En este libro se conjugan dos movimientos de muy distinto aliento, el primero en el que la memoria y los sueños se entrecruzan en sus galerías, y el segundo, en el que la visión y la reflexión se detienen frente al instante, en una imagen que parece estática y es en sí, nocturna.
© Anthony Alvarado
© Herido de sombra
Fotografía y diseño de cubierta: Rómulo Peña
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Diseño y montaje electrónico
José Javier León
Depósito Legal: ZU2024000315
ISBN: 978-980-18-5098-4
Editorial Urgente
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Cincelar la luz
Por
José Javier León
En este libro de Anthony Alvarado, escritor y docente nacido en Coro en 1982, se conjugan dos movimientos de muy distinto aliento, el primero en el que la memoria y los sueños se entrecruzan en sus galerías, y el segundo, en el que la visión y la reflexión se detienen frente al instante, en una imagen que parece estática y es en sí, nocturna.
En la primera parte, mucho le debemos a los ecos del simbolismo y en particular a Ramos Sucre, lectura sensual y afectiva de un poeta que nos enseñó a burilar las palabras, a tallar con emoción contenida el adjetivo vivificante, luminoso, extraño, que nos devuelve a las sombras de la melancolía.
Dice en tono de obertura Anthony:
Descuelga su cuello del farol que se estira
hacia el cénit del manto oracular.
Podemos leer esa primera parte de Herido de sombra, como esos ejercicios de los pintores que se encuentran en la mancha y la expresión después de un largo trabajo figurativo. Como cuando se llega al gesto que revela estallando; después de atravesar la densidad de las palabras que dicen o significan aun en clave de armonía y sueño.
En efecto, nos encontramos de entrada con la oscuridad sentenciosa y el rasgo que ilumina un recodo.
No obstante, hay un elemento gozne, una palabra que cifra, en la que pivota buena parte del complejo imaginario de los poemas que nos entrega Anthony, una palabra signo, metáfora, huella y fugacidad. Del «polvo» hablamos, que en una suerte de libro antiguo deviene –porque el polvo es sustancia originaria del universo y, por tanto, libro de los libros por antonomasia-.
Dice Anthony
…sostengo en mis manos un rollo de piel/ escrito en lengua de polvo.
Pablo Neruda, siempre alegórico, lo cifraba de esta manera: «… confuso, pesado, haciéndose polvo/ en el mismo molino de las formas demasiado lejos,/ o recordadas o no vistas». En este polvo inmemorial, polvo ajeno que, tanto porta siglos como sonoridades, «las casas esconden tu nombre».
Es una forma de la memoria y, concretamente, de los recuerdos pero física, de alguna manera palpable y casi visible:
Ciernes el polvo
de los huesos ajenos
en tu alcoba.
Como decíamos, esta materialidad volátil, sutil, que flota, hecha de «volutas precisas», nos permite acceder a ese otro registro que con no poca sabiduría despliega Anthony en esta digamos nuestra/su caribe forma de acceder al riguroso y antípoda haikú.
Registro la luz,
en la sala el polvo
te insinúa.
El gozne (y sus «ordalías de ambos mundos»), lo tenemos, entonces, en el polvo que es tiempo concentrado y presencia de lo ido. Sin embargo, la observación nos descubre que en el hilo de luz las partículas gravitan, de modo que en todo cuanto hay de rayo o hebra la luz se hace visible por las partículas que en la magia del poema son imágenes del pasado que gravita.
Vigilas el haz:
tocas el débil hilo
de lo sonoro.
Es la luz como superficie, «Andamio solar», «manto insólito», «fulgente membrana», pátina infinitesimal sobre la cual danzan elementos incorpóreos.
Leamos estos «murmullos desordenados», «huesos de puzzles», «fogonazos», «virutas», «entorprecidas voces», que fluyen entre los pasillos de Herido de sombra, con sus «trucos y ademanes», para restituir por acción y efecto de la poesía, las cosas como tal.
ANTHONY ALVARADO RODRÍGUEZ. Paraguaná, Venezuela, 1982.
Ejerce la docencia en la Unermb sede Coro. Es licenciado en Educación Lengua y Literatura por la Unefm. Se ha desempeñado en el teatro con el grupo Tiquiba de Pueblo Nuevo, donde además comenzó su tarea de promoción cultural. Esta experiencia le dejó marcada huella y el gusto por la cultura y sus procesos, además de realizar diferentes talleres y cursos sobre literatura e historia.
A la par de esta labor se une a la Fundación Literaria León Bienvenido Weffer, donde efectúa talleres de promoción de la lectura, encuentros regionales de liceístas, foros, charlas, etc. con intelectuales nacionales y de la región falconiana. Ha participado en varias ediciones del Festival Mundial de Poesía, la Bienal Ramón Palomares y la Elías David Curiel.
Ha sido corrector y editor de diversas publicaciones de Falcón, como Nuevo Día (además coordina el suplemento Letra Viva), Status Magazine, Falcón Total (encarte y después revista), entre otras. Ha escrito ensayos y artículos en diferentes revistas de Venezuela, como Poesía, Mentekupa, Perspectivas y otras. Ha publicado Piedras sobre la cruz, Antología de la cueva, Consejos para sumergirse en el agua, Harakiri a traición.
Entre las opiniones sobre la obra de Alvarado se encuentran por ejemplo la del poeta Ramón Ordaz, quien sostiene que sus textos: "son más depurados, cincelados aforísticamente, en los que pone en claro el propósito de su escritura. (...) Sin ambages, la escritura poética es secuela azarienta, su devenir como poema no es tan siquiera producto de quien se precia de ser el autor, sino que más allá del ensayo del poeta cuando "implosiona" el sistema de la lengua, la concreción de este es el resultado del que solo nos dará cuenta el avisado lector, cuando nos advierte de su experiencia con la sonoridad, los ritmos, las significaciones, fragmentos y efectos en su alma receptora, y a quien tocará el verdadero derecho de validar y conjurar el texto que tiene entre mano. Alvarado se anota en una hoja de ruta propia, si bien de larga tradición, de la que podemos decir sale airoso y robustecido para enfrentar nuevas experiencias".
El poeta César Seco además señala: "Es de nuevo la sed de antes y de siempre: la sed misma y la sed aquella que todo desbarata. De nuevo sed aguarda virar al escorpión que viene caminando con todos los peregrinos, los traslaticios residentes del éxodo eterno. Planeta vertido en óxido. La palabra del Libro Mayor nos lo había advertido: “el hombre acaece su propio mal”, y tras esto su orfandad: el afán, el miedo inoculado hasta las vísceras: la ebriedad de Poder. Sea revolcar de voluntades varias o de la poca porción humana que se favorece, desintegración-pus en favor de la máquina. El lecho en el cual la carne maldita aún se permite mandar y nadar. Se desprende de lo lírico, pero sólo aparencialmente, frisa más bien el aforismo latino, pero no es éste y si lo otro, desprejuiciadamente, sin romper la estructura y la presentación.
Su autor no teme dotarlo de aspereza, contorsión, descoloración, sequedad, como es el ‘desierto’ mismo que atraviesan autor y personaje. Cuerpo-página-aridez engañoso oasis se pronuncian a lo largo del beduino recorrido medanal. Hiende el vacío, el deseo transmutado en horror vacui: Servicio sexual/ luces rojas te corroen/ cuerpo deshecho. Y de aquí, de la hoja de arena extendida por todo el camino que le trae de la península a la ciudad, el salto en la edad del sujeto y en la proyección del tiempo que puede percibir, sentir frente a la pantalla y delante, apoyando sus dedos en el monitor".
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