y la revolución en la educación
Maurice Gaudelier a Jacqueline Clarac
Investigación y desarrollo son dos procesos que ameritan una severa reflexión. En primer lugar, la investigación tal como la conocemos, forma parte de un aparato gnoseológico y, en general, epistemológico que de una u otra manera adherimos. Las Universidades tradicionales no reconocen otro -si acaso lo hay-. Se remonta desde el llamado "milagro griego" hasta nuestros días, y sólo en el siglo XX y durante algunos momentos de iluminación que concluyeron en la hoguera y la muerte, en la abjuración, en la tortura, el destierro y el silenciamiento, o en el mejor de los casos, en los discursos elusivos (y eleusinos, órficos y herméticos) de las artes, en especial de la Poesía, se intentó buscar otros caminos, ahondar en otras experiencias, siempre que la Ciencia -aliada en muchos casos a la religión- se tornó férula, antigualla, rigor mortis. (En algunos escenarios discursivos de la modernidad, previa y progresiva secularización, la ciencia en efecto ocupó el espacio de la religión, lo que no obstante no evita la fricción ante investigaciones que controvierten los principios básicos religiosos, como ocurre hoy con la clonación).
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