La muerte, tema recurrente de la poesía universal, tiene en la poesía falconiana una expresividad que alcanza sus cuotas más notables de referencia en dos de nuestros poetas más significativos: Elías David Curiel (oracular) y Rafael José Álvarez (mitico).
ANTHONY ALVARADO: Herido de sombra
Por César Seco
La
muerte, tema recurrente de la poesía universal, tiene en la poesía
falconiana una expresividad que alcanza sus cuotas más notables de
referencia en dos de nuestros poetas más significativos: Elías David
Curiel (oracular) y Rafael José Álvarez (mitico), esto no quiere decir
que entre el arco que estos dos poetas tienden y que se podría tener por
tradición no existan cantidad de vates que han hecho sus propios
aportes, que han dejado sus propias visiones, abriendo paso a lo que hoy
nos permite afirmar una 'continuidad'. Implica como en las sagradas
escrituras el vagar de un pueblo en el desierto en búsqueda de la
'tierra prometida, con sus rasgos proféticos y de revelación, lo que
entre nosotros conllevaría a un 'saciar la sed', o sea ir a la entraña
que nos identifica desde el polvo y la sombra. Hay un suceso, entre
varios, el cual es referencia en el tiempo de esto que vengo expresando,
ocurrido éste por la inclemente sequía y hambruna del año 12 del siglo
pasado, donde muchos seres abandonaron desesperados, mordidos por el
diente de la angustia, la península (cabeza del territorio) para en
travesía por arenisco camino venir en búsqueda de tierras altas,
frutales y de afluentes de agua (la cola montañosa al sur del
territorio), no sin ello tener que atravesar la ciudad capital, entonces
un poblado de casonas donde vivían los regentes y donde aún hoy el
silencio es un murmullo que pareciera demandar siempre palabra. Incluso
persiste una huella en ese camino de soledades: la capilla que se divisa
en la hoy carretera y que lleva el nombre de Ánimas de Guasare.
Los
poetas nuestros, si bien han bebido de la historia, es en la
imaginación donde han buscado y encontrado el agua para saciarse como
peregrinos que son y siguen siendo. Es aquí a donde nos trae el joven
poeta Anthony Alvarado. Él nos dice en el poema inicial, de largo y
sucesivo aliento, magníficamente sostenido en su composición, poema
titulado precisamente: "Introducción al manifiesto de los muertos": "En
su destierro no hay camino para el regreso,/ con los dedos heridos de
esquirlas,/ iluminado por los rayos de un oscuro sol indistinto". Ya
desde aquí, el poeta echa a andar su propia travesía o la del sujeto al
que la otorga en la página: "Es aquí donde incendiamos los barcos de
papel/ y donde un impúber que fue poeta escupe ron sobre su/ origami./
Soportar con el dorso el sollozo/ y las súplicas de los santos,/
bebiendo con las manos en forma de cuenco,/ puesto que no saciamos la
sed". El poeta demitifica la anécdota: "Las hogueras calientan los
huesos, puesto que no toleramos el frío./ Realmente carecemos de dolor,
más bien de necesidad,/ ya no se poseen músculos,/ la luna cercana no
ofrece mayores beneficios./ Caminamos en la ceguera,/ descifrando
acertijos para ignorar el pensamiento/ de lo que llaman destino". Es
como si el poeta dejará a un lado toda certeza, más que una congregación
de huesos andantes y el paisaje ardiente y todo "sembrado de geranios y
abrojos". Es de aquí de esa alternancia del adentro y el afuera donde
el autor hace emerger, cómo un aparecido, ese ser que ha venido
anunciando: "Una extraña figura emerge sobre la colina, dice llamarse/
Vladimir. Sobre sus rodillas el ángel de la muerte coquetea/ junto a
otro llamado olvido. No se adapta al desierto y la/ noche, pero sobre
todo no se acostumbra a tantos/ transeúntes desgarbados que abrigan
letanías dentro del corazón,/ tampoco a los seres de medianoche".
Digamos que está figura rimbaudiana es un muerto vivo, antes que un
angustiado o un aparecido. He aquí que Alvarado sitúa a su sujeto en su
propio ámbito poético. Hay un guiño a Elías David Curiel, pero el poeta
lo hace, precisamente desde ese ámbito que le ha propiciado: "Descuelga
su cuello del farol que se estira/ hacia el cenit del manto oracular".
El resto de esta estación es un brindis oficioso de lo que hay detrás o
su propio 'al través" del poema: "Y el portero yace sin atributos,/
busco en sus bolsillos el relato de su finitud,/ y sólo hay una
cajetilla de cigarros,/ un breve poema referido al trato con los demás,/
y se encontró, además, un tomo de Tralk,/ y al final de sus páginas/ un
fragmento de Aragón". Nos advierte que "un dedo es siempre
evanescente". Le es necesario que el poema culmine más allá de la
página, que volvamos a la más pura imaginación: "ardemos en la fibra
escondida del recuerdo,/ como extrañas luciérnagas alcanzando el corazón
de las/ promesas.
Un
juego de luces y de sombras es el que proyecta en decir de claridad a
oscuridad.. Todo se nombrará a partir de aquí con afirmación lapidaria;
los poemas "Heterónimo de huesos" y "Visiones y perversiones", nos
confirman ya este tono: "Esta tarde adolece de todo lo necesario/ para
ofenderte a sí mismo", cierra el primero y el segundo va a una
figuración: "Entonces los carroñeros escanciaran/ ante los comensales
las sobras de un cadáver/ roñoso con sus gusanos". El manjar de la
travesía que el hombre se acarrea en su mal. La llegada es pues a la
ciudad de nadie ("Mis modales ya no tienen remedio"). No sólo poetisa
para o desde lo sentido sino que se abre a lo intuido, a la raíz del
asombro. Ciertamente, mirada y decir de Alvarado no pretenden sen
encantadores, y sí lo son desde otro punto de percepción, por lo menos
no lo acentúan; lo escatológico puede también ser dicho con belleza, por
ejemplo en este extracto del poema "Todo lugar": "La metáfora se
desprende de los techos de zinc,/se desliza entre la roca como ofidio,/
sí la mantiene cautiva su piel de manchas/ y te ofrece sus huesos de
puzzles./ A través de la corteza de los árboles abre brechas/ por donde
mana la resina, para luego ser/ ambar, joya del poema". De algo estamos
convencidos: quien anda en la página no es ya un fantasma rural sino un
fantasma urbano, alguien que va a disolverse de nuevo en este mundo,
escribiendo hasta el instante mismo de su putrefacción. El silencio lo
ampara de ese 'mundanal ruido', cómo un grito de pesadilla, mudo, pero
no más incidente que la palabra.
Como dice José Javier León,
editor y escritor del prólogo, hay una segunda parte que constituye el
libro y que "es una forma de memoria... una materialidad volátil", un
elemento "gozne", esencial para precisar el mirar y decir de Anthony
Alvarado. Quienes hemos leído sus anteriores libros sabemos que es así,
sólo que en éste alcanza una cuota de realización mayor. Digamos, con
todo respeto, más precisa. Si bien es una escritura cercana al Haiku en
lo formal, trasciende lo que entre nosotros se ha tornado como moda,
cambiando sólo de palabras, cosas, elementos de la naturaleza y de
ámbito en que vive el autor. El poeta nuestro ha superado esa tentación.
Alvarado no ha temido darse la vuelta en forma, fondo y contenido.
Cierro con un solo ejemplo que me recuerda a Celan, invitándolos a leer
todo el libro:
"Sigue la noche
dando su leche negra,
orlo su boca".
Herido de sombra.
Anthony Alvarado. Poesía, 2008-2023. Editorial Urgente. 2024. Prólogo:
José Javier León. Nota de la contraportada: Ramón Ordaz.
en Notas distraídas. C.S. 2025
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