Breve recorrido por la muestra Verdad Inhabitada de Luz Velandría
Presentada en el edificio La Ciega para optar al grado de Licenciada en Arte de LUZ
Por Ana Felicia Núñez
IG: @ana_felician
“Hay ensoñaciones de infancia
que surgen con el brillo de un fuego.”
Gastón Bachelard
Anunciación y bienvenida
Imagen
y palabra constituyen la escena inaugural. La fotografía es
protagonista en la primera composición del recorrido. En ella vemos un
cuarto con una cuna y objetos que aluden al sexo del bebé esperado.
De ella
se desprende un texto que se escurre cual cascada y desemboca en
tarjetas de bienvenida y felicitaciones por el nacimiento de una niña.
Así
entramos en el mundo familiar de Luz y sabemos de sus padres y hermana
mayor. Su voz está marcada por el asombro de una niña que todo lo ve y
describe en las dimensiones que la infancia lo determina: la noche, la
soledad, el miedo a los fantasmas, la compañía materna para conciliar el
sueño, el cuento leído antes de dormir; son los elementos que
constituyen su relato.
El relato del yo es el relato de la casa y sus transformaciones.
Como
en los sueños, Luz se expresa a través de un lenguaje simbólico,
profundamente emotivo, que exige la compresión de una metáfora que teje
relaciones aparentemente indirectas o carentes de un sentido y un orden
racional.
Esa
condensación simbólica que nombro y me nombra es la casa, la casa y su
metamorfosis parece narrar su propio proceso psíquico de cambios y
re-nacimiento a la vida adulta.
Lo que
Luz nos muestra es su experiencia vital con la casa. Experiencia que
construye con elementos anteriores a su nacimiento, hace una minuciosa
selección en la memoria y escoge, con los mecanismos del inconsciente
que sabe traducir la sensibilidad artística, qué recuerdos evocar para
convertir el objeto 'casa' en una casa específica, que merece ser
nombrada en su particularidad para ratificar su existencia.
La
memoria, según Gastón Bachelard en Poética de la Ensoñación, “es un
campo de ruinas psicológicas, un revoltijo de recuerdos. Toda nuestra
infancia debe ser imaginada de nuevo. Al reimaginarla tendremos la
suerte de volver a encontrarla en la propia vida de nuestras
ensoñaciones de niño solitario.”
Desde
ahí Luz describe y evoca su casa desde lo tangible y lo intangible. En
una mesa dispone objetos que dan cuenta de una época, el
casette ícono de la década de los 70, el reloj de pared...
La casa y sus transformaciones son la metáfora de la vida misma.
La
infancia es el refugio necesario que sostiene su universo simbólico. El
recuerdo ¿negado? desborda todo intento de racionalidad y se erige como
centro, conexión umbilical desde donde la artista se para a nombrar su
mundo cargado de objetos que contienen la casa de infancia, cintas
métricas que nos hacen suponer alguna cercanía con el oficio de la
costura, álbumes que fijan y reafirman su existencia y las relaciones
con su yo.
Palabra e
imagen cierran el ciclo.
Ahora la palabra le da cara a la casa que
aparece de manera frontal inmortalizada en la fotografía y un largo
texto sintetiza el recorrido visual por el mundo de Luz.
Su
propuesta nos acerca de nuevo a las tesis de Bachelard que nos sirven de
cierre: “la permanencia en el alma humana de un núcleo de infancia, de
una infancia inmóvil pero siempre viva, fuera de la historia, escondida a
los demás, disfrazada de historia cuando la contamos, pero que sólo
podrá ser real en esos instantes de iluminación, es decir en los
instantes de su existencia poética.”
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