Historia de un micro golpe de estado




El señor que dirige el condominio donde vivo lleva ejerciendo sus funciones más o menos unos diez años, la verdad ya no me acuerdo cuando asumió este cargo. Por cierto, aunque no venga mucho a cuento, hace dos años, por estos días, tuve serios altercados porque la cartelera pública la usaba o dejaba que la usaran para poner carteles alusivos a la guarimba. Sin embargo, todo seguía más o menos normal con su desempeño porque lo mínimo necesario y suficiente ocurría sin mayores contratiempos: reparación de ascensores, mantenimiento y ornato, vigilancia. Pero comenzó lo que sabemos: la sequía. Los tanques del edificio bajaron a niveles que obligan a un estricto y doloroso racionamiento. Ya los camiones cisternas en la ciudad no se dan abasto. El agua de los llenaderos tampoco. Pues ahora sí, cuando las cosas digamos externas se complican y poco se puede hacer sino rezar que llueva, los vecinos se alborotan y comienza a sonar el nombre del administrador por los pasillos y se ventila sotto voce su incompetencia, su cansancio, el ya está bueno… y se comienza a rumorear que es necesario un nuevo administrador o administradora…, y como un chiste, sí, hay que darle un golpe de estado. La verdad, somos animales básicos; valga la redundancia.

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