Presentación del libro de poemas Ídem, del escritor Rafael Marín Rada, publicado en la Editorial Urgente
guardan secretos
y recitan historias en el valle de sus voces
No
importa cuánto tiempo tengas tratando de escribir poemas, el que estás
por escribir es único y tu relación con él, primordial, como quien
apenas ha nacido. Y sin embargo, oh paradoja, el poema tiene el universo
a cuestas hecho noche y soledad y de profundis el silencio eterno de los espacios infinitos, que aterró a Pascal.
Siempre será nuevo el poema y tus ojos, los primeros asombrados. "La luz esculpe laberintos en la sombra". Es el primer verso de este libro de Rafael Marín, Ídem, diario o bitácora de lo que va adquiriendo forma con (la materia d)el tiempo. Lo que vemos en líneas traspuesto "Bendice el pasado y sus quemaduras". Cada poema es un "primer paso". El poema nace cuando es noche en mitad del día, por eso la lucidez del mediodía, esa luz vertical, hecha de recuerdos. Hermosa imagen: torzal de luz, siendo el torzal un cordón de hebras de seda entrelazadas.
El
poema se abre a lo nuevo, decíamos, que es el vacío que precede a la
plenitud. La idea siempre, "procurar el epicentro", una vocal tras otra
"ensayando revelaciones".
La poesía es, o podría ser, "un
espejo con llave/ que pronto se hará templo"; su presencia "habita el
destello de los cristales", como la "huella dactilar del mundo". Cada
definición, nunca de-finitiva, es una posibilidad de acercamiento, de
asedio: "Aunque tu cuerpo lleve los hilos del tiempo / hay ramajes que
el día ilumina con ojos cercanos". La posibilidad de un ars poetica, que se presenta como una obsesión:
Hay un templo en cada palabra
Pequeñas guaridas
Lugares secretos poblados de noches altas o ruinas sabias
Un trozo de sol donde caben las mañanas
y el arte de rescatar las cosas que andan sueltas
que nadie advierte
(...)
Se enciende al vértigo de los pájaros
que ven en los astros flores luminosas
mientras la noche abre sus labios sin palabras
(...)
Epopeyas
Sangre de inmortales
Revelaciones
rincones donde se estremece el viento
Es
la poesía "Ala invisible que revela lo que salva". Está hecha, nos dice
Rafael Marín "para las tormentas / para el revés que fluye". El poema,
dice o murmura "habla cuando duermo / anda despacio pero siempre me
rebasa". Es pues, conciencia del tiempo, de los estados mediúmnicos, de
duermevela o de(s)borde, momento lúcido o iluminado, en el que ocurre la
escritura en estado de revelación. Por eso en la dialéctica de tiempo y
espacio, la escritura deviene plaza - ágora -, receptora de
"rayos de luz" para los encuentros casuales y coincidentes, "imán para
quien decide reencontrarse / o hallar un punto de partida".
Particularmente, como lector de poesía, procuro dejarme llevar por las intuiciones de quienes escriben explorando. Al menos es mi manera de acercarme, de ver o descubrir como al trasluz el itinerario de los asombros. Lo hago porque estoy convencido de que la poesía es un lenguaje que, cuando indaga, abre posibilidades insospechadas antes de que tales palabras se juntaran para resolver el enigma donde sólo había lo innombrable. A ese remanso me dejo llegar:
Todo es próximo claro y sin puertas
Todo se antoja lento
esencialmente lento
Porque
lo esencial se hace con materia de tiempo, no el que pasa sin más sino
ese efímero que se adensa y aletarga, que se vuelve rescoldo crepitante,
transparente que arde sin desaparecer. Otra vez la escritura y el poema
vuelven a ser invención del "fuego a mano alzada", mito cardinal,
"Bendición primigenia del alma". Idem es un libro testimonial,
¿cuál de poemas no lo es? Sólo que aquí hay como la confesión del gesto,
para que (le) quede claro a Ella : "Si evoco una palabra ella me lee",
dice. Ella , "la sal que el cuerpo estrena", la que "custodia mientras
la tinta de marzo celebra los / balcones en primavera". Es testimonio
de un amor que es torcedura, delirio y promesa de olvido. Y Ella , la
posdata, como el poema -que es código o códice- "aparece en la noche".
Es "la sal que el cuerpo estrena / un abrazo en cámara lenta / el
espíritu en lo que se detiene". Y lo que hace la escritura es tamizar la
vida y al hacerlo, la acrecienta, la vuelve enorme. La vida es más vida
en el poema, más plena (de sentido). Aunque se borre al despertar.
0 Comentarios