José Javier León
@joseleon1971_
Escribo para respaldar el esfuerzo que desde TVES están
haciendo para recuperar para la revolución una audiencia que ante la ausencia
de ofertas sacia su demanda en los canales privados. La declaración la hago
aunque no revisto peso alguno, para cumplir con varios objetivos, entre ellos,
quizá el más apremiante, participar en una discusión que observo mal dirigida
por mal planteada.
El otro objetivo apunta a la necesidad, ésta sí personal y
profesional, pero en la que no me siento solo y muy al contrario bien
acompañado, de producir una comunicación y en especial una televisión, que haga
su parte en la construcción de la Patria bolivariana.
Sobre lo primero, debo señalar que aunque no soy consumidor
de televisión, entiendo que hay muchas personas que sí, y que además consumen
el producto televisivo que los compañeros de TVES saben hacer y que aprendieron
en el escenario mediático privado. Hoy, de nuestro lado, hacen pues lo que
saben hacer y, por lo visto y dadas las reacciones, muy bien.
Que yo no consuma determinados productos no quiere decir que
sean malos per se. En comunicación como en muchos otros aspectos de la vida, no
permitir que las cosas existan, eliminarlas o borrarlas es, si la palabra cabe,
y creo que cabe, fascismo. Eliminar al otro o lo otro, negar su existencia, es
una práctica de intolerancia que no podemos tolerar, que no debemos permitir.
Abogo pues porque lo que deba existir exista siempre y
cuando, eso sí, su presencia no signifique que otras cosas no lo hagan. Esto
es, nada ni nadie podrá sobre la base de su derecho a existir, no permitir la
existencia de otros o de lo otro.
Por ejemplo, yo puedo no estar de acuerdo con la educación
privada y por ende, no estar de acuerdo con los colegios privados, pero de ahí
a eliminarlos hay un trecho peligroso; igualmente me parece inaceptable que
sólo existan colegios privados (como quiere que ocurra la derecha fascista). Lo
aceptable entonces es que existan colegios privados y colegios públicos y que
ambos existan y coexistan, sin atropello ni solapamiento, ni monopolio ni
controles ni violencia que hagan imposible la existencia de la diferencia. Pero
como todo hay que decirlo, el capital privado sí que es intolerante y no cejará
en su esfuerzo por eliminar la diferencia, incluso estando o no en el poder.
Otro ejemplo. No discuto la venta de mercancías, pero es
inaceptable que alimentos, vestidos, viviendas, y demás bienes necesarios para
la vida, sean sólo y exclusivamente comercializados por empresas privadas.
Abogo pues, porque existan y vendan lo que quieran, lo que no es aceptable es que
la vida dependa de sus mercancías. Es más, si cultivan el libre mercado, pues
que vendan a los mejores precios para tratar de confrontar los suyos con los
del Estado, que en nuestro caso se define como pueblo-Estado, y por lo tanto Estado
productor es el pueblo mismo trabajando para sí y para todos, no para los
ricos, como ocurre en el Estado-burgués. ¿Qué así no hay negocio? Entonces,
deberán ofrecer otros bienes y no los esenciales para la vida que, en
principio, son los que corresponde a la producción de un Estado que proteja a
su pueblo.
Dicho esto, deben existir los productos televisivos, e
incluso y bajo el imperio de las leyes todos los medios. Lo que no puede
ocurrir y es inaceptable es que un medio y sus productos se impongan por sobre
todos los demás, es decir, que impongan la cartelización de los intereses
privados. Por lo tanto, la producción matutina y de entretenimiento de TVES
debe existir tanto como cualquier otra.
¿Qué es otra la televisión que hay que producir? Sí… pero ésta
que hacen los compañeros de TVES también. Es decir, cada quien, cada colectivo,
debe producir lo que le toca. La lucha no es pues por lo que se debe producir,
sino por lo que nos toca trasmitir. Esa es otra discusión y estoy seguro que la
dirección de TVES puede participar en reuniones al respecto y tomar excelentes
decisiones. No me consta, pero lo intuyo.
Por lo pronto, nos toca emprender la producción de
comunicación desde cada una de las trincheras particulares, plurales y
diversas. No hay una y única manera de producirla. Ahora bien, es
responsabilidad de cada colectivo lo que puede y pueda hacer. Tanto como es
responsabilidad de todos cuanto hagamos para su difusión, sea masiva o bien
territorializada, forma ésta de distribución que hace parte de una dimensión
que apenas si comienza. En efecto, la difusión masiva es importante y decisiva
en la lucha simbólica soberana, pero hay todo un universo prácticamente
inexplorado en la difusión autónoma y territorial, que debe estar en las manos
de los colectivos, de las comunidades, de las comunas.
Eso es creo, lo que a nosotros en particular nos toca. Es
nuestra responsabilidad. ¿Que no debemos abandonar lo que atañe a la difusión
masiva? Sí, pero no mezclando ni confundiendo intereses. Es decir, no se puede
criticar la producción masiva de TVES desde una perspectiva comunitaria y
territorial de producción de comunicación. Eso es confundir la leche con la
magnesia.
Nos toca movernos en dos aguas. La masiva o soberana y si se
quiere Estatal, en lo que aún tiene de Estado burgués. Y en la autónoma, en lo
que tiene de alternativa, subalterna, revolucionaria, propia de un
Estado-Pueblo emergente. Hoy, la realidad, es que ambas dimensiones existen y
se enfrentan.
TVES y parte de su programación está haciendo lo que le toca
y lo que puede hacer en el marco de
un enfrentamiento sistémico. No contribuimos en nada pretendiendo que esa
expresión de la diversidad –también- nuestra no exista. El enemigo no es
Winston ni la televisión que hace.
El enemigo es el capital privado que estoy seguro, se frota
las manos aguardando que se lleve tanta agua al cántaro hasta que al fin se
rompa y pase nuevamente a reinar sin competencia en las mañanas de la
televisión privada, ahora sí privada de todo cuanto pueda ser útil, humano y
diverso.
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