Este trabajo de El Nacional (“Profesores en el exterior afirman que viven mejor aunque no den clases”) se inscribe en la prédica que nutre la narrativa de la desdicha, que tiene entre sus emblemas el relato de la diáspora. El título es digno de colección: “… afirman que viven mejor aunque no den clases”. Lo cual nos lleva a la consideración acerca del valor que tiene la universidad, como institución, y la educación universitaria. Me explico. Si alguien elige el camino de la clase y la investigación universitaria no lo hace, o no lo debería hacer solo por lo que va a ganar como salario o como vida material. Lo hace porque decide un camino de búsqueda, estudio y aprendizaje continuo. No es lo mismo ser un camionero, y no está malo serlo, que buscar la universidad. Por cierto, el camionero gana varias veces más. Ahora y antes. Si alguien descubre después, que se gana más en otra actividad distinta a la universidad, lo hace tarde. Elemental mi querido Watson. Primero está esa definición y luego un asunto ineludible, cuánto gana un profesor universitario en Venezuela que ya sabemos no gana mucho, lo cual constituye un problema para el país, y no solo para el profesor que hoy no puede sortear las calamidades personales. El país mejora y crece cuando tiene educación y maestros y profesores que la cultivan. No es lo mismo que haya odontólogos que sacamuelas. No da igual que desde las ciencias sociales se muestre quiénes somos, de dónde venimos y qué podemos hacer por el buen vivir, a que siga la visión neocolonial de país sometido y jodido.
La nota de El Nacional habla de los dólares que si se ganan los profesores en otros países. No parece. He leído notas que hablan de que en Argentina y Colombia 25 o 30 % de los profesores ejercen ad-honorem o son eternamente contratados, con salarios malos. Muchos profesores colombianos vienen a hacer un posgrado en la Universidad del Zulia, viajando con frecuencia y porque les sale más barato, porque allá no pueden hacerlo por los costos. Esto no estaría completo, si no dijera que hay una situación universitaria que es urgente y necesario revertir y recuperar. Nos toca pasar de la calamidad a la recuperación de la universidad como espacio vital de diálogo, esperanza, vida espiritual y lucha. Algunas veces lo ha sido. Muchos de nosotros llegamos a la universidad y nos impresionó de tal modo que nos quedamos en ella. La universidad en sus mejores momentos ha sido fuente de conocimiento, identidad y cultura. Un profesor de la Facultad de Humanidades decía esta frase: “Si no fuera por la Universidad del Zulia esta fuera tierra de sicarios”.
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