Taller Ars Combinatoria (FILVEN, Zulia 2012)

En el marco de la FILVEN - La Estancia, Maracaibo



 «La poesía y la gran prosa, que proviene de la poesía, son fuerzas determinantes de la vida del hombre sobre este planeta; en tiempos de desconcierto (y probablemente todos en alguna medida lo sean) la poesía es creadora de sentido, en tanto no es esclava de sentidos preestablecidos. La poesía no es razonable, pero la razón tampoco es del todo razonable, y en eso la poesía lleva la ventaja, pues sabe que es un juego; un juego abierto a la intuición de los problemas de este tiempo, un juego enemigo de la esclerosis del discurso, que es la peor de todas, porque mina la única herramienta que tenemos para pensar y para entendernos cada cual a sí y a los demás»
(Testimonio de Daniel Samoilovich en El hacer poético, Julio Ortega, Monte Ávila, Caracas, Volumen I, p. 424)

Hoy 23 de julio realicé una nueva edición del taller Ars Combinatoria. Tres jovencitas participaron motivadas seguro por la experiencia posible de dar por acaso con el arte de escribir poemas. Ojalá no las haya desanimado. Sobre todo porque no soy poeta, les advertí, y porque el primer requisito para escribir un poema -les dije- parece estar en no pretender escribir un poema, en todo caso, y así lo recordábamos, hay que dejar que sea la célebre Musa la que cante la cólera del Pelida Aquileo...
Abandonar la intención del sentido, dejar que las palabras sean. La poesía, me ha parecido siempre, es el arte de dejar al menos lo que dura un/el poema, de ser; aunque resulte luego la hermosa paradoja de que cuando no somos y nos abandonamos al río de las palabras, somos más nosotros. Cuando leemos somos más nosotros (sentimos, vivimos más) nos dice Enrique Arenas. Cuando escribimos -poesía- no somos, sólo el poema es. «Si me pierdo en mi mismo me pierdo irreprochablemente», escribió hace tiempo Stephen Marsh Planchat, en la niebla de La Mucuy.
Ars Combinatoria es una suerte de simulador poético. Escribimos poesía -simulamos que lo hacemos- forzando las operaciones -creemos- naturales que hacen o deben hacer los y las poetas. En primer lugar, no querer nada (para quererlo todo, infinitamente). Abrir el deseo a las combinaciones innumerables.


Suda el lago fértil librado a la piedra
Fertilizando el movimiento quemado de la lluvia agotada
Lanzada vereda que corre a la piscina granizada
Maneja el acuoso árbol la gravedad de la montaña
Danzando como gota acelerada en el lado oscuro
Y este carro verde que construye el mar contaminado


 
El movimiento agitado que quema a la lluvia fertilizar
Como cuando se es lanzado a la piscina al correr, en una granizada vereda.
¿Cómo se maneja la asfixiante y resbaladiza de un árbol en una montaña?
Con la gota acelerada que danza sobre un acuoso lago
Al igual que un carro construido sobre un verde mar contaminado



Tan libre como fértil era esta piedra, sudaba
Una danza acelerada hace caer una gota sobre el acuoso lodo
Días agitados con demasiados movimientos y la lluvia quema lo fértil
Tiempo en construir un verde mar, pasa un carro y lo ha contaminado todo
Una piscina lanzada debajo de una vereda hace correr el granizado
Asfixiante era la subida, para manejarla, los árboles de la montaña te hacían resbalar


Luego de las matrices, de las listas de palabras siguiendo el orden de las ocurrencias paradigmáticas ordenadas según los elementos que le daban forma al antiguo cosmos (Aire, Fuego, Tierra y Agua), luego de la combinación lúdica siguiendo una estructura morfológica convencional, producimos las frases, las cuales, vistas en conjunto, fueron clasificadas y seleccionadas por eufonía por los participantes. Se eligen las definitivas no por lo que dicen (o lo que significan) sino por como suenan. Y el resultado fue:
Tan libre como fértil sudaba esta piedra del lago
Fertilizando el movimiento quemado de la lluvia agitada
Como cuando se es lanzado a la piscina al correr, en una granizada vereda
Como se maneja lo asfixiante y resbaladizo de un árbol en una montaña
Danzando como gota acelerada en el lodo oscuro
Al igual que un carro construido sobre un verde mar contaminado
No es fácil renunciar al sentido. Pero este taller, sencillo en su confección, si algo no permite es el fácil lugar común, al tiempo que le abre la puerta a lo insólito, a lo nuevo. Sólo es nuevo, lógicamente, el disparate.
El taller persigue con afán esto último. Es su obsesión. Cuando no queda significado el único refugio es el sonido, la música. Sólo después, como una ola que baña la orilla, llega el sentido a traernos los seres desconocidos, los mares desconocidos...


«El origen, decía Foucault siguiendo a Nietzsche, está en lo disparatado...», nos los recuerda Enzo Del Bufalo, en Notas de Babilona (EBUC-FACES, 2009, p. 28)

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