A pesar de voce

Por: Orlando Villalobos
orlandovillalobos26@gmail.com
I
El Brasil que venía recuperando fuerzas y mostraba datos sobre la superación del índice de pobreza ahora tambalea. Ha vencido la contrarreforma neoliberal, después del golpe parlamentario que destituyó a Dilma Rousef en 2016. Por ahora.
Las políticas sociales de la reforma petista o lulista van en franco retroceso. El movimiento popular todavía intenta descifrar la fuerza y contenido de la arremetida que se le vino encima. Apenas resiste. El retroceso le costó a Lula Da Silva la cárcel desde hace cuatro meses.
El asesinato de la concejala y líder social Marielle Franco, el 14 de marzo, simboliza la represión desatada contra el pueblo que se organiza, resiste y no se entrega. Era activista social y dirigente política. Negra, mujer, socialista, insumisa y discriminada. La noche de su asesinato viajaba en un vehículo, por el centro de Río de Janeiro, que fue interceptado y allí fue acribillada junto al chofer. Otra compañera que iba fue herida. Ya está comprobado que las balas asesinas forman parte de un lote de municiones compradas por la Policía Federal de Brasilia. Este brutal crimen político muestra la represión y la opresión que prevalece en Brasil, habla por sí solo.
Dice el himno nacional de Brasil que ese es “gigante por la propia naturaleza, es bello, es fuerte, impávido coloso”. ¿Impávido coloso? Dónde, cuándo y cómo. El plan capitalista neoliberal avasalla y tritura todo lo que se le pone por delante. Amenaza y avanza, mientras puede.

II
 En la calle, como en cualquier fiesta familiar, el ánimo desbordó la jornada. “¿Usted paró?, ¿por qué paró?”. Nadie quería quedarse sin proclamar su “fora Collor”. Había noción de protagonismo, de capacidad para decidir. El ruidoso tumulto callejero se paladeaba su minuto. Fernando Collor, el presidente, tenía las horas contadas.
La juventud brasileña, de regreso del anonimato, se ingenió su protesta. El papel periódico registró sus rostros pintados con la verde-amarela. Estaban reunidas las ganas y el tino para no perder la apuesta y malbaratar el intento. Los versos de Vinicius de Moraes resucitaron y las canciones de Caetano Veloso y Toquinho dejaron de ser música del pasado.
Fernando Collor perdió todas las batallas. La de los congresistas, la de los pactos partidistas, la más desgarradora, la familiar, y la más importante, la de la calle. Ante las primeras denuncias en su contra salió confiado a pedir que no lo dejaran solo. Después el rostro de ganador se le fue descomponiendo y finalmente se ocultó y nadie más lo pudo fotografiar. Su edecán militar confió a la prensa que frecuentemente tenía que darles calmantes para sus depresiones.

III
Sao Paulo a las dos de la tarde era un vendaval desatado. Era la epifanía de la palabra y del gesto, después de 21 años de dictadura militar y de una transición negociada sin protagonismo popular. Era día de concentración y acudió un río humano.
Cuando llegué estaba a dos o tres cuadras de la tarima. Demasiado lejos para ver a los líderes, Lula y Luisa Erundina, la alcaldesa de la ciudad, que había ganado las elecciones en 1989, permitiéndole al PT conseguir su primera victoria relevante. Era imposible seguir avanzando porque como pasa en estas concentraciones públicas cerca de la tarima la gente se junta y aprieta.
Busque una calle paralela, caminé y corrí hasta descubrir la manera de aparecer detrás de la tarima, para acercarme y ver de cerca a los oradores. Era imposible acercarse, la seguridad no perdonaba. Bajé la guardia y pensé que el sabor estaba abajo, codo a codo, verso a verso junto a la torcida. Y así lo hice. Como premio recibí una bandera del PT que circulaba de mano en mano, con la cual que quedé.
Collor de Melo ya no aguantaba más y Brasil comenzaba una nueva etapa de lucha política. Era apenas el comienzo. Todavía faltaban diez años para aquella primera victoria de Lula en 2002.

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