PRODUCIR TERRITORIALMENTE
EN UN MUNDO QUE HACE COMUNICACIÓN SIN
TERRITORIO
José
Javier León
Universidad
Bolivariana de Venezuela, República Bolivariana de Venezuela,
joseleon1971@gmail.com
RESUMEN:
Una tendencia se impone a la comunicación, la
pérdida del sentido de territorialidad. El auge de las TIC's se
sostiene sobre ideas preestablecidas y cristalizadas de que la
realidad es lo que ocurre en las pantallas. Un mundo lejano y ajeno,
ilusoriamente próximo, nos pide creer que con esa realidad basta. La
pandemia y la cuarentena refuerzan estas nociones e imponen que el
problema es tener o no conexión, y que teniendo esta, lo demás es
superable apenas con alfabetización tecnológica y una actitud de
aprendizaje y apertura. En pocas palabras, el mundo cabe en el
dispositivo que te conecta a la red y a las redes. Peligrosas
nociones que nos distraen del hecho real y concreto, de que la
materialidad de la vida (alimento, vestido, vivienda) debemos
producirla en los territorios, comunitaria y colectivamente porque el
capitalismo -está visto- no las produce para todos, ni existe para
ello ni está entre sus propósitos y objetivos. De hecho, la
producción que depende del trabajo que transforma y satisface
necesidades está hoy virtual y materialmente amenazada por el
teletrabajo y la tele-educación, actividades desubjetivadas, que
llevan al individuo al aislamiento y lo obligan a vivir en una
sociedad distópica en la que ya -como proclaman sus profetas,
sociólogos del nuevo mundo postpandemia- vivirán sólo los
sobrevivientes, los seres -unicelulares- interconectados. A la UBV le
toca reflexionar sobre ello y generar condiciones para producir y
reproducir la vida comunitaria y comunal, sobre los territorios.
Palabras
clave: postpandemia, economía
productiva, territorialidad
INTRODUCCIÓN
Las
universidades forman parte -para decirlo en términos informáticos-
del know
how
de la sociedad moderna. Siempre han estado del lado del poder y del
status
quo.
Sólo accidentalmente han creado espacios para el pensamiento crítico
y, cuando más "peligrosas" se tornan, han sido
violentamente intervenidas y encauzadas.
La
UBV es la primera universidad creada en revolución por el Comandante
Chávez y nació con una idea que en el ámbito universitario clásico
y dominante es contracorriente: construir conocimiento, ciencia y
tecnología con y desde
-y no sólo para-
las
comunidades. Como dice Alves (2017):
"...consideramos
que la clave de la emancipación está en romper la lógica de las
relaciones sociales jerárquicas de producción, de la división
internacional del trabajo y de la división entre trabajo manual e
intelectual que impone el capitalismo. En otras palabras, identificar
cómo el capitalismo expropia el conocimiento de la clase trabajadora
para impedir su proceso natural de crear, planificar y organizar.
Empoderarse del conocimiento emancipador permitirá liberarse de las
cadenas de la opresión capitalista."
La
noción que teníamos de conocimiento las y los que iniciamos en los
años 2003-2004 distaba con seguridad de los saberes del pueblo.
Había una praxis, que venía en muchos y muchas, de la militancia
política. Pero de ahí a enseñar para transformar, hay una
distancia que hoy podemos decir está acortada, bien por los años de
docencia y formación pedagógica, bien porque las contradicciones se
han agudizado con el derrumbe del modelo rentista y la crisis
inducida, el bloqueo y la asfixia económica.
Las
circunstancias nos ha hecho volver sobre nuestras raíces y ver y
entender que es en la tierra y con los hombres y las mujeres del
campo, donde podemos fundar la patria soberana e independiente.
La
UBV como universidad del pueblo y para el pueblo ha de ser comunera y
aprender a producir en la tierra, de la mano de los saberes del
pueblo con la ciencia y tecnología puesta al servicio de la
reproducción de la vida.
La
Comunidad Agroecológica UBV Cacique Mara es una síntesis histórica
y una apuesta teórico-práctica en esta dirección.
"La
visión de poder supone el dominio de la clase trabajadora sobre la
propiedad de los medios de producción, el control del proceso de
producción, distribución e intercambio, además del empoderamiento
del saber y la comunicación que permitan la independencia y
soberanía productiva."
Elizabeth
Alvez,
2012
El
virus muta y el capitalismo mata
Todas
las teorías conspirativas encuentran donde beber de la fuente de
esta pandemia provocada por el COVID-19.
No
es insólito pensar que detrás hay un aparato de guerra en el que
los laboratorios y las farmacéuticas, que desde hace rato gobiernan
el mundo, prepararon y diseñaron un escenario pandémico que les
hiciera el trabajo sucio que necesitan si es cierta la preocupación
del informe del FMI de 2012:
"El
envejecimiento de la población es un reto conocido. Y a eso dedica
un extenso análisis el Fondo Monetario Internacional, en un adelanto
de los documentos de su cumbre semestral. Lo que llama la atención
es la agresividad y crudeza con la que pone de relieve el problema.
El Fondo reclama, entre otras medidas, que se recorten las
prestaciones y se retrase la edad de jubilación ante "el
riesgo de que la gente viva más de lo esperado".
Y también propone soluciones de mercado para mitigar ese "riesgo".
Los
terribles pronósticos se han cumplido y en los momentos en que
realizamos esta Convención COMSOTIL
2020,
las víctimas en EEUU superan los 100 mil y los infectados el millón
de personas. Hemos visto con estupefacción el colapso de los
sistemas de salud de los países "desarrollados" o del
llamado "primer mundo". Se ha atribuido el desastre al
sistema capitalista y los esperanzados e ilusos, suponen una caída
del sistema. No ocurrirá, o no al menos por este calculado desastre.
El
capitalismo necesita mutar y para ello debe reorganizar las formas de
producción y reproducción de la sociedad, de cara a las nuevas
tecnologías. Hay una recomposición del capital y de las siempre
astronómicas ganancias del mundo financiero conectado a las
tecnologías.
Las muertes, sobre todo de los ancianos y más pobres, de los más
vulnerables, son los daños colaterales que supone una conflagración.
Porque de una guerra se trata y mundial.
Así
las cosas, con el manto de las tecnologías y el mundo
interconectado, se intenta cubrir algunos hechos puntuales: el golpe
de estado a Bolivia, potencia en litio elemento esencial en la
carrera de las telecomunicaciones,
o el control sobre las riquezas minerales de África.
Las fuerzas militares del capital han buscado ejercer dominio sobre
las fuentes materiales del mundo de la comunicación, las cuales
generan terribles condiciones de vida en las regiones donde se
explotan.
Pero
eso no se ve, a pesar de que a través de las pantallas, creemos
verlo todo. Lo esencial es invisible a los ojos, nos dice la conocida
frase de Saint-Exupéry.
Y
lo esencial hoy es que la base material del mundo postpandemia se
encuentra en disputa por fuerzas imperiales, militares y terroristas
enfrentadas a estados emergentes que se plantan soberanos e
interdependientes, bajo otras lógicas de relacionamiento y
solidaridad.
Una
nueva gobernanza
Asombra
la unanimidad asumida por el planeta ante los dictados de la OMS, una
organización al servicio de los laboratorios y las farmacéuticas.
Su poder global quedó de manifiesto más allá de las reacciones
particulares de algunos gobiernos que "desafiaron" o
criticaron los protocolos. Parte de la comparsa supone rayar en la
hipocresía y la bravuconada.
¿Qué
hicieron Cuba, China, Rusia, Irán, Venezuela? Alinearse a los
protocolos, a pies juntillas, y aprovechar las ventajas del "diálogo"
por la salud con el organismo supraestatal para "enfrentar"
los estragos de la pandemia.
En
este caso, asumir los dictados de la OMS era aceptar su gobernanza
global, pero también -en nuestro caso muy particular- crear un
espacio de acción soberano contra el bloqueo y la asfixia impuesta
por el imperio norteamericano, porque en sus cálculos estimaron que
los casos y las víctimas -como las de Guayaquil, Ecuador- nos
llevarían a la ansiada conmoción social adobada con la escasez de
gasolina, la sequía, la crisis eléctrica aún no superada y la
invasión paramilitar y mercenaria. Un coctel explosivo que... no
explotó.
El
presidente Nicolás Maduro asumió ipso
facto
-con una rapidez sorpresiva y desconcertante- las normas de la OMS y
fue más allá, evitando por más de dos meses, cifras récord de
baja incidencia de infectados y de muertes. La rápida reacción
comenzó a disolver la posibilidad de la conmoción, pero los
aparatos de inteligencia ya habían echado los dados y no se
detuvieron ante la evidencia del fracaso, el cual alcanzó el límite
del absurdo en la invasión por las playas de Chuao. Seguidamente,
rompen el bloqueo cinco intocables buques iraníes con gasolina, y
EEUU por un extraño efecto mariposa, se incendia por los cuatro
costados tras el asesinato -como tantos- de un afroamericano a manos
de un policía blanco.
A
más tecnología, menos comunicación
La paradoja ha
quedado a la vista. Abundan los medios, pero la versión de la
realidad es la que imponen las corporaciones. La nueva gobernanza ha
sido impuesta por la vía foucaultiana
de la biopolítica. Es el cuerpo el alfa y el omega. Todo se enfoca y
dirige a él, hasta hacerlo desaparecer. Sólo quedan las pantallas.
La OMS ha diseñado de la mano del miedo un cuerpo que no se puede
tocar y que muere a solas.
En
un mundo donde reinan las telecomunicaciones, la comunicación ha
quedado reducida a im-pulsos. Porque, comunicación sin cuerpo, no es
comunicación. Sin calle, sin roce social, sin contactos, no hay
comunicación. De un lado las pantallas, del otro sólo el silencio.
La comunicación sin cuerpo hace parte de los discursos posmodernos
que suponen superada la "nostalgia de la comunidad" y
asumen gozosos la espectralidad como el signo y el destino de una
época:
"...la
comunicación espectral está dedicada a desvincular.
Dicha desvinculación sucede en gran medida por el anonimato que
habita las nuevas formas de comunicación"... (Sánchez, 2010)
Hoy
abundan los mensajes colectivos, conciertos, acuerdos sonoros y
visuales que traspasan las fronteras, pero que no traspasan las
pantallas, y allí mueren, con la llegada de la discontinuidad
temporal o eléctrica. Existen pues, mientras dure la conexión ¿en
vivo?, grabada, efímera, como las "historias" fantasmas de
instagram.
Todo
se borra, todo desaparece. ¿Qué queda? Una economía reconducida
hacia escenarios controlados, de materialidad reducida y básicamente,
sin los engorrosos cuerpos que se enferman, que caducan. La industria
se traslada a la casa, a las cuatro paredes. La postpandemia es en
verdad la llegada definitiva del postfordismo.
Y
a todas estas, la educación...
Una
educación sin contacto social, sin calle, sin cuerpos, no es
educación. Lo esencial es lo material. Una educación flotante,
aérea, posada en las pantallas, que maneja datos e información y
los recicla, no es educación. Sin sentido de la territorialidad la
educación se queda en el aire y no puede transformar la realidad,
esto es, no logra transformar las relaciones de producción que
reproducen el sistema capitalista. Sólo si la educación se
territorializa y produce, esto es, si transforma la realidad,
reproduce una nueva subjetividad y una nueva materialidad, un nuevo
orden de cosas.
Esto
que acá decimos lo sabe perfectamente el capitalismo, por eso
desterritorializó a los indígenas y campesinos (arrancándolo no
sólo de sus tierras sino de los saberes y conocimiento articulados y
dependientes de sus territorios). Porque lo sabe, se esmera en el
crimen para que no prosperen -como sucede en Colombia- organizaciones
indígenas ni campesinas, que hagan peligrar su forma de producir y
reproducir el capital, consistente en separar a los sujetos de la
tierra y por ende de la capacidad de reproducir autónomamente sus
vidas.
El
capitalismo necesita generar mecanismos de esclavitud, y eso es
posible si los sujetos pierden la relación con la tierra, con sus
tierras.
De
ahí que, la educación afín con el capitalismo no está asentada,
ni articulada, ni vinculada a territorio alguno, sino atada a
nociones pretendidamente universales que, en verdad, son entelequias
vacías de contenido, pero no de "datos".
Simón
Rodríguez ya había diagnosticado que existía una educación sin
sentido de lo terrestre, donde predominaba lo memorístico y la
repetición insensata, por ende, interpretamos nosotros incapaz de
generar trabajo y transformación de la realidad. Quería el maestro
"...
una escuela en que se enseñe la lógica, el idioma y el cálculo,
por principios; y
como los principios están en las cosas, con cosas se enseñará a
pensar.
Se
nombrarán cosas y movimientos que se vean, oigan, huelan, gusten y
toquen, haciéndolos mirar, escuchar, olfatear, saborear y palpar."
Una
educación para la colonia y para la colonialidad, nos llega hasta
hoy, en escuelas, liceos y universidades, desvinculados de las cosas,
y por ende, de su interacción y conjugación en procesos
productivos.
Esa
educación aérea -inmaterial- adquiere contexto en esta educación
"a distancia", verdaderamente distanciada de la sociedad,
de los territorios, y por ende, de la realidad.
Insisto
que esto lo sabe perfectamente el capitalismo, que por un lado
desarrolla herramientas de tele-educación y teletrabajo, y por el
otro, explota a los campesinos, roba sus tierras como se la roba a
los indígenas para proyectos de megaminería o producción intensiva
transgénica, y condena a millones a trabajos forzados en minas y
sembradíos que sostienen la virtualidad de los delivery
y las pantallas.
De
la virtualidad, a la tierra
La
tele-educación y el tele-trabajo se sostienen sobre explotación de
la tierra y de los trabajadores y trabajadoras. Es decir, hay un
velamiento ideológico de lo que verdaderamente sostiene el
capitalismo. Hay meganegocios que le aportan al capital su verdadera
base material: entre ellos las armas y el narcotráfico. La cara
sucia del capital es cubierta con ideología tecnológica; la
explotación de los recursos y de los trabajadores, con
flexibilización y trabajo desde la casa, para minorías
interconectadas. Un poco menos de la mitad de la población del
planeta no tiene conexión a internet.
Una
universidad a contracorriente, entiende y evalúa el discurso de la
gobernanza global, pero se esfuerza por construir las bases
materiales para la reproducción de la vida. Y las bases no son otras
que la tierra y el trabajo. Precisamente, dos elementos que el
capitalismo cuando nació y para nacer, disolvió.
En
efecto, el capitalismo separó a los campesinos de la tierra y
extrañó el trabajo -y lo que este producía- de las necesidades de
los trabajadores y trabajadoras, creando un mecanismo abstracto que
nunca ha reflejado y jamás lo hará, el valor del trabajo: el
salario.
El
trabajo liberador no guarda relación con el salario, porque este
existe para cubrir ideológicamente la plusvalía. Es decir, el
capitalista al pagar los salarios afirma estar pagando el trabajo,
pero no es así. Lo que está haciendo con ese gesto, es ocultar la
plusvalía, la ganancia real y obscena, que obtiene de la explotación
de los trabajadores, al usufructuar su tiempo y su tiempo de vida.
Los trabajadores y trabajadoras creen falazmente que reciben un
salario por su trabajo, cuando lo que están recibiendo es lo que
paga el capitalista por su fuerza de trabajo, independientemente de
lo que produzcan (y de las riquezas que produzcan):
"...el
salario no es la parte del obrero en la mercancía por él producida.
El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el
capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo
productiva.La
fuerza de trabajo es, pues, una mercancía que su propietario, el
obrero asalariado, vende al capital. ¿Para qué la vende? Para
vivir.Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo,
es la propia actividad vital del obrero, la manifestación misma de
su vida. Y esta actividad
vital
la vende a otro para asegurarse los medios
de vida
necesarios" (Marx, 1489)
Esto
debemos tenerlo claro, porque el capitalismo invierte
la realidad
para ocultar la opresión. Por eso hoy habla de teletrabajo y
teleeducación, para ocultar que el trabajo real es invisible e
inhumano, y ocurre en terribles condiciones de opresión, y que la
educación teledirigida, será definitivamente una educación
desterritorializada, sin sujetos, ni transformación de la realidad.
Ambos
procesos, trabajo y educación a distancia, significan la expresión
más actual del proceso de desterritorialización iniciada por el
capital desde que le arrebató las tierras y por ende los saberes, la
ciencia y la posibilidad de la tecnología, a los indígenas y
campesinos.
"El
capitalismo intenta bloquear la comunicación efectiva entre los
pueblos al ocultar la verdad, tergiversar la situación y disfrazarla
para mantener la dominación o separarlos del mundo que evita todo
tipo de solidaridad. Esta es otra forma de imponer el poder para
someter a la fuerza. Como dijimos con anterioridad, los sectores
dominantes convierten las mentiras en verdad y falsean la verdad para
mantener la hegemonía de algunos sectores minoritarios sobre el
sector mayoritario de la población." (Alves. 2012: 215)
La Universidad
que necesitamos construir, repito, debe estar consciente de esta
inversión ideológica del discurso capitalista, y responder
robinsonianamente, con un volcamiento decidido a la recuperación de
la tierra, los saberes y la ciencia y tecnología que nos permita
producir y reproducir la vida con autonomía y dignidad.
Antecedentes
Recuperar la
tierra ha de ser el objetivo central de la educación bolivariana.
Fue la tierra -no exactamente la propiedad sino la relación con
ella- lo que le expropió el capitalismo a los seres humanos,
indígenas y campesinos. Este despojo ha sido velado ideológicamente
y mientras más esfuerzos hagamos por ver su importancia central y
por trabajar en función de restablecer nuestra relación con la
tierra -en trabajo, ciencia y tecnología-, más cerca estaremos de
una educación transformadora.
Cuando la UBV
nació en el Eje Cacique Mara, su sede principal se localizó en las
instalaciones de la que fuera una universidad privada, en el oeste de
la ciudad, en una zona rural rodeada de extensas plantaciones de
yuca, entre otros rubros. Cuando llegamos en septiembre de 2003 las
instalaciones estaban abandonadas y la tenacidad de los trabajadores
y trabajadoras fundadoras, las rescataron y las pusieron a funcionar
para recibir enormes contingentes de estudiantes que encontraron en
la UBV una vía expedita para lograr un sueño que había sido
cercenado por las políticas neoliberales de los 80 y 90: ser
profesionales.
Desde su
nacimiento, la Universidad se debatió entre la vida académica
tradicional, de libros, artículos y clases, con la construcción de
una universidad con el objetivo puesto en el desarrollo comunitario.
Pocos, salvo por la militancia política, tenían más o menos claro
qué hacer o cómo abordar la educación en y con las comunidades.
Las contradicciones y conflictos afloraron. En el PFG Comunicación
Social el debate fue particularmente intenso. Se planteó una
discusión sobre el tratamiento del tiempo y el espacio, contra los
llamados "horarios mosaico", que presuponen una idea del
conocimiento pre-determinado, inútil para la necesaria
transformación de la realidad en camino al socialismo que exige un
dinamismo y una flexibilidad por cierto, asumida en muchos aspectos
desde el Documento Rector y que no fue, desde mi perspectiva,
suficientemente comprendida.
Recuperar el
control del tiempo por los sujetos, es la empresa política más
importante que puede existir, allí reside el punto neurálgico de la
explotación capitalista que no es sino la explotación del tiempo o
mejor de la vida, de los trabajadores y trabajadoras. El capitalismo
usurpa y controla el tiempo de los sujetos convertidos en objetos de
explotación, y al controlar sus tiempos, controla sus cuerpo y sus
mentes.
La comunicación
capitalista -que va más allá de los medios y copa las formas de
construcción de las imágenes de la "realidad"- es la
encargada de invertir la realidad. Nos hace creer que lo que
producimos trabajando se paga con un salario (que nunca alcanza es lo
de menos) y que el conocimiento pre-existe y debe y puede ser
conocido por los sujetos de forma adecuada y adiestrada. Con lo
primero nos convence de que la alienación es un estado natural del
ser social y con lo segundo, que no tenemos poder sobre las cosas,
sino que hay un conocimiento superior que lo manejan seres o entes
superiores. La condición óptima del sujeto devenido objeto del
capitalismo, es la alienación y la sumisión. Este "ser"
producido por las relaciones capitalistas se encuentra
desterritorializado y sin conocimientos para asumir la transformación
de la realidad en función de sus necesidades. El sujeto que lucha
por su liberación, ejerce control sobre la tierra y el uso del
tiempo.
"Las
formas concretas de deliberación democrática, que se deben ir
conquistando, están asociadas a las formas, también concretas, de
cómo ir adquiriendo poder real para gestionar la producción y la
sociedad toda. Están asociadas al incremento del poder de la clase
trabajadora, sobre el conocimiento y el saber hacer, sobre el dominio
tecnológico, la organización del trabajo y la comunicación. En
definitiva, sobre todas las formas de poder que tiene la burguesía y
que
le permite mantener la hegemonía política y económica en la
producción y en la sociedad." (Alves. 2012: 86)
La Universidad
Bolivariana de Venezuela, tiene entonces, la oportunidad histórica
de ofrecer a sus estudiantes y trabajadoras y trabajadores, tierra y
tiempo autónomo. Las dos bases de la libertad crítica y
transformadora, y que los medios de la comunicación capitalista y
todo el conjunto de sus "aparatos ideológicos" velan, y
que los aparatos de represión, niegan.
Esa oportunidad es la que el proyecto Comunidad
Agroecológica UBV Cacique Mara intenta materializar.
El
proyecto busca la utilización de las tierras para la producción con
miras a la satisfacción de la demanda interna, del punto y círculo
y la comercialización a través de la Corporación de Alimentos del
gobierno municipal.
La
actividad productiva tiene un ingrediente fundamental y estratégico,
el asentamiento campesino aledaño a las instalaciones de la sede
histórica de la UBV Eje Cacique Mara. Una universidad sin muros,
relacionada con los productores y productoras de las comunidades, con
sus saberes, ciencia y tecnología de la producción, y conocimiento
del territorio y sus bondades, amén de la organización y capacidad
de resistir a los embates de una economía que los niega y excluye,
cuando paradójicamente o por eso mismo, son fundamentales para la
vida.
A
esa memoria recurrimos, activando el poder implícito en la
organización académica y la sistematización, aplicada al objetivo
histórico de la producción.
Intentamos
cumplir los líneamientos explícitos de la Resolución 1282,
publicada en Caracas el 27 de julio de 2011. Que planteaba que:
La
educación y el trabajo son procesos fundamentales para alcanzar los
fines esenciales del Estado.
-
Fortaleciendo el Poder Popular con el desarrollo y consolidación del
Sistema Económico Comunal, mediante la constitución de
organizaciones socioproductivas, para la producción de bienes y
servicios destinados a la satisfacción de necesidades sociales y el
intercambio de saberes y conocimientos.
-
Porque las instituciones de educación universitaria deben
desarrollar componentes socioproductivos apoyados en las capacidades
científico-técnicas e innovadoras para impulsar la transformación
del capitalismo rentístico en un nuevo modelo productivo socialista,
que permita el desarrollo del protagonismo socioproductivo del
estudiantado y del Poder Popular, aunado al potencial productivo y
científico- tecnológico local, regional y nacional.
-
Las instituciones de educación universitaria deben priorizar el
interés del trabajo liberador por encima del interés por el
capital, favoreciendo la elaboración de estrategias que apoyen la
vinculación universidad-producción-innovación, a través de la
organización, creación y generación de conocimientos y la
formación y educación del pueblo, para que asuman el control
directo de los procesos de producción, distribución y
comercialización de bienes y servicios imprescindibles para
satisfacer sus necesidades y contribuyan a la construcción del
modelo productivo socialista, a través del vínculo
conocimiento-producción.
Y
aquí, lo esencial:
La
transformación universitaria pasa por el estímulo y apoyo al
desarrollo del protagonismo
socioproductivo
de las y los estudiantes, de modo progresivo y diferencial, así como
de la multiplicación del número de proyectos productivos
universitarios,
que contribuyan a innovar con fuentes de trabajo y a generar nuevas
oportunidades de inserción socio-productiva, con el fin de promover
condiciones para la producción autónoma de base científico-técnica
independiente, como vía de fortalecimiento de la soberanía
nacional. Las instituciones de educación universitaria y sus
actores, haciendo uso de sus capacidades científico-técnicas y de
innovación, pueden desarrollar productos y servicios incorporando
crecientemente los conocimientos y prácticas que permitan dinamizar
el desarrollo productivo del país, con base a la vocación
productiva y tradiciones culturales en los territorios de influencia.
Esas
disposiciones son sólo posibles en la territorialidad concreta de
las comunidades, porque sólo es posible producir, comunitaria y
colectivamente. Ni teletrabajo ni educación a distancia puede
hacerlo, como intenta imponer la gobernanza global en la reingeniería
social de la postpandemia.
CONCLUSIONES
Las
universidades tradicionales no están diseñadas para participar en
la construcción de una economía soberana y autónoma alternativa al
capitalismo. La UBV, aunque nació con ese propósito, debe buscar
estrategias enmarcadas en una economía en transición al socialismo
que trascienda definitivamente el rentismo petrolero. ¿Cómo ha de
participar la UBV en este desarrollo? Decimos, creando formas de
organización socio-productiva alternativas al paradigma económico
dominante. La formación debe contemplar de manera transversal y
orgánica los componentes de la economía comunal y la institución
incorporar en los pensum las herramientas epistémicas y
metodológicas para generar proyectos socioproductivos que abarquen
de manera transdisciplinaria la formación profesional.
En
este sentido, los docentes y la institución en la que trabajamos
debemos dar un viraje. El trabajo debe ser construido desde las
bases, en y con las comunidades, para satisfacer problemas en
articulación estratégica de saberes, ciencia y tecnología. Debemos
aprovechar la experiencia, el acumulado histórico social, cultural,
político y económico que los estudiantes y las comunidades
despliegan durante su formación para fortalecer la territorialidad
de los proyectos.
Recordemos
que en la resolución 1282 publicada en Gaceta el 27 de julio de 2011
se lee: “Las instituciones de educación universitaria deben
contribuir al desarrollo del protagonismo socioproductivo”, porque
“La transformación universitaria pasa por el estímulo y apoyo al
desarrollo del sistema socioproductivo de las y los estudiantes, de
modo progresivo y diferencial, así como de la multiplicación del
número de proyectos productivos universitarios”. Sin duda, ese es
el camino.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
-
Alves, Elizabeth (2017)
"Dialéctica del saber emancipador". Consultado en
Pensamiento
crítico XXI,
https://pensamientocriticoxxi.wordpress.com/2017/11/28/dialectica-del-saber-emancipador/
-
Alves, Elizabeth (2012)
Planificación emancipadora. Subversión contra el capital.
Ciudad Guayana
-
Sánchez
Martínez, José Alberto. (2010). La comunicación sin cuerpo:
Identidad y virtualidad. Revista
mexicana de ciencias políticas y sociales,
52(209),
37-52. Recuperado en 13 de junio de 2020, de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182010000200003&lng=es&tlng=es.
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