José
Javier león
Hace
días me preguntó un estudiante de dónde le venía aún a la iglesia católica su
relativa vigencia, y comenzamos a desarrollar una serie de argumentos que nos permitieron
afirmar que el enfrentamiento Reforma – Contrarreforma no ha concluido desde
que Martín Lutero en las primeras décadas del siglo XVI promovió un movimiento
que conllevó la división de la Iglesia cristiana en protestante (capitalista) y
católica (feudal).
Y
no concluye porque la transformación de las formas de acumulación de capital no
ha cesado. Cuando el cisma, estaba en ciernes un modo de acumulación: el
feudalismo se derrumbaba mientras emergía la acumulación originaria con los
encerramientos y la expropiación; el tributo en especies y monedas del reino que
proporcionaban los súbditos del rey estaba siendo desplazado por el comercio,
la renta de la tierra y la producción de mercancías para un mercado de
exportación. Las tierras de labranza del campesino que entregaba al reino parte
de sus cosechas se estaban convirtiendo al norte de Europa en pastos para
ganado lanar, los campesinos eran progresiva pero indeteniblemente expulsados
de sus tierras y condenados a ser «libres» de todo, menos de su pellejo.
La
cobertura legal y desesperada de los reyes que buscaban detener la avanzada del
naciente capitalismo para «proteger» a los campesinos y súbditos de la
voracidad y violencia de los terratenientes, fue inútil. La nueva realidad
reconfiguró el orden del mundo e Inglaterra y el protestantismo se impusieron.
Es
fácil advertir que la iglesia católica señorea donde el modo de acumulación no
ha sido fagocitado enteramente por el capitalismo, pese a los esfuerzos del
vaticano por hacerse duro en las finanzas, fortaleciendo el único paraíso en el
que de verdad cree: el fiscal.
Sobrevive
la iglesia católica donde entró en contubernio con los Estados, que financian,
protegen y hasta estimulan su culto, aunque las constituciones y la educación
en especial, se digan laicas.
En
nuestro país lo hace (todavía hoy) a través del Concordato, contrato vigente desde
1964 por el cual el Estado concuerda financiar a la Iglesia católica, rémora que
la revolución mantiene prácticamente intocada y sin hablar mucho de ello. Así
vemos que la iglesia católica (que no diezma) vive del Estado (es decir, nos
esquila a todos, seamos o no de su redil…)
Pero
digo esto para ubicar al nuevo Papa en la curva histórica del enfrentamiento
entre el capital y su iglesia (la protestante), y las formas de acumulación del
catolicismo, sin holgura para maniobrar en el copado mundo neoliberal. Porque
ciertamente, la religión con asiento en Roma exige de sus fieles nociones de
espacio tiempo (de territorialidad y trabajo) muy distintas al sujeto
configurado por el capitalismo ese homo
economicus que se perfila desde el siglo XVIII y que hoy suma millones en
las iglesias protestantes, de compleja –pero de ningún modo paradójica- rigidez
y flexibilidad, iglesias que pueden nacer donde sea sin demasiado apego a
retícula ni a diócesis.
La
iglesia católica no ha podido contener la mengua de sus fieles en especial
donde las identidades son líquidas y nada permanentes, donde las nociones de
territorio y permanencia se borran con facilidad. La religión protestante, con
su corazón ahincado en el individuo, ofrece formas más prácticas y efectivas de
«salvación».
En
este escenario y cuando la iglesia católica necesita tomar aire, se da uno
nuevo elevando al solio pontificio a un cura acompañado por el aura (¿el
marketing?) de la pobreza. El nuevo papa tal vez haga los votos pero lo que sin
lugar a dudas sí hace es presentarse como austero, sencillo, pueblerino, jovial
y carismático. Sin duda la imagen que han promovido los medios es que es el
papa de los pobres, y, claro está, su nombre no es casual: Francisco.
Pero
ahora sí voy a lo que iba. A la pregunta del estudiante que dejé arriba,
respondí advirtiendo que me iba a lanzar con una idea ocurrida (literalmente
una ocurrencia) a raíz de la muerte de Chávez. Recuerden, les dije a los
estudiantes medio en chanza medio en serio, que en la última aparición
multitudinaria Chávez recibió una lluvia significativa, se trataba del
«Cordonazo de San Francisco». Para el pueblo chavista esa lluvia fue
providencial (Chávez que sabía más que
nosotros, así lo manifestó en el propio acto), sobre todo vista en
retrospectiva dada la «causa sobrevenida».
Por
otra parte, para nadie es un secreto que Chávez cuya muerte enlutó
al mundo entero se convirtió en una suerte de protector de los pobres. Chávez estaría
más cerca de la santidad que el papa Wojtyla, pero claro está, su suerte será siempre
la de los santos verdaderos, santificados por el pueblo pero excluidos del
santoral, como le sucede al siervo de Dios José Gregorio Hernández.
La
idea temeraria que me reservo es que el Papa Francisco busca arrebatar la
bandera de la pobreza a Chávez y al socialismo venezolano… y por sus más
recientes declaraciones al socialismo en general, o comunismo, la palabra que
más les aterra, tal vez acaso por aquello de la propiedad común de los bienes y
la desaparición de la propiedad privada, vale decir, de la expropiación de los
bienes que garantizan la re-producción de la vida. La iglesia, como sabemos,
está del lado de los propietarios, no de los pobres.
Chávez,
bendecido por la lluvia sanfranciscana devino pues, por la magia, el
sincretismo y el amor del pueblo en santo de los humildes. La iglesia católica,
en guerra contra Chávez y el socialismo, no puede menos que intentar expropiar
el amor de los pobres por Chávez para concentrarlo en un Papa que se autonombra
Francisco y que actúa de pobre sin serlo.
El
punto es cómo lograr que los Estados (y el bolivariano, que acaso pudiera y
razones le sobran, cortar ese financiamiento y así seguir dando mal ejemplo) sigan
sosteniendo el Concordato, toda vez que la acumulación de capital vía fieles
desfallece a niveles cada vez más críticos (porque, he aquí la pregunta
principal: una iglesia sin fieles, es decir, sin iglesia, y de cuya estructura
sólo quedan los capitostes, ¿por qué y a cuenta de qué debe seguir siendo financiada por el Estado?).
Es
allí cuando aparece la figura salvadora de Francisco en franca operación de
bandera falsa con bandera robada. ¿Qué por qué lo digo? En reciente entrevista afirmó: "Sólo digo que los
comunistas han robado la bandera.
La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está
en el corazón del Evangelio. Los
pobres están en el corazón del
Evangelio. Tome Mateo 25,
el protocolo sobre el cual seremos
juzgados: Porque tuve hambre, tuve
sed, estuve en la cárcel, que
estaba enfermo, desnudo. O
mirar las Bienaventuranzas, otra bandera. Los comunistas dicen que este es un comunista.
Sí, claro, veinte siglos después. Así que
se podría decir cuando hablan de
ellos, pero son cristianos
"(risas)”.
La bandera la levantó Chávez en el
mundo, que además dijo un sinfín de veces que Cristo había sido el primer
socialista. Francisco, razonando falazmente como lo hace la Conferencia Episcopal
Venezolana, argumenta que el socialismo es reciente, de modo que no se puede
afirmar que Cristo sea socialista, mas sin duda –razonando falazmente como les
gusta- lo que jamás podría ser es capitalista y menos neoliberal. El punto es
que no pudo serlo obviamente, como no fueron aristotélicos, socráticos ¡ni cristianos!,
Aristóteles, Sócrates o Jesús, tal vez por la misma lógica que llevó a que el
propio Marx dijera de sí mismo, pre-viendo en lo que convertirían su legado, que
no era marxista.
Francisco y su Iglesia, de la cual
es empleado, necesitan redirigir el bolsillo de los pobres a las arcas
vaticanas (máxime cuando los numeritos católicos pese a todo son aún halagüeños
en América del Sur),
para ello saben que no tienen otra bandera que la que hoy se levanta: el
socialismo. Y esa bandera la elevó Chávez, el protector de los humildes, tal un
nuevo sanfrancisco defenestrador del capitalismo y ariete contra la propiedad
privada y las formas de explotación de los ricos contra los pobres, desigualdad
que la iglesia instituida –que a ojos vista no es fransciscana- protege y
santifica.
El Papa de sorpresiva aparición tras
la no menos sorpresiva abdicación de Benedicto XVI el 28 de febrero de 2013, una
vez que murió Chávez, a sólo 8 días, el 13 de marzo… ni corto ni perezoso se autonombró
Francisco y ya entre risas comienza a mostrar su agenda: retirar de la imagen de los pobres el socialismo como
bandera redentora, para recolocarla en el «cristianismo» vale decir en la
iglesia católica, gesto desesperado de un proyecto histórico de raíz feudal y
señorial basado en los tributos, que no tendrá –pese a toda el ilusionismo del
que sea capaz- una nueva oportunidad sobre la tierra.
Para ver lo que se está dirimiendo, observen lo
siguiente: «Brasil cuenta todavía con 123 millones de fieles, lo que hace que
sea la primera nación católica del planeta, pero que en las últimas tres
décadas ha cambiado radicalmente. Hace 30 años apenas, el 89% de los brasileños
se declaraban católicos, y en 2010 este porcentaje cayó al 65%. Paralelamente,
el número de evangélicos creció de 6% a 22% desde 1970. Ya son 43 millones, en
su mayoría fieles a las iglesias de Pentecostés y neo Pentecostés. La última
novedad del censo religioso, levantado cada diez años en Brasil, es el
crecimiento de los que no profesan ninguna religión, pasó del 1.6% a 8%, en
treinta años.» Tomado de En América Latina está el futuro del catolicismo, en http://www.siempre.com.mx/2013/07/en-america-latina-esta-el-futuro-del-catolicismo/
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