¿Y si el problema está en el concepto «comunicación»?



 
Pa’ Juancho
Por la fiesta, el cuento y la candela

Tenemos un concepto que creemos universal pero que sólo opera con relativa eficiencia para un ¼ si acaso de la población mundial…

Me explico: cuando hablamos de comunicación decimos que se trata esencialmente de un proceso en el que ocurre un «intercambio de significados», pero el problema reside, creo, en lo que está antes y que regularmente resulta invisible: las estructuras económicas que determinan las condiciones materiales del intercambio, lo cual, a su vez, determina los significados. El concepto que usamos usualmente está en el aire, suspendido y por encima de las estructuras que determinan las condiciones del intercambio y por ende la producción de significados como tal. Estas dificultades quedan ocultas y de alguna manera superadas cuando la avasalladora vida moderna -esto donde vivimos y que tiene la apariencia de ser todo cuanto existe- nos convence de que la comunicación la producen los «medios de comunicación», es decir, que el intercambio de significados llega a lo sumo a la interacción a través de los diversos canales y medios que componen la –así llamada por algunos- mediasfera. El concepto cooptado por los «medios» ejerce tal poder que prácticamente olvidamos que también es comunicación la que ocurre no mediada, es decir, la que establecemos digamos natural y cotidianamente, con sólo nuestros cuerpos. Y se me dirá qué claro, que pues obvio, sólo que cuando hablamos de comunicación hablamos de… Y en efecto, ahí está el problema. El concepto de comunicación que utilizamos está invertido. Comunicación es sólo –como problema- el mediado por los medios. Mas resulta que los medios tal y como los conocemos responden a un modelo de sociedad creado por el modo de producción capitalista. Y salir de su lógica significaría salir del modelo de comunicación mediado por los medios. Pero renunciar a esa tecnología es hoy por hoy, al menos para un sector del mundo, hablo de apenas un 25% que cuenta con interconexión y electricidad, es un disparate. Nosotros (ese pequeño sector del planeta) que creemos que lo ocupamos todo, suponemos pues que el concepto de comunicación está mediado por los medios. El resto que no entra en la definición socava las bases de nuestro concepto, lo absurdiza, lo hace falsamente operativo y en extremo interesado. Tenemos pues un concepto que creemos universal pero que sólo opera con relativa eficiencia para un ¼ de la población mundial. Y esto dicho a una escala global, se puede de alguna manera reproducir en nuestro país, si atendemos a la distribución de las conexiones eléctricas y el acceso a los medios. El desequilibrio es evidente y ostensible, sólo que, desde donde nos conectamos (puesto que tenemos aparatos y energía eléctrica y fibra óptica y receptores satelitales) creemos falsamente que todo está así de conectado. Lo que para nosotros es normal nos hace creer que es la normalidad. Espejismo, ideología, alienación, son algunos de los procesos que se dan sin darnos cuenta. Ahora bien, el concepto de comunicación que usamos adolece de estas fallas, de estas desconexiones. Una parte importante del país no sólo no está conectada ni interconectada, sino que maneja otros conceptos de comunicación. Pero no nos adelantemos…, el punto es que el nuestro (y ya está claro, creo, a qué me refiero cuando digo «nuestro») desconoce, no ve, a veces ni siquiera supone, la existencia de un concepto de comunicación no mediado, o lo que tal vez sea más complejo: conceptos de comunicación no mediados. Es decir, otros. No otro, sino otros. Por otra parte, nuestro concepto responde a una determinada estructura económica, para más señas capitalista, y, si podemos ubicar al menos una operación esencialmente capitalista, la desterritorialización, podemos decir que nuestro concepto de comunicación está levantado sobre la pérdida –violenta- de los territorios. Luego, lo esencial de la comunicación mediada es que no está anclada a ningún territorio (desanclaje que ocurrió y oculta la violencia), que no depende del territorio (que nos descuajó, desmembró, sacó, expulsó, extrañó), más allá de los problemas que ofrezca el territorio como tal –en tanto, por ejemplo, orografía- para las interconexiones. En otra palabras, el territorio cultural (antropológicamente hablando) no influye estructuralmente en las interconexiones (racionalizadas e instrumentalizadas por el capital), influye sí, y mucho, políticamente, pero eso es otro problema. El punto es que puede haber conexiones en cualquier parte; lo exigente es una distribución política de la interconexiones, y en algunos casos –poquísimos- como sabemos prevalecerá la política y en otras –las más- las determinantes económicas. Mas lo definitivo es que el concepto de comunicación conocido parte de las conexiones, de las estructuras materiales y por ende, de las relaciones económicas de producción capitalista, en tanto que herramienta empleada para la obtención de un objetivo específico: la valorización del capital. Así las cosas, el concepto de comunicación que conocemos está baldado: 1) por las estructuras (materiales de interconexión) que dispone el capital; y 2) por las operaciones político-económicas (es decir, por la valorización del capital). De modo que el «intercambio de significados» estará condicionado por tales estructuras y tal objetivo. Y por ende, buscará ocultar la violencia estructural y el objetivo que (todo) lo mueve. Seguir usando ese concepto es pues, permanecer en el ámbito de significados que (le) impone el capital. De ahí que debamos superar este ámbito e incorporar, pensar, reconocer, en primer lugar lo-no-conectado; luego, lo-que-debemos-conectar de otra manera, a otra cosa. Porque mal pudiéramos creer que la conexión resolverá los problemas: no, simplemente se integrará al ámbito de significación conocido toda vez que se integrará a las estructuras de interconexión y valorización del capital. (Esto lo sabe desde hace rato cierta empresa de televisión por cable…) No obstante, lo que me interesa advertir es que el concepto de comunicación conocido puede llevarnos a interconectarnos al capital, y, lo que precisamos –si es que en verdad lo queremos- es conectarnos en base a otra lógica, a otra(s) estructura(s), a otros procesos metabólicos, no a los del capital. Y esta desconexión política pasará, repito, por revisar lo que no está conectado desde la crítica a lo que lo está; de modo que la operación, ilumine un proceso inédito de re-conexión: un nuevo tejido re-conectivo. Pero antes, debemos saber o recordar que, lo que no está conectado no lo está a toda la estructura de interconexión capitalista, lo cual no significa que por tal sea socialista o comunista o más sencillamente no-capitalista. No. Ni de cerca. Regularmente se trata de zonas en las que la inversión (privada o pública) no ha llegado, bien porque se trate de tierras empobrecidas o de muy difícil acceso, bien porque tienen minerales en el subsuelo y las poblaciones aún no han sido desplazadas, bien porque ya han sido salvajemente explotadas y las condiciones de vida han sido reducidas a un mínimo imposible para su reproducción, etc. En muchos casos también son territorios donde el capital siembra diversos conflictos incluso étnicos para que llegado el caso la razzia sea perpetrada por las propias víctimas. El punto es que si consideramos lo no conectado, el concepto de comunicación conocido queda incompleto e inoperante; es absurdo, por demás, seguir empleando a sabiendas algo parcial como pretendidamente universal. Por otra parte, si el concepto conocido ha sido producido por el capitalismo, obviamente dependerá estructuralmente de la desterritorialización, de donde se deduce que a la incorporación de lo des-conectado debemos sumar los distintos procesos de territorialización, todos por regla general a contracorriente del capital. Y, si el capital (y el concepto de comunicación) niega a los sujetos (en tanto los des-territorializa), el concepto de comunicación que necesitamos necesita de los sujetos, los cuales son precisamente sujetos cuando territorializan, es decir, cuando se hacen con el territorio que habitan. Hacer y hacerse parte del territorio es imaginarlo, trabajarlo y conocerlo, operaciones todas que requieren obviamente comunicación (en tanto la comunicación es lo que nos constituye como humanos), definida claro está de otra manera. De más está decir, y en consecuencia por lo anterior, que la comunicación capitalista (metabolizada por el capitalismo) des-humaniza. Por último, el concepto de comunicación que conocemos necesita de los medios; otro-concepto, se originaría a partir de la territorialización, de la praxis -valga la redundancia- política de sujetos (que cuando lo son, son) territorializados: necesita pues –primero- la territorialización (que ya es –toda- (la) comunicación) y, sólo accesoriamente, los medios, sean éstos los que sean. Es más y para decirlo crípticamente: necesitamos medios que no necesiten –para ser pensados- de electricidad. Pues nada indica –de hecho todo nos convence de lo contrario- que tendremos electricidad en el futuro. Yo tendré mi propia noche; el mundo la suya.  

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