MENCIÓN: PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Redes
y relaciones para repensar la comunicación popular
José
Javier León
Resumen
El
artículo indaga en las redes y las relaciones (en sentido
antropológico) que participan en la fundación de un barrio, en este
caso, El Renacer, ubicado en la periferia oeste de la ciudad de
Maracaibo, al occidente de Venezuela. Partimos de la premisa de que
estas redes y sus relaciones proponen bases para pensar un concepto
de comunicación acorde con prácticas informales educativas y
organizacionales de una población que ha estado históricamente
relegada de los medios de comunicación hegemónicos. Con la
etnografía indagamos su cotidianidad, como una manera de conocer sus
esfuerzos individuales y colectivos por alcanzar una vida digna y
hacer más amable su entorno, fuente primaria de los contenidos
comunicativos y de sus recursos expresivos.
Palabras
clave:
Redes, Relaciones, Cultura, Vida Comunitaria
Networks and relationships to rethink popular communication
Abstract
The
article explores the networks and relationships (in an
anthropological sense) involved in the foundation of a neighborhood,
in this case, El Renacer, located in the western periphery of the
city of Maracaibo, in western Venezuela. We start from the premise
that these networks and their relationships propose bases to think a
communication concept according to informal educational and
organizational practices of a population that has been historically
relegated from the hegemonic media. With
ethnography we investigate their daily life, as a way of knowing
their individual and collective efforts to achieve a dignified life
and make their environment more friendly, the primary source of
communicative content and its expressive resources.
Keywords:
Networks,
Relations, Culture, Community Life
Introducción
Las
redes a las que nos referimos componen un tejido formado por las
relaciones sociales que vinculan a los sujetos en organizaciones
formales e informales que no cesan permanentemente de configurarse,
siguiendo los ritmos de la cotidianidad, marcados por las diversas
experiencias, la construcción de identidades, la ingente lucha por
sobrevivir y alcanzar un grado siempre relativo de bienestar,
seguridad y satisfacción de necesidades. Son redes que permiten
«captar y canalizar recursos estratégicos, incluyendo información»
(Gutiérrez, 2007: 42). Son recursos alternativos que emplean los
pobres para superar sus dificultades, supliendo la falta de seguridad
social movilizando recursos sociales o lo que llamó Bordieu, (2008)
el “capital social”.
Las
redes sociales remiten a la escuela británica de antropología
social y en especial a Radcliffe Brown (1972), quien ubica la red en
el nivel de las relaciones existentes
y observables
identificándolas a su vez con la estructura social. Para decirlo en
los términos que ofrecería el barrio El Renacer, la «red» son las
relaciones existentes y observables entre vecinos próximos, lejanos
y familiares incluida la parentela, y la estructura el dibujo o
tejido derivado de dichas vinculaciones.
Podemos
adelantar lo siguiente: la estructura como realidad concreta
observable,
compuesta por las relaciones que se dan en El Renacer puede ser
abstraída
en
su forma general salvando las variaciones
particulares.
Es
decir, podemos estudiar las relaciones concretamente, y no obstante
privilegiar el análisis de las estructuras que dan fundamento a las
interacciones
(«La
interacción social es básicamente comunicación» dice Panchi,
2004: 208), atendiendo a que los sujetos no están determinados única
y exclusivamente por dichas estructuras, sino que va de éstas al
nivel de las prácticas concretas y las interacciones.
Las
redes las analizamos siguiendo a Alicia Gutiérrez (2007), a) como
cuerpo
(«en la medida en que el mantenimiento unido de la red puede
asegurar el desarrollo de cierto tipo de estrategias entre las
unidades domésticas que participan en ella» [62]; o bien b)
como «sujeto colectivo
que debe coordinar sus actividades para poder reproducirse
socialmente» [340]; y c) como
campo
«en
la medida en que allí se ponen en juego distintos tipos de
‘capitales sociales’, distribuidos desigualmente entre las
unidades domésticas que participan en esas redes, y que plantea la
cuestión del intercambio desigual y de las relaciones de
dominación-dependencia en su seno» [62], «donde se juega capital
social y simbólico y donde los integrantes luchan por su acumulación
y monopolización [410]).
En
las redes informales, jerárquicas y horizontales, ocurren
intercambios de bienes no mercantiles tangibles e intangibles. Son
las redes, relaciones de proximidad diferenciadas por la cultura, la
confianza, la proximidad, la religión, la filiación partidista,
entre otros elementos. Promueven la cooperación y coordinación de
los diferentes grupos, con el objetivo de asegurar beneficios mutuos.
Podemos
decir: las redes son la comunidad. Sin éstas, la comunidad no existe
y deviene conjunto de núcleos domésticos aislados y atomizados. Las
redes garantizan el flujo de información, pero también de bienes y
servicios que, si bien no permitirían una salida definitiva de la
pobreza, al menos garantizan la sobrevivencia catalizando sus
potencialidades intrínsecas, hasta llegar a convertirse en las bases
para la organización de una economía autogestionaria.
Compartimos
esta intuición cuando De Lomnitz afirma que «la existencia de las
redes de reciprocidad que hemos encontrado en nuestro estudio
implica, además, la posibilidad de utilizar los recursos sociales de
los marginados no solamente como mecanismo de supervivencia, sino con
fines de producción. Concretamente, habría
que buscar soluciones a los problemas planteados por la marginalidad
en base a las mismas redes de intercambio»
(2006: 31).
Dimensiones
para el análisis
A
continuación, se desglosan algunas dimensiones que sirven para
delimitar el análisis de las redes como bases epistemológicas para
una comunicación popular, las mismas
surgieron de la sistematización de una investigación que cursó las
herramientas de la etnografía como la observación participante, las
entrevistas no estructuradas, las conversaciones abiertas, las
discusiones y anotaciones, generando un cuerpo de datos que, sometido
a interpretación propició las bases socio-históricas para proponer
un concepto alternativo al de la comunicación producido por los
medios del sistema económico dominante.
Cultura
Esta
noción recoge aspectos inaprehensibles al mismo tiempo que decisivos
a la hora de considerar las transformaciones en un barrio. Se
incluyen los aspectos que tienen que ver directamente con la noción
si se quiere más convencional que abarca la palabra, y que encierran
expresiones folclóricas, literarias, teatrales, musicales, pintura,
artesanía, etc. También otras que contienen lo que podemos llamar
un plus político-cultural, algo verdaderamente añadido a la
dinámica cotidiana de la sobrevivencia, casi de manera gratuita
(filosóficamente hablando), que no forma parte orgánica de la
fundación de la comunidad pero que, sin embargo, atraviesa la
constitución de El Renacer y determina su presente y acaso, su
futuro.
Siguiendo
los aportes de Pedro Trigo (2008) esta dimensión cultural recoge las
relaciones que personas y grupos de la ciudad (entendiendo que el
barrio forma parte de la relación asimétrica ciudad-barrio, y en
nuestro caso particular Maracaibo-periferia) establecen con las
personas del barrio pero que no son relaciones clientelares y ni
siquiera ilustradas, es decir, no son avanzadas de ningún partido
político ni llegan con la intención de «enseñar», de «ilustrar»
a los que no saben. Se trata de personas que saben que pueden aportar
algo al barrio, pero que estiman a sus habitantes y reconocen que las
dificultades pueden ser superadas y que el barrio vale por sí y es
digno de respeto. Establecen estas personas, con los habitantes del
barrio «relaciones simbióticas»:
…en las que ambas partes, más
allá de las dificultades para salvar una distancia que se había
convertido en foso, se van encontrando realmente, aprenden
mutuamente, se valoran realísticamente y se sienten a gusto y
motivados. Este modo, novedoso desde todo punto de vista, de estar en
el barrio y la ciudad se encuentra todavía en ciernes; pero si logra
consolidarse puede dar un vuelco a la existencia de los barrios y
contribuir muy significativamente a salvar de su alienación a la
ciudad (Trigo, 2008: 58)
En
el proceso de fundación de los barrios hemos experimentado ritmos
que van de una suerte de euforia colectiva y entusiasmo, a otros de
tranquilidad que raya en la anomia. También hemos observado que los
avances en la llamada «consolidación» es decir, en la adquisición
y dotación de servicios públicos, profundizan la atomización y la
segregación, hasta llegar a un punto en que las relaciones primeras
y fundacionales quedan definitivamente atrás, y las familias quedan
desconectadas entre sí, aunque conectadas al capital vía salario o
comercio informal. En todo caso, los vecinos como tal dejan de
necesitarse, salvo, como lo pudimos constatar en el trabajo de campo,
a la hora de activar un plan de seguridad contra «azotes de barrio».
Dice
Trigo (2008: 60-61)
El barrio está consolidado y no
pocas veces degradado por la sobrepoblación y la tugurización. Pero
también las trayectorias vitales están ya en cierto modo fijadas y
no pocas veces rigidizadas y heridas. En el barrio hay una verdadera
instalación. Las relaciones no son ya fluidas sino mucho más
selectivas. El ambiente del barrio es mucho más diversificado que en
fases anteriores, pero la apertura es menor; hay menos espontaneidad.
Sin duda que es posible entablar nuevas relaciones y entrar a grupos
y a círculos; pero hay que realizar para eso un camino más o menos
largo
Esta
situación sólo puede ser superada «por un salto cualitativo», es
decir, por ese plus
político-cultural, antropológico, comunitario y organizativo, que
no vendrá solo ni será espontáneo, y que no puede ser promovido
por partidos en busca de clientes:
El salto antropológico requerirá
de algún medio comunitario o asociativo que lo propicie. Pueden ser
organizaciones de derechos humanos o ambientalistas o culturales o
religiosas o políticas en partidos no clientelares. Algo de esto se
da más o menos en no pocos barrios
(…)
Estas relaciones tanto con
organismos del Estado como con profesionales en estructuras jurídicas
de responsabilidad compartida radicadas en el barrio es la
configuración que puede repotenciar al barrio de modo que
asintóticamente llegue a normalizarse, pero en un modo de producción
que ejercite lo que el barrio posee y ha perdido la ciudad y que es
así su aporte a ella (Trigo, 2008: 61)
Creemos
que, en ese salto que implica la aparición de una figura más
compleja en lo político-cultural participan actores que llevan el
«carácter ‘espontáneo’ de la cultura subalterna hacia una
posibilidad de hegemonía, a través del ejercicio de un liderazgo
consciente (combinando) los recursos de la educación formal con el
punto de vista y el compromiso con los intereses de las clases
sociales subalternas» (Beverley, 2011: 63). Con otras palabras, se
trata de combinar la voluntad política de cambio:
…con los poderes creadores del
pueblo, a través de un sistema construido sobre la base de un nuevo
paradigma que rompa con el actual papel de intermediario que tienen
nuestras instituciones, para convertirlas en entes formadores,
multiplicadores y acompañantes de los procesos
formativos-productivos, que generen las condiciones materiales y
subjetivas de un nuevo sistema de relaciones sociales y económicas
(Ojeda, 2010: 68)
Entendemos
entonces esa dimensión cultural, que en el caso específico del
barrio El Renacer estuvo representado en la intervención de
estudiantes universitarios de comunicación social que participaron
en la ocupación y contribuyeron a fundar la comunidad y
especialmente a elaborar proyectos educativos y culturales que hoy se
expresan en la vigorosa comuna Flor Montiel.
Es
aquí donde se expresa la confluencia de lo
político-cultural-educativo-étnico con el fin de construir
organizaciones que se planteen como objetivo diseñar formas de
producción del futuro, ensayando para ello sus formas en el
presente. En esta figura se concentra la creación y la generación
de un futuro
más humano,
y por ello no desconoce los aportes étnicos, los valores de la vida
comunitaria, la unidad estratégica de la teoría y la práctica, la
fiesta, la profunda interrelación entre política, educación y
sociedad, la armonía ecológica y la silenciosa sabiduría de la
vida cotidiana.
En
ello colaboran los «profesionales solidarios que van a «la casa del
pueblo pobre»,
…no
como representantes del orden establecido, ni como bienhechores (que
son el alma de este mundo desalmado) sino como otra posibilidad
genuina del Occidente, en búsqueda, ellos también, de una figura
histórica en la que quepa la reciprocidad de dones (Trigo, 200: 220)
Bienestar
Podemos
afirmar que un barrio se funda y crea comunidad cuando sus habitantes
experimentan alguna forma de «bienestar». Nada más difícil, sin
embargo, de determinar, máxime si lo intentamos con fórmulas
liberales. ¿Qué es lo que un barrio como El Renacer ofrece a sus
habitantes? Cuando se lo preguntamos, han respondido: tranquilidad,
seguridad. En un mundo tan convulso, no es poco.
Lo
que no deja de ser profundamente paradójico es que sea en barrios
como este donde se venga a conseguir lo que no se puede sino
difícilmente encontrar al menos en las grandes ciudades. Paradójico,
pero no absurdo.
Zigmunt
Bauman advierte que la desintegración de la trama social y la
imposibilidad de las acciones colectivas, son parte de los efectos de
las formas del poder y de la vida moderna, porque efectivamente para
que el poder del capital fluya no deben existir trabas ni controles,
y cuando los hay los borra, los elimina. Es así que desaparece
cualquier «trama densa de nexos sociales, y particularmente una red
estrecha con base territorial (…) Los poderes globales están
abocados al desmantelamiento de sus redes, en nombre de una mayor y
constante fluidez, que es la fuente principal de su fuerza y la
garantía de su invencibilidad» (2004: 19-20).
De
modo que está más o menos claro que los barrios ofrecen, en medio
de las formas de poder que necesitan destrabar sus acciones, tramas
densas, nexos sociales y bases de operaciones territoriales; es
decir, todo lo que afecta a los intereses del capitalismo.
En
ese sentido, la población más vulnerable, la que menos recursos
económicos tiene, la más débil y la más angustiada, compensa su
precariedad material con lo que no tienen los ciudadanos en sus
confortables villas y urbanismos consolidados: paz, tranquilidad, las
que sólo pueden dar –en este mundo globalizado de realidades
efímeras- los nexos sociales y el asentamiento territorial.
Las
circunstancias (la lógica neoliberal) empujan a que estos marginados
subjetivos se vayan haciendo del barrio, es decir que dejen de
definirse por lo que no son y empiecen a modificar su concepción del
barrio para que en él quepan también ellos mentalmente, ya que van
a tener que residir físicamente en él de un modo estable. Eso no
significa que se pasen sin más a la simbólica y al imaginario del
barrio; pero sí que no se sitúen de espaldas a ellos sino que lo
vayan viendo como una opción humana como un mundo-de-vida y no como
in-cultura y barbarie.
Este deslizamiento está propiciado por relaciones y a la vez las
propicia; y el barrio a su vez también se predispone a recibir sus
aportes positivos. Este encuentro recién empieza; pero a la larga
puede resultar muy fecundo (Trigo, 2008: 219)
Nostalgia
del campo
Es
posible que una generación atrás nos descubramos en la Venezuela
rural y campesina. Mis propios padres crecieron en el campo
vinculados a sus faenas. Claro, cuando eran adolescentes, las
ciudades y en especial las grandes capitales se ofrecían como
espacios de oportunidades. Estaba además el problema del estudio, no
había liceos ni mucho menos universidades en las ciudades y pueblos
de lo que aún se sigue llamando el «interior del país».
En
el caso que nos ocupa ¿de dónde si no del campo proviene la mayoría
de sus pobladores? «El acontecimiento petrolero, luego industrial y
posteriormente comercial pautó la transformación en el poblamiento.
Ello por cuanto el esquema agrícola sugiere un poblamiento bien
expansivo o irregular. Sin embargo, la tendencia industrial y
comercial demanda un poblamiento concentrado» (Osorio, 1985: 57-59)
Los
motivos del poblamiento de El Renacer son expuestos por sus
habitantes, más lo interesante es observar como la tendencia
histórica se mantiene, y se refleja en el más inmediato pasado y en
los problemas del presente:
«La
desarticulada distribución demográfica establece que el 80% de la
población ocupa apenas un 20% de la superficie del territorio
nacional (…) El cuadro demográfico estadal permite sostener que la
pauta de distribución poblacional ha estado permanentemente
orientada hacia el norte del país. Esa dirección responde al
quehacer importador-exportador al que ha estado expuesta la nación.
El poblamiento se ha realizado mirando hacia el exterior y alrededor
de los ejes portuarios» (Osorio, 1985: 60-61).
Hacia
las ciudades migra aún el campesino sin tierras, sobre todo el
colombiano desplazado por la violencia, pero también jóvenes
venezolanos de pueblos desesperanzados. El pasado rural reciente se
manifiesta como rechazo, bajo la idea de que el campo es atraso, pues
aunque no se viva exactamente en la ciudad ya se está cerca y por lo
tanto el campo hay que dejarlo atrás… O bien, como nostalgia,
cuando se añoran sus virtudes y de manera natural y casi espontánea
se aprovecha cualquier espacio para esparcir semillas.
Las
personas que pueblan un barrio reciente como El Renacer portan los
signos de aquella cultura, aunque las condiciones para que se pueda
desarrollar son limitadas, al mismo tiempo están convencidas de que
las oportunidades de mejorar están conectándose a la economía
urbana. Saben que han dejado una vida atrás y que la sobrevivencia
pasa por encontrar un salario o una entrada regular de dinero. «Si
el campo sigue presente simbólicamente, el barrio es la realidad en
la que se está» (Trigo, 2008: 50).
Comunicación
mediada
La
comunicación en términos convencionales, como mecanismo de
interacción comunitaria se presenta de dos maneras: como red de
información primaria, y como comunicación dirigida con propósitos
u objetivos específicos.
Como
red, los vecinos hacen circular información de casa en casa,
aprovechando los recorridos a las tiendas, parando en los frentes, o
en visitas concretas, pasando la novedad. La comunicación dirigida
es la practicada por los voceros o miembros de las organizaciones en
este caso del Consejo Comunal que cuando necesitan hacer extensiva
una información para avalar un proyecto o una petición, deben pasar
por las casas y así lograr la firma o los recursos. Esta
comunicación dirigida supone consulta forzada y un entendimiento o
consenso que no ha sido en verdad discutido.
Suele
suceder así con proyectos ya concebidos, que sólo ameritan una
actualización localizada para ser ejecutado. La población por lo
regular no percibe la diferencia entre un proyecto construido «desde
abajo» y los proyectos impuestos, que caen desde las alturas de
algún tipo de poder, sobre la base de que las necesidades han sido
previstas y «universalizadas», pues todos necesitan
lo mismo…
Como
opción, la comunicación puede y debe ser utilizada para
«reconectar», así lo plantea una de las personas entrevistadas,
con el fin de reconstruir tejido social y en general y en términos
prácticos para socializar la información.
El
planteamiento que sigue sintetiza y vale la pena conservar su
enunciado propositivo original: «cómo se da la integridad en una
comunidad: cuando hay organizaciones, pequeñas organizaciones». La
comunicación así entendida es expresión de diversidades en
movimiento y articulación.
Procesos
integradores
En
lo que sigue dialogan las nociones arriba estudiadas con aspectos de
la realidad concreta obtenidos etnográficamente. Las entrevistas
fueron categorizadas y analizadas con las herramientas del análisis
del discurso desde cinco dimensiones (Fundación, Campo de
Relaciones, Dinámicas Internas, Poder y Comunicación) y buscaron
dar respuesta a las preguntas: ¿cómo se funda un barrio?, ¿cómo
se construye la vida comunitaria?, ¿qué factores intervienen en el
nacimiento y naturaleza de los conflictos que amenazan la vida
comunitaria?, ¿cómo se construye la propiedad en el barrio?, ¿cómo
afecta la consolidación urbana la vida comunitaria?, ¿qué
elementos participan en la construcción del poder local?, y ¿qué
formas de la comunicación mediada e intermediada se manifiestan en
la cotidianidad del barrio?
Las
preguntas tributan a la cuestión central, corazón de nuestra tesis:
Cómo
se comunican relacionalmente, para la construcción de la vida
comunitaria los habitantes de un asentamiento urbano popular
a.
¿Cómo se funda un barrio?
Nuestros
barrios son aluvionales, muchos creados artificialmente por la acción
encubierta de agentes invasores que, aprovechados de las
circunstancias promueven la ocupación con fines
electorales-clientelares o simplemente como negocio. En la oleada,
llegan los necesitados, los excluidos, los sin techo, y sólo después
y con el paso de los días, cuando las aguas se asientan, se observa
el territorio conquistado, las parcelas distribuidas (algunas
vendidas o para la venta) y se hacen visibles los factores sociales y
políticos que auparon y dieron forma a la ocupación. Para los
grupos con mayor conciencia territorial como el caso de los wayuu
(población indígena mayoritaria del país, que con regularidad se
asume colombo-venezolana), fundar un barrio crea la posibilidad de
obtener una buena parcela para levantar el dominio de una familia
numerosa.
Pese
a todos los esfuerzos que ha habido por parte del Estado venezolano
para regularizar la presencia de extranjeros el grupo de colombianos
sufre los problemas de la ilegalidad y carga con el peso de no poder
ofrecer a los hijos una educación universitaria y con ello, la
posibilidad de acceder a mejoras en sus vidas. Este es un problema
lacerante y lastima las relaciones sociales y político-comunitarias.
Al
terreno para ocupar se llega de oídas, se va corriendo la voz,
vecinos cercanos al lote y que han visto los movimientos avisan a
familiares necesitados, que habrá una ocupación. Y ocupan primero
una vez, y los desalojan las fuerzas del orden. Una segunda, y
también son desalojados. Viene una tercera… hasta que finalmente
queda. Los promotores saben que sólo una buena poblada puede
garantizar la ocupación. La ocupación es un acto profundamente
creador, que evoca los orígenes de lo humano y de lo
político.
Predominan la confusión, el caos. No hay luz, ni agua, nadie sabe
nada o muy poco, pero lo suficiente para entender colectivamente que
hay que levantar algo parecido a una casa. Cuatro horcones y un
tendido de plástico o cartón que sirva de techo. Los servicios
llegan de afuera, pegados a las redes más cercanas. Se activan
recelos, pero también solidaridad.
En
medio de la incertidumbre y el temor, aparece un signo de legalidad:
un plano. Y en el plano aparece fundamentalmente lo que habrá: las
calles y la distribución de las casas.
Las
mujeres son las más decididas, acaso las más necesitadas o las que
sienten la necesidad más de cerca. Una vez que está limpio el
terreno y se han levantado los ranchos, hay que defenderlos de los
advenedizos, que esperan el cansancio de una familia para meterse
cuando ya todo lo más duro ha pasado. Las casas que se levantan son
precarias, pero hay la ilusión de que sean fuertes y protejan.
Cuando las autoridades han perdido la partida, llegan al barrio a
querer disponer sobre los terrenos. A reducirlos y, a pedido de los
vecinos más acomodados de las urbanizaciones aledañas, si las hay,
que por favor si ya no se los pueden quitar de encima que al menos
los alejen.
En
el marco de un relato de ocupación ilegal de un terreno, con sus
diversos factores: miedo, decisión, enfrentamiento a las
autoridades, factores externos… aparece un elemento endógeno sui
generis:
un plano que contiene plazas, espacios comunales, espacios de
recreación.
Lo
más difícil es conseguir los servicios, el agua, el gas, la
electricidad. ¿De dónde sacarlos? Tienen que venir de afuera,
tienen que ser metidos de contrabando. Pero los vecinos de los
alrededores saben que eso congestiona sus servicios, que tampoco son
muchos ni funcionan del todo bien… y ahora esto. Sin embargo, los
ocupantes se las arreglan para ganarse algunas conexiones, y estas se
reparten al interior del barrio. Se comparte solidariamente la
escasez.
Autoconstruir
abriéndose paso entre el monte, levantantado casas con lo que se
tiene y lo que se consigue. Los familiares ayudan, sobre todo
aquellos que tienen experiencia en la construcción de estas
viviendas que, en medio de la necesidad, tienen que resistir la vida
a la intemperie: lluvias, sol inclemente. Poco a poco se va
avanzando, limpiando, ocupando todo el lote. Con el terreno limpio y
cuatro horcones con una cubierta ya se puede empezar a soñar en el
futuro. Ya comienzan a sentir que es suyo. Sin documentos, pero suyo.
Algunos indecisos creen que ocupar es como comprar, que la idea de
propiedad privada protege el terreno limpio y remarcado, que se
pueden juntar recursos afuera y venir a levantar un fin de semana
cualquiera, una «pieza de material». Pero no, en la ocupación un
terreno vacío (sin personas) no es de nadie; y si tiene levantado un
rancho (vacío), pues mejor, ya el trabajo duro ya está hecho.
Autoconstruir es la primera y básica forma de propiedad.
Las
mujeres son las más decididas, las que más obligan. Y más si son
colombianas y toda la familia está en Colombia. Para la mujer la
ocupación no es sólo ocupar y ya: es soñar también. La mujer
ocupa y sueña la comunidad y la casa.
b.
¿Cómo se construye la vida comunitaria?
La
vida en comunidad depende de la existencia, fortalecimiento y vida de
las redes de intercambio, las cuales suponen conocimiento previo de
las relaciones familiares, de las amistades, pero, sobre todo, en un
escenario de identidades líquidas, de situaciones indefinidas
marcadas por la precariedad, la cercanía, la proximidad vecinal. Y,
aun así, se resienten. Los colombianos, por ejemplo, tienden a
hacerla no sólo dentro del barrio sino afuera, las necesitan para
protegerse y además tienen más acentuado el sentido de lo político.
Algunas redes que se comienzan a generar entre los vecinos son las
que participan de las actividades religiosas protestantes.
Por
otro lado, es muy importante resaltar el acervo cultural que se pone
en juego en las ocupaciones, los saberes, las prácticas que
corresponden a formas de vida en contextos y territorios muy
distintos, adaptaciones culturales que nos hablan de prácticas de
resistencia cultivadas al calor de las necesidades cotidianas. Las
relaciones son un capital cultural y simbólico.
En
particular, en el barrio El Renacer
Los
habitantes reconocen el valor del aspecto cultural. Nunca lo refieren
de manera despectiva. En algunos casos les parece central y cardinal.
Han ido construyendo sus pobladores la imagen de que allí pasan
cosas distintas a la de otros barrios, que hay cosas que en los demás
no se dan ni se construyen. Se promueven movilizaciones políticas
–por viviendas, por ejemplo- con una carga o plus
cultural. Se fundan espacios culturales, exclusivamente para los
intercambios de bienes intangibles… Por eso, cuando se hace un
proyecto para casas, se pide más, se pide que sean distintas…
Un
más
que lo da un factor, un grupo que se distingue por su acción social
y cultural. Que se mueve y organiza en otras direcciones y para otras
cosas.
Se
experimenta una vida en El Renacer distinta, feliz, segura. En medio
de un sentimiento de inseguridad alimentado por los problemas y
agigantados por los medios, que la comunidad sea un remanso y un
espacio para el sosiego, es sin duda un privilegio.
El
sentimiento de bienestar lo expresan con más contundencia los
fundadores, los que no sienten los efectos de la atomización como sí
ocurre entre los recién llegados y los que no tienen mayores
vínculos con el barrio.
El
Renacer puede comunicar a sus habitantes y visitantes la sensación
de espacio retirado, de pueblo que se interna en el campo. Hay
silencio y en las noches despejadas el cielo se ve completamente
estrellado.
En
El Renacer se cruzan la ciudad y el campo, es la puerta a la ciudad y
el patio de la vida rural y campesina.
c.
¿Qué factores intervienen en el nacimiento y naturaleza de los
conflictos que amenazan la vida comunitaria?
Los
otros son los de afuera, los desconocidos. Afuera y en los otros,
está lo feo y lo malo. Los otros, los de afuera, no se sabe con qué
intenciones vienen. Hay que proteger lo ganado con la presencia, con
solidaridad. Sospechar, andarse con cuidado. Porque es que lo propio
sigue siendo precario, de la noche a la mañana pueden cambiar las
cosas. Eso, al principio, porque después vendrá la organización
festiva, el trabajo colectivo para fundar definitivamente el barrio…
Después, con la «estabilización» aparecen los otros, los de
afuera (con sus signos políticos marcados) y los de adentro (con sus
intereses particulares, de grupo). Lo colectivo obviamente comienza a
desfigurarse, a perderse.
Los
otros –de afuera- son distintos, y cuando el tiempo pasa y las
cosas se van asentando,
los otros
comienzan a nacer desde adentro.
En
El Renacer, como seguro ocurre en muchos otros barrios, el consenso
no es como dicen los libros… Aquí los acuerdos se construyen
cuerpo a cuerpo, entregando trabajo y anteponiendo la palabra.
Dándola, pero con trabajo. El trabajo (la fuerza para trabajar) es
lo único que se tiene para intercambiar, no sólo en el difícil
mercado de trabajo, sino ante los otros, o en la relación con los
otros, a la hora de la necesidad de servicios: agua, electricidad,
gas.
La
palabra vale porque viene acompañada con trabajo, con esfuerzo.
En
la raíz de los conflictos está la propiedad. Si se utiliza algo –de
alguien- sin haber compensado –o entregado por- su uso la moneda
corriente, que es el trabajo, se originan graves conflictos. No basta
el prestigio, el tiempo, la posición. Incluso se dejan a un lado los
años de trato y los esfuerzos de la fundación conjunta. Se instalan
resquemores, sospechas, desacuerdos. Y se materializan: se rompe la
propiedad del otro: mangueras, cercas.
Lo mío está en mis predios, venga de donde venga.
Comienza
un proceso
de alejamiento y extrañamiento que se va llenado de miedos, y eso
conduce a ostracismos severos, a desmovilización y en general a
desinterés.
d.
¿Cómo se construye el derecho a la propiedad en el barrio?
El
derecho a la propiedad lo da el tiempo y el esfuerzo y un consenso
sobre esa forma de propiedad se extiende entre los vecinos. Hay
expresiones de solidaridad (el trabajo llama al trabajo). Pero
comienzan a darse y a aparecer otras formas de propiedad, por
adjudicación directa –fuera de los tiempos de fundación- y por la
intervención de factores no comunitarios (político-partidistas).
Estas adjudicaciones directas en tiempos de fundación son
problemáticas, pero pasan y son olvidadas si quienes ocupan se
entregan al trabajo. Son normales en las ocupaciones cuando ha
aparecido un liderazgo que comienza a tomar esas decisiones. Las
formas de propiedad conflictivas que van a comenzar a descomponer las
relaciones en la comunidad, son las que vienen de afuera y «caen del
cielo». Los otros se dicen (entre dientes, mascullando): por qué
aquel y yo no. Sin embargo, hay formas de que no revistan tantos
resquemores: que la propiedad en todas sus fases (desde la fundación
hasta hoy) haya sido ocupada y defendida: la familia así se gana su
derecho a las mejoras.
«Yo
trabajé, yo me jodí». La propiedad se gana con esfuerzo, con
trabajo. Lo cual da sentido de pertenencia y hace que lo propio sea
no sólo legal, sino legítimo.
e.
¿Cómo afecta la consolidación urbana el vivir comunitario?
La
participación es una forma de integración y conocimiento de la
comunidad. La persona que participa se siente integrada e incluida.
Las diferencias se borran, en un proceso por definición democrático.
Pero en cuanto el barrio comienza a estabilizarse la participación
ralea, y las diferencias y los conflictos resurgen. La participación
iguala y democratiza; la estabilización y más tarde la
consolidación descubre las diferencias y las exacerba.
La
participación supone una alta conductividad de las ideas, de la
información y la comunicación, la estabilización estanca los
fluidos, las familias se concentran en sus problemáticas privadas,
se encierran.
La
estabilización y consolidación separa, aísla, cierra y concentra a
las familias en sus problemas y asuntos privados. Las conexiones y
los vínculos se tornan ajenos y abstractos. El centro de la
comunidad se pierde, se desdibuja. Aparece un factor que no existía
en los tiempos de la fundación, cuando el sentido de propiedad
provenía del trabajo colectivo y del sacrificio: la compra venta de
terrenos.
Los
lotes se comienzan a subdividir, a partir de manera impersonal, a
mercantilizar. Uno de los que vivió en los años de la fundación,
se duele al escuchar que venden así sin más ni más trozos de
terrenos que fueron luchados cuerpo a cuerpo. El que le vende a un
conocido que no viene de la comunidad y lo hace vecino de una familia
que compartió con el vendedor los tiempos de la fundación ha
perdido el sentido de la vecindad, podría considerarse incluso
desleal. Pero peor es el que vende un terreno vecino a un completo
extraño.
Cuando
las relaciones pasan por vender y comprar y las familias están
conectadas al salario o a los ingresos particulares, sin pasar por la
comunidad, la atomización se instala y la vida comunitaria se
desdibuja.
Conclusiones
en clave comunicacional
1.
Las redes captan y canalizan recursos estratégicos, la información
entre ellos.
2.
La interacción social es básicamente comunicación.
3.
Sin redes, vale decir, sin comunicación, no hay organización ni
posibilidad de sobrevivencia.
4.
Las redes son la base fundamental de la organización social,
política y económica de las comunidades en diálogo con el Estado y
las estructuras gubernamentales.
5.
La dimensión cultural es estratégica para generar cambios
cualitativos en la vida cotidiana del barrio.
6.
La dimensión cultural es un núcleo donde se expresa la confluencia
de lo político-cultural-educativo-étnico en la construcción de
organizaciones que se plantean formas alternativas de producción.
7.
Los habitantes del barrio deben ver su vida allí como una opción
humana, como un mundo-de-vida y no como in-cultura y barbarie.
8.
Las personas que pueblan un barrio reciente como El Renacer portan
los signos de la cultura rural y campesina, y por tanto los signos y
valores que sin duda contrastan con las formas de vida urbana.
9.
La
ocupación es un acto profundamente creador, que evoca los orígenes
de lo humano y de lo
político.
10.
La
mujer ocupa y sueña la comunidad y la casa.
11.
La vida en comunidad depende de la existencia, fortalecimiento y vida
de las redes de intercambio. Un proyecto de comunicación alternativo
no podría obviar ni desestimar estas redes.
12.
En El Renacer los acuerdos se construyen cuerpo a cuerpo, entregando
trabajo y anteponiendo la palabra.
13.
La participación, en especial en los momentos de fundación, supone
una alta conductividad de las ideas, de la información y la
comunicación, la estabilización en cambio, estanca los fluidos, las
familias se concentran en sus problemáticas privadas y se encierran.
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ética económica a economía ética.
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Pedro (2008) La
cultura del barrio.
Centro Gumilla - U.C.A.B., Caracas, Venezuela
OTROS ARTÍCULOS
"Perspectiva antropológica de la
comunicación. Una crítica a la comunicación mediática"
Resumen
El artículo crítica la llamada comunicación de masas partiendo
de un concepto que retoma su base antropológica, recurriendo a la
palabra y la memoria como elementos esenciales a la hora de definir
lo humano. Desde esa instancia que llamamos antropológica, la
comunicación reproduciría un modelo civilizatorio contrario a las
tendencias destructivas, deshumanizantes y anti-éticas del
capitalismo hegemónico. Desde la comunicación intersubjetiva,
desde el diálogo, el reconocimiento y el respeto, se establecerían
formas de ser y hacer reconstituyentes de los poderes creadores del
pueblo, fundantes de saberes, conocimientos y tecnologías sociales
apegadas a la vida y a la supervivencia de la especie. En una época
en la que los medios asfixian la cotidianidad y determinan formas de
relación y producción, y en particular la forma misma de la
realidad, emerge la perentoria necesidad de subvertir nociones
cristalizadas con conceptos y prácticas que reivindiquen la
común-unidad y el buen vivir.
https://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/4432
La fundación de un barrio: herramienta para pensar las bases
antropológicas de la comunicación popular
Resumen
El
artículo desglosa categorías que buscan explicar el proceso de
fundación de un barrio (para el caso, El Renacer, ubicado en la
periferia oeste de Maracaibo, estado Zulia, al occidente de Venezuela)
con el fin de aportar elementos para pensar la comunicación desde una
perspectiva antropológica. Revisa los orígenes del barrio, el sentido y
el sentimiento de comunidad que tienen sus habitantes, la naturaleza de
los conflictos que se presentan, las formas de apropiación de la tierra,
de la vivienda y de los servicios y, finalmente, su consolidación. Los
conceptos desde la teoría consultada buscan responder a la pregunta:
¿cómo se funda un barrio? En la respuesta se conjugan las definiciones
de migración, ocupación de la tierra, organización para el asentamiento,
la autogestión de los servicios, la autoconstrucción y en especial, la
participación preponderante y crucial de la mujer. A ello se suman los
problemas que se derivan de la nacionalidad, específicamente colombiana y
la condición étnica wayuu. Las conclusiones describen formas de
comunicación que hacen posible la sobrevivencia, la organización y la
vida comunitaria.
http://josejavierleon.blogspot.com/2016/05/participacionen-el-conversatorio.html
Etimología
subversiva del verbo ‘comunicar’
Universidad Bolivariana
de Venezuela
PFG. Comunicación Social
Resumen
Este artículo es el fruto de las
clases de la Unidad Curricular Epistemología de la Comunicación dictadas en el
PFG Comunicación Social de la UBV correspondiente al primer período del año
2016. El título es si se quiere tremendista, pero la cantidad y calidad de la
información al respecto y su verdadera profundidad ponen las cosas en su justa
dimensión, por lo que el contenido que aquí abordamos sólo busca, desde mi
posición de docente en proceso de aprendizaje (en compañía de los estudiantes),
dar cuenta de un asombro detenido en el laborioso descorrer de los pliegues que
recubren una palabra harto común y familiar, toda vez que cotidianamente
trabajamos con ella: comunicar.
Palabras clave: etimología, comunicar, trabajo, don, comunidad
“Aquellos
que se devuelven mutuamente los regalos
son
amigos por más tiempo”
Del Hávamál,
uno de los antiguos poemas de la Edda escandinava
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