Texto publicado hace 2 años, pero sin duda vigente... en el cual se explica por qué a la oposición le encantan los Tiranos, por qué odia la democracia, el diálogo, el consenso, por qué ama el poder despótico... Está enferma, se entiende, pero siempre es bueno saber lo que padece... Aunque explicar no cura algo alivia...
por joseleon71 @ sábado, 05. may, 2012 – 12:46:02 pm
Si a un sector de este país le hace falta Chávez no me queda dudas de que es a la oposición. Y no me refiero a su salud o enfermedad, la del Comandante, digo; sino a la necesidad, para que sobreviva su discurso, de que la figura, la idea, la presencia de Chávez esté ahí, cazurreándole los sesos, las entendederas. Y lo necesitan, para hablar un poco más en serio, estructuralmente: necesitan un papá, una figura protectora que los guíe, que los aleccione, que los regañe, que los pele de vez en cuando. Así lloran y aprenden. La letra con sangre entra, les gusta pensar y practicar. Son las derechas históricas las que han creado los gendarmes necesarios, los padrotes, los jefes, los capos. Los han hecho a su imagen y semejanza para controlar la chusma. Las elites que rodean al Chivo-que-más-mea se pelean mostrándose los dientes por recibir los favores, los contratos, las prebendas, las canonjías. Aman la sinecura como su más viciada y viciosa forma de vida. El problema, como ya lo habrán advertido los menos distraídos, es que Chávez no es su padrote, no lo hicieron ellos, no está hecho a la medida de su arrastramiento. Por eso lo aman odiándolo. Pero evidentemente, no pueden vivir sin él. Nosotros en cambio no nos hemos arrastrado a los pies de los tiranos por la sencilla razón de que hemos estado siempre lejos de sus favores. No hemos formado nunca parte de su séquito, de su círculo íntimo o cerrado, de sus protegidos. Siempre hemos estado bien lejos de palacio. Ahora, con Chávez, uno de los nuestros, estamos en Palacio como en nuestra casa (por eso fue natural que los damnificados pasaran aquellas sabrosas navidades...; por sólo citar un ejemplo de tantos.) La oligarquía no comprende esta relación porque para ellos Poder es sinónimo de Padre. En las familias de nuestro pueblo, en cambio, todos nos necesitamos, de modo que la figura del Padre no sólo está desdibujada simbólica sino, lamentablemente, en muchos casos físicamente. El Padre (escrito así con mayúscula) supone una estructura vertical, de órdenes que emanan silenciosamente y sin réplicas. Sin objeciones. Cúmplanses que no admiten contraórdenes. Obediencia ciega. Disparen a matar!!! Y los esbirros salen y matan, sin compasión, sin mirar pa'tras, sin que les tiemble el pulso. Impunemente. Ese Poder, que los arrastra y envilece, lo añoran. Es el aire que respiran. Los realiza. Pero pasa con Chávez que la tal figura de padre no les encaja, no les cuadra, y se desesperan. Gritan desesperados, buscando al tirano que los ordene, que los ponga en su sitio, que les diga lo que está bien y lo que está mal. Pero sobre todo, que los proteja de la pobrecía, que los distinga, que los eleve, que los ponga en un sitio al descampado, visible pero intocado por los que tienen, así dicen, las manos llenas de tierra. Hozan a los pies del tirano y comen sus migajas con regusto. Se las disputan. Las celan. Nosotros los hemos mirado hacer eso por décadas, por siglos, a lo largo de la historia, e indefectiblemente nos han dado asco. Hoy, que por un azar que la Historia no perdona, no hay un Tirano en nuestro país (y por eso es un país alegre, no dicho por nosotros, por cierto) no hallan que hacer con sus ganas de arrastrarse, y buscan desesperados Tiranos extranjeros (o en su defecto tiranuelos, pichones de tirano) y pujan por mostrar quién se arrastra más y mejor. ¡Dios, de qué tamaño será la foto que tiene en su casa Salas Römer con Kissinger!) Hoy, que no hay Tirano en nuestro país, que la mayoría que siempre ha sido, la que no tiene con qué arrastrarse a los pies de ningún Tirano de turno, esta mayoría que somos, no necesita a Chávez como Padre; no es esa la relación que hemos establecido con él. Él es uno de los nuestros, de modo que no es Padre, sino uno más; y él, que esto lo sabe, ha hecho lo que ha podido para, a despecho de las formas y los formalismos del Poder, ser uno más entre nosotros, estar en nuestras casas y corazones, y, cuando nos habla, hablarnos a todos y todas, a cada uno y a cada una, en particular. Esta relación no la entienden los escuálidos, que copian la enfermiza relación, freudiana por cierto y por ende enferma, de las élites que gobernaron este país, a la sombra de los Tiranos de turno. Creen que la única manera de gobernar y de ser gobernados es la de reptar a sus pies. Nosotros hemos consentido otras formas de poder, nosotros necesitamos al padre y a la madre, a la abuela, al abuelo, a los tíos y tías, a los primos y primas, a los amigos, a los vecinos; nosotros nos necesitamos todos, y las contradicciones que vamos encontrando en el camino, tienen que ver sobre todo con la mierda que dejaron los serviles, los arrastrados, las élites, después de su borrachera y hartazgo. Ahí siguen, sin embargo, rogando que Chávez aparezca, que les hable, que los zarandee; lo piden a gritos; la verdad es que no pueden vivir sin un Tirano; y cuando el que debía (por todas la formas que lo ordenan) ser su Tirano, pero no cumple digamos y para resumir, esta función ritual, entonces, en medio de un despliegue de amor sacrificial sueñan (con) el Parricidio. El golpe mortal les devolvería al menos la posibilidad de tener uno, de ensalzar alguno, a ese pedestal, a esa torre, a ese trono, al más cruel mejor, al más desalmado, al más iracundo, al más violento. Que un fuego sagrado se expanda y los redima. Mientras tanto, desde aquí los vemos hacer, sosegados pero alertas, trabajando pero alertas; haciendo lo que nos toca. Ya ellos lo intentaron todo una vez; lo seguirán intentando.
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