Guiño para leer "Maracaibo literaria y sentimental" de Ana Felicia Núñez


Presentación del libro en el marco de la FILVEN Capítulo Zulia



José Javier León
06 de agosto de 2019

Hay libros que se conocen de distintas maneras, todas muy significativas. Este que hoy nos convoca lo conozco por dentro y desde afuera. Lo recorrí vitalmente página a página porque su escritora es una amiga muy cercana y porque lo habité como se habita una ciudad. Por si faltaba más, en el libro aparecen y juegan, Hesnor Rivera y César Chirinos, ombligos amorosos de este lar nativo donde ninguno nació. Sí, porque Ana Felicia es barquisimetana, Hesnor margariteño (hijo del boom petrolero, del malecón y las piraguas) y César falconiano… y yo mismo, aunque nacido aquí, con toda mi familia oriunda de los Andes me convierte en un maracucho nostálgico de nieblas y montañas, como dice la canción.

Narra este libro esa experiencia de ser estando, de un ser o de seres que se descubren en una tierra que se siente propia y fascinante, como llegada de lejos, pero entrañable. Ciertamente, Maracaibo está pero es también su espejismo, su permanencia espejeante, que ciega o encandila. Quien llega no se va, dicen que dicen, y Hesnor y César lo confirman. Lo mismo le pasó a Blas y a Lydda. Hesnor por cierto, murió aquí, rodeado literalmente de los fantasmas del puerto y César entre nosotros la nombra a Maracaibo en un verbo que se traduce caribe, en ciudad sol, en músculos que le dan vida en el día a día de la lengua.

La primera Maracaibo que nos vamos a encontrar en el libro de Ana Felicia es la sentimental, la que está plena de abuelos y tías paternas, de la correntía de primos y primas que entregaron su hospitalidad jugosa para que aquí -y dentro suyo- fuera creciendo una cercanía. Es la Maracaibo lago y brisa, puerto y calles de una memoria cultural, artística e histórica. Después vendrá la otra, la literaria, la de la Escuela de Letras tocada por la sutil fragancia de un poeta de punta en blanco, con una poesía poderosa, de versos llenos de viento tempestad y tiempo. Música larga y procelosa. Hesnor Rivera gustaba hablar y, pausado y sutil, se dejaba llevar en cuerpo y alma al Sur y a Europa, Francia o España, sirviendo de puente entre Maracaibo y las escuelas de la poesía de vanguardia cuando ya éstas habían dejado de ser... Esta Maracaibo de Hesnor es a su vez puente entre la sentimental de Ana y la literaria en lo que tiene de literatura la poesía, que parece más estar llena de rumores de infancia, de sueños y deseos, vale decir de esas formas de la vida o que le dan forma a la vida, a los días cuando van más allá del día a día para ser todos los días a semejanza de una eternidad a ras de vida, a ras de cotidianidad.

Y de esta literariedad, arribamos con César Chirinos a una ciudad Maracaibo hecha de palabras que vienen trasegando el tiempo de la oralidad escrita, o de la escritura que se oraliza y que retorna a la letra, en un vertiginoso ir y venir de la conciencia al sueño, de la lengua a los labios, al oído y al corazón. La literatura de César nace -por cierto, sientan aquí su vértigo- en estas calles llenas de músculos portuarios, sí, hasta aquí llegaba el malecón, hasta aquí, aquí en donde estamos llegaban los barcos cargados de géneros, víveres y frutos. Llegaban también las palabras y las historias sobre los hombros de mujeres y hombres de mundo, del mundo. Era una Maracaibo Caribe pero con un remanso lacustre, como una lengua de lago interna que nos permitía ser y estar como encerrados embrollados en nosotros mismos.

En la Maracaibo de César se dan cita todas las citas de una forma de hacer literatura que viene trasegando siglos, desde las calles sublunares del imperio romano, pasando por la ciudad naciente feudal con todos sus oficios callejeros o populares, alimentando al pícaro de la literatura anónima española y que vino a dar aquí con los conquistadores y creció a la vera de todos los bordes, intersticios, vericuetos, entredichos y enredijos de esta tierra llena de sol y sombra. En la literatura de César se avienen siglos largos de literatura y de eso da cuenta Ana, Ana Felicia Núñez, cuando nos dice sentimental y literariamente hablando que, Maracaibo -parafraseando al homenajeado de esta feria- es una pasión hecha discurso.

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