Los golpes de hoy no son como los de ayer




José Javier León
06 de junio de 2014

Los tiempos cambian y no se precisan los 30 años que hasta hace nada se necesitaban para conocer (más bien, corroborar) los intríngulis de un golpe de Estado, hoy se conocen casi que al instante o, como diría Walter, aún con los acontecimientos en pleno desarrollo.

Cuando los gringos le dieron el golpe a Allende, el grueso de la porquería salió a los años, claro está, el pueblo sabía en carne propia lo sucedido, pero cables, documentos, cartas, sellos y firmas, fueron rastreados y sacados a la luz cuando ya se había instalado, prácticamente hasta hoy la cruenta dictadura neoliberal. 

Hoy, la velocidad de las comunicaciones ha acelerado el desmontaje de las conspiraciones. Las redes han creado comunidades virtuales que son el remedo instantáneo y a la velocidad de la luz, de los viejos contubernios en sótanos y casas abandonadas, en las afueras o lugares de difícil acceso, previos santo y seña y a veces hasta con los ojos vendados, en columnas conducidas por baquianos silenciosos. Ya ese tiempo pasó. ¡Hasta Chávez conspiró así!

Hoy la conjura es mediática y por Internet, la atomización y la anomia también inficiona a los terroristas; buena parte de los planes de calle se fraguan en las redes a través de aplicaciones informáticas. Es cierto, todo es virtual, aparente y frívolo. Menos los muertos.

Cierto también que, en estos tiempos digitales los acontecimientos se precipitan. En el golpe de abril de 2002, el pueblo con una sabiduría extraordinaria se adelantó al monstruo mediático que ocultó a Chávez, y la movilización hizo que la verdad callara la mentira mundial de los medios.

A los días y poco a poco, fueron saliendo documentos, videos, libros, testimonios que aclararon cuanto sucedió. No se necesitaron décadas ni la desclasificación de los documentos del Pentágono. Otro gallo cantara si el golpe hubiera triunfado: obviamente, la verdad hubiera quedado sepultada por la oligarquía mediática.

Fíjense lo que acaba de ocurrir en Ucrania: prácticamente lo esencial se sabe con respecto a ese golpe: la actuación directa de EEUU, la conjura, la conspiración. Una llamada[1] –por recordar apenas un dato escandaloso- descubrió la orquestación de un asalto al poder por intereses geopolíticos desesperados. Lamentablemente, el golpe se impuso (aunque el gobierno fascista títere de EEUU haya fallado en sus cálculos con respecto a la dependencia con Rusia…), y la verdad aunque ya sabida no trastorna ni evita lo esencial: el ejercicio indiscriminado de la violencia impuesta por la Otan a través de los nazi-fascistas y mercenarios instalados en Kiev.

Otras verdades se han sabido en pleno desarrollo como aquella que el equipo de Telesur desmontó en Libia con las cámaras en el sitio donde según las agencias había ocurrido un bombardeo. La verdad sin embargo, no detuvo la maquinaria de guerra y hoy el país con el más alto índice de desarrollo humano de África ha sido convertido en un desaguadero de operaciones terroristas.

Nuestro país, pese a que se aplicó el mismo guión de las primaveras y revoluciones de colores, con muy distinto resultado, fue llevado a un escenario de golpe de Estado continuado mas no consumado, gracias a la conciencia y paciencia que legó Chávez al Pueblo Maduro. Además, las pruebas, correos y llamadas de la conspiración han ido quedando al descubierto con la ventaja de que no sólo se revelan como parte de una investigación audaz que le explica al mundo –no intoxicado por la media mundial- cómo se consumaron los hechos sino como la acción política, previsora, responsable, criminalística, legal, científica, institucional, pero sobre todo Estatal, que con pruebas irrefutables en la mano señala, investiga, denuncia y acusa.

Ello en el marco de un poder legítimo, dado por el pueblo en elecciones libérrimas, fortalecido por la imposición de la justicia y la paz, y que habla desde esa institucionalidad, es decir, de frente al mundo y en especial a EEUU, hasta el punto de que, no bien hubo salido la denuncia sobre los planes de magnicidio, el paquete de sanciones enfilado contra Venezuela se sofrena, y altos voceros reculan[2]. No es para cantar victoria, pero los hechos son los hechos.

Los tiempos pues, han cambiado. No nos estamos enterando frustrados, de los pormenores de una conspiración en las páginas futuras de una historia dolorosa, sino que estamos escribiendo la historia: vale decir, escribiendo en tiempo presente cómo el imperio de las trasnacionales se estrella contra el pueblo bolivariano, cómo le hacemos frente y revelamos su rostro al mundo.

Como diría Cristina, no es poca cosa.

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