos aventureros y desertores de buques, que se han quedado allá ya sea por
casualidad, ya sea por indolencia, y que únicamente contribuyen a una rápida
colonización engendrando un sinnúmero de mestizos, los llamados mamelucos”
(Zweig, 1999: 37)
Luego se quedaron y
trajeron sus aportes y sus desgracias. Brasil heredó los aires europeos de los
portugueses y también una sociedad esclavista y una población
analfabeta. Al final de la
colonia había 23 universidades en América española. Portugal nunca permitió la
formación de universidades en su colonia. No había republicanos, no había
ciudadanos (Murilo de Carvalho, 2004).
De esa presencia de Portugal se deriva la segunda
característica brasileña. En la América española se libró una guerra por la
independencia. La independencia de Brasil fue convenida, como resultado de los
acuerdos entre los grupos dominantes. Fue un acuerdo entre las élites en donde
el pueblo no estuvo presente. Sólo hubo escaramuzas. La independencia fue
negociada, entre la corona portuguesa y la oligarquía brasileña. La
independencia no fue el fruto de una lucha popular por la libertad, como si
puede definirse la lucha que en la América española libraron Antonio José de
Sucre, Bolívar, Artigas y San Martín, y otros.
En Brasil prevaleció entre las clases dominantes el
temor a que se produjera el levantamiento de los negros. Eso los condujo a
pactos de palacio, para impedir cualquier posibilidad de una insurrección de
inspiración popular y negra.
En la América de habla española la guerra por la
independencia dejó la consecuencia de la fragmentación. La estructura de
divisiones en virreinatos, capitanías generales y formas administrativas de
distinto tipo, y principalmente, por las luchas intestinas entre los líderes y
movimientos que participaron del esfuerzo por la independencia dejó la herencia
de la división. A diferencia de la
América portuguesa, que se mantuvo reunida en una sola
entidad, la América española se dividió en múltiples pedazos:
20 en total. Estos son: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba,
República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México,
Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela y Puerto Rico. Esto sin
contar con las dependencias del Caribe, como Martinica y Grenada.
La tercera característica, quizás similar a muchos
países de América española, es que Brasil poco a poco fue saliendo de la larga
noche de la dictadura militar. En Brasil, hubo dictadura militar entre 1964 y
1985. En ese lapso se cerró el campo para la participación política y para
cualquier manifestación ciudadana. Fue un periodo de represión abierta. “Los
instrumentos legales de represión fueron los “actos institucionales” editados
por los presidente militares. El primero se introdujo el 9 de abril de 1964 por
el general Castelo Branco. Por él se anularon por un periodo de diez años, los
derechos políticos de gran número de líderes políticos, sindicales y militares.
Muchos sindicatos sufrieron intervención, fueron cerrados los órganos de cúpula
del movimiento obrero, como CGT y el PUA” (Murilo de Carvalho, 2004: 146).
Está en
la historia reciente y por tanto, debe ser mostrada. La represión alcanzó su punto culminante con el ascenso al
gobierno del general Garrastazu Médici, en 1969. “Se introdujo una nueva ley de
seguridad nacional, que incluía la pena de muerte por fusilamiento (…) Al
comienzo de 1970 se introdujo la censura previa en periódicos, libros y otros
medios de comunicación. Eso significaba que cualquier publicación o programa de
radio y televisión tenía que ser sometido a los censores del gobierno antes de
ser llevado al público. Periódicos, radios y televisoras fueron obligados a
convivir con la presencia del censor” (Murilo de Carvalho, 2004: 148).
La
dictadura vigilaba y acosaba. “El 15 de septiembre de 1972, llegó un telegrama
a la sucursal en Brasilia del diario de Sao Paulo y le informaba al director
que todas las noticias debían ser sometidas al Ministerio del Interior. El
texto, aunque breve, era un manifiesto de las aspiraciones de los golpistas.
Hasta los músicos fueron perseguidos. Geraldo Vandré, Caetano Veloso, Chico
Buarque, Elis Regina, autores de canciones de protesta, fueron seleccionados
como objetivos por los cuerpos policiales y sus obras sufrieron censura
permanente” (Báez, 2008: 159)
Siendo
esas las condiciones políticas, lógicamente se fue creando una cultura de nula
participación ciudadana, de temor y de intimidación. Ese antecedente pesa
todavía.
Los
tiempos recientes muestran a un Brasil que se moviliza, por la tierra, en las
jornadas electorales, desde la diversidad, en medio de una correlación de
fuerzas cambiante y en la que el pueblo está ahí, asomándose a los cambios.
Referencias
Báez, Fernando (2008). El saqueo cultural de América Latina, de la conquista a la
globalización. México, Debate
Murilo de Carvalho, José (2004) Ciudadanía en Brasil. El largo camino.
Cuba, Fondo Editorial
Casa de las Américas
Zweig, Stefan (1999). Brasil, país del futuro.
Argentina, editorial Leviatá
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