Llegué a la comunidad de Iberciencia por curiosidad




José Javier León
Maracaibo, República Bolivariana de Venezuela
IBERCIENCIA. Comunidad de Educadores para la Cultura Científica

El aumento exponencial de la población con acceso a Internet nos da a los docentes una enorme responsabilidad con respecto a la creación de alternativas de educación que exploren las ventajas de las Tics.

En realidad me complace escribir, reflexionar sobre la educación, la ciencia, la historia, en fin, sobre la realidad tal como la veo y la entiendo, y la posibilidad de hacerlo para y entre una comunidad de docentes del mundo es, sin duda un atractivo interesante. Se une además la gratuidad, el no exigir nada a cambio salvo lo mínimo: respeto, sentido común, sindéresis. Criterios que, aplicados a la vida cotidiana, en el día a día, reportan grandes beneficios: una vida más o menos tranquila, sosegada, en medio del fárrago y el trajín. 

Estudiar me genera un estado de calma expectante, un reposo despierto, una forma de estar alerta sin sobresaltos. En este clima he ido desarrollando las actividades, las “tareas”, con la satisfacción de ver el esfuerzo respaldado por publicaciones y atenciones amistosas. Pero he ido aprendiendo más, algo verdaderamente nuevo: el mundo virtual de las comunidades a distancia. Las cuales por cierto, se parecen mucho a las que ya conocía digamos en el día a día de mi cotidianidad como profesor. ¿Pero en qué se parecen? En la paradójica cercanía, en un acortamiento de las distancias que pone a un escaso clic formas de ser, de pensar, de actuar, de entender, que trascienden las distancias y nos ponen en un tú a tú personal, físico, concreto, real en definitiva. 

Por la comunidad de Iberciencia[1] he llegado a inscribirme en los Mooc[2]. Hace tiempo sabía que existían estas modalidades de aprendizaje pero confieso que no me atrevía a dar el salto. Sabía de Moodle, ojeé sus posibilidades hace algunos años, asistí a un “salón de clases virtual” asombrado, pero no continué y perdí la pista. Hasta que aceptando una invitación de Óscar Macías[3], me inscribí en uno de los tantos Mooc: Arte y Tecnología para educar.

Ahí comenzó una agradable aventura. Pequeños ejercicios, algunas complicaciones, mínimos o moderados requisitos de paciencia, de tiempo, de disposición. Una formación estándar pero que, y es por lo que reseño mi experiencia, abre puertas. Fue precisamente lo que (me) ocurrió. 

Llegue a conocer de otra manera, con otra actitud herramientas que estaban ahí en mi computadora y que un tonto tabú mantenía inutilizadas. Descubrí potencialidades y recursos que dibujan una forma del mundo que yo no me atrevía a ver y que quedaba al descubierto con el simple descorrer de una cortina sutil que semejaba un muro.

Hace poco leí que sólo usamos un 4% de la internet… con lo que he ido aprendiendo estoy convencido de que 4% es una cifra generosa… 

Ahora estoy cursando Recursos Educativos Abiertos. Aplicaciones pedagógicas y comunicativas, y las ventanas se siguen abriendo sobre un campo de conocimientos a la mano y frescos. Varias cosas me asaltan: yo, que me considero medianamente preocupado por la educación, cuán lejos estoy del mundo virtual de la educación a distancia; y me pregunto: cómo conjugar los problemas de la realidad y los territorios, la concreción social e histórica de los sujetos y sus proyectos políticos de ciudadanía, de soberanía e independencia, con las fórmulas de la educación on line, con el mundo que se abre en las pantallas y cuya presencia, por cierto, se multiplica exponencialmente. 

Pues debe saberse que en mi país son millones los niños que tienen hoy una laptop; y que los jóvenes y adolescentes reciben tabletas; que la conexión a internet crece amén de que hay toda una política pública desplegada para establecer conexiones libres en plazas, parques, escuelas y liceos. El viaje del libro a la navegación en las redes, del salón de clases al mundo interconectado, nos exige una alfabetización tecnológica que acompañe –y paradójicamente oriente- el crecimiento de los llamados nativos digitales.

Es decir, el mundo de la educación con las últimas herramientas tecnológicas establece su realidad, su pertinencia. No obstante, no deja de llamar mi atención el hecho de que se hable bastante poco o peor, prácticamente nada, entre mis colegas, de estas experiencias de formación a través de las redes. Y ello ocurre cuando se ha avanzado enormemente en las fórmulas del e-gobierno y en la ampliación de las áreas y superficies “inteligentes”. 

La gratuidad, la cooperación, la construcción del conocimiento de manera plural, abierta, democrática, como reza por cierto uno de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible: “Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos”, son valores del mundo naciente pese a la desigualdad que busca imponer a toda costa la sociedad de mercado. Hoy, un tanto atónitos, somos testigos de cómo la violencia recrudece al tiempo que la muerte pierde espacios en la medida en que encuentran cauce experiencias como ésta que, aquí compartimos y que hacen parte de otro mundo posible, definitivamente humano, promesa y esperanza de salvación de la vida sobre el planeta.

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