Por
Orlando Villalobos Finol
(Palabras leídas en la celebración del Día del Periodista 2019 celebrado por la Alcaldía del Municipio Maracaibo y el Consejo Municipal)
I
Cierta vez Oriana Fallaci, periodista italiana, autora de aquella
conocida “Entrevista con la historia” (1978, edit. Noguel S.A.), fue a
Argentina. Muchos quisieron entrevistarla pero no quiso hablar con los
periodistas. Nada de conferencia de prensa, les dijo a todos en la cara. Y
añadió: “Ustedes tuvieron aquí un genocidio. Algo tan atroz no es posible sin
una prensa cómplice”.
La afirmación nos hace ver la responsabilidad social que incumbe a los
medios masivos –la prensa, se decía antes- y al periodismo.
En todas las épocas siempre se esperó que la comunicación, el periodismo
y el arte participarán y favorecieran corrientes de justicia social, solidaridad
y bienestar. Que expresaran la voz y los sentimientos del pueblo, y no de los
poderosos.
Cuando eso sucede, la cultura -y el periodismo en el caso que nos ocupa-
se hace partícipe de la alegría de vivir; abre caminos para la vida.
Pero
no siempre ha sido así. Muchas veces, y uno quisiera que no fuera tantas veces,
en lugar de periodismo se impone la práctica antiperiodística de hacer uso de
la información para deformarla y colocarla al servicio del capital,
representado por las corporaciones internacionales. Lo hemos vivido y padecido
en Venezuela, en donde se ha convertido en lugar común la demonización de la
figura del presidente Chávez y de lo que significa la revolución bolivariana.
En lugar de periodismo se hace propaganda de manera abierta o encubierta.
Como dice Fernando Casado, en el libro
Antiperiodismo (2017: 8), “la alternativa
de Venezuela, que aspira a construir un sistema social basado en el socialismo
del siglo XXI y el buen vivir, no debe prosperar bajo ningún concepto. De lo contrario
su expansión podría convertirse en una amenaza para el imperante orden mundial occidental, tal y como
hoy día lo conocemos”.
Es lo que vemos y padecemos hoy, ese sistema-mundo
hegemónico de la comunicación que reproduce una narrativa que malpone a la
Venezuela bolivariana, la ataca de manera implacable y sistemática, y pretende
no darle ninguna oportunidad de respirar. En cambio calla de manera grosera
ante la entrega de Argentina al Fondo Monetario Internacional, ante los niveles
de pobreza y la mano de obra reducida a la condición de esclavitud en otros
países y confines. Poco o casi nada se publica sobre el asesinato de líderes
sociales en Colombia y la precariedad que recorre a Centroamérica y propicia esas
movilizaciones de migrantes que transitan rutas de sobrevivencia.
|
Momento cuando le confieren la Orden Cacique Nigale |
II
En esta época
vivimos un proceso acelerado de digitalización, con profundas repercusiones en
la vida cotidiana. Hay un cambio vertiginoso que nos lleva de los medios
tradicionales a nuevos medios, que modifica las prácticas comunicacionales y
relanza, redefine, la forma cómo se genera la dominación cultural y política.
Hasta hace poco,
leíamos noticias en papel y tinta. Así fue, durante cuatro siglos, después de
la creación de la imprenta en el siglo XV. Desde el siglo XX llegaron el cine,
la radio y la televisión, el auge de la fotografía, y todavía el impreso siguió
siendo fascinante.
Este medio jugó
un rol inmenso en los cambios ocurridos después de la revolución francesa, en 1789,
porque facilitó que las narrativas impresas generaran expectativas
transformadoras. Leer, escribir y estar informado se convirtieron en una de las
principales necesidades. El texto impreso fue el principal productor de
conocimiento y cultura.
Pero ya sabemos
que lo único permanente es el cambio. Todo cambia. La web 2.0 y las redes
virtuales -3G y 4G- hicieron casi desaparecer al modelo de periodismo conocido.
Lo que se avecina, con las anunciadas 5G, pronostica una transición total al
mundo digital que lleva a la revisión exhaustiva sobre los rumbos actuales del
periodismo.
Lo vivimos en
Venezuela con la desaparición de la versión impresa de medios que formaron
parte de nuestras lecturas y fueron ventanas a las que nos asomamos para mirar
el mundo. Eso sucede aquí y más allá. Por razones de costos, y en razón de la
transición tecnológica, cada vez hay menos impresos. En España cerraron 375
medios, según el Informe Anual de la Profesión Periodística centrado en 2015,
elaborado por la Asociación de Prensa de Madrid (APM), y citado por Antonio
Lucas y Josetxu Piñeiro, en un reportaje publicado en el diario El Mundo.
Hay un cambio de
soporte. El ser humano dejó su huella en piedras, papiros, pergaminos; llegó la
imprenta y seguimos. Ahora conocemos los medios digitales que se mueven con
rapidez. Hace poco la gran novedad era enviar un correo electrónico o tener un
blog; ahora las redes virtuales imponen su ritmo.
Muchas
interrogantes se nos asoman. Cómo hacer con esa deidad que se llama internet
que nos trae oportunidades pero de manera simultánea amenazas e incertidumbre.
Para muchos esa es la última maravilla pero una rápida revisión nos devuelve a
la realidad.
Dice Roberto
Savio (2019) que “internet ha seguido un curso equivocado. En lugar de ser el
nuevo instrumento para la comunicación horizontal y el intercambio, se ha
convertido en un creador de mundos virtuales y fragmentados”; las personas se
agrupan en sus propias burbujas y ya no intercambian puntos de vista e ideas.
Expone Savio que es “un escenario de insultos y odio, manejado por identidades
falsas con noticias falsas, donde los ciudadanos son vendidos como consumidores
por una serie de logaritmos basados en la maximización de las ganancias”.
Podemos añadir el punto de vista del maestro Boaventura
de Sousa Santos (2019) quien devela
que la corriente conservadora impone “un vastísimo complejo ideológico-mental
propagado por todo el mundo, incluyendo nuestros barrios, nuestras casas y
nuestra intimidad. Son tres las fábricas principales de este complejo: la
fábrica del odio, la fábrica del miedo y la fábrica de la mentira. La
proliferación de estas tres fábricas es el motor de la ola reaccionaria que
conocemos en estos días”.
El dilema del
periodismo en este momento es cómo contar las historias, ahora que hay más
opciones y espacios narrativos. Cómo hace para crear y mantener audiencias más
fluidas y diversas, pero al mismo tiempo más fugaces y huidizas. Cómo hace para
ofrecer la información que la comunidad necesita, como el pan nuestro de cada
día, de manera responsable, ética, suficiente y equilibrada.
Con todo, el
reto mayor para el periodismo no está en el impacto de la tecnología digital,
sino principalmente su razón de ser, propósitos y filosofía; volver a las
antiguas preguntas, para qué sirve, cuáles son las causas, cuáles son las
fuentes, cómo puede favorecer que haya igualdad, fraternidad y justicia social
en un momento de desarrollo del capitalismo, que se caracteriza por la
concentración de la propiedad de los medios masivos; que nos presenta a unos
medios cartelizados que ofrecen relatos que muestran como hechos naturales que
el imperialismo estadounidense decida sanciones unilaterales, someta mediante
el bloqueo económico a países que considera adversarios, e imponga una
globalización indolente y criminal que se expresa en una guerra de baja
intensidad contra los derechos ciudadanos, la destrucción del tejido social
solidario, el destierro de los pueblos de sus comunidades y la destrucción de la
sustentabilidad del planeta. Todo eso se presenta como lo natural y razonable,
como lo que corresponde, supuestamente, según el designio divino.
III
El
periodismo cuenta historias de personas comunes a las que les suceden cosas
extraordinarias; son historias universales pero cercanas y con sabor
local. Eso nos llama la atención y hace
que sintamos proximidad y nos identifiquemos con personajes a veces débiles y
víctimas de injusticias; sintamos solidaridad con pueblos y comunidades
sometidas a condiciones de vidas precarias; movidos por la curiosidad y por la
justicia nos detengamos en las causas profundas y verdaderas de las acciones
crueles y perversas de las corporaciones capitalistas, de sus gobiernos y de la
globalización indolente.
El
periodismo narra historias que nos involucran, en donde también está echada
nuestra suerte. Por eso muchos elegimos o llegamos al periodismo. En parte, por
ser una profesión necesaria, que podía permitirnos ganarnos el pan, pero sobre
todo por lo que tiene de humana. Otras carreras son muy importantes, pero las
personas acuden ante el profesional a decirles lo que les pasa o a pedirles
auxilio. Un periodista en cambio va a la comunidad a buscar a una persona
afligida, porque vive una calamidad, o está justo en el momento en el que
alguien ha conseguido una victoria o una gloria deportiva. El verdadero
periodismo va hacia donde está el otro, para encontrarse con él, en las buenas
o en las malas.
En esta
época de cambios, el periodismo es
más necesario que nunca, para informarnos, saber lo que está pasando y tomar
decisiones, personales y comunitarias, que nos permitan vencer las
dificultades.
El periodismo
vive el cambio tecnológico pero necesita trascenderlo. Pasamos de la máquina de
escribir a la computadora y del papel impreso al medio digital. Cambia el
soporte pero el periodismo está, hace falta, porque conlleva una visión
humanística, que le permite reunir la historia, la cultura y la filosofía, para
abrirse paso en medio de la tormenta de la globalización criminal y encontrar
alternativas a los problemas que nos rodean.
A veces, el
periodismo es arropado por cánones conservadores y reaccionarios, y se queda en
esa fórmula standard que consagra medias verdades sobre la objetividad, la
verdad, la noción de audiencia, la definición de lo que es el relato noticioso.
Es el periodismo de las medias verdades. Cuando te informa tú no sabes si te
dice la verdad o te miente, de manera deliberada. Es el periodismo que se hace
cómplice e insensible, se declara neutral e incluso, se suma a causas
antipopulares. Lo hace por ignorancia o por complicidad, pero igual renuncia a
la razón de ser del periodismo.
El periodismo es
un arte y una profesión. Llena la necesidad de informar pero no se queda en
eso. Interpreta lo que sucede y lo hace para favorecer que el pueblo pueda
entender su realidad y pueda abrir camino al cambio social.
Ese es el papel
que corresponde hoy al periodismo, a sabiendas de que lo hace en medio de
mentiras, bots, trolls, y guerras mediáticas que están al servicio de planes
neocoloniales e imperiales; en medio de batallas culturales y comunicacionales
que quieren borrarnos la identidad y el orgullo de pertenecer a este suelo
bolivariano.
Por eso
necesitamos un periodismo que nos permita saber lo que está pasando, que al
mismo tiempo ayude a propagar semillas de rebelión en la comunidad. Parafraseando
a Boaventura de Sousa Santos, un periodismo con otros principios, otros conocimientos,
otras ideas, que nos ayuden a mirar que otra sociedad es posible y otra América
está en marcha.
Siguiendo con
este autor, hoy nos corresponde, criticar sin desertar, y afirmar sin ser
cómplices; descolonizar el saber y atrevernos a reinventar el poder para que
todo cambie en beneficio del pueblo.
Referencias
Casado, Fernando (2017).
Antiperiodistas. Confesiones de las agresiones mediáticas contra
Venezuela. Caracas, Ediciones MiPPCI,
Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información.
0 Comentarios