Un comentario sobre elecciones y unidad

 


Apenas anunciaron las primarias saltó Di Martino supongo desde Italia a la palestra con un tuit infeliz. Fue sin duda una posición adelantada de una torpeza supina, pero sobre todo de muy mal gusto. Más adelante, se sumó otra postulación: la de Arias Cárdenas. La cosa pintaba mal por donde se le mirara porque si no hubieran asomado las narices probablemente nadie en la política real, en las calles, en las comunidades, se hubiera acordado de ambos personajes. La verdad, no se les puede considerar entrañables, y a Arias Cárdenas en particular, menos. El año 2017, el de las terribles guarimbas, que destruyeron vidas y buena parte de la infraestructura de la ciudad, a la que se sumaba el desmantelamiento que marcó la gestión de la alcaldía con Rosales, mostró a una gobernación que dejó hacer y quemar en sus narices edificios públicos. Los maracuchos y maracuchas recordamos bien cómo añorábamos la calma que se vivía en San Francisco, mientras aquí parecía que se jugaba a ver qué pasaba con el gobierno nacional y la desestabilización. Un sí es no es mantenía en zozobra a la población, durante meses de completa impunidad, hasta que llegó la salvífica elección por la Asamblea Constituyente que como un bálsamo de paz bañó a la república toda. Milagrosamente. Con todo y el desastre que había provocado la violencia en las elecciones por la gobernación ganó Guanipa y Arias, perdió. Y si Guanipa no hubiera renunciado a la gobernación, ahí estuviera, desgobernando y quién sabe qué historia estuviéramos contando hoy. Sin embargo, aquí cabe un comentario. Las elecciones no las ganan siempre los mejores o las mejores. Ni siquiera quienes hacen las mejores campañas. 

Hay que conseguir que la campaña esté en su punto álgido lo más cerca posible del día D. Puede ser incluso mejor tener un punto álgido tardío que uno temprano; como mínimo la campaña se estará moviendo en la dirección correcta el día de las elecciones.

JOSEPH NAPOLITAN

Hay algo demasiado emocional que mueve a los y las votantes y que hace no exactamente elegir sino "votar" con cierto automatismo conducido por sentimientos momentáneos, efímeros, circunstanciales, transitorios. De hecho, muchos deciden votar por una u otra opción días antes de las elecciones movidos por un evento o conmoción. Las elecciones no son racionales ni se elige con la cabeza, digamos. O al menos, quien crea que convence a un electorado con razones, se quedará esperando a ganar las elecciones. Tampoco ganan elecciones, las gestiones. Y esto es mucho más sutil y extraño. Pues si hubo algo desastroso fue la gestión de primero justicia; pero, pa muestra un botón: Guanipa -políticamente insignificante- ganó en votos pese al terrorismo que aupó y a la destrucción de la ciudad y del municipio que lo votó. Increíble, pero cierto. Ahora bien, esta ciudad convertida en un basurero y en general en un completo desastre fue la que recibió Willy Casanova. Recuperarla desde el fondo donde la dejaron porque pretendía abonar con ello al plan del estado fallido y de destrucción absoluta de la cosa pública, ha costado dios y su ayuda, sobre todo por las tremendas dificultades producto de la asfixia económica, el bloqueo y luego la pandemia, que ha cruzado toda la gestión. De modo que, la salida al ruedo de Di Martino ofreciéndose a volver a la ciudad que dejó atrás, es desconocer ingratamente el enorme esfuerzo que se ha hecho para hacerla renacer y pretender de un tuitazo colocar en el veleidoso imaginario de los electores un "todo tiempo pasado fue mejor", francamente desleal para todo un equipo que se echó al hombro construir casi de la nada para tornar a devolver a los ciudadanos una ciudad habitable, vivible, respirable. Y todo, por un ansia de poder como si de verdad se lo mereciera(n). Porque aquí recuerdo al comandante Chávez levantando la mano de Di Martino para que asumiera una candidatura, y lo veo a él, renunciando, desestimando el olfato y la puntería de Chávez, el portaaviones. ¿A qué jugaba? En ese momento histórico, tenía que haberse jugado el todo por el todo, pero prefirió la decisión ladina, escurrir el bulto, prefirió el cálculo. Por su parte, Arias Cárdenas hizo llegar audios por whatsApp donde decía recibir emocionado la emoción por su candidatura, montado en esa ficción electorera en la que se sume un candidato que se siente y se proyecta ganador, cuando la lealtad, hoy, es mantener la unidad frente a los intentos -regionales, nacionales e internacionales- por quebrarla. Si ambos actores tenían ganas de participar en las primarias, hubiera bastado el silencio o que animaran a la unidad y se decantaran por los liderazgos ganados al calor de la política real y cotidiana, y no, reflejando aspiraciones sobre supuestos gobiernos exitosos con experiencia. Mucha agua ha corrido bajo el puente y aquella Maracaibo que disputaba por los colores de los brocales, no es ni de cerca la de hoy. Y si necesitábamos una prueba más de cálculo político avieso, nada mejor que poner a rodar aspiraciones rastreras y divisionistas, como si de verdad añoráramos nosotros querer volver, en tiempos cuando se exigen definiciones, al guabineo, que no es ni chicha ni limonada, y que se mantiene al acecho hablando bajito, esperando a ver cómo y con quién acomodarse para seguir medrando.

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