(Artículo escrito en 2005, que hoy suscribo enteramente. A 13 años de la creación de la UBV el proyecto está intacto, y las ganas también. Gracias a todos los que me han ayudado a mantener estas ideas en estado de ebullición)
“Muchos tratados se han
publicado sobre la Educación
en general, y algunos sobre el modo de aplicar sus principios, á formar ciertas
clases de personas; pero todavía no se ha escrito, para educar pueblos que se
erijen en naciones –en un suelo vastísimo –desierto- habitable en gran parte- y
transitable en casi todas direcciones: en un tiempo, en que la luz de la razón
alumbra los principales puntos del globo: y en unas circunstancias, tan
singulares, como las de la reacción de la ignorancia abatida, contra la
filosofía triunfante”
Simón Rodríguez
Compromiso con las comunidades
Si algo distingue a la
UBV[1] de las universidades
tradicionales, es su relación con las comunidades. A pesar de este enunciado
que sin lugar a dudas se ajusta a la verdad, es exigente una redimensión del
concepto “universidad”, en lo cual hay que insistir toda vez que la referencia
inmediata corresponde al mundo universitario clásico o tradicional. Sin irnos
más lejos, fue hace ya 40 años que la vieja estructura académica se vio
sacudida por vientos de renovación. Con el Mayo Francés (1968) y la Renovación
Universitaria (1968-69) (sin duda un eco de aquel) los
estudiantes de entonces intentaron abrir el claustro a la realidad, a la
sociedad plural y diversa[i]. Pero las universidades
mal se avienen con la realidad y con cualquier proyecto de transformación.
Predicar una misión transformadora como principio axiológico para una
institución como la universitaria es casi un contrasentido histórico. Como lo
afirma cáusticamente Enzo del Búfalo (2002), la universidad es una
institución surgida inicialmente
de las prácticas mercantiles que el despotismo papal utilizó para regimentar la
producción del saber, que empezaba a proliferar fuera de la escuela
catedralicia, con el propósito de asegurar su funcionalidad para el orden
teocrático que quería consolidar (…)
A decir verdad, la universidad
nunca fue un centro de creación de nuevos conocimientos. La universidad fue
creada para controlar la transmisión de los nuevos saberes asociados a las
prácticas mercantiles y ponerlos bajo el dominio de la fe. Desde el principio,
fue un centro de legitimación y normalización de aquellos saberes que venían
empleados en la educación de las élites dirigentes: la eclesiástica en primer
lugar, pero también la aristocrática y la burguesa. Casi siempre la creación y
el desarrollo de saberes nuevos se hizo –al margen y con frecuencia en
oposición a la universidad- en el seno mismo de esas prácticas sociales de las
cuales surgen y son expresión directa (pp.168-170)
Esta cita de Del Búfalo
nos pone en situación de mirar la
UBV como contrapoder o dispositivo contracultural. La UBV como espacio para crear
conocimiento pero desde prácticas académicas marginales, esto es, la Universidad convertida
en un espacio de construcción de conocimiento a partir de las prácticas de
investigación y educación que la universidad tradicional no considera, no
reconoce, soslaya e incluso persigue y castiga. La UBV ha de convertir en central
lo que para las Universidades tradicionales es invisible, marginal, sospechoso
y aun peligroso, pero ello requiere nuevamente, por nuestra parte, de un
esfuerzo de redefinición de los clásicos postulados sobre educación,
investigación, conocimiento.
En el año 1983, José
Manuel Briceño Guerrero afirma que en las universidades sobrevive un hecho
milagroso que cura de todo pesimismo radical:
en medio de ese océano de
circunstancias adversas hay una micronesia de humanistas y científicos que,
exiliados en su propia casa de estudios, mantienen en lo individual las
virtudes y las prácticas correspondientes a la esencia de la universidad (124).
De lo que se trataría
entonces es que la UBV
fuera una suerte de patria hospitalaria para esos exilios, tierra fértil donde
lo extraño y la excepción fueran cotidianos. Debemos recordar, además, como
Enzo del Búfalo, que
la universidad nunca fue un centro
de creación de nuevos conocimientos. La universidad fue creada para controlar
la trasmisión de los nuevos saberes asociados a las prácticas mercantiles y
ponerlos bajo el dominio de la fe. Desde el principio, fue un centro de
legitimación y normalización de aquellos saberes que venían empleados en la
educación de las élites dirigentes: la eclesiástica en primer lugar, pero
también la aristocrática y la burguesa. Casi siempre la creación y desarrollo
de saberes nuevos se hizo –al margen y con frecuencia en oposición a la
universidad- en el seno mismo de esas prácticas sociales de las cuales surgen y
son expresión directa (pp. 169-170)
Las universidades
clásicas o tradicionales devinieron “centros de mercadeo de servicios
educativos y en un laboratorio de investigaciones cada vez más integrado a la
máquina corporativa” (170)[2]. Este pragmatismo
condujo a que aquellos conocimientos que no aportaban de manera significativa a
dicha máquina se vieran reducidos y obliterados a la hora del financiamiento
para investigaciones, y en definitiva calificados de inútiles. Aquellos saberes
–afirma Del Búfalo- “que no pueden ser integrados a la producción tecnológica
se reducen a simples pasatiempos de individuos particulares sin ninguna
relevancia social” (170). No obstante, estos saberes excluidos se resisten a la
homogeneización “y con frecuencia plantean la mayor posibilidad de
cuestionamientos a los axiomas operativos vigentes” (171).
La universidad
tradicional “privilegia el postgrado como la actividad que mejor la conecta con
el laboratorio corporativo; mientras que el pregrado se convierte en extensión
de la educación media caracterizado por la misma superficialidad y simpleza”
(173). Es evidente que dicha simpleza repercute negativamente en la capacidad
noética del individuo, quien ve así dilapidada su soberanía. Afirma Del Búfalo
que
Mientras mayor sea el espesor noético de una persona, más profunda es
su capacidad conceptual, más rica y variada su emocionalidad, más fina su
sensibilidad, más amplio su mundo y mayor el dominio de sus circunstancias”
(173).
En este mismo orden de
ideas, Ramón Reig (2004) afirma que entre las estrategias para el control de
las masas por la clásica operación romana del divide et regna, se encuentra, precisamente:
Debilitar todos los planes de
estudios. La enseñanza debe ser ante todo técnica, y cuando se trate de
enseñanzas sociales y de humanidades, debe ofrecerse sin metodología sincrónica
sino, sobre todo, diacrónica. De esta forma, la sociedad termina siendo
acrítica (149).
Esto trae a colación una
acotación hecha por J. M. Briceño Guerrero (2002), cuando distingue entre
Ciencias y Humanidades:
La investigación en Humanidades
difiere dimensionalmente de la investigación científica. Mientras ésta busca el
aumento del conocimiento en áreas específicas, aquélla busca desentrañar el
sentido de la vida (333)
De donde se deduce que
existe una tendencia en la educación universitaria tradicional a buscar menos
el desentrañamiento de la vida que la especialización en áreas específicas, con
el severo inconveniente en que o se pierde el sentido de la ciencia (deja de
ser “ciencia para la vida”) y a nada responde su aumento, o el sentido es el
sinsentido, la irracionalidad. Perdidos el sentido de la vida y de la ciencia
la universidad se desnaturaliza. Se pregunta y se responde el mismo Briceño
Guerrero:
En el mundo actual ¿cuáles son los
centros de conocimientos, reflexión y autocomprensión que iluminan al estado y
al pueblo? Sin duda aquéllos donde se cultivan las ciencias y las humanidades.
Entre nosotros ¿qué institución se encarga de ese cultivo? La universidad
primariamente, se supone. ¿Qué ha pasado con la universidad? Durante los
últimos veinticinco años, para limitarnos a lo vivencial,
dos circunstancias han influido sobre ella: el sostenido crecimiento de la
matrícula estudiantil y el aumento gigantista de los recursos financieros. ¿Qué
ha hecho ante esa situación? Adaptarse pasivamente a la mecanicidad del estado.
Ha sido canal selectivo para el ascenso socioeconómico, sus símbolos habilitan
para una mayor participación en el reparto. Ha sido efebofrura, su ámbito
contiene, retiene y entretiene a jóvenes que en su mayoría no obtendrán patente
porque la movilidad vertical no es ilimitada ni mucho menos. Ha sido sinecura
para la ociosidad estéril. Ha sido retaguardia logística y centro de
reclutamiento en aventuras políticas, paramilitares y hasta hamponiles. Ha sido
campo de entrenamiento para los cachorros del sistema. La habitan sectas
dogmáticas anti-intelectuales, roscas burocráticas, gremios insaciables, clubes
políticos, asociaciones de compadres, cofradías de borrachos –su nombre es
legión- la parasitan golosamente, en disputa, la empujan en todas direcciones y
ella se agita como un pelele sin ritmo ni concierto. Nadie toma decisiones, las
decisiones son la resultante mecánica de las fuerzas en juego a través de una
inextinguible polisinodia laberíntica donde se diluye homeopáticamente toda
responsabilidad (123)
A esta visión dolorosa,
que aunque expuesta para una realidad de hace tres décadas todavía se ajusta a
la casi totalidad de la realidad de hoy, debemos responder los implicados en el
Proyecto UBV –insisto- con una reformulación del concepto universidad que rompa
la tendencia a la tecnologización suicida y comprenda la importancia de
encontrar en colectivo, en el marco de una nueva ética, un nuevo sentido a la
vida.
Pesa la sentencia aún
más anterior del maestro Simón Rodríguez (2004) cuando recuerda, con su ritmo
sincopado (escritura para leer y ver, escritura visual, pensamiento
grafológico):
INSTRUIR no es EDUCAR
ni la instrucción puede ser equivalente de la Educación
Aunque Instruyendo se Eduque
En prueba de que con acumular conocimientos, extraños al arte de
vivir, nada se ha hecho para formar la conducta social –véanse los muchísimos
sabios mal criados, que pueblan el país de las ciencias (41)
Más de 150 años después
Del Búfalo escribirá: “El objetivo de la universidad corporativa es el de
entrenar sin educar” (174)
Simón Rodríguez se
refirió también a la hoy llamada sociedad del conocimiento cuando afirmaba a
mediados del siglo XIX: “hoy no son pudientes los que TIENEN, sino los que
SABEN más: estos deben ocuparse en enseñar, ó en proteger la enseñanza, para
poder disponer de masas animadas, nó de autómatas como ántes” (45)… y como
ahora, si atendemos a la caracterización del “americano ingenuo” que describe
Enzo del Búfalo (2002):
la «ingenuidad» del americano
actual manifiesta esencialmente su unidimensionalización, consecuencia
necesaria para la homogeneización democrática según el poder de la mayoría. El
americano ingenuo de ayer es hoy el zombi que piensa libremente de acuerdo con
las pautas del poder corporativo (167)
Esta ingenuidad o
ignorancia (“Los jóvenes americanos –dice Del Búfalo- llegan a la universidad
ignorantes de ómnibus rebus et quibusdam
aliis” (165)), la unidimensionalización y la simplificación emocional, son
necesarias para el Poder despótico y su máquina corporativa. Control en la
producción de los saberes, manipulación mediática del deseo y uniformalidad
emocional al sernos programada la fantasía y la imaginación. Entre otros
elementos, ello se deriva de que la “máquina corporativa”, científico-tecnológica,
es refractaria a la poesía, cuando no desdeñosamente hostil, siendo que la
poesía “es la entrada a la multidimensionalidad del ser” (Del Búfalo: 177), lo
que ayudaría a cumplir la prerrogativa de J. M. Briceño Guerrero cuando afirma
que las Humanidades contribuyen a esclarecer el sentido de la vida. Vale
entonces la pena observar que la poesía, que enfrenta su más dura batalla
–histórica- contra el pensamiento único (ignorante y promotor de la ignorancia[4] y fascista)
establece conexiones rizomáticas y
coloca al individuo en una multiplicidad de relaciones
que se resisten a ser reducidas a la uniformidad. La poesía es expresión de la
riqueza noética del sujeto, de su creatividad en la apropiación de la realidad,
de su soberanía sustentada por el deseo productivo, de su individualidad que
disuelve su núcleo duro, personal, en la singularidad del acontecimiento (Del
Búfalo: 177)
Es considerando esta
dirección como habría que entender –y replantear- lo que se conoció en la UBV como componente
“estético-lúdico”. En efecto, la dimensión poética implícita en este componente
se practicó, según creo, siguiendo la dinámica de producción de conocimiento
que impuso la racionalidad occidental científico técnica que antepone a la
verdad de un saber, los “efectos pragmáticos”. Exigir a la poesía, a la música,
al teatro, etc., “productos” es reducir a nada sus verdaderos efectos, los
cuales apuntan precisamente a la multiplicidad. Simón Rodríguez advertía: “Lo
que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa”
(77). Al poder corporativo la poesía –y la filosofía- no pueden interesarle,
porque son irreductibles a la unidimensionalización, de ahí que busquen como
sea instrumentalizarlas de acuerdo al ideal positivista que persigue un vacío
conceptual enmascarado en un formalismo riguroso. La inutilidad de la poesía y
la filosofía se enfrentan a las aplicaciones tecnológicas efectivas, lo que
implica excluir a priori
la posibilidad de toda revisión
crítica de la axiomática; es decir, del recorte de realidad establecido y su
vinculación con las prácticas sociales que sustentan ese recorte y de esta
manera soslayar toda referencia a las relaciones de poder que tejen tales
prácticas (171)
La poesía y la filosofía
–desde la universidad corporativa- se reducen a “recortes” de la realidad, lo
que significa recortarlas del “continuum fenoménico” y a dejarlas sin sentido.
La poesía y el componente estético-lúdico deberían contribuir a que la
cotidianidad, y en un sentido amplio nuestra realidad, se viva como poesía
es decir, como realización del
deseo productivo en una multiplicidad de acontecimientos singulares en los
cuales los individuos se individualizan. El acontecimiento es la
singularización de una multiplicidad que tiene una intensidad afectiva, en el
cual el sujeto se desdibuja y el ser se disuelve; el acontecimiento es una
individuación de afectos y procesos.
Lo que redundará en el
P-UBV-C, toda vez que
Para que el individuo soberano
pueda llegar a apropiarse de toda la potencia social deberá convertirse en
individuo social: una figura que se individualiza en los acontecimientos.
Con lo que la
implicación de la comunidad de sujetos soberanos de la UBV dejaría de ser unidad
trascendente al plano social, sino antes bien, inmanente. Lo estético-lúdico no
debe consistir, pues, en actividades recortadas del continuum, “segmentadas por
bloques distintos de prácticas”, sino perspectiva ante el conocimiento que
conduce a la multiplicidad (por las vías de la transversalidad y la
integralidad), al conocimiento del ser y de la realidad, y a saberes integrados
a prácticas sociales que los producen y determinan.
Proyecto, más que una UC
La necesidad de
considerar “Proyecto” de modo integral, nada nuevo según se ha discutido muchas
veces, supone ir más allá de las (clásicas) exigencias académicas e incorporar
el trazado de un plan que le de sentido al total de las actividades que en la UBV y la Misión Sucre tienen
lugar en función del desarrollo de nuestras comunidades.
Urge dicho plan toda vez
que los diferentes Programas y Unidades se encuentran aislados, llevando a cabo
sus objetivos sin duda con buenas intenciones y seguramente con el mejor de los
resultados –pero definitivamente parciales y sin posibilidades de prolongación
en el tiempo, coyunturales, de acuerdo a dinámicas marcadas por la unidad de
tiempo “semestre”, sin incluir los sábados y domingos, vacaciones y días
feriados, que nos llevan a la consideración de que las actividades escolares
responden a un tiempo-espacio extraño a la cotidianidad y atendiendo a la
división del tiempo espacio de trabajo que se remonta a la sociedad industrial.
En fin, las actividades universitarias y en general las escolares, por esta
razón no alcanzan a integrarse al tempo de las comunidades (suerte de
“cronotopo”[6]) porque son una y
otras vez interrumpidas por el “tiempo administrativo-académico”-, y a la
postre generan, a pesar de los esfuerzos que se hagan, desarticulación y
desmovilización, lo que nos lleva a considerar que el objetivo –enunciado pero
no expresamente formulado con atención a un plan estratégico, según acciones
coherentes y encaminadas a un fin- no se está cumpliendo a cabalidad.
Proyecto UBV y Plan de
Desarrollo Comunitario
Se precisa pues insistir
en la formulación de un P-UBV según el más alto de sus requerimientos:
participar en el desarrollo del país, y en especial y de manera directa en el
desarrollo de las comunidades. “Una de las cosas que más profundamente tienen
que cambiar en el futuro de la escuela es su relación con el entorno social”,
afirma Juan Delval (2002). “…Las escuelas, insiste Delval, son instituciones
que se encuentran enclavadas en un medio social con el que generalmente
mantienen pocas relaciones” (142). Salir de esta “clausura temporal” es
fundamental en el P-UBV-C.
Existe en la actualidad
el llamado a la conformación de los Consejos Comunales (CC), y entre los
objetivos de estas organizaciones populares, y atribución de su Órgano
Ejecutivo, según reza en el Artículo 21 numeral 10 de la Ley que los rige, el diseño de
un Plan de Desarrollo Comunitario.[ii] Al respecto, estas
líneas de Omar Ovalles[iii] son
esclarecedoras:
En la Ley de los Consejos Comunales
recientemente aprobada aparecen las posibilidades reales para que estas
comunidades se apersonen en los procesos de elaboración y ejecución de los planes de desarrollo institucional de cada
unidad territorial, en los cambios curriculares necesarios, en los programas de mantenimiento de planta física y de seguridad
ambiental o educación para el riesgo, en
las actividades culturales y en el accionar social local y en
general a todas las actividades que le dan vida a una Unidad
Territorial Integral de Educación Bolivariana y que se gestiona colectivamente
desde las instituciones escolares. Ellas hacen realidad el principio de corresponsabilidad
con el Estado en la marcha de nuestra
sociedad en un activo proceso de
transformación profunda.
No me cabe duda de que la UBV está llamada a participar
directamente en la construcción con las comunidades de este plan. Para
acompañar a las comunidades en este proceso se precisa una reingeniería al
interior de la UBV
en lo que a los supuestos administrativos, académicos, epistemológicos,
pragmáticos, se refiere.
No se nos debe escapar
el hecho de que las Unidades Curriculares (UC) están formuladas a priori. Este
hecho es comprensible dado que se concibe el conocimiento como algo ya dado.
Cuando el conocimiento ya existe, se entiende que deba ser buscado –y pasible
de ser encontrado- por ejemplo, en los libros (formación autodictada u
orientada) o en la
Universidad (que al parecer no contempla la lectura sensu
stricto, dado los apreciables índices de baja competencia lectora que
observamos), un conocimiento entonces que nos “prepara” para actuar en la
realidad, esto es, en el mercado laboral. Se trata pues de un conocimiento que
“capacita”.
Sobre ello es
interesante observar que las Universidades tradicionales capacita(ba)n para un
país que esencialmente ya existía, de acuerdo a un Proyecto Nacional trazado
desde 1830, como lo destaca Germán Carrera Damas (1997) cuando afirma que la Constitución –de la IV República- no se
contenta “con adoptar la estructura constitucional liberal”, sino que pretende
imponerla a perpetuidad:
“El gobierno de Venezuela es y
será siempre republicano, popular, representativo, responsable y alternativo”,
a lo que añade la limitación del ejercicio de la soberanía, por el pueblo, a
las elecciones (Art. 7º), y la adopción del principio de la división de poderes
(Art. 8º) (97)
De donde se desprende
que a raíz del actual proceso político en Venezuela (y con el nacimiento de la
V República) dicho país “ya no exista” al
menos en los términos planteados por estas Universidades, de ahí que sus
“materias” ya no refieran a la nueva Venezuela y que, en lugar de adaptarse a
los nuevos tiempos, aparte de enfrentarse violentamente al Estado, busquen la
certificación de sus títulos en el extranjero, como es el caso de la URBE (Universidad Rafael
Belloso Chacín, ubicada en Maracaibo) que afirma como parte de su estrategia de
promoción que los títulos que expide no necesitan revalidarse en EEUU.[iv]
Por otra parte, cuando
el conocimiento ya existe es preciso recibirlo de alguien que necesariamente lo
ha alcanzado y se encuentra por ello como en un grado superior de desarrollo,
facilitándonos así el ingreso a su área de especialización aunque con ciertas
reservas en consideración a una ética tácita (seudo mercantil) que lo conduce a
no decir todo lo que sabe pues pondría en riesgo su capital cognoscitivo. Esto
responde a una visión que supone un país o una realidad ya construida –no que
exista realmente sino en tanto y en cuanto responde a una racionalidad que se
autoproduce (de manera inercial, sin embargo, y por ende con tendencia a una
agresiva entropía), productividad que le da ese carácter de inevitable e
irreversible.
Sobre el capital
cognoscitivo Gabriel Zaid (1998) afirma con ironía:
“La verdadera función de un título
no es certificar el aprendizaje sino dar la oportunidad de aprender. Gracias a
un título se tiene acceso al poder: a la fe de los otros, a las relaciones, a
los contactos, a la información confidencial, a los lugares, a los
instrumentos, a los presupuestos: al privilegio de ejercer. Un título es una
patente de corso para cobrar por aprender”. Más adelante llega a afirmar: “Los
que tienen más currículo pueden quedarse con la plusvalía de los que tienen
menos: ganar más, comer mejor, viajar al extranjero, comprar en tiendas
especiales, dar órdenes (…) Credere: creer, crédito, credencial. Max Weber
(Economía y sociedad) mostró la evolución de la autoridad carismática a la
burocrática. Pudiera decirse que, paralelamente, hay una evolución del
prestigio personal al crédito académico” (pp. 43, 49-50).
En esto se funda el acto
de enseñanza y aprendizaje clásicos, sobre la base de pre-supuestos teóricos y
competencias prediseñadas.
Conocimiento y Soberanía
En la práctica existen
los países, exactamente los Estado Nación, pero sólo en tanto que articulados
al mercado internacional. Esto lo explica claramente Germán Carrera Damas (1983):
“Las determinaciones orientadas a
encarar estos problemas fundamentales de la sociedad, ya sea satisfaciendo
aspiraciones socioindividualistas, ya sea manipulándolas e ideologizándolas,
responden al logro de un objetivo global. Ese objetivo consiste en la
reanudación del proceso de implantación (del proyecto Liberal), y esto en
función de dos condicionamientos básicos: la promoción y preservación del
Proyecto Nacional como clave del control de la sociedad por la clase dominante,
y la definición de los modos de articulación de la clase dominante, en tanto
rectora del Proyecto Nacional, con el sistema capitalista mundial en expansión.
estas son las dos orientaciones básicas de todas las políticas que se van a
instrumentar” (96)
Más acá de esta
vinculación, es decir al interior de los países y en especial en lo que
respecta al Pueblo, el país no existe sino como aspiración de una patria o una
nación más justa, más democrática. “Tierra y hombres libres” ha sido una
bandera constante de las revoluciones y movimientos sociales en Venezuela. Las
luchas por la tierra en América Latina chocan contra las históricas
Administraciones de los Estados (definidos como propietarios del monopolio de
la violencia legítima), vale decir, contra sus policías y ejércitos. Para
decirlo con Karl Marx: “«El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un
comité de administración de los negocios de la burguesía». En nuestro país, a
partir de la llegada de Chávez al poder, esto ha cambiando de manera drástica,
de ahí la aversión que su gobierno genera en la Comunidad Internacional
liderada (y monitoreada) por EEUU.
Partir de la realidad
para la formulación de las Unidades Curriculares, va más allá del llamado
currículo flexible, que no es más que la diversificación de las ofertas
tradicionales de adquisición de conocimiento, las que el estudiante asume sin
espíritu colectivo y de acuerdo a empleos personales e individuales del tiempo,
en el cual por cierto cree ejercer algún tipo de soberanía.
La modernidad trajo
consigo un modelo temporal abstracto y separado de la naturaleza. En efecto, el
tiempo que se construyó en las abadías de la
Edad Media, con sus horas canónicas, se
separó radicalmente del tiempo agrícola que existía fuera de sus muros, no
obstante, fue ese mismo tiempo artificial, dividido con exactitud mecánica, el
que desbordó los muros y se expandió en el Occidente moderno.
Con la modernidad
nacieron el mercado y el individuo. Todo sobre una medida laica y mercantil del
tiempo. Este devino medida y producción, y de la naturaleza y sus ciclos, pasó
a las horas de trabajo, a la jornada laboral, a la producción industrial medida
con rigurosidad mecánica. En el mismo siglo XIX hombres y mujeres presentían el
horror de un mundo inhumano: Frankestein (1818), Dr. Yekill y Mr Hyde (1886),
Drácula (1897), nacieron en la
Inglaterra de la Revolución Industrial
y como críticas al cientificismo que comenzaba a imperar fuera de toda medida.
Con la deshumanización,
proceso también advertido por el filósofo español Ortega y Gasset, el tiempo se
convirtió en oro, acaso la última vuelta de tuerca, el último avatar desde
aquella máxima de Cristo “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para
el sábado”.
Dice Jacques Attali
(2004): “El calendario es asunto de poder en todas partes” (38). Surge cuando
la vida se complejiza, cuando aparece la división del trabajo y un clero fuerte
que “controla la organización y vela por el respeto de los ritos que prevén los
calendarios” (37).
Hubo un tiempo –nos
dice-, después de la caída del Imperio Romano en que ningún calendario ni
ningún templo “circunscribe la violencia que prolifera” (59), en la que Europa
está casi vacía, las ciudades son minúsculas, las naciones tienen una
existencia marginal. Es el tiempo que por Guy Bois conocemos como el del
régimen de vida comunitario, cuando la solidaridad entre campesinos garantizaba
la seguridad y la sobrevivencia.
Pero la Iglesia en los alrededores
del año mil introduce en el campo el mercado de tierras y prepara el terreno
para la economía feudal, para el crecimiento de las ciudades y el nacimiento de
los Estados. Con la Iglesia
aparece el control del tiempo moderno. “La regla de Benito –dice Attali-
excluye la sorpresa, la duda, el capricho. A la inseguridad del mundo, él opone
la disciplina, la previsión” (61). Así, “en medio de un mundo totalmente
dominado por los ritmos agrícolas, los monasterios benedictinos viven un tiempo
diferente y son los únicos lugares donde el tiempo cotidiano es el objeto de
una reglamentación precisa” (63). Aparece entonces el tiempo – espacio
suspendido, aparte de la vida, reversible, controlable, que se puede medir-. Se
prepara el terreno para la proliferación de las formas de conocimiento y de
poder de Occidente.
Las ciudades crecen y la Iglesia va cediendo frente
a los poderes laicos. Con las ciudades el tiempo pasa a ser administrado por
los burgueses, que enseñan a sus hijos a respetarlo. “La manía del rigor se
impone a todos” (111). Entra el reloj en la vida cotidiana. De la campana
conventual se pasa a la atalaya, elemento típicamente urbano que marcará las
horas de reunión, comunicación y administración de los asuntos de la ciudad. La
ciudad con su control del tiempo y por ende de la vida se convierte en el
espacio de lo previsible, todo lo que esté fuera de ella despertará temor, de
ahí el histórico desprecio por los excluidos, portadores de la incertidumbre,
de la violencia: pobres, errabundos, campesinos “a quienes han arrojado por los
caminos la gran peste y el progreso de las técnicas agrícolas” (103). Quedará
el carnaval como único resquicio para que se exprese el tiempo de “una clase
popular que forma comunidad y que reafirma con esa interrupción los valores de
su propia cultura en oposición a la del poder” (132).
Llevar el tiempo atado a
la muñeca significaba mayor estatus y era signo de que su portador controlaba
el tiempo –la vida y el trabajo- de (los) otros. La democracia llegó con la
proliferación de los relojes. En efecto, hubo relojes para todos, pero una hora
única. El obrero con su reloj no ajustaba su vida a su tiempo, sino a la hora
de llegada y salida del trabajo, a la hora general. Dentro de la empresa o la
fábrica y ante el reloj de la
Central con su enorme y único timbre su reloj individual nada
vale. La flexibilización laboral y el freelance traen consigo una
flexibilización del tiempo; en efecto, el trabajador “sin horario” es dueño de
su tiempo, pero es también el triunfo del sujeto individual, que se cree el
único capaz de incidir en su propio y exclusivo futuro. Como lo afirma Gilles
Lipovetsky (1990)
Toda la cultura de masas ha obrado
en el mismo sentido que las Stara: como un extraordinario medio de desvincular
a los seres de su arraigo cultural y familiar y de promover un Ego que disponga
más de sí mismo. Gracias a la evasión imaginaria, la cultura frívola ha sido
una pieza clave en la conquista de la autonomía privada moderna: menos
imposición colectiva, más modelos identificatorios y posibilidades de
orientación personal; la cultura mediática no se ha limitado a difundir los
valores del mundo pequeñoburgués, ha sido también una fuerza de la revolución
democrática individualista. (253)
Acceder de manera
individual a una oferta curricular nos pone, pues, en la situación del
consumidor frente a una estantería de diversos productos que ofrecen
básicamente lo mismo. Debemos apuntar a la construcción de conocimiento –en
franco, transparente, democrático diálogo de saberes- en función de los
requerimientos que exige la realidad, entendida como diversidad no
apriorística. La UC
sería un espacio pues para la construcción, la imaginación y la creatividad,
para la reproductividad social. Al respecto, vale la pena citar al propio
Germán Carrera Damas, y lo cito con una intención difícil de ocultar, cuando se
expresa en estos términos sobre la “autonomía cultural” de América Latina:
“…como una necesaria tarea de
autoconocimiento de la realidad americana que se emancipe de los marcos
interpretativos de esa realidad que se han venido formando históricamente,
dentro de la relación con el Sistema Capitalista Mundial, desde fines del siglo
XVIII hasta el presente, es decir, la dependencia en el área cultural. América
Latina, como objeto de conocimiento, como campo en el cual se hace
imprescindible la definición de sistemas de categorías que correspondan a la
especificidad de esa formación histórica; América Latina como una realidad cuya
manipulación en función de políticas, en función de planes, en función de
propósitos de transformación del orden económico, cultural, político, etc.,
requiere de la formulación de un nuevo tipo de conocimiento, capaz de detectar
en esa realidad todo lo que la singulariza, su especificidad, y que rige por lo
tanto cualquier planteamiento destinado a fundamentar políticas que lleven como
propósitos la transformación de esa realidad” (209)
En este sentido debemos
revisar toda la bibliografía existente en torno a los Calendarios Productivos,
herramientas fundamentales para la construcción de UC vinculadas a los
territorios y a los contextos. El CP –leemos en el libro Escuelas Bolivarianas[v]- es un
instrumento pedagógico, que
permite entre otros logros, la construcción del currículo desde lo local, la
integración de áreas, las escuelas en red, todo esto en fortalecimiento del
afecto y el sentido de pertenencia por el lugar (29)
En otro lugar del texto
citado, leemos:
Como modelo de investigación para
el desarrollo endógeno, hemos
asumido el Calendario Productivo
como instrumento que permite, a través del diálogo de saberes (saber popular
con saber académico), conocer la historia, la cultura, la ecología, el
ambiente, la producción, la economía, la salud y la organización social de la
comunidad, a los fines de elaborar la planificación de la educación y el
trabajo productivo de la escuela (46)
(…)
Por su parte, en el estado Zulia,
la etnia Bari ha construido su currículo con la metodología del Calendario
Productivo, que ha desarrollado el interés de los niños y niñas en aprender,
con una pedagogía propia, basada en sus propias raíces, sin competencia, sin
violencia, con una relación humana que permite la incorporación de los
ancianos. Trabajaron y mostraron la
Kirora (pesca), con sus distintos pasos: el chuzo, la cesta, la
hoja, la construcción y el papel del hombre, la mujer y los niños y niñas. Así
como el tejido de lana (55)
En un Boletín de la Fundación CENAMEC,
Año 3, Número 9, Septiembre de 2006[vi], leemos lo
siguiente. Cito in extenso por la claridad y la pertinencia de estas ideas en
función de la construcción de UC articuladas a la realidad y a nuestros
contextos:
El Proyecto Calendario Productivo
Sociocultural (CPSC), se concibe como un instrumento de investigación
etnográfica que utiliza el diálogo de saberes para identificar y vivenciar la
historia, cultura, mapa local, cosmogonía, salud, ambiente, preservación del
agua, producción, celebraciones, economía y organización social de la
comunidad. Este proyecto es una estrategia pedagógica que funciona como
constructor permanente del currículo educativo y que puede convertirse en
patrimonio cultural de los pueblos, debido a que promueve:
· Traspaso del saber desde lo
procedimental
· Transversalidad
· Integración de las áreas del
conocimiento
· Construcción de PPA y PEIC
· Construcción del currículo desde
lo local
· Lo productivo como reflejo de la
esencia cultural de los pueblos
Algunos de los elementos que
constituirían los calendarios productivos serían: ciclos lunares, periodos de
lluvia y sequía, clima, flora y fauna, diagnóstico del agua, enfermedades,
medicina tropical, mapa local, toponimia, gastronomía, tradiciones, ciclos de
producción agropecuaria, caza y pesca, artesanía, organicidad comunitaria,
saberes comunitarios, efemérides locales, servicios, ferias, juegos,
arqueología, entre otros. Por otra parte, el CPSC ha propiciado como metodología
y herramienta la lectura de la realidad local, la construcción del currículum
propio, el mapa local para reverenciarse en lo universal, la toponimia y
etnonimia como forma de valorar la historia colectiva y no el individualismo de
sobresalientes solitarios, próceres, cronistas de los principales, la
investigación y el traspaso de la producción como fuente y reinversión cultural
que poco reconocen los promotores de arte y artistas de espectáculos, así como
espectadores.
Se han promovido todas las
modalidades de acceder al conocimiento acumulado, no solo para investigar, sino
para recibir todas las formas en las cuales el pueblo se expresa con todo lo que
el ser humano ha acumulado como forma de traspasar con responsabilidad lo que
acuña como memoria colectiva, con el celo y la maña de cada quien. La idea es
leer la realidad para ir tejiendo el camino desde los niños y niñas,
fortaleciéndolos en lo propio, ahora que la cultura es una misión y que la
escuela está comenzando a usar el conocimiento de la comunidad para luego ir a
lo universal. Sería también bueno que las bibliotecas se pongan a tono para no
seguir promoviendo solamente la lectura de libros mientras la palabra hace
silencio.
Unidad Curricular y
Colectivos de Investigación
Hablo entonces de que
las UC no tienen sentido (si no responden al P-UBV-C), y que lo que se requiere
es sensibilizar y abrir los colectivos de investigación, acción, participación,
a la construcción con la comunidad de los conocimientos, técnicas y tecnologías
que requiere el diseño, la ejecución y la evaluación de su Plan de Desarrollo.
Para lograr este
objetivo está claro que la
Administración tradicional es insuficiente. En efecto, la
administración que conocemos parte de realidades ya dadas, pues toda
administración –según el modelo Occidental que ha requerido de la burocracia
para su funcionamiento- es apriorística. Y si nos cuesta imaginar un tipo de
organización y administración no apriorística en otras áreas, al menos en lo
educativo no debería responder a tan rígidos mecanicismos del tipo causa-efecto.
Sospecho sí, que cuando se practique una educación fundada en nuevas relaciones
espacio-temporales, no burocráticas ni alienantes, críticas de un apriorismo
paralizante e inercial, las demás relaciones administrativas -digamos
empresariales, industriales, de bienes y servicios- serán impactadas y
movilizadas a la transformación, pues serán consecuencia de las nuevas
relaciones de producción de ciencia y tecnología.
Estrategia: Territorialización
Se sugiere la siguiente
estrategia: “territorializar” los grupos de estudiantes (C-IAP) en función de
su habitar en comunidades específicas. Esta opción choca con el presupuesto
administrativo de que una UC debe contener un determinado número de
estudiantes.
Sobre la
territorialización de las actividades educativas comunitarias, vale la pena
leer el siguiente planteamiento, hecho por Antonio J. Colom Cañellas (1995)[vii]:
…el principio de cualquier acción
educativa orientada hacia la mejora del ambiente descansa en el análisis de la
problemática ambiental más próxima. Ello nos lleva a plantearnos la necesidad
que poseerá el trabajador o educador social de territorializar sus actividades,
o sea, de diseñar las intervenciones sociocomunitarias en función de las
características y necesidades de la comunidad objeto de sus acciones.
Territorializar supone pues analizar las necesidades de la población así como
sus expectativas en función siempre de los aspectos geofísicos y
socioculturales que especifican las características de la comunidad. (M.
Marchioni, 1989). Intentar integrar la acción sociocomunitaria a las
costumbres, tradiciones, expectativas y necesidades de la población es el
primer paso que pueda asegurarnos el éxito o los objetivos perseguidos, y ello
implica un estudio previo de todas las circunsuncias y variables que
intervienen en la definición del entorno natural y sociocultural sobre el que
pretendemos trabajar (A. Maillo, 1979, 0. Carbo & R. Catalá, 1991, cap. 1 y
II).
Y también éste otro, más
cercano y puntual, del ya citado Omar Ovalles:
Esto significa, nada más y nada
menos, que establecer sobre la base territorial local las instancias de
coordinación política y administrativa de los diferentes entes públicos
vinculados a la educación y de la
sociedad organizada, para lograr la
sinergia necesaria que requiere el proceso de transformación del país hacia el
llamado Socialismo del siglo XXI.
Como bien expresa el documento Unidades
territoriales integrales de la educación bolivariana (MED 2005), se trata de
apuntalar el proceso de identificación y construcción de nuevas estructuras
sociales educativas revolucionarias que, con un basamento local, permitan
articular todas las acciones educativas y productivas del Gobierno
Bolivariano en el marco de una democracia participativa y protagónica.
Pienso que se debe
cuestionar el mencionado presupuesto (virtual y simbólico) y crear C-IAP sin
atender al número de integrantes bajo criterios apriorísticos, porque lo
verdaderamente importante es que el colectivo promueva y active en su comunidad
(en su territorio)[7] el P-UBV-C, previo
pero también simultáneo diagnóstico (porque se trataría ya de un Diagnóstico
Participativo) que nos permita saber en qué fase de organización se encuentra
la comunidad, y actuar en consecuencia. Los resultados de ese diagnóstico deberán
alimentar una Sala de Información que nos permita hacer seguimiento y
evaluación del trabajo comunitario.
Desde esta perspectiva
UBV y Misión Sucre se encuentran estrechamente, sobre todo a partir de asumir
la territorialización como profunda estrategia de municipalización con el fin
de llevar la educación universitaria “hasta el último rincón de Venezuela”
…teniendo en cuenta la interrelación entre lo
local, lo regional y lo nacional, la pertinencia social, sentido de arraigo y
el compromiso con el impulso y la promoción del desarrollo endógeno sostenido
de cada una de las regiones, en los espacios educativos que emergen en los
diversos ámbitos de la vida social.13
Y sin dejar a un lado ni
mucho menos sino integrando a todas estas reflexiones, la existencia, expansión
y consolidación de los Consejos Comunales, el avance en la nueva geometría del
poder y la reordenación del territorio, que bien nos pueden hacer pensar en
redes de Universidades Comunales, como expresión del poder popular. Estas
universidades comunales, articuladas en red y constituyéndose en universidades
mancomunadas, responderían a necesidades territorializadas y aprovecharían las
experiencias y los potenciales creadores de sus comunidades. La idea de toda
red es el tejido y el abandono de jerarquías y sistemas centralizados, porque
“es evidente –Jean-Claude Guédon (2002) que si hay un centro, basta con
destruir ese centro y rápidamente todo se hundirá”. En cambio, si se dan nudos
o polos relativamente equivalentes, se permite pensar en centros alternativos,
rotativos, flexibles, dinámicos, más atentos a las exigencias y necesidades del
proceso político que del poder. La red, dice Guédon, se hace más fuerte si el
mensaje se corta en trozos y se hace pasar “de todas las formas posibles”. En
la universidad o mejor, en una escuela integral comunitaria, tal como la
prefiguro, todos los trozos se juntarían, esto es, todos los saberes, todas las
particularidades, toda la memoria y la cultura de las comunidades que ahí
confluyen y de allí refluyen con el objetivo de llevar adelante –a la medida de
sus sueños colectivos- su plan de desarrollo.
La escuela sería el
espacio idóneo, propicio y necesario para la experimentación, el análisis, la
sistematización, espacio adonde confluiría la comunidad entera sin separaciones
administrativas (elitescas y clasistas, y por ende discriminatorias)
innecesarias, inerciales y paralizantes. La universidad (espacio de relaciones
y construcción de conocimiento colectivo) respondería así a una necesidad de la
comunidad organizada. Decía Simón Rodríguez:
Esta fuerza es la que hace las revoluciones
los hombres que figuran en ellas
son
instrumentos de la necesidad
Son ACTORES nó AUTORES
Abramos
la historia: y por lo que aún
no esté escrito, lea cada uno en su memoria (87)
No está demás recordar
aquí que el conocimiento –me refiero al paradigma epistemológico- con el que
hemos trabajado hasta hoy concibe que el conocimiento se puede subdividir hasta
ocupar parcelas delimitadas y cerradas, con escasos o nulos vasos comunicantes
con otros ámbitos, incluso de la misma familia, a medida que aumenta la
especialización, lo que genera entre otras cosas que pueda acumularse y en
términos no tan metafóricos atesorarse. De ahí en parte la imagen “bancaria”15
de las Universidades y Bibliotecas, como atesoradoras de conocimiento, que no
poco ha participado en la privatización de la ciencia y la tecnología.
Hasta ahora, dice Joël de Rosnay
(2002)-, nuestra visión del aprendizaje ha sido enciclopédica. Se trataba de
acumular conocimientos infinitos esperando poder un día cruzarlos, es decir,
tener la posibilidad de usarlos. Pues bien, esta opción enciclopédica, que hay
que mantener, debemos complementarla con una opción sistémica que tenga en
cuenta la interdependencia de los factores. Se trata de una opción sistémica,
no globalizante ni totalitaria, sistémica que permita que uno mismo se sitúe en
relación con el conocimiento (32)
Se trata de pasar
entonces de una educación enciclopédica a una sistémica, que integre factores y
ponga a los colectivos en relación con el conocimiento desde una perspectiva
constructivista. El constructivismo, afirma Delval
parte de la idea de que el sujeto
tiene que construir su propio conocimiento y lo hace a través de su acción
sobre la realidad, actuando sobre ella, transformándola y registrando los
resultados de lo que ha hecho (92)
Esto supone que
los contenidos escolares no deben
estar únicamente prefijados por la estructura de las disciplinas, sino que debe
tenderse a partir de problemas cotidianos, y elevarse sobre ellos para llegar a
las ciencias o saberes establecidos (148)
Necesariamente, el
profesor ha de ser otro:
Sabemos de sobra que, en sentido
estricto, resulta imposible enseñar porque es el alumno el que tiene que
reconstruir los conocimientos que se le transmiten, es decir, que el profesor
lo único que puede hacer es poner las condiciones para que el alumno aprenda.
El maestro tiene que ser entonces uno más dentro de la clase (…) [En la escuela
tradicional] el profesor se limitaba a transmitir unos conocimientos que
estaban en los libros, que estaban en todos sitios y que se podían obtener por
otros procedimientos. Por eso las máquinas de enseñar pueden sustituir con
ventaja al maestro tradicional. Pero en cambio, no pueden sustituir al profesor
en una escuela más abierta y más creadora porque en ella el profesor está
adaptándose a la situación… (196)
Está claro que estos
planteamientos no funcionan en el marco de la unidad UC-Profesor-Estudiantes
(unidad que en términos clásicos se resume a UC-Profesor-Estudiante, toda vez
que la evaluación es unidireccional en primera o última instancia; en otras
palabras, la “nota” la “fija” el profesor, pasando por el programa y las
actividades), pues la unidad administrativa UC ya no existiría como tal,
incapaz por demás de responder y avanzar al ritmo de las necesidades
cambiantes, dinámicas, propias de la realidad. La nueva unidad de trabajo sería
el C-IAP-C necesariamente localizada en un territorio y con sujetos sociales
específicos. Sobre la pertinencia del enlace UBV-C, insertemos un fragmento de
un artículo tomado al calor de un debate nacional que nos advierte sobre la
necesidad de actuar sobre la marcha, pero también sobre una plataforma
epistemológica e ideológica que considero bastante madura, a la espera de
decisiones importantes. El fragmento corresponde al artículo de Luis Enrique
Millán, publicado en www.aporrea.org el 16 de
junio de 2007[viii]:
Hoy la UBV sale a la calle y en la
voz de sus profesores, autoridades y alumnos está la idea revolucionaria de
encontrarse con la forma más evolucionada de organización popular: el Consejo
Comunal y en esa búsqueda, se encuentra con la forma más evolucionada de
revolución universitaria: la Aldea Universitaria, no como la idea descabellada
de espacio alterno, sería lo mismo decir que el Consejo Comunal es una forma
alterna de organización como lo son las ONG, sino como concreción histórica de
la revolución del concepto de universidad. Comunidad y nueva universidad deben
encontrarse en organicidad, sólo así tiene sentido el poder constituyente, como
prolongación del poder constituido en los Consejos Comunales y Aldeas
universitarias hacia las sombras que oscurecen nuestras casas de estudio.
Volvamos a citar a Omar
Ovalles, cuando habla de la pertinencia social del Liceo Bolivariano, y que
poco se aleja (o debe alejarse, según lo creo) de la UBV:
…su enfoque transdisciplinario y
de promoción del llamado pensamiento complejo (Morín 2001 y otros) permite
hacer mas inteligible la realidad caótica de cada día para
poder transformarla y asimilar el cúmulo de información que se ofrece y
transformarla en verdadero conocimiento. La propuesta de los proyectos
integrales de desarrollo endógeno, el
laboratorio de desarrollo endógeno y los centros ambientales son tres de las
instancias desde donde pueden apoyarse
las actividades de los Consejos Comunales,
conducentes a la integración de la unidad territorial en cada caso
concreto. Este es el nuevo rol del Liceo Bolivariano que se refuerza cuando
define sus menciones a partir de las exigencias del desarrollo endógeno local.
Liceo Bolivariano y UBV:
construcción de la continuidad
Al hacer una revisión de
los materiales que se pueden obtener sobre los Liceos Bolivarianos, es digno de
atención el hecho de que abundan en consideraciones prácticas, en descripciones
de cómo hacer las cosas, en las que se evidencia un claro y definido objetivo
transformador. Esto contrasta considerablemente con los materiales que podemos
leer en torno a la UBV,
que abundan en planteamientos generales, en ideas sobre su misión y visión y su
papel en la realidad actual del país. Sin embargo, escasean los planteamientos
operativos, las descripciones de cómo alcanzar en la práctica la alta
aspiración de coadyuvar en la transformación del país. Creo que se debe a
varias razones. La primera y de mayor peso, es que se presupone que la universidad
y en este caso la UBV
–prácticamente ya por existir- contribuyen per se a la transformación del país.
Hay un prestigio que emana de la institución y casi desde la palabra
“universidad”, lo cual por supuesto no exime a la institución de indagar objetivamente
en sus presupuestos con el fin de diseñar planes y estrategias concretas para
cumplir sus objetivos. Es como si lo que tiene que hacer la universidad le
fuera de suyo o inherente. Habría que revisar más profundamente los textos que
se refieren a la visión y misión de la
UBV, pero aun superficialmente el contraste entre los
planteamientos del Liceo Bolivariano y la UBV, por ejemplo, en torno a los objetivos y
actividades y estrategias, son más que evidentes. Por otra parte, y debido
quizás a la situación planteada, poco se establece expresamente una continuidad
de acción entre el Liceo Bolivariano y la UBV.
Para el Liceo Bolivariano no ha quedado duda que su camino es
el de las comunidades, cosa que en la
UBV aunque dicho, no ha sido asumido con la misma claridad.
El hecho cierto es que
en la UBV no
hemos discutido seriamente la necesidad de una continuidad espacio-temporal con
respecto al Liceo Bolivariano. La continuidad la ha planteado en algunas
oportunidades el propio Presidente, haciendo énfasis en el nuevo paradigma
“conocer, hacer y convivir”, como lo leemos en noticia publicada por Venpres el
2 de octubre de 2004:
El jefe de Estado dijo que
"se trata de los primeros pasos para transformar estructuras en pro de la
revolución, en la cual el maestro y la maestra sean los pioneros y los
encargados de hacer del liceo un espacio para la integración humanística."
La idea es que "los alumnos se vayan fraguando como individuos radicales,
es decir, que conozcan sus raíces y se alimenten de su propia identidad,
conciencia e historia."
El Presidente explicó que los liceos bolivarianos forman parte de un todo:
"Desde Simoncito, pasando por la escuela bolivariana, el liceo
bolivariano, la
Universidad Bolivariana, en fin: ¡es el sistema bolivariano
de educación!"[ix]
La idea de la
continuidad sistémica de la educación bolivariana también puede leerse en un
excelente libro –que merece revisión y estudio aparte- Liceo Bolivariano.
Adolescencia y Juventud para el Desarrollo Endógeno y Soberano:[x]
Para reconocer la deuda social
acumulada, avanzar hacia un nuevo
modelo y alcanzar el equilibrio
social, que considera la lucha contra las desigualdades sociales y la pobreza
un imperativo ético, no contradictorio con la eficiencia económica. El Gobierno
Bolivariano pone en marcha todo un plan integrado que avanza en la
transformación profunda de las desigualdades como problema estructural: La Universidad Bolivariana
de Venezuela y las Misiones, en educación, salud y trabajo. Estas se convierten
en la estrategia fundamental que como políticas de inclusión, permiten la
protección y fomento de la economía social, cuyas maneras de concreción se
convierten en formas de ejercer los derechos ciudadanos.
Sobre este mismo aspecto
citemos in extenso el documento La
Educación Bolivariana[xi],
publicado por el Ministerio de Comunicación e Información, en septiembre de
2005:
Todos estos factores están
completamente unidos a este nuevo paradigma de educación, que tiene como centro
al hombre como ser social, capaz de responder y participar activamente en la
transformación que vive la sociedad venezolana. Se concibe la educación como
continuo humano, que atiende los procesos de enseñanza y aprendizaje como una
unidad compleja, humana, total e integral; posee niveles y modalidades que corresponden
a los momentos de desarrollo propios de cada edad, en su estado físico,
biológico, psicológico, cultural, social e histórico. Estos períodos sucesivos
engloban al anterior para crear las condiciones de aptitud, vocación y
aspiración, sin que éstos sean dejados al azar. Una concepción humanizada y
progresiva, cuyo inicio desde el vientre materno es un proceso que alimenta la
continuidad y la esperanza de vida escolar, minimizando las posibilidades de
exclusión. Se convierte la educación en formación permanente, en el
cumplimiento de un deber indeclinable, expresado en los artículos 102 y 103 de la Constitución, para la
concreción de las condiciones de la persona: ser, saber, hacer y convivir. En
el proceso revolucionario, la educación bolivariana es el sistema que disuelve,
a través de las misiones, la deuda social generada por el sistema de exclusión,
y crea el modelo de equilibrio social con programas continuos; desde la
gestación, con el proyecto Simoncito (educación inicial para el niño de cero a
seis años); escuelas bolivarianas (de seis a doce años); liceos bolivarianos
(educación al adolescente y joven entre doce y dieciocho años); escuela técnica
robinsoniana (educación media profesional para el joven); y la Universidad Bolivariana
(educación profesional para el joven y el adulto). Para garantizar el acceso,
la permanencia y la prosecución de todos y todas en el sistema educativo, el
Estado, conjuntamente con la familia y la sociedad, universaliza el derecho a
la educación como un derecho humano y un deber social fundamental. Así nace
este sistema integral, para todos y todas.
La relación con la
comunidad que busca establecer el Liceo Bolivariano, y hablo no sólo de los
estudiantes sino de la comunidad educativa, no puede ser interrumpida por el
ingreso de dichos estudiantes a la UBV. Sin
duda que esta transición no ha sido explorada y ha de precisarse toda vez que
la continuidad del trabajo comunitario se pudiera ver afectada por una
discontinuidad introducida por elementos meramente administrativos.
Es desde todo punto de
vista un contrasentido que la educación de nivel universitario se desentienda
(no por desdén sino por la falta de una metodología que haga posible la
continuidad) del trabajo comunitario realizado por estudiantes egresados de un
Liceo Bolivariano. Se dirá con razón que tanto el proyecto del Liceo
Bolivariano, como la
Universidad misma, no se han enfrentado a esta realidad toda
vez que ambas experiencias son recientes, pero ello no nos exime de construir
dicha continuidad, y desde ya promover acciones y estrategias que lleven a la UBV a trazar conexiones
operativas con el Liceo Bolivariano y los demás componentes del sistema de
educación bolivariano, de modo de garantizar la continuidad y la prosecución
del Plan de desarrollo de las comunidades en el que deben participar
naturalmente todos, en tanto que comunidad educativa. Esto así, hasta que
entendamos que no existen tales divisiones administrativas (en todo caso, que
no debieran existir porque responden al paradigma de administración liberal y
burgués) y que es posible una suerte de Escuela Integral Comunitaria que las
trasciende, que supera las separaciones abstractas y traza una continuidad y
transversalidad que atraviesa a la comunidad toda. Como afirma Guillermo Orozco[xii], vivimos en una
“Sociedad de la educación” en la que la escuela “ha dejado de ser “la”
institución educativa por excelencia”
…y en el que la educación se
realiza transversalmente desde las mismas relaciones sociales y con referentes
informativos y cognoscitivos procedentes no sólo de una fuente, sino de muchas,
y en especial de aquellas relacionadas con las tecnologías y los medios de
comunicación que nos rodean.
Desde una perspectiva
comunicacional Jesús Martín Barbero (2002) plantea que
La escuela ha dejado de ser el
único lugar de legitimación del saber, pues hay una multiplicidad de saberes
que circulan por otros canales y no le piden permiso a la escuela para
expandirse socialmente. Esta diversificación y difusión del saber, por fuera de
la escuela, es uno de los retos más fuertes que el mundo de la comunicación le
plantea al sistema educativo.[xiii]
De manera similar, pero
considerando a la escuela desde una posición donde se advierte la complejidad,
leamos a Jean Delval:
La escuela no puede estar centrada
sobre ella misma. Los alumnos reciben hoy una enorme cantidad de información
por otros medios, sobre todo por los medios de comunicación y en especial por
la televisión. Esos medios, sin embargo, no les enseñan a analizar la realidad,
más bien dan informaciones concretas y crean valores y actitudes. La escuela
parece, pues, insustituible hoy por hoy para producir y desarrollar la
capacidad de creación, para enseñar a analizar la realidad críticamente y a
pensar por sí mismo, cosa que no se adquiere, desde luego, viendo la televisión
(195).
Ciertamente, es
insustituible la escuela pero sí y sólo sí se ofrece como espacio comunitario
para la creación y la transformación. Esta nueva escuela está mucho más abierta
a los conocimientos vivos, a los problemas.
Un espacio para el trabajo común –sigue
Delval- que sea un laboratorio desde
el cual estudiar el mundo y una base para salir hacia él. El aula debe ser un
laboratorio y un taller donde puedan llevarse a cabo todo tipo de actividades.
Para esto evidentemente hay que huir de esas aulas con pupitres clavados en el
suelo y fijos mirando en dirección hacia el profesor que impiden que los
alumnos se organicen por sí mismos y también que trabajen en grupos (196)
Debo resaltar que cada
vez que comienzan a proponerse actividades distintas a la escuela, la vieja
estructura de funcionamiento deja de funcionar, y al contrario, obstaculiza el
desarrollo de esas actividades, que, como se insiste, urge comenzar a realizar
si no se quiere que la escuela languidezca –con sus profesores y estudiantes
dentro- en la inactividad y el sinsentido. Aquello del vino nuevo en odre nuevo
funciona también aquí, de ahí que Delval observe que los pupitres fijos mirando
hacia el profesor no pueden seguir esa orientación si se quieren dinamizar las
actividades escolares y volver a la calle y a los problemas de la gente. Delval
advierte como nosotros, que un cambio en la orientación de la escuela, esto es,
volcarla del ensimismamiento hacia los otros, repercute también a lo interno de
la escuela. Por ejemplo, en la forma de ordenar a los estudiantes en los
grupos:
En el aula la tarea es individual
y el sistema espera que cada uno haga las cosas bien y mejor que los otros. En
muchas escuelas incluso se ordenaba a los alumnos por su rendimiento y se les
cambiaba de orden cuando variaban sus notas. Eso es lo que está implícito en lo
que el maestro transmite. ¿Para qué se prepara esto? Para una sociedad
ferozmente individualista, jerarquizada (158)
Para construir una
escuela democrática, participativa y protagónica, se deben romper las
estructuras de funcionamiento de la escuela competitiva e individualista. La
escuela debe estar abierta a todos y convertirse en un centro cultural, en un
laboratorio social, en taller y biblioteca comunitaria, en espacio para
almacenar y producir cultura. Pero el horario de esta escuela “tendría que
ampliarse” (154), dice Delval, y la función de los profesores
“tiene que ser mucho más dinámica
que la actual consistente en enseñar unos temas del programa, para incluir la
elaboración de proyectos y un trabajo en equipo mucho más intenso, pues en lo
que hemos estado proponiendo, los límites entre las disciplinas se desdibujan y
requieren la colaboración de profesores de áreas diversas. El director debe ser
elegido por sus cualidades de organización y para fomentar el trabajo en
equipo. Los profesores tendrán diferentes competencias y los horarios podrán
ser más flexibles, al existir profesores dedicados a las actividades de ocio
(…) La estructura y disposición de las aulas también debería tender a
modificarse, para convertirse en un lugar de trabajo más flexible, en donde
puedan realizarse actividades diferentes de escuchar las explicaciones del
profesor” (154-155)
Trabajo en equipo,
elaboración de proyectos, colaboración de profesores de áreas diversas,
flexibilidad en los horarios y en las estructuras… Delval apunta a dos
elementos en los que se sintetiza la expresión del poder y la ideología: el
tiempo y el espacio. Cambiar de una escuela de la competencia a una escuela de
la solidaridad requiere de profundos cambios en la estructura espacio temporal,
y por supuesto, un cambio en la racionalidad administrativa. Carnoy y Levin
(1976) citados por Delval, llegaron a un punto crucial:
La principal causa del fracaso
para reformar el sistema económico y social a través de las instituciones
educativas no proviene de la incompetencia de los reformadores, sino de la
incapacidad para alterar el sistema de escolarización que es perfectamente
funcional para la política existente: el sistema reproduce las desigualdades
creadas por su sistema de producción (252)
Tuvimos según esto la
escuela y la universidad que correspondían a la sociedad que teníamos.
Modificar la sociedad y por ende el sistema de producción habrá de traer
consigo necesariamente un cambio en la escuela y la universidad. A una economía
social, una educación popular (101), decía Simón Rodríguez. De ahí que insista
en que el modelo de administración de profesores, estudiantes, programas,
aulas, etc., que responde a una racionalidad administrativa para una sociedad
de la competencia y el individualismo debe ser modificado radicalmente en
función de una sociedad democrática, solidaria y socialista, sociedad a la que
le corresponde una administración del tiempo y el espacio distinta. Sin
embargo, es sintomático que se hagan muchas alusiones al cambio en las
estructuras físicas o materiales, en las estructuras de los edificios y
espacios de educación, pero muy poco en lo que a los cambios en el paradigma
del tiempo se refiere, y esto muy a pesar de los reiterativos llamados a una
“ruptura en los paradigmas”. En efecto, romper los paradigmas es una expresión
de uso frecuente en la UBV
y en la educación bolivariana, pero se pretende hacerlo sin “romper” las
estructuras espacio-temporales, lo que constriñe el esfuerzo teórico, lo limita
y lo deja sin efecto en la práctica.
Diversas críticas
podemos recoger sobre el “horario mosaico”, modalidad extendida en nuestro país
y que es el que actualmente existe en la
UBV:
El horario mosaico –leemos en un
documento de la Unesco-
uniforme y prefijado semanalmente dificulta la superación de la fragmentación
de la vida escolar. En consecuencia en varios países y provincias los nuevos
materiales curriculares ofrecen una carga horaria total por ciclo (años 6, 7 y
8 por un lado y años 9, 10 y 11 por el otro), u otra alternativa similar, pero
habilitan su uso más flexible, por ejemplo a través de una organización
semestral de algunos espacios curriculares, del uso de tiempos concentrados
para algunas experiencias formativas tales como los talleres o campamentos, o
de la concentración del tiempo disponible para ciertas disciplinas en sólo uno
o dos años.[xiv]
O esta otra, en un
material educativo preparado en Buenos Aires, Argentina, que sondea la misma
situación:
La necesidad de repensar la
jornada escolar proponiendo un uso del tiempo policrónico implica el desarrollo
de una alta sensibilidad al contexto y los imprevistos propios de toda
situación educativa, utilizando el “capital horario” mediante unidades de
tiempo variables. Ejemplos de ello son el diseño de otros formatos temporales,
pasando de la tradicional división del horario de una asignatura en “horas”
semanales, a unidades de tiempo que correspondan a una práctica diversificada;
o la implementación de secuencias con duraciones variables, semanas y
trimestres con progresión diferente según los contenidos de que se trate, etc.[xv]
En el texto Liceo Bolivariano, que abunda en
planteamientos y proyectos que a todas luces desbordan la rígida formalización
administrativa tradicional, sólo se le dedican de pasada unas pocas líneas al
problema del tiempo. Nos parece sintomático porque precisamente es en la
concepción del tiempo donde se manifiesta la estructura profunda del sistema de
poder hegemónico. En todo caso, igualmente se advierte que el horario mosaico
debe ser trascendido para “posibilitar una mayor relación, integración,
comunicación e identidad entre el docente y los adolescentes y jóvenes, para el
fortalecimiento del proceso formativo”. Se impone pues:
superar los horarios mosaicos o
disgregados como mecanismo que ayude a minimizar la fragmentación de la
administración del currículo.
El currículo por disciplina
privilegia el estudio de los problemas que interesan a la ciencia, en cambio, el
currículo integrado por área, sin desconocer a la disciplina, privilegia el
análisis de los problemas de la sociedad a partir de las diversas aportaciones
del conocimiento. El currículo integrado por áreas favorece las opciones
didácticas que posibilitan la aproximación del (la) adolescente y joven a un
pensamiento crítico, al objeto de poder intervenir en la realidad social.
Creemos que ningún
cambio trascenderá lo retórico si no se actúa sobre el tiempo y el espacio,
esto es, si no se crean las estructuras y relaciones administrativas que
permitan el uso del tiempo y el espacio de otras maneras, diversas y
productivas. La administración anterior adolece de inercia y tiende a la
parálisis. Se precisa abandonar el rigor mortis y crear estructuras al ritmo y
la complejidad de la vida. Una universidad, una escuela abiertas a la comunidad
no pueden seguir funcionando en unidades temporales abstractas, deshumanizadas,
alejadas de la vida. Se requiere esfuerzo e imaginación, se requiere
creatividad, pero sobre todo, desafiar y vencer el miedo producto de muchos
años y en realidad siglos de dominación que derivan del férreo paradigma
monacal primero, industrial después, del tiempo.
El tiempo de la
industria y la fábrica devino tiempo abstracto, irreal, unidad de medida que
distinguía taxativamente entre jornada laboral (tiempo productivo) y ocio
(tiempo improductivo)[8]. Esta separación
llevó a nuestra civilización a una paradoja: vivir carece de sentido. Sólo
viven (sin trabajar) una clase que ha hecho del ocio su estado natural (el
signo de su status), un modo de vida (imposible, improductivo) que promueven
los medios de comunicación. Luego el trabajo deviene suerte de no-vida,
suspensión de los deseos y sueños incumplidos, siempre insatisfechos, de los
trabajadores.
Al cambiar la
racionalidad socioproductiva, cuando las comunidades asuman su desarrollo (su
vida y su trabajo) en función de sus necesidades, aquel tiempo virtual,
abstracto, irreal, no tendría sentido, y la paradoja aludida quedaría sin
efecto. De lo que se trata es de tornar a un tiempo real, al tiempo de la vida,
en el que trabajar y vivir no son abismos irreconciliables porque se trabaja
para todos, porque la vida y la producción de lo necesario para seguir vivos y
garantizar la vida de nuestros hijos es, lógica, naturalmente, esencial, vital.
El trabajo, por cierto, se haría en condiciones y con recursos y materiales que
garanticen la vida, esto es, que no pongan en peligro el ambiente, las
personas, el presente y el futuro de la comunidad. A esta forma de trabajar y
producir la llama Franz J. Hinkelammert (2005) “racionalidad reproductiva”, la
cual se ofrece como alternativa a las relaciones lineales “medio-fin”, forma de
productividad que niega la vida en tanto considera más importantes la competitividad
y la eficiencia.
Para poder enfocar esta
racionalidad reproductiva, tenemos que visualizar al actor más allá de sus
relaciones medio-fin. Lo percibimos, entonces, como sujeto. Como sujeto no es
un fin, sino condición de la posibilidad de los fines. Como sujeto, el ser
humano concibe fines y se refiere al conjunto de sus fines posibles. Pero no
puede realizar todos los fines que bajo un cálculo medio-fin parecen posibles.
Cuando menos debe excluir aquellos fine cuya realización atenta contra su posibilidad
de existir como sujeto. Como sujeto puede ser considerado como el conjunto de
sus fines posibles. No obstante, la realización de cualquier fin tiene como
condición de posibilidad, que su realización sea compatible con su existencia
como sujeto en el tiempo. Si no se asegura esta compatibilidad, el sujeto
destruye su propia posibilidad de existir, es decir, corta la rama sobre la
cual está sentado” (45)
Más sintéticamente,
Hinkelammert afirma: “El capitalismo no choca simplemente con una clase social,
sino choca con la humanidad en cuanto despierta con el reclamo de querer vivir”
(25).
Conocimiento y Comunidad
Las áreas de
conocimiento deben responder a exigencias de la realidad, y de seguro superarán
las relaciones apriorísticas que estamos acostumbrados a trazar entre UC y plan
de formación. También puede suceder que la UBV tal y como la conocemos no pueda acometer
tales exigencias, por lo que debamos pensar en la UBV y en la Universidad en general
como en un espacio de relaciones determinadas por la necesidad de investigar,
conocer y actuar según los planes de desarrollo de nuestras comunidades,
articulados al Proyecto país.
Cuando prefiguro a la Universidad como un
espacio de relaciones pienso en la articulación de todos los elementos que
harían posible el desarrollo comunitario, lo que incluye en términos
tradicionales, a estudiantes, profesores, asesores, administración, etc. La
división responde, como ya dije, a una visión tradicional, fundada sobre los
grados y el progreso lineal y mecánico. Esta linealidad es falsa y conduce a
perversiones que se expresan en la competencia, el éxito personal en detrimento
de lo colectivo. La división promueve la exclusión. No debe llamarnos a
extrañeza que las carreras más decisivas que se imparten en las Universidades
tradicionales estén vedadas a la mayoría, bien por índice académico, bien por
extracción social. (Sólo hace pocos días el Estado venezolano acometió un acto
de justicia al eliminar la
Prueba de Actitud Académica y las Pruebas de Ingreso a las
Facultades, con lo que se adelanta en el proceso de democratización y
socialización del conocimiento en las Universidades tradicionales que habían
privatizado el acceso a pesar de llamarse públicas.) Las “carreras” menos
importantes, según el grado de relación con el Mercado global del conocimiento,
estaban abiertas a cualquiera y empleadas como “trampolín”. La división se
ajusta pues, a una ética de la individualidad y el egoísmo que mal se aviene
con ideas comunitarias y socialistas. De hecho, para cualquier bachiller la
imagen de estudiar en el exterior, bien lejos de la comunidad, era una suerte
de ensueño. La Universidad
se entendía como un espacio de ascenso social, que alejaba de los otros (no
universitarios) y de la propia comunidad, en tanto acercaba al Mercado del
Conocimiento Global, a la Comunidad Científica. La Escuela Integral Comunitaria,
incluyente y socialista, no crea privilegios ni entronizaciones académicas, no
genera comportamientos y actitudes meritocráticas, de ahí que no gradúe ni
egrese. Por supuesto, tampoco “raspa”.
La visión de Simón
Rodríguez es mordaz y profundamente comprometedora, cuando ya en el siglo XIX
afirmaba:
La Instrucción
Pública actual, bien vista, no es
otra cosa que un establecimiento hecho por el Gobierno (ó por cualquiera) para
ejecutar, al pié de la letra, lo que mandan los padres de familia, ó para
adivinarles los pensamientos, cuando no saben decir lo que quieren mandar (46)
La investigación, el
ansia de conocimiento, la pulsión por explorar se alimenta en base a necesidades
materiales y espirituales -“…la necesidad determina la especie de acción, y las
circunstancias declaran la necesidad” pensaba Rodríguez (2004: 44)-, no en base
a principios crematísticos y de privilegio.
En el momento histórico
en que nos encontramos, cada uno de los grupos que reconocemos como actores de
la educación (profesores, estudiantes, administración, etc.) ocupan
administrativamente lugares estancos, definidos y delimitados por
consideraciones nuevamente administrativas que, como sabemos, cubren –a veces
hasta la asfixia y la parálisis- lo académico, lo profesional, etc. Hablo
entonces de la necesidad de que nuevas relaciones de producción de conocimiento
y transformación propicien el des-estancamiento y promuevan la eliminación de
los límites administrativos (a-priorísticos) en función de los requerimientos
de la realidad. En otras palabras, el aprovechamiento real y efectivo de los
potenciales de conocimiento y transformación que existen en la comunidad y en
la propia UBV, aprovechamiento que, como se vislumbra, trasciende lo
administrativo.
Se observa que, si la UBV es un espacio de nuevas
relaciones de producción de conocimiento y transformación que supera las
clásicas divisiones administrativas, la Comunidad se tornará espacio de integración pues
comprenderá a la
Universidad sin crear diferencias administrativas que, aún
pequeñas resulten tarde o temprano infranqueables. De lo que se trata es que la
noción de Comunidad integre sin solución de continuidad a la misma Universidad
en una nueva unidad que bien podemos manejar con el conocido nombre de
Comunidad de Aprendizaje (CA). La definición que da Rosa María Torres (2004)[xvi] puede sernos de
gran utilidad:
“Una Comunidad de Aprendizaje es
una comunidad humana y territorial que asume un proyecto educativo y cultural
propio, enmarcado en y orientado al desarrollo local integral y el desarrollo
humano, para educarse a sí misma, a sus niños, jóvenes y adultos, gracias a un
esfuerzo endógeno, cooperativo y solidario, basado en un diagnóstico no sólo de
sus carencias sino, sobre todo, de sus fortalezas para superar dichas carencias
(…)
La propuesta de Comunidad de
Aprendizaje que exponemos aquí sintéticamente integra educación escolar y
no-escolar, recursos reales y virtuales, en un ámbito territorial determinado
(urbano y/o rural) (…) Se inspira en el pensamiento más avanzado y en la mejor
práctica de la “educación comunitaria” y de movimientos como la Educación Popular
en América Latina. Toma asimismo elementos de la “visión amplia de la educación
básica” propuesta en la Conferencia Mundial
sobre Educación para Todos (Jomtien, marzo 1990). No se plantea como un modelo
cerrado, limitado al ámbito local, deslindado del Estado e incluso pensado como
alternativo a éste, sino que se plantea expresamente como una propuesta de
política educativa, centrada alrededor de una estrategia de desarrollo y
transformación educativa y cultural a nivel local, con protagonismo ciudadano y
teniendo en la mira el desarrollo local y el desarrollo humano”
Jesús Gómez Alonso,
profesor de la Universidad
de Barcelona, España, plantea igualmente un aspecto de la CA que amerita consideración:
Dentro de los centros de educación
(a nivel mundial) que consiguen éxito, es decir, que logran aumentar el
aprendizaje y superar el fracaso escolar a través de una mayor participación y
solidaridad, están las Comunidades de Aprendizaje: escuelas que, al abrir sus
puertas a los miembros de la comunidad, se transforman en Comunidades de
Aprendizaje, dando así una respuesta educativa igualitaria a la actual
transformación de la sociedad industrial en sociedad informacional (Castells,
1997-1998/1996-1997). En este proceso, el aprendizaje cada vez depende menos de
lo que ocurre en el aula y cada vez más de la correlación entre lo que ocurre
en el aula, el domicilio y la calle (Castells, 1994).[xvii]
Escuela Integral Comunitaria
Desde esta perspectiva
la educación inicial, primaria y secundaria, en la división administrativa que
conocemos, carece de sentido. La
Comunidad de Saberes integra a toda la comunidad creando una
suerte de Escuela Integral, así la
Comunidad toda pasaría a ser el ámbito total de la escuela.
…la escuela (leemos en un artículo
producido en el 2005 por el Ministerio de Educación y Deportes) debe contribuir
a la construcción de espacios que permitan el estudio, análisis y reflexión de
todos los integrantes de la escuela y su entorno. Este intercambio de
experiencias, de diálogo, de compromisos, de visión, es la esencia del Proyecto
Educativo Integral Comunitario en cada plantel, en estrecha vinculación con el
proceso de participación ciudadana que se está gestando en el país.[xviii]
La escuela integral
trabajará necesariamente en un Proyecto Educativo Integral Comunitario,
enunciado así para la primaria y la educación secundaria, pero que en pro de la
continuidad del sistema debe implicar a la
UBV. Desde esta perspectiva inclusiva
podemos leer lo siguiente:
El Proyecto Educativo Integral
Comunitario se fundamenta en una concepción holística y específica del hecho
educativo, donde se analizan las necesidades y aspiraciones sentidas por el
colectivo que conforma el plantel y su entorno, para luego generar alternativas
que permitan el mejoramiento de la calidad de la educación como un hecho de
significación social.
A través del intercambio de
saberes entre los y las docentes, alumnos y alumnas, padres, madres,
representantes y comunidad en general se persigue generar estrategias que
surjan del propio medio educativo en el marco de la corresponsabilidad y
cooperación, creando espacios de discusión con una visión de equipo, donde
todos y todas aporten y reciban información, en aras de lograr consensos para
el diseño, ejecución y evaluación de las acciones propuestas y particularmente
tomando en consideración nuestras modalidades históricas y culturales de
solidaridad colectiva, en atención a las culturas indígenas y rurales.[xix]
Nada ni nadie mejor que
la comunidad podrá ejercer la educación de sus hijos, de sus jóvenes y
adolescentes, de sus adultos y ancianos. Se entiende que los laboratorios, salones,
bibliotecas, etc., se puedan encontrar en un edificio o en espacios
comunitarios, pero lo que los define hasta ahora como exclusivos de actividades
“escolares” es precisamente la división administrativa que hemos venido
criticando, que divide, privatiza y lleva implícita las políticas de exclusión.
Cuando esta situación definitivamente periclite, el laboratorio, la biblioteca,
los salones, serán espacios comunitarios, en otras palabras, espacios para el
encuentro y la sistematización de los conocimientos que la comunidad necesita
construir en función de su plan de desarrollo y transformación. Juan Delval
(2002) es del mismo parecer cuando afirma que “las escuelas deberían poner sus
recursos al servicio de toda la comunidad” (143).
En este orden de ideas,
Jesús Martín Barbero (2002) trabajando las ideas de Joshua Meyrowitz nos
recuerda que hasta el siglo XVII –siglo, por cierto, en el cual “la lógica de
la producción de los bienes materiales adquirió prioridad sobre la de las
personas” como lo afirma Jean-Pierre Warnier (Reig, 2004)- no existió la
escuela como espacio separado de la comunidad:
J. Meyrowitz apoya su trabajo en
investigaciones históricas y antropológicas sobre la infancia, en las que se
descubre cómo durante la
Edad Media y el Renacimiento los niños han vivido todo el
tiempo revueltos con los mayores, revueltos en la casa, en el trabajo, en la
taberna y hasta en la cama, y es sólo a partir del siglo XVII que la infancia
como tal ha empezado a tener existencia social. Ello merced en gran medida al
declive de la mortalidad infantil y a la aparición de la escuela primaria, en
la que el aprendizaje pasa de las prácticas a los libros, asociados a una
segmentación al interior de la sociedad que separa lo privado de lo público, y
que al interior de la casa misma instituye la separación entre el mundo de los
niños y el de los adultos.[xx]
Sobre esto afirma
Delval: “las instalaciones escolares deberían estar abiertas, no sólo a la
población joven, sino a todos los ciudadanos” (145).
La segmentación del espacio
trajo además segmentación en el conocimiento, de modo que comenzó a existir de
manera definitiva como hasta hoy, conocimientos para adultos y conocimientos
para niños, con el agravante de que el conocimiento desde la perspectiva de los
adultos permeó e infiltró todos los demás saberes, hasta el punto que la visión
y comprensión del mundo desde la perspectiva de los niños –negando con ello una
y otra vez, por cierto, la enseñanza de Simón Rodríguez, cuando advertía:
Empiécese
el Edifio Social, por los CIMIENTOS!
nó
por el TECHO… como aconsejan los MÁS:
los
Niños son las PIEDRAS (Rodríguez: 207)
fue y es abolida desde
las primeras lecciones en la escuela, sustituida por la visión desencantada de
los adultos, que supuestamente facilita (por digestión previa) su comprensión
por medio de “técnicas y estrategias pedagógicas” que una serie ininterrumpida
y sin fin de teóricos de la educación han calificado como fracasadas: A
propósito citemos un fragmento del prefacio del libro La escuela posible
(2002), de Juan Delval:
“Los problemas de la educación
parece que reviven cada vez que se vuelve a plantear una reforma educativa,
cosa que sucede con cierta periodicidad, pero cuando se examinan las propuestas
con detalle siempre se tiene la sensación de que se está dando vueltas
alrededor del mismo lugar. Si se analiza la situación de la educación, las
prácticas educativas, la organización de la escuela, y se vuelve la vista atrás
para mirar lo que pasaba hace años o siglos, nos encontramos con situaciones
parecidas, los mismos problemas, y estamos obligados a hacer idénticas críticas
que nuestros antecesores de hace 50 o 100 años. Observando a nuestro alrededor
encontramos las escuelas en una situación estancada, necesitadas de cambio,
desfasadas de su tiempo, y entran ganas de ponerse inmediatamente a cambiarlas.
Es tan obvio que no sirven para lo que dicen que sirven que no se entiende cómo
subsisten un día más en la misma situación. Y sin embargo no cambian” (7)
El espacio segmentado,
como sabemos, generará estrategias educativas desde y a partir del aislamiento.
En efecto, se pasa de las prácticas a los libros, acompañado ello de
segmentaciones en otros órdenes de la realidad. Resulta evidente que la idea de
una universidad vinculada a la comunidad deberá cuestionar e interrogar estas y
otras segmentaciones que se comienzan a diseñar desde el siglo XVII. Pasar de
los libros a las prácticas es de alguna manera “desaprender”, y no tenemos
mucha experticia en dejarnos conducir por la experiencia de los que saben sin
libros; no obstante:
Solamente en una sociedad de
diferenciación continua, como una sociedad de individuos soberanos sin
mediaciones despóticas, existiría una multiplicidad de saberes, todos ellos
legítimos (Del Búfalo: 168)
La sociedad despótica (y
meritocrática) establece, en cambio, una clara diferencia entre “el saber
legítimo que se ciñe a la sobrecodificación que la rige y aquellos saberes
deslegitimados que tienen su origen en codificaciones arcaicas” (168).
Hacia un Sistema de Información Comunitaria
Una de las funciones del
Consejo Comunal es la construcción de un Sistema de Información Comunitaria, en
lo que observo una integración de la información, de toda la información, que
la comunidad requiere para llevar a cabo su plan de desarrollo. En otras
palabras, si las escuelas entendidas como Comunidad de Saberes no se integran
al Plan de Desarrollo, éste no será posible o en todo caso, se percibirá como
algo que sucede al margen de la escuela. Lo cual a todas luces resultará un
error. Está claro que toda la comunidad debe participar en su Plan de
Desarrollo y esto es posible porque maneja, procesa y alimenta su Sistema de
Información Comunitaria[xxi], del cual la
escuela es, necesariamente, parte esencial.
No se puede concebir un
plan de estudios para habitantes de la comunidad que no contemple, por ejemplo,
la historia de la comunidad articulada a la historia de la ciudad, del estado,
del país, de América Latina y el mundo. No se puede concebir un plan de
estudios que no comprenda en sus contenidos la constitución demográfica,
poblacional, cultural, de la comunidad. Que no tenga un perfil de sus
epidemias, de sus enfermedades, de sus índices proteínicos. Estos contenidos
deben ser incorporados a los planes de IAP porque forman parte sustancial del
Plan de Desarrollo de la
Comunidad.
Hay mucha información
científico-técnica que requiere, qué duda cabe, especialización, pero el
problema ha estado en que dicha especialización se ha llevado a cabo aislada de
contextos socioculturales específicos, y por supuesto, integrada a un modo de
concebir la educación, la escuela y las universidades, aisladas de realidades
socioculturales. De lo que se trata es de replantear la situación y llevar la
especialización a escalas locales en función de solucionar problemas locales
que, sin duda tendrán impacto a mayor escala.
De lo local al ALBA
La educación no se ha
mirado desde una perspectiva local, y ha estado siempre vinculada a
conocimientos y saberes alejados de los contextos y en la mayoría de los casos
abstractos; además, cuando se piensa y trabaja especializadamente, se hace en
función de industrias y empresas, de mercado laboral, con intereses y
vinculaciones globales. Así se ha hecho con la ciencia y la tecnología aplicada
a la medicina, a la industria automotriz, a la agropecuaria, etc.
Pienso que se debe mirar
el mundo desde nuestros contextos, y el Plan de Desarrollo Comunitario debe
atender a las relaciones que establece necesariamente la comunidad propia con
las comunidades próximas y lejanas.
Pienso que las
estructuras administrativas que conocemos en el área de la educación -y la UBV no escapa a ello- parten
de una institucionalidad abstracta, que concibe el conocimiento, la ciencia y
la tecnología en función del mundo trazado y dirigido globalmente[xxii]. Es esto lo que
ha llevado a que la educación no responda a las necesidades de las comunidades,
y a remarcar la tendencia que apunta a la desaparición precisamente de las
comunidades, toda vez que el aparato empresarial e industrial que se soporta
sobre los flujos de capitales trasnacionales, y que ha permitido la
construcción global de la llamada Sociedad de la Información, amén de
la devastación social llevada a cabo por los Medios de Comunicación, no postula
la existencia de comunidades, sino a lo sumo de ciudades (más exactamente
centros poblados, sectorizados y atomizados, en los que hoy pululan las
“villas” y demás formas de segregación espacial y urbana) formadas por elites
empresariales, obreros, trabajadores y, en definitiva, todos, consumidores. En
otros términos, la educación, la ciencia y la tecnología y por supuesto las
especializaciones están articuladas al Mercado y al Liberalismo en expansión
sobre todo a partir del siglo XVIII. De lo que se trata entonces es de
construir conocimiento no para el Mercado sino para las Comunidades, vale
decir, para el Pueblo organizado en redes de producción, al margen del mercado
capitalista, que precisa de la manipulación mediática para constituirse en
sociedad global de consumo.
De ahí la importancia
del Alba, por ejemplo, que debe mover a la integración de los pueblos, creando
un mercado no capitalista que incluya e integre bienes y servicios, pero
también y sobre todo, conocimientos y saberes.
UBV: Universidad Bolivariana de Venezuela
UC: Unidad Curricular
P-UBV-C: Proyecto UBV-Comunidad
IAP: Investigación Acción Participativa
CC: Consejo Comunal
CP: Calendario Productivo
C-IAP: Colectivos IAP
[iv] Sobre la validación de los títulos en EEUU expedidos por la URBE:
[xix] Proyecto educativo integral comunitario: una gestión que se construye
en conjunto. Educere. [online]. sep. 2006, vol.10, no.34 [citado 14
Junio 2007], p.549-552. Disponible en la World Wide Web:
.
ISSN 1316-4910.
[xxii] Sobre la ciencia neoliberal, se sugiere leer los trabajos de Edgardo
Lander y en especial “La Ciencia Neoliberal”,
en: http://firgoa.usc.es/drupal/node/22778
Se sugiere revisar:
- La educación bolivariana políticas,
programas y acciones: cumpliendo las metas del milenio. Parte II. Educere. [online].
Dec. 2006, vol.10, no.35 [cited 14 June 2007], p.689-713. Available from World
Wide Web: .
ISSN 1316-4910.
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ZAID, Gabriel (1998) De los libros al poder. Océano: México
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