Con mis bachaqueros no se metan


Con millón y miedo me fui pa’ Las Pulgas, allá sí pude comprar porque todo está a 200.000, qué mantequilla. Eso lo estoy escuchando por estos días de pago de pensión; qué bello todo, o sea, si compro por punto pago 2 millones, pero si voy al mercado bachaquero del efectivo, aunque sólo le quito al bolívar un cero rinde cinco veces más que el bolívar soberano, será porque es el bolívar que compran en Colombia. Será.


El punto es que ese delito está sucediendo poco menos que en las narices de todas las autoridades juntas. Pregunto, para dónde se va el efectivo que entra a ese antro de la perdición que es el mercado Las Pulgas. Todos, TODOS saben la respuesta. 

Y lo peor es que, en efecto, la satisfacción que le da a los que tienen efectivo puede hacer que, como si se tratase de un retorcido síndrome de Estocolmo en el fondo de sus corazones lleguen a defender y hasta proteger a los que nos están volviendo el salario estiércol.


Ese diferencial enorme ¿quién lo está pagando? El asalariado, el que a estas alturas no se sabe cómo es que sobrevive. Mientras sigamos impunemente pagando con tarjetas a los precios que les salgan del forro a los comerciantes, en las Pulgas se pueden dar el lujo de hasta regalar los productos, total, los estamos pagando al millón %.


Mientras, los bachaqueros se cagan de la risa y los que tienen acceso al efectivo crían relaciones afectivas que, llegado el momento –lo juro, porque no es la primera vez que ocurre- se revertirán en contra del gobierno si es que por un milagro de dios se le ocurre meterle la mano (no meter mano en…) a ese negocito de los más perversos que existan.


Por lo pronto, aquí estamos y aquí seguimos, viendo correr las horas.

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