José Javier León
Maracaibo, República Bolivariana de Venezuela
IBERCIENCIA. Comunidad de Educadores para la Cultura Científica ¿Hay quien dude de la estrecha relación entre salud y alimentación? La salud comienza cuando cambiamos la forma de comer… más aún, cuando cambiamos la forma de la sociedad (o al menos la forma de vivir en la sociedad) en la que comemos.
Obesidad, hipertensión, arterioesclerosis, diabetes, son sólo algunas de las enfermedades directamente relacionadas con la alimentación, sin contar la variedad de las que afectan el sistema digestivo desde las gastritis y úlceras hasta el cáncer, tan común, de colon.
Salta a la vista la cantidad de productos que en el mercado promueven lo que llaman una alimentación sana. Cereales, semillas, harinas no convencionales, azúcares sin aditivos, en fin, productos que parecen reñir con la producción industrial, cada vez más naturales, más directos, como decir del campo a la mesa. Estamos qué duda cabe, ante una vuelta a la comida «natural» u «orgánica». No obstante, todo hay que decirlo, en buena medida se trata de una industria y un mercado que han tomado al vuelo la urgencia de la población de comer mejor y más sano, pero con sellos, patentes, empaques y procesos industriales que simulan procesos artesanales,
campesinos.
En otras palabras, lo natural está de moda. Y lo está dada la cantidad de problemas derivados de la industrialización y del modo de vida moderno, que han llevado a la sociedad a cultivar y dar expresión a un hondo malestar. ¿No llama acaso la atención el cómo aparecen en nuestras decoraciones el barro, la piedra, la madera, incluso «envejecimientos», como formas de una nostalgia romántica por la naturaleza y los valores de la campiña: tranquilidad, sosiego, vida recogida?
Pero no creo que los simulacros sean en definitiva lo que a la especie humana, y en especial a los que habitamos en grandes ciudades, pueda garantizarnos una mejor calidad de vida. Lo natural no se puede remedar o camuflar, no podemos reemplazarlo con productos industrializados que hagan las veces de «100% naturales».
Y hay algo más, si se quiere crucial. Lo natural hace parte de una estructura espacio-temporal que le confiere sentido. Así que es imposible comer por ejemplo naturalmente sin afectar la organización toda de nuestras vidas, vale decir la configuración de la sociedad. No se puede comer sano y natural sin alterar los biorritmos de lo cotidiano. Inversamente, la llamada «comida chatarra» es un subproducto de la descomposición de la vida cotidiana, familiar y laboral.
Lo puntual es pues, la construcción social de tiempos y espacios para la producción, distribución y consumo de productos naturales; lo cual conlleva una organización de la sociedad que torna exigente pautas y estrategias de vida colectiva que, según ciertas evidencias, pugnan hoy por situarse en las agendas ciudadanas.
Hablo de huertos y jardines productivos, de mercados locales de prosumidores* de espacios para el intercambio solidario, suerte de islas ciudadanas que se enfrentan a una reducción del empleo formal, y que empleando las redes y relaciones contemporáneasy echando mano de viejas tradiciones populares se vinculan en proyectos colaborativos, en particular, para la producción familiar y comunitaria de viviendas, alimentos, especias y medicinas.
Somos de alguna manera testigos de un cambio sensible en el contenido de la palabra «producción»; ésta cada vez más la sentimos cerca de nuestras manos: construye, repara, acondiciona tu propia casa, hazlo tú mismo, cocina con pasión y creatividad tus propios alimentos, y muchas otras variables que expresan la posibilidad de actuar e intervenir con grados diversos de autonomía en la construcción de la vida cotidiana.
Lo natural viene acompañado en esta era post-industrial de la administración personal y colectiva de tiempos y espacios para la acción y transformación del entorno. Un nuevo concepto de producción independiente nos educa paulatinamente en otras formas de consumo: probablemente, en la medida en que nos acerquemos a la producción y re-producción de vidas más orgánicas, el consumo de bienes industriales tenderá a la baja –bienes, por cierto, cada vez más fáciles y económicos de producir y por ende sobreabundantes en función de una sociedad consumista en crisis de híper-producción al tiempo que imposibilitada ética, social y políticamente, para repartir con equidad dicha abundancia.
Vivimos tiempos interesantes, asistimos a una coyuntura que también es una encrucijada: en medio de la incertidumbre, mientras cuidamos un pequeño huerto y compartimos sus frutos,tal vez alcancemos a columbrarla tierna germinación de un futuro posible.
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Prosumidores un acrónimo formado por la fusión de las palabras del inglés producer (productor) y consumer (consumidor).
Fue publicado en http://www.oei.es/divulgacioncientifica/?Lo-natural-esta-de-moda
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